Pocos escritores del pasado mantienen la vigencia y la actualidad de Dostoievski, acaso él haya sido de los primeros en relatarnos cómo era en realidad, una clase distinta de hombres. Hablaba de los fanáticos, devotos de sectas apenas racionales y adictos a crueles ideologías que suponían revolucionarias.
Él los llamaba los endemoniados, esto es, aquellos que creían tener conversaciones con los demonios. La psiquiatría moderna más tarde diría que en definitiva se trataba de particiones del yo, pero cualquiera fuese la especie que alojasen en sus conciencias, se tratase o no de espectros, los personajes del ruso sentían continuamente el tormento de percibir en su interior las voces discordantes de otros seres.
Ahora bien, si enfrentamos la descripción de Dostoievski, con un repaso de la actual situación del país, no podríamos sino preguntarnos ¿estaremos viviendo algo similar? ¿Cohabitaremos con espectros endemoniados?
No es posible ocultar que la respuesta produce cierto estremecimiento, porque todos conocen qué tribulación acompaña a quienes conviven con endemoniados.
De todos modos, aunque espante, los hechos de todos los días, nos dicen que sí, que están entre nosotros. Obran de manera tal que la contradicción quedó instalada como modo de vida y de gobierno. Hay una búsqueda incansable, podríamos decir una pasión, endemoniada pasión, en hacer siempre lo opuesto al sentido natural de las cosas.
No faltan datos que apoyen esta afirmación, tal el caso tan divulgado en los días de octubre, de que a cargo de la salud del gremio bancario, ¿de muchos más? figura no un médico sino un abogado. Mientras algunas prepagas son como bancos, donde el lugar central está ocupado menos por los enfermos, que por el dinero.
Todo el tiempo vemos diputados y senadores que en lugar de sus obligaciones legislativas trabajan de actores. Se meten en el lugar de la apariencia, lo suyo es pura escenografía republicana. Son figurantes, deletreando los guiones del libretista único. Aparecen matones de armas llevar, atareados tras el trigo, la leche y las vaquitas y los chacareros por el contrario, están al costado de las rutas como policía caminera.
Hay antiguos asesinos de bombas poner, encargados de los derechos humanos, y las mamás más tiernas y muy dulces abuelitas, ejercitan sus amorosos afanes desde la secretaría del odio (dependiente del Poder Ejecutivo).
La defensa de los derechos de los trabajadores está a cargo de ricos empresarios agrupados dentro de una organización que llaman CGT de los gordos y los obreros a veces se enteran de lo que pasa, cuando los mandan a la plaza o al paro.
Las Fuerzas Armadas se dedican de lleno a la música, y con sus bandas tocan en los actos en que se recuerda el lejano fin de la milicia. Los músicos en tanto hacen canciones llamando a la guerra.
Jueces sabios despenalizaron el consumo de drogas para que especialmente los jóvenes, gracias al paco y a la marihuana, en lugar de ir a rehabilitarse vayan derecho al cementerio.
Desde el Ministerio de Defensa, colaborando con el bien común y la Corte, retiraron los pocos radares que quedaban en la frontera, para que los aviones narcos vuelen sin ser discriminados. La AFIP se ha especializado menos en los impuestos que en la persecución de disidentes ideológicos. Los intelectuales llamados K, se ocupan… vaya uno a saber.
Y aún podríamos continuar. En el mismo sentido no debe extrañarnos que por obra de esta duplicidad de la conciencia, el país tenga no uno sino dos presidentes. Uno que no es, pero que hace y sobre todo des-hace y otra que es, pero cuenta para nada.
La presidente insiste a cada momento, durante los dobles discursos, acerca de los pobres, en este sentido, y a fin de alejarse lo más posible de esa penosa posibilidad la pareja de presidentes aumenta día a día su millonario patrimonio y ahora es muchísimo más rica que al comienzo de su gestión. El singular fenómeno es llamado redistribución. Al mismo tiempo, en el mismo país, y por el mismo “modelo”, los pobres son cada vez más numerosos y más pobres.
En el Indec, donde deberían estar los estadígrafos, hay magos e ilusionistas.
Los payasos están por todas partes, mientras que los encantadores de serpientes, los equilibristas, los tragasables y tramoyistas ejercen en los ministerios. Los circos naturalmente cerraron, por falta de personal.
El lugar del trabajo ha sido ocupado por los “Planes Trabajar”, y los planes de viviendas ya han sido reemplazados por discursos.
Son pocos, pero siempre hay “algunos/ as” que de acuerdo a la visión presidencial ponen piedras y hasta se quejan de cierta dificultad para trabajar y vivir adentro de un anuncio…
Supuestos obreros se ocupan de la política sanitaria nacional y supuestos médicos reparten condones y abortivos.
A los enfermos de cáncer los medican con agua cuidadosamente destilada y a los chicos sanos los sumergen en las drogas pesadas.
A fin de proteger la libertad de opinión, legalizan la censura de los medios.
Ciertamente es difícil responder cuánto tiempo una sociedad, un país como el nuestro, puede resistir este fiero tironeo entra la vida normal y la demencia destructora.
Pero a veces, en ciertas mañanas de sol, volvemos a escuchar la intensa advertencia de Quevedo al mal gobernante y por un instante, es como si respirásemos mejor:
“Tú, ya, ¡oh ministro!, afirma tu cuidado / Dejas espada y lanza al desdichado / y poder y razón para vencerte / no sabe pueblo ayuno temer muerte / armas quedan al pueblo despojado”.
Miguel De Lorenzo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario