A CIEN AÑOS DE LA GRAN GUERRA
GUERRA
Y CÓDIGOS MORALES
“La historia según se escribe en forma
cotidiana en realidad consiste en una narración ininterrumpida de guerras. El
sociólogo de la historia Jacques Novicow ha calculado que en los tres mil
últimos años ha habido mucho más de una década de guerra por cada año de paz”.
Las guerras prehistóricas creaban desiertos y a eso
llamaban paz. Las guerras de hoy crean ruinas, dice el escritor inglés Veale, y
también a eso se le llama paz. A la Era de los Bush en Irak —y es un ejemplo
muy cercano— también, con fariseísmo, se le llamó pacificación y desarme.
Pero no tema el amigo lector; vamos a hablar pero poco de
las guerras y de cómo, en el transcurso del tiempo ellas fueron civilizándose
un poco. Desde los ejemplos presentados por el Deuteronomio, cuando los hebreos
invaden Canaán llevando como consigna que en caso de rechazar su paz se “debía destruir a los varones con la punta
de la espada y también a las mujeres y los niños, al ganado y a todo lo que hay
en la ciudad incluso el botín que teníais que llevaros vosotros”; o cuando
el caso del tártaro Tamerlán levantando gigantescas pirámides con cabezas de
sus enemigos vencidos.
La influencia cristiana mostró sus frutos con las Treguas de Dios, el surgimiento de la
Caballería, y los cambios en el espíritu del hombre castrense. Baste mencionar,
por ejemplo, al jurista cristiano suizo Emeric Vattel que publicó en 1758 su
obra clave “La Ley de las Naciones”.
Desde entonces se consideró formalmente que deberían
llamarse de otra forma a las guerras llevadas a cabo con un objetivo limitado y
que eran asunto exclusivo de los ejércitos sin que estos asesinaran a los no
combatientes. No se consideraba el sufrimiento de los civiles como forma de
influir en la moral del enemigo para provocar su rendición.
Es muy conocido el episodio de la batalla de Fontenoy
entre franceses e ingleses. He aquí el ilustrativo gesto. Con banderas
desplegadas y sus vistosos uniformes avanzaron ambos contendientes hasta
ponerse a tiro de fusilería. Fue entonces que cuatro oficiales franceses
caminaron hacia sus adversarios alejándose de sus tropas. Uno de ellos, cortésmente
expresó a viva voz: “¡Caballeros de la
Guardia inglesa, tirad vosotros primero!” ¿Fantasía? No lo aceptamos. Lo creemos a pies juntillas
ya que hay muchísimos episodios similares. Era el ambiente caballeresco
heredado de la Cristiandad medieval.
Al gran Luis XIV le costó el predominio en Europa su
orden de quemar la región germana del
Palatinado. Esto significaba que la Caballería Cristiana y Militar tenía
un código ético igual en toda Europa. Sin embargo en menos de doscientos años
todo cambió. Primero la subversión
masónico-francesa de 1789 con sus brutalidades “populares” (baste el ejemplo de
los crímenes cometidos contra La Vendée). Luego la Guerra Civil norteamericana
(1861-65), durante la cual, el arrasamiento de regiones enteras por el
diabólico terror desatado por los generales norteños Sherman y Grant con la
anuencia de Lincoln, quemaron los códigos caballerescos europeos que mantenía el sudista General Lee.
Y sentaron las bases de crímes norteamericanos posteriores como los de
Hiroshima y Nagasaki (1945), ordenados por Harry Salomón Truman.
EL
DESENLACE
Ahora, vayamos a nuestro tema: la Guerra de 1914-18 de
cuyo inicio se están conmemorando cien años. Y hablamos así porque en realidad
comenzó con los viles asesinatos en Sarajevo (Bosnia) del Archiduque Francisco
Fernando y su esposa, siendo el primero heredero de la Corona del Imperio
Austro-Húngaro. Era el 28 de junio de 1914. El criminal, un serbio eslavo
llamado Gavrilo Prinzip integrante de la esotérica “Mano negra” que buscaba lo
que finalmente consiguió. Esto era, ni más ni menos, que el estallido de un
conflicto europeo al que se agregaron dos potencias extra continentales:
Estados Unidos y el Japón que destruyeron Europa (recordar Versalles ) y con
ella el último bastión de la Cristiandad Medieval Romano Germánica: el Imperio
Austro-Húngaro.
Sus primeros mártires fueron los ya citados: el Archiduque
Francisco Fernando y su esposa la Condesa Sofía. El julio de ese año trágico,
tuvo su hito el 23 de ese mes cuando Viena presentó el ultimátum que exigía que
funcionarios imperiales estuvieran presentes en las investigaciones de los
magnicidios.
La indiferencia serbia provocó mayores reacciones que la
prensa escrita aprovechó atizando el enfrentamiento que finalmente estalló el 4
de agosto con la guerra ya declarada. La prensa popular que comenzó su vida
sirviendo de informativo se trasmutó en lo que también es hoy: sembradora de
cizaña, pornógrafa y simuladora para manejar como títeres a lo que se llama “libre opinión pública”. Wingfried
Stratford en “The Victorian Sunset”
[Routledge, London 1932, pág. 268] escribió: “Una enfermedad estaba infectando toda la civilización haciéndose que
se elevase una fiebre que amenazaba el colapso final. El odio era engendrado
mediante las sugestiones en masa científicamente preparadas”.
¿Penetración subliminal? No. Odio puro salido de las
esotéricas camarillas belicistas de Londres y Paris que empujaron al bueno del
Czar y a los serbios enceguecidos de orgullo. Ya no estaba en la Cancillería
del Reich el genial Bismark, que
luego de la derrota de Francia en la batalla de Sedan (1871) y la caída de
Napoleón III, había conseguido mediante juegos de equilibrios darle a Europa 43
años de tranquilidad. La “Belle Epoque”
de seguridad y bienestar agonizaba ahora por horrores internos.
Ejemplos claros son las tres causas fundamentales de la
guerra de 1914-18. La primera: el anhelo de los rusos por los Estrechos que
llevan al Mar Negro. En segundo lugar la herida francesa que estaba abierta
desde la pérdida de Alsacia y Lorena incorporadas al Segundo Reich luego de Sedan, cumbre de las victorias
bismarckianas y el orgullo inglés que no soportaba al Segundo Reich como potencia competidora en lo
naval y comercial. Lo que pudo ser solucionado por la diplomacia no lo fue. Las
cosas estaban así a la muerte del Kaiser Federico III (1888) que permitió el acceso
al trono de los Hohenzollern a su hijo Guillermo II que reinaría hasta 1918.
Guillermo, nieto por su madre de la Reina Victoria, era
un hombre impulsivo, obstinado, piadoso, algo teatral y ultranacionalista. Apenas
llegado al trono proclamó que el Segundo Reich
había dejado de ser una potencia continental para ser mundial. La nueva welpolitik implicaba un desarrollo de
las flotas del Reich ya poderoso por
su desarrollo industrial y el aumento de su población. La agresión inglesa a
los holandeses Boers Sudafricanos despertó hostilidad contra Gran Bretaña que
se encontró sola, obligándola a buscar el apoyo de Francia y del Imperio Ruso. Se
gestaba entonces, un entramado con los imperios centrales por un lado y por el
otro las masónicas Francia e Inglaterra, junto a la tradicionalista y leal
Rusia que mantenía prohibida a la siniestra Sociedad desde los tiempos de
Alejandro I. Fatal alianza: jacobinos y masones con la Santa Rusia. Era la
tumba del cristiano y ortodoxo Imperio de los Romanoff. La bomba de tiempo
estaba instalada en los Balcanes y la mecha era Bosnia y su capital Sarajevo.
En 1908 Austria anexó a la corona su protectorado de
Bosnia frente al peligro turco en ese momento remozado por la presencia de la
agrupación de los Jóvenes Turcos, grupo Militar que controlaba el gobierno de
la Sublime Puerta con el Sultán prisionero. El proyecto de su Jefe, el masón
Kemal Ataturk era recuperar la antigua grandeza turca comenzando por dominar
Bulgaria, Serbia, Bosnia y Herzegovina.
Ante tal peligro el Kaiser
Francisco José, Emperador Austrohúngaro, ordenó la anexión de Bosnia. “Austria —dice el historiador Frank
Simonds— poseía muchos títulos sobre ese
territorio. Allí llevó la civilización, el desarrollo industrial, amén de
carreteras y ferrocarriles a una de las regiones más atrasadas del mundo”.
El Segundo Reich
apoyó totalmente a Viena y la entente que unía a Londres, París y Moscú
permaneció imperturbable. Esto significó una derrota para la diplomacia de
Viena y Berlín, porque la ruptura que esperaban del frente plutocrático y zarista
no se produjo. Mientras tanto la pérfida Albión aguardaba. Tal como dice el ya
citado Simonds en su primer tomo de “Historia
de la Guerra del Mundo”: “Ellos no renunciaban a la idea que Inglaterra debía
ser suprema en el mar”. Las guerras balcánicas que estallaron en 1913 y que
terminaron con la victoria serbia favorecieron a Londres y París. Se levantaba
una cuña dúctil a la influencia rusa en el flanco de la Bosnia de
Austria-Hungría. Nicolás Romanoff, mal aconsejado por la infiltración liberal,
vio la oportunidad no sólo de llegar al Adriático sino de movilizar millones de
eslavos que integraban el Imperio Habsburgo. De ahí la presencia en Sarajevo
del Archiduque y su esposa quienes simpatizaban con los eslavos e iban en
búsqueda de soluciones.
En Estados Unidos se preparaban como siempre para
defender sus intereses financieros estilo Shylock, ya fagocitada Cuba, las
Filipinas y gran parte de México, amén de haber arrebatado a Colombia Panamá
por la importancia de su futuro canal. Ya tenían puestos los ojos en
Hispanoamérica “tan lejos de Dios y tan
cerca de los Estados Unidos”. Algo parecido al “Maine” se preparaba. Al tartufo Wilson mejor lo dejamos para otra
oportunidad. Faltaba un lustro para las orgías de Versalles.
Luis Alfredo Andregnette Capurro
3 comentarios:
¿UN ASUNTO "TEOLÓGICO?
LOS QUE MÁS GANARON Y LOS QUE MÁS PERDIERON EN LA GRAN GUERRA
“La Declaración Balfour (1917) significó el reconocimiento internacional del Sionismo y garantizó la creación de una patria en Palestina.” (Israel Adán Shamir, hebreo anti-sionista y "convertido" al Cristianismo)
Y, "curiosamente", fue el CATÓLICO Imperio Austrohúngaro el MÁS DESPEDAZADO TERRITORIALMENTE por los agentes de la Sinagoga de Satanás durante los tratados de Saint-Germain-en-Laye y de Trianon.
Creo absolutamente imposible el gesto caballeresco de ingleses y franceses en una guerra, definitivamente. Por fantasias como esa la gente cree que los militares torturaron a montoneros y erp porque eran militares malos.La guerra es asunto de machos, no de caballeros, HOY ayer y por siempre jamás.El artículo es muy bueno y completo, pero al final hay una crítica a USA que me inspira este comentario : ¿ nos ponemos a llorar porque a estos gringos no les podemos tocar el culo ni con una caña ? Lo que nos pasa lo merecemos por inútiles, corruptos y maricones, salvo alguna que otra excepción como se vió en nuestras guerras modernas, Malvinas y contra el marxismo internacional encarnado por montoneros y erp.
PACO LALANDA
La Primer Guerra Mundial estalló a raíz a provocación masónica, el asesinato del heredero de la corona austrohúngara y su esposa y cumplimentó acabadamente los objetivos masónicos: la destrucción de los tres imperios cristianos de Europa: el de los Habsburgos, los Hoenzollern y de los Romanoff.
Con esta guerra se crearon las causas de un próximo conflicto que llevara a la degradación total a la cultura europea dividiendo en dos Alemania, creando republiquetas ficticias (Checoeslovaquia, Yugoeslavia, etc.), fronteras antinaturales e ilegítimas (Sudetes, Tirol Meridional, etc.), imponiendo condiciones y tributos vergonzantes a los vencidos y sometiendo a Rusia a una tiranía brutal y homicida como nunca se viera en la historia del mundo.
El Imperio Austrohúngaro fue el primer blanco del odio masónico. Había que castigarlo porque el veto de su Emperador había impedido el copamiento de la Iglesia Católica Apostólica Romana con la entronización del tripunte cardenal Rampolla como Papa.
El Plan masónico solo fue demorado, luego de la cuidadosamente planeada Segunda Guerra, la infiltración religiosa se concretó a través del Concilio Vaticano II.
Los frutos de la usurpación los estamos viviendo.
Fernando José Ares
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