lunes, 6 de mayo de 2013

Históricas


JULIO STEVERLYNCK:
ARQUETIPO DE LA PATRIA CATÓLICA
 
 
En estos tiempos aciagos para nuestra Patria y nuestra Iglesia vale la pena recordar la figura señera y señorial de un hombre que forjó la patria católica con el sudor de su frente, con el ejemplo de sus virtudes y con la firmeza y fortaleza de un caballero cristiano.  Tiene razón Antonio Caponnetto cuando dice que a pesar del tiempo los “arquetipos están allí.  Siempre idénticos a si mismos e inmutables en medio de los vaivenes, que no han logrado turbar sus figuras señeras”.  Agrega el mismo autor que “estos arquetipos humanos están ordenados a su vez a la contemplación del Arquetipo Divino.  Coronan y rematan en la suprema verticalidad de Cristo Rey, Señor de los hombres y de las naciones”.
 
Hablaremos, pues, de un industrial que es arquetipo de lo que debe ser y hacer un católico para recuperar nuestra patria y nuestra independencia.  Nos referimos a Julio Steverlynck, a quien llamaremos de ahora en más (como gustaba que lo llamasen), Don Julio. Y pasó a la historia como Don Julio, por su andar campechano, su gorra campesina y sus modos aristocráticos pera la vez humildes y comprensivos con el pueblo trabajador.
 
Nació en Courtrai, Bélgica, un 4 de octubre de 1895, día que el santoral hace memoria del pobre de Asís.  Hijo de una familia noble belga, llevaría esta impronta aristocrática hasta el día que el Señor lo llamara a testimoniar sus obras.  En 1914 fue voluntario en el ejército belga para combatir en la primera guerra mundial.  En 1924 se casó con Maria Alicia Gonnet, con quien tuvo y educó en la fe de siempre a dieciséis hijos.  Ese mismo año comenzaba su “aventura” industrial en nuestra patria, en Valentín Alsina, con Algodonera Sudamericana Flandria S.A.  Pasarían cuatro años antes de desembarcar en aquel pueblito próximo a Luján que levantaría de la nada con su empuje y con la doctrina católica sobre el trabajo y la propiedad.
 
Pero retrocedamos un poco en el tiempo.  En 1850 se radica en un punto intermedio, entre Luján y Mercedes, un español llamado José María Jáuregui.  Este hombre, que formó parte de la primera junta vecinal de Luján, fundó un Molino de granos, y realizó algunas obras en la zona.  Volvió a su tierra tiempo después y nos dejó aquí a su hijo Vicente, que fue intendente de Luján en 1896.  Hombre politiquero ligado a las ideas mitristas.  Retengamos este  dato, pues veremos qué “importante” es más adelante.
 
Como dijimos arriba, nada había en esa zona hasta 1928; ese año un industrial belga llegaría al lugar y trasformaría el pueblo de tal manera que sólo puede inteligirse a la luz de la Providencia.
 
Sus ideas eran sencillas: aplicar la encíclica “Rerum Novarum” y el distributismo económico del que habían hablado Chesterton y Belloc.  A eso dedicó su vida y esa fue su gran empresa.  Contemos sintéticamente cómo y qué hizo para que Villa Flandria fuera un pueblo-industria.


SUS EMPRESAS

En 1928 adquirió las tierras del molino Jáuregui y comenzó a edificar su empresa.  No había caminos ni servicios, y los días de lluvia era imposible transitar.  Pero nada ni nadie, pueden detener a un hombre que confía en Dios, y vive de acuerdo a sus mandamientos.
 
Don Julio quiso contar desde el principio con “socios” muy importantes. Éstos serían sus obreros, por ellos sentiría un afecto especial.  Diagramaría todo el tejido urbano en función del buen vivir material y espiritual de sus obreros. Los trabajadores recibían terrenos de 800 metros cuadrados donde podían construir sus casas con dinero que le facilitaban, a través de créditos, las empresas de Don Julio.  Esas empresas eran: Algodonera Flandria S.A, Linera Bonaerense y Fabril Linera.  Entre las tres llegarían a emplear a tres mil personas.
 
Don Julio defendía un esquema comunitario, más allá de la visión industrial. Podría haber ganado muchísimo más dinero, pero no lo hizo; en función del crecimiento del pueblo y del bienestar de sus pobladores.  Cada casa de un obrero tenía un lugar para criar gallinas, una quinta y un espacio destinado a plantar frutales. Todo obrero era dueño de su propiedad. Y ¡qué importante era esto en la década del ’30 o el ’40! Este accionar de Don Julio fue calificado por el liberalismo como paternalista; pero cabe aclarar que este “paternalismo” era muy laxo, pues los obreros tenían completa libertad de acción.
 
Don Julio aplicó una política empresarial sin precedentes para la época, basada como dijimos, en la doctrina católica.  En el Museo de la fábrica puede leerse lo siguiente: “la política empresarial de Don Julio se inspiraba en el catolicismo social de la «Rerum Novarum»”. Esto significa ofrecer condiciones de trabajo que, antes del peronismo, eran distintivas: salarios elevados, vacaciones, ocho horas diarias, premio por nacimiento de hijo, licencia por casamiento y créditos para lotes, viviendas y bicicletas, además de la atención en salud”. En los mismos años vivía y saqueaba a la Argentina un personaje funesto del liberalismo: Robustiniano Patrón Costas. Y no hay más comentarios.

Volvamos a Don Julio. Algodonera Flandria fue una empresa textil que realizaba todos los procesos inherentes a este tipo de industria.  Pero sus empresas lineras fueron pioneras en la explotación industrial de este producto. Don Julio planeó este proyecto con ideas que venían de su familia, que se dedicaba al lino enBélgica. Varias cosechas debieron pasar hasta que en 1941 Linera Fabril comenzara a producir industrialmente el lino. Era una producción integrada única en nuestro país, es decir, el proceso comenzaba con la plantación del lino y culminaba con su transformación en producto. Esto llevó a Don Julio a construir canales de riego, puentes, una represa e infinidad de obras en el lugar. Vale decir también que en las empresas de Don Julio los obreros trabajaban entre treinta y cuarenta años, jubilándose en las mismas; con lo cual el grado de compromiso y amor por la fábrica era destacable.
 
Las empresas de Don Julio gozaron de excelente salud hasta el Proceso, luego fueron arrinconadas por el alfonsinismo, y, finalmente, cerraron sus puertas en 1995. Sobrevivieron a grandes inundaciones, al sindicalismo peronista y a muchas adversidades más; pero no pudieron contra los politiqueros demócratas, a los cuales les resulta fácil destruir pero les resulta imposible construir.


SUS OBRAS

En síntesis describimos las empresas y la visión industrial de Don Julio.  Ahora hablemos de sus obras para el desarrollo del pueblo.  Don Julio detectó que los obreros preferían el boliche luego del trabajo, puesto que no había otras distracciones o esparcimientos en el lugar.  Como buen “padre” de familia, buscó la virtud de sus “hijos”; por lo que fomentó la construcción de la parroquia, de clubes y otras entidades.  Aportaba de la empresa el doble de dinero de lo que cada proyecto necesitaba.  Fomentaba también el compre local, y ayudaba a cada obrero que quería independizarse y realizar su propio negocio.
 
Entre las obras que realizó directamente o apoyó Don Julio estuvieron se cuentan las siguientes:
 
— En 1929, José Penadez termina la construcción de la primera casa con ayuda de la fábrica.  Cientos de viviendas le seguirían.
 
— En 1930 se levanta el edificio de la futura parroquia San Luis Gonzaga.  Cabe recordar que el pueblo no tenía parroquia, y los pobladores debían asistir a los servicios religiosos en Luján.  La enseñanza religiosa para las comuniones se impartía en la casa de Don Julio, la estancia “Santa Elena”, a cargo de su esposa María Alicia Gonnet y Teresa D’Ariste de Estrugamou, otra belga que vivía en el pueblo.  Fue declarada parroquia en 1936, y su primer párroco fue el Padre Miguel Inglés, sacerdote español proveniente de la Cruzada.  La parroquia fue saqueada en 1955 por las hordas peronistas, pero poco tiempo después se recuperó y siguió adelante con su labor apostólica.
 
— En el año 1934 aparece el primer ejemplar de la revista “El Telar” y expresa su línea editorial: Dios, Patria, Hogar, Paz y Trabajo.  Nace junto a esta publicación la asociación “Rinconcito de la Tierra”, donde se enseñaba a la gente sobre plantación de árboles y paisajismo.
 
— En 1937 se funda el Club ciclista El Pedal, con bicicletas traídas de Europa por Don Julio.  Sería ésta una gran actividad en el pueblo.
 
— En 1939 abre sus puertas el Club náutico El Timón.  Lugar de donde salieron grandes deportistas del remo y la natación.  Un club que tenía, entre otras cosas, una pileta olímpica climatizada con la caldera de Linera Fabril.  Los terrenos y el dinero fueron cedidos por Don Julio.
 
— En 1946 se funda el Círculo de Obreros Católicos, y en 1947 se inaugura la sala de primeros auxilios; que luego, en 1966, sería la clínica y maternidad San José Obrero, que funciona hasta nuestros días.  Es imposible no resaltar lo siguiente: por cada nuevo socio que se sumaba al círculo, Don Julio pagaba al establecimiento dos cuotas.  La misión del círculo era recuperar el espíritu religioso de los obreros alejándolos, por supuesto, del siniestro materialismo marxista.  Además de preocuparse por la salud de los obreros.
 
— Don Julio hizo construir el camposanto del pueblo, que recibió la aprobación en 1960.
 
— En 1961 nace el Colegio Inmaculada Concepción gracias a Don Julio. Fue una escuela de preparación espiritual e industrial, ya que allí se enseñaba los oficios para luego trabajar en la fábrica.  Los dos mejores promedios eran premiados para estudiar en la Universidad Obrera Nacional, devenida luego en la Universidad Tecnológica Nacional.  Una cosa más: la orientación técnico-textil comenzó en 1942 con el funcionamiento de talleres en el colegio, anticipándose en varios años a ley de Aprendizaje y Orientación Profesional del peronismo.
 
— En 1951 nació el grupo Scout “San Luis Gonzaga”, por iniciativa de Don Julio.
 
— Con el afán de promover la práctica de deportes entre los trabajadores, nació el Club Social y Deportivo Flandria en 1941.  Algodonera Flandria costeó la construcción del estadio y el complejo deportivo llamado Carlos V.  Este club existe en nuestros días y compite en la B Metropolitana.
 
— Con obreros de la Algodonera nació la banda musical “Rerum Novarum” que existe también hasta nuestros días.  Don Julio compraba todos los instrumentos y facilitaba las instalaciones para los ensayos de los obreros, luego de cumplir sus tareas en la fábrica.
 
— Don Julio promovió la creación del Circulo Criollo Martín Fierro, lugar que le habían solicitado varios obreros gauchos, que habían llegado para trabajar en sus fábricas.  Esta iniciativa nació en 1965.  El Círculo organiza la peregrinación anual de los gauchos a Luján, y en 1965 recibió a los reyes belgas que vinieron  a constatar la obras de su coterráneo.  El rey belga era Balduino, que abdicaría en 1990 por oponerse al aborto en su patria.
 
Construyó calles, plazas, y diseñó el aspecto urbano de Villa Flandria sur y norte. Don Julio hizo todo esto con el signo inequívoco del catolicismo, ya sea en las obras, ya sea en los nombres que ellas llevaban.  Tan diferente de las obras de los sedicentes católicos liberales… Incapaces de llamar a las cosas por su nombre.
 
Y hablando de nombres. En 1983, con la llegada de la democracia, desde la gestión municipal se inician acciones para cambiar el nombre de Villa Flandria y colocarle el nombre de… No acertó, querido lector.  No era el nombre de Julio Steverlynck, era el el nombre de Jáuregui. Aquel político liberal de ideas mitristas. Les agradecemos a los demócratas, pues una vez más demuestran su odio a la verdad y su ignorancia.  Las obras de Don Julio seguirán allí, les gusten o no.


SUS ANÉCDOTAS

Hay hechos que pintan de cuerpo entero a una persona. Resaltemos tres pequeñas anécdotas de Don Julio.
 
En los años posteriores a la llegada del peronismo al poder, la fábrica de Steverlynck se vio afectada por los problemas sindicales. ¿Pero si en esas fábricas las condiciones de trabajo eran mejores que en ninguna parte? No importaba. El sindicalismo peronista seguía las órdenes impartidas desde la Capital, y por primera vez se registraban paros en la Algodonera. Un día de paro forzado, Don Julio llamó al jefe de personal y le indicó lo siguiente: “Compre algunas pelotas de fútbol y asado para todo el turno”. De esa manera les hizo ver lo inútil que era hacerle un paro a alguien que estaba claramente de su lado.
 
Pero el plebeyismo peronista no lo entendía. En 1948 lo llamó Eva Perón. Se entrevistó con ella, y ésta palmeándole la pierna le dijo: “El General y yo nunca le vamos a perdonar una cosa Don Julio: que haya sido peronista antes de Perón”.
 
La segunda anécdota data de los años de 1955. En los tiempos previos al conflicto Perón-Iglesia, el Obispo de Mercedes Mons. Anunciado Serafín encargó la fabricación de nueve réplicas de la imagen de Nuestra Señora de Luján.  Siete de ellas se las llevaron extranjeros y dos quedaron en la Patria. Una en manos del Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Caggiano, y otra en manos de Don Julio en la estancia “Santa Elena”.
 
Cuando se produjo el ataque de los peronistas a las iglesias, el obispo Serafín temió por la Basílica de Luján y la imagen de nuestra Patrona. Le pidió a Don Julio la réplica y le entregó en custodia la imagen original. Finalmente nada sucedió. El secreto sólo lo conocían Don Julio y su esposa que durante la honrosa estadía hacían rezar el Rosario a sus hijos “para respetar y venerar a la Virgen”.  Nuestra Señora le habrá pagado con creces a él y a su esposa tanta fidelidad.
 
La última anécdota es corta.  Un ex administrativo decidió abandonar la empresa de Don Julio para comenzar con un emprendimiento personal. El día de la apertura, Don Julio agotó su stock, es decir, le compró toda la mercadería y la repartió entre la gente del pueblo que lo necesitaba. Igualito a nuestros empresarios…


SU MUERTE Y SU LEGADO

Podemos decir que Don Julio “comenzó a morir” en 1966 tras el accidente ferroviario que se llevó la vida de su esposa Maria Alicia Gonnet. Aquella gran mujer, madre ejemplar y catequista incansable fue llorada por todo el pueblo.
 
A pesar de ello, Don Julio siguió adelante con sus proyectos hasta que Dios lo llamo a la vida eterna un 23 de noviembre de 1975, hace ya 37 años. Este hombre de estirpe medieval y de la cristiandad más pura y gloriosa, acrecentó el Reino de Dios en pleno siglo XX, en un páramo de nuestra Patria, al cual convirtió en un pueblo pujante y cristiano. Siglo, decíamos, del comunismo horrendo y del capitalismo espantoso a los cuales combatió con las armas del catolicismo más autentico y tradicional.
 
Sus ochenta años fueron un servicio constante. Aprendió bien aquello de Jesucristo: “vine para servir y no para ser servido”. Seguramente estará en el Cielo con nuestros José Antonio, Genta, Sacheri, Meinvielle, Ezcurra, Castellani y el otro gran belga: León Degrelle.
 
Así reflejaban su muerte los diarios de entonces: “Fue una personalidad polifacética, recia, emprendedora, creadora, dinámica, y de una extraordinaria humildad y mansedumbre, en lo que por sobre todas las cosas campeó su señorío, su hidalguía y su hombría de bien. Su larga y fecunda vida se apagó en contados minutos. Entregando su alma al Señor con la misma serenidad con la que había vivido”.
 
Sus restos mortales descansaran en su querida Villa Flandria, en el cementerio local, una de sus tantas obras y donaciones. Según sus deseos, fue cubierto su cuerpo con la túnica de los Caballeros de la Orden del Santo Sepulcro, prendida en el pecho la Cruz de Guerra, y su féretro con tierra argentina y flamenca, que había traído especialmente en el último viaje que realizara a su país natal.
 
Resta a nosotros seguir el ejemplo de los héroes y de los santos como nos enseñaron y nos enseñan los maestros del Nacionalismo Católico.  Don Julio, como hombre superior que fue, puede ser inscripto sin dudas entre estos arquetipos. Pidamos a Dios y a Nuestra Señora de Luján que nosotros recojamos sus banderas y sigamos combatiendo sin pausa y con ánimo. Como Don Julio, que primero rezaba y contemplaba y luego actuaba. Dios nos permita ser contemplativos, para luego ser buenos hombres de acción.

Carlos José Díaz

PS: A quienes deseen ampliar el conocimiento de esta personalidad, sugerimos la lectura de: Sebastián Stupenengo: “Hecho en Flandria.  Jáuregui, el pueblo-industria de Luján”, Buenos Aires, Epyca, 2008.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me quedo con las clases de teologia de la PresidentA via tuits, sobre el Concolio de Trento, etc.

Gustavo

Anónimo dijo...

un empresario Belga. Virtuoso por demas. y los Argentinos donde estaban o estan?????. Ahora viendo el panorama actual mas lo en esta nota narrado. Los que definden al empresariado nacional o la industria nacional???? que son accionistas de las mismas o promotores redituados.por favor no quiero seguir pagando un par bueno de zapatos en 1000 $. y no es que no tenga para pagarlos. pero no me gusta que me roben. el vikingo

Anónimo dijo...

Conoci a Do Julio y algunos de sus hijos, todo lo vertido en la nota del Sr Diaz, son sin duda la verdad sobre este ejemplar ser humano.
Si hubiera 100 empresarios como Julio Steverlink, otro seria nuestro pais.
Pero lamentablemente tenemos muchos como Gustavo, Cristina Kirchner, Lazaro Baez,Julio De Vido, y las patotas que los secundan