jueves, 21 de enero de 2010

Literarias


MILITAR ES CONDUCIR LA VIDA

Luis Eugenio Togores Sánchez:
“MILLAN ASTRAY LEGIONARIO”,
Madrid, La Esfera de los Libros, 2005, 495 páginas.

El autor, Doctor en Historia Contemporánea, es Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Pablo CEU de Madrid. A su pluma debemos además la notable biografía de Agustín Muñoz Grandes, Héroe de Marruecos y General de la División Azul, que comentáramos en el número 75 de “Cabildo”.

En esta oportunidad nos encontramos también ante un libro que sorprende y atrapa, ya que el lector de las disciplinas biográficas o narrativas conoce que no es infrecuente cuando abre uno de estos trabajos encontrarse con lucubraciones o amaños insinceros de episodios no experimentados y menos aun probados. Aquí, desde las primeras páginas se asienta la regla de oro de la Verdad que se acata como las obligaciones de la sangre y los compromisos del honor.

Y tales virtudes emanan desde la misma personalidad humanísima de José Millán Terreros, nacido hace ciento treinta años en La Coruña, un 5 de julio de 1879, en el hogar formado por el abogado José Millán Astray y Pilar Terreros.

En 1928 firmaría con sus dos apellidos paternos (Millán Astray) por el orgullo que sentía por él y como forma de reivindicarlo ante la difamación de la que fuera objeto durante años. Días terrenos transcurridos con pasión en el lapso histórico que va desde su bautismo de fuego en Filipinas en 1896 hasta su fallecimiento el 1º de enero de 1954. Allí está la hermosa filosofía de la obediencia que es la pura formulación del heroísmo. Y eso es militar porque es conducir la vida por el único cauce. Tal como escribía Quevedo:
“Vibre la mano el rayo fulminante
castigando soberbias y locuras
y si militas volverás triunfante”.

El Doctor Togores comienza la excelente biografía con un capítulo que titula: “Los once días que decidieron el futuro de España”. Corrían las primeras semanas de la Cruzada. España estaba dividida entre la Nacional y la Roja. El falangista Comandante Yagüe marchó sobre Badajoz con varias Banderas de la Legión. El ataque se realizó a bayoneta calada y fue un vía crucis de horas interminables. Finalmente una de las columnas logró alcanzar el Ayuntamiento desde donde informó a su Jefe: “Atravesé la brecha. Tengo catorce hombres. No necesito refuerzos”.

Mientras tanto, José Antonio ofrecía a Dios su holocausto en la mazmorra marxista. El 27 de septiembre era liberado el Alcázar de Toledo luego de 78 días de asedio. En el mundo resonaban las palabras del Coronel Moscardó, cuyo hijo había sido fusilado porque su padre rechazó la rendición: “Mi general. No hay novedad en el Alcázar”.

El 1º de octubre Francisco Franco Bahamonde, en Burgos, con cuarenta y cuatro años, asumía como Generalísimo y Jefe del Estado español. Su exaltación como Dux estaba en la línea que marcaba Alfonso el Sabio en las Leyes de Partida: “Acaudillamiento es la primera cosa que los hombres deben hacer en tiempos de guerra, porque nacen de hecho tres bienes: que los hace unos, el segundo que los hace vencedores, el tercero que los hace tener por bien andantes y de buen seso…”

Comenzaban por entonces los cuarenta años de una etapa extraordinaria en la vida española que contó, en esas horas de decisiones irrevocables, con el apoyo patriótico de los militares africanistas encarnados en Millán Astray. Guerrero de valor indoblegable que al frente de la Legión en 1921 y dando ejemplo de “vivir peligrosamente” perdiera el brazo izquierdo. El muñón, con las terminales nerviosas al aire, lanzaba descargas de dolor a cada roce. En 1924 otro disparo enemigo le produjo la pérdida de un ojo, partiéndole la mejilla y astillándole la quijada. Una cefalagia ceñía sus sienes “como el laurel de un César del martirio”. Numerosas eran las cicatrices de su pecho que cubrían las condecoraciones. Todo muestra un guerrero íntegro que en aquel 1936 se incorporaba de lleno a la Gloriosa Cruzada de Liberación.

En 1929 había realizado un viaje a Montevideo y Buenos Aires. Cuánto honor para la Patria Grande ser visitada por héroes como éste, que llegaban a corazón abierto a dictar diversas pláticas.

En Montevideo adoctrina con la conferencia dictada en el Ateneo de la Plaza Libertad. En Buenos Aires, igual éxito en el Club Español, alojándose en el Gran Hotel España de Avenida de Mayo 942. El mundo rioplatense no estaba frente al Millán Astray que vivió inmerso en la Europa liberal de los años que rodeaban los cambios del siglo XIX al XX. El liberalismo es un precedente de la anarquía. El bolchevismo lo mostraba en esos años. El caos democrático que estalló luego de 1918 lo expresaba.

Superar la “gran fatiga” de la civilización con sus síntomas de decadencia en las costumbres e impotencia de la autoridad estatal llevó a la élite de la Europa tradicional a la convicción de que en los hombres y la sociedades debían restaurarse las virtudes heroicas: Valor, Fuerza, Energía, Ascetismo. Es decir, valores religiosos, jerárquicos y militares que se expandían desde la Roma Cesárea de Mussolini y a los que se llamó Fascismo, pero de los que se puede afirmar con Verdad que vienen desde el fondo de los siglos porque son chispazos de Dios.

En esa línea estaba el pensamiento del General Millán Astray cuando honró, por dos veces consecutivas nuestras tierras, que son las del eterno Sacro Imperio Hispano Romano y Germano.

Ése fue el Guerrero que el 20 de septiembre de 1920 vio corporizarse la Legión, de la que fue Fundador con los “primeros cien que seguían las Águilas del César”. En “La forja de un rebelde”, Arturo Barea escribió: “Realizó Millán Astray la tarea que se había propuesto al infundir en sus soldados un espíritu afín al que en el siglo XVI llevó a los conquistadores y a los Tercios de Flandes a insospechados niveles… Su éxito se debió a los principios que iluminaron sus ideales: acometividad en el combate, amor fraternal hacia camaradas y oficiales, resistencia física y voluntad de lucha, sumisión a la más férrea disciplina, desprecio a la muerte y espíritu de Cuerpo...”

Pero hubo otras fuentes donde abrevó Millán Astray y fueron el Código Bushido de los Samurais del Imperio Nipón y las obras de Cervantes sobre “Armas y Letras”. Ambas estaban sobre su “mesilla nocturna” y eran, dice su biógrafo, “de lectura constante”. Cuando el Código Imperial japonés fue traducido, Millán Astray lo prologó (en 1941). De esas páginas que en parte trascribe el Dr. Togores entresacamos algunos aspectos:

“El Bushido es el Código de moral ascética de los Samurais… Se ajusta a las virtudes del alma japonesa: caballerosa, guerrera, sencilla, de culto profundo a los antepasados… Los cuatro principios fundamentales del Bushido son: No dejarse sobrepasar por nadie en sus ideales. Servir al Jefe Supremo. Ser fiel a los Padres. Ser Piadoso y Sacrificarse en Bien de los Demás. Los cuatro votos que impone el Bushido son: La Fidelidad, la Dignidad, la Prudencia y la Muerte. El Camino de los Caballeros es: Culto del Honor, Culto del Valor, Culto a la Cortesía y Culto a la Patria. Las pestes del Bushido son: el Sueño, la Disipación, la Sensualidad y la Avaricia”.

Poco después de la publicación, declaraba el General: “Es un interesantísimo libro y muy provechoso para las juventudes de un pueblo que después de larga decadencia renace… En el Bushido inspiré gran parte de mis enseñanzas a los Cadetes de Infantería en el Alcázar de Toledo… Y también en sus páginas apoyé el credo de la Legión con su espíritu de combate, de amistad, sufrimiento, disciplina y dureza al acudir al fuego…”

La obra de Millán Astray fue lo que en lenguaje heroico se llama “hacer Patria”. La hizo en batallas y formando generaciones. Siempre dando ejemplo y predicando. Poco antes de fallecer definía el Valor: “Es la causa por la cual los hombres arrostran el peligro y llegan a sacrificar su vida, exaltándose con el nombre de Virtud cuando se emplea en nobles ideales: Dios, Patria, Honor, Caridad y Libertad con Justicia”.

Por el momento un punto suspensivo. Y como a nosotros no nos es posible tratar exhaustivamente las documentadas páginas del Doctor Eugenio Togores Sánchez vamos a volver sobre la personalidad del homérida mostrando en recensión aquellos años. Durante ellos abordaremos en lo posible su sentencia: “Muera la intelectualidad traidora”, culpable de la tragedia española y profecía del Gramscismo.

Luis Alfredo Andregnette Capurro

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigos de Cabildo:

¿donde se puede adquirir ese libro sobre el gran heroe y amigo del Caudillo?

Gracias.

Anónimo dijo...

Como Nelson, perdió un ojo y un brazo.Los principios de este hombre son inmejorables. Pero según mi modesto entender, en este mundo sobra violencia por los cuatro costados ( y desde siempre) de modo que por una cuestión del corazón siento rechazo por lo militar. La disciplina y el ascetismo se ven mejor en otras actividades. Y sobre todo la inteligencia (el Bushido la valora po sobre todo, lo máximo es vencer sin pelear).Sobran guerreros a lo ancho y largo del mundo, lo que falta es cerebro y amor.

Fabio Pesci