martes, 13 de enero de 2009

Cinematográficas


Se estrenó en Buenos Aires -y lamentablemente pasó casi inadvertida- la película Bella. La misma, como todo filme, admite opiniones y comentarios diversos, pues no se trata de un dogma de Fe. También, por cierto, admite diversidad de gustos y de preferencias personales. Nuestro querido amigo Flavio Mateos, al que ya le conocemos otros medulosos análisis cinematográficos, nos ha hecho llegar generosamente este inteligente ensayo, ya publicado en algunos medios católicos. Con su venia, lo reproducimos también en nuestro blog, como un modo de cooperar a su difusión, que juzgamos atinada y prudente.


BELLA:
En busca del orden.


“Llamo a ustedes la atención sobre este punto tan importante: consideren, de un lado, el esfuerzo consciente y la paciente organización que exige la composición de una obra de arte, y, del otro, el carácter prematuro del juicio, necesariamente improvisado, que sigue a su presentación. Entre los deberes de quien compone y los derechos de quienes juzgan, la desproporción es notoria, puesto que la obra ofrecida al público, cualquiera sea su valor, es siempre el fruto de estudios, de razonamientos y de cálculos que involucran todo lo contrario de una improvisación.”
(Igor Stravinsky – “Poética musical”)

Resulta insólito, en estos tiempos, que se nos presente una película cuya moral sea inobjetable, con indicios ciertos de que hay detrás una sincera conversión y, por lo tanto, alguien molesto que desea dar pelea contra este mundo. Encontramos entonces un escollo menos a la hora de sentarnos a pensar sobre la misma, por lo que vamos a atender a la forma de la película, evitando en lo posible la improvisación.

Las intenciones que han movido a los responsables de esta película se nos aparecen con palpable claridad tras una primera mirada. El deseo puesto en acción del católico converso Verástegui busca, a través de lo estético, y por sobre ello, elevar al espectador a una consideración sobre la vida distinta de la que propone el mundo. Por eso en una declaración suya leemos algo que este film ratifica: “Espero que la gente salga del cine queriendo amar más y juzgar menos, queriendo perdonar más y quejarse menos, con un espíritu lleno de gratitud, con una vela prendida en el corazón, con el deseo de ser mejores personas. Quiero que salgan entretenidos, pero también tocados, incluso llenos de esperanza, de fe y de amor”. Semejante declaración apuntala lo que es para nosotros una dificultad de este filme: demasiadas buenas intenciones para una sola y primeriza película. El acierto está en el inmenso deseo de hacer algo que se destaque por sobre el resto del cine, pero en su ambición Verástegui debe llegar a entender que la segunda intención debe por un momento someterse a la primera, para llegar a concretarse. Es como decía Hitchcock: “Las emociones son universales, y el arte es emoción. Por lo tanto, concebir y crear una película capaz de producir algún efecto en el público es, a mi juicio, la principal función del cine y mi mayor fuente de satisfacciones. De lo contrario, el cine no es más que un registro de acontecimientos.”

Ese fuego que mueve el corazón de Verástegui, actor y productor, puede llevarlo alto si la prudencia gobierna su hacer y la audacia recibe como plus la sensibilidad artística y la paciencia necesarias para llegar a ser todo un artista. Vamos a recorrer las virtudes y los errores de una obra diferente y única en el panorama del cine actual. Intentaremos comprender el “por qué” del “cómo” de la misma y distinguir los logros y los despistes que se suceden.

Orden y desorden

El converso católico hace un gran descubrimiento, a través de la fe. Y lo hace en y a partir de sí mismo. Ese descubrimiento es el sentido que adquiere del pecado y de lo que éste significa: es un desorden, una deliberada afrenta que instala el desorden en el orden querido y establecido por Dios, primero en el orden sobrenatural y luego en el orden natural. Al volverse cristiano, el hombre es restablecido a un orden y, por lo tanto, debe mantenerse en ese orden manteniendo en orden su vida. Verdad y libertad se concilian entonces mediante la aceptación de la cruz.

Tras el regreso a casa, Verástegui decidió volcar eso inefable, bello y alegre que alberga ahora su corazón y su vida, a sus obras. Y seguramente el primer tema, el más claramente delimitado de esta película, es el de la lucha entre el orden y el desorden. Pero, para que haya finalmente un orden, antes se debe regresar a casa. Esto es lo que inteligentemente se plantea en la historia que cuenta Bella.

Las cosas malas suceden en el desorden:

a) Al comienzo, José (Eduardo Verástegui) es un frívolo futbolista que sólo piensa en ganar fama y dinero. Lleva dentro una alegría que no es mala en sí (manifestada por el baile) pero que puede ser derrochada inútilmente en un contexto espúreo (éste lo representa, entonces, el inescrupuloso manager del jugador, un argentino, lamentablemente).

b) José conduce un auto costoso con total desatención, mientras su manager le llena la cabeza sobre el futuro contrato.

c) La madre que juega con su hijita, la descuida porque prefiere mediatizar su relación, y lo que más le interesa es registrarla con su cámara de video. Allí también hay desatención y desorden.

d) La ciudad de Nueva York nos es presentada como un lugar ruidoso y caótico, donde, lejos de reinar la armonía, priman las disputas agresivas (supermercado chino), las máquinas que rompen las calles y el subterráneo con un grupo que hace sonar unos tambores (poniendo en evidencia, además, la turbación interior de Nina).

e) Cuando José deja el restaurante, aparece el desorden y salen a la luz diversos conflictos internos e injusticias varias; es a raíz de estas cosas que termina todo volviéndose un caos, y no al revés.

f) Por supuesto, la vida desordenada de Nina sale a la superficie cuando descubre que está embarazada. Pero, precisamente, la solución a ello no está en el aborto, sino en establecer un nuevo orden; esto es lo que se quiere comunicar a partir de la segunda parte de la película.

En el orden, en cambio, aparecen las soluciones:

a) El atribulado José encuentra en Nina una razón para volver a casa, a la casa de sus padres. Mientras que antes viajaron en subterráneo —escena oscura y ruidosa— ahora la escena es sobre tierra y luminosa: van dejando atrás el desorden de la ciudad y de sus propias vidas.

b) En su casa José encuentra un orden vivo, un orden evidente: su padre cuida un jardín, al que llama su “Paraíso”. Se evidencia más que nunca —aunque sin énfasis y más bien con demasiado optimismo— una influencia católica en ese orden familiar, donde la imagen de la Virgen de Guadalupe lo viene a signar.

c) Pero ese orden, desde luego, no es perfecto. El hermano menor de José muestra la frivolidad e irresponsabilidad que José tuviera años atrás.

d) Ese orden que se busca es cimentado cuando los personajes en su desvalimiento se sientan en la arena, respetuosos de frente al mar, cada uno con su pequeña luz (las linternas), que apenas los ilumina pero que, cuando al fin el orden sea del todo restaurado, ya no las necesitarán. Por eso se repite la escena frente al mar, pero de día y en un día a pleno sol.

No al romanticismo

El gran mérito de esta película, tal vez sea haber evitado caer en la “asquerosidad romántica”, como la llamaba Anzoátegui. El vacuo sentimentalismo o la grandilocuencia melodramática que, ya en estos tiempos, es imposible de llevar a cabo con éxito. Si es cierto que algunos ripios de telenovelas aparecen en la segunda parte de la película, ello aparece siempre matizado por el tono apagado, como en sordina con que se muestran los personajes. Tal vez un mayor protagonismo a las cosas, y éstas como representantes de los personajes o las situaciones que los involucran, habría evitado esas lagunas. Pero logra evitarse lo melodramático —lo cual hubiera sido inevitable con semejante historia— porque la mirada sobre todo es católica. Agregaría: recientemente católica, por eso el uso de los símbolos parece incipiente, como el descubrimiento feliz de un chico con juguete nuevo. Hay sí algunas lágrimas en primeros planos, pero no hay gritos histéricos ni sollozos espasmódicos. Es probable que la forma de hablar de los actores mejicanos y la falta de fuerza de algunos diálogos den una impresión que no termina de concretarse.

Bella es una historia de amor donde no hay besos ni palabras de amor, ni largas miradas deseosas ni, desde luego, alusiones sexuales. Deliberadamente se han querido evitar esos lugares comunes. He allí una probable razón para la barba tupida que cubre el rostro de Verástegui: es demasiado apuesto y resultaría sospechoso que Nina no le prestara la debida atención. Y es probablemente, también, un efecto deseado sobre la platea femenina que siguió e idolatró a Verástegui antes de su conversión, cuando era un exitoso “latin-lover”.

En uno de sus ensayos, Chesterton refuta una afirmación muy extendida, la de que “cierto tipo de amor romántico constituye la existencia entera de una mujer”. Precisamente Chesterton rescata los muchísimos otros intereses y convicciones que han tenido las mujeres a lo largo de la Historia. Esta película es, en algún sentido, y si se mira bien, lo contrario de la tan promocionada —y por cierto, muy bien realizada— Titanic, donde se pone en escena una historia “romántica” y los personajes no piensan jamás —como tampoco el director— en las consecuencias de sus actos. Bella lo hace sin contundencia, pero, también, sin exaltación. Y en esto también lo seguimos a Anzoátegui: “(Mármol) estaba convencido de que la exaltación patriótica bastaba para justificar cualquier cosa: no sabía que la exaltación es la madre de todas las importunidades.”

Los amores de Verástegui

Hemos visto que, lejos de desmerecer a la mujer, lejos de considerarla un objeto suntuoso de apropiación masculina, este film la eleva y dignifica, fundamentalmente por su rol de madre –no sólo en el caso de Nina, sino también en el de la madre de José y, si vamos al fondo del asunto, en relación a la Santísima Virgen María, allí presente. En tiempos como éstos en que se degrada a la mujer y se combate la maternidad (el diario Clarín tiene un suplemento llamado Mujer que se dedica especialmente a tal fin; el domingo anterior el matutino destaca un reportaje a una “psiquiatra y psicoanalista experta en criminología y perversiones sexuales” cuya fisonomía parece hacerla experta en tales asuntos pero por propia experiencia, que dice: “El problema es creer que la maternidad es un estado que merece ser glorificado”), esto es algo hoy día políticamente incorrecto.

Pero también se ocupa Bella, esto tal vez en forma más evidente, de la comunidad de hispanos —o latinos— en los Estados Unidos, para romper con ese papel estereotipado de criminal o imbécil, amante latino o narcotraficante, siempre inferior al “americano”.

Destaca entonces determinados valores como la familia, la maternidad, las costumbres y hasta el humor de los hispanos, ajenos al ideario norteamericano (recuérdese: el padre se niega a hablar en inglés; la lengua es algo fundamental para mantener esa identidad).

Creemos que si estos amores están bien cursados y delimitados, nos parece que un amor falta para que aquellos se integren mejor a lo que se cuenta: nos referimos al amor por el cine. De qué manera se dé en lo futuro, ya lo veremos, pero, sin esa afinidad e intimidad con los recursos y formas de este arte, las buenas intenciones quedarán a mitad de camino.

Sobre los símbolos

El director y/o los guionistas de este filme (el hecho de que haya tantas manos detrás aún no nos permite asegurar quién ha sido el verdadero autor, si es que lo hubo) han acertado en buscar por momentos una forma de contar a través de diversos símbolos, con diferente fortuna. Ya esta búsqueda es un buen indicio de una pretensión de ir más allá de un simple panfleto pro-vida. Puede verse que estos símbolos funcionan en escenas simétricas:

a) Ya mencionamos el mar: abre con él y luego el flash-back que es todo el filme. Escenario en la noche y de día al final. Resulta evidente pensar lo que para un converso significa el agua, que remite al bautismo. Quizás Verástegui haya querido mostrar la inmensidad de la gracia divina ante los personajes que se acercan al mar. En todo caso, es evidente el sentido de repetición que, además, muestra de manera por demás obvia otro símbolo, el de la mariposa.

b) La mariposa con la que juega la niña que atropella José, vuelve a volar al final, cuando un barrilete en forma de mariposa se eleva frente a la playa. Símbolo de una historia que se cierra y un orden que se restaura.

c) Nos referimos a dos viajes en tren, uno bajo tierra y ruidoso; otro sobre tierra y donde los protagonistas pueden conversar.

d) José se sienta dos veces al volante del mismo auto: la primera vez éste se mueve veloz pero no lo conduce al éxito sino al drama. Está mal acompañado por su manager. La segunda vez el auto está detenido dentro de un garage y lo acompaña Nina. No anda pero a partir de ahí ambos llegarán muy lejos.

e) Hay dos ollas en el restaurant de Manny: la primera está vieja y podrida, y es una muestra de lo mal que andan las cosas en el restaurant. La segunda es nueva, y muestra el llamado al orden que ha atendido el hermano de José.

f) Hay dos personajes similares que intervienen en la vida de José: su hermano Manny y su manager Francisco. Ambos viven en el desorden porque no piensan más que en los negocios, en volverse ricos a toda costa. Por esa codicia se produce el primer accidente, y por ella José se termina yendo del restaurante.

g) Hay dos niñas en dos momentos diferentes: en la primera escena José le arrebata la niña a su madre; en la segunda se la devuelve a su madre, Nina.

h) José se sienta en la vereda a esperar a Nina, que ha entrado a comprar algo a un negocio. Alguien lo confunde con un pordiosero y le da una limosna. Luego, José y Nina encontrarán a un viejo pordiosero que parecerá ver mucho más que todos ellos. Parece evidente que desde ese lugar pueden llegar a verse mejor las cosas, es decir, desde un lugar humilde (desde abajo) que no desde la soberbia altanera (como Manny o Francisco, que desean seguir trepando).

i) Otro símbolo muy obvio pero que viene a reforzar esa idea de completa reparación que es toda la película: el osito que se le cae a Nina luego de ser despedida, y que fue lo último que le regaló su padre. Vuelve en la escena final, cuando ella se lo regala a su hija Bella.

j) Hay una pelota de fútbol al comienzo, pelota que José no llega a tocar con sus pies, como anticipo del final inmediato de su carrera. Tiene su autógrafo, y sólo éste quedará estampado en ella. Aparece en el garaje, cuando José se la lanza a Nina, compartiendo de esa forma su pasado con ella (acaba de contarle la historia de su accidente).

k) José y Nina se pasan casi toda la película con sus ropas de trabajo. El primero con su delantal blanco de cocinero (¿acaso blanco como antiguamente los catecúmenos en la Iglesia o blanco como un fantasma que no termina de dejar atrás su pasado?). Nina lleva puesto un vestido floreado mejicano (el cual le es elogiado dos veces; tal vez ella misma no se da cuenta de que está destinada a recibir una alegría que no esté sólo en sus ropas). A ambos sus ropas los distinguen de la gente, pero, también, los identifica con una situación de falta de resolución en sus vidas. Finalmente: en la escena en la clínica abortiva, Nina lleva pantalones. En la escena del final, lleva un vestido.

El crimen del aborto

“Grande o pequeña, buena o mala, inteligente o estúpida —escribió Chesterton— una novela moral significa casi siempre una novela de crimen”. El crimen del aborto, en este caso, es un componente que queda sumergido en la película por la historia familiar o el pasado de José. Entiendo que no cobra la fuerza que se requiere para que podamos detestarlo sabiendo lo que es, o no aparece como una amenaza para terminar de destruir la vida de Nina, además de la de su bebé. Es conocida la sentencia hitchcocquiana: “Cuanto mejor es el malo, mejor es el filme”. Y esto, por supuesto, no sólo en referencia a los films policiales o de intriga, sino a todo el cine.

En Bella le falta encarnadura al mal, una encarnadura, además, que realce el Bien. Por eso Mel Gibson puso frente a Jesucristo a Satanás, a Judas, a Caifás, a Herodes, a Pilatos, a los fariseos, a las muchedumbres, a los soldados romanos. Precisamente el Bien trasciende cuando su triunfo parece a todas luces imposible y resultaría muy fácil defeccionar. Verástegui debe saber que la vida es “milicia contra la malicia”, entonces debe ahora mostrar la cara de ese mal que se sirve de las criaturas y las estructuras de poder. ¿Puede explicarse esta actitud de la película?

La actitud de la película es la misma que sostiene José para con Nina. En ningún momento la sermonea ni intenta asustarla ante lo que puede ocurrirle. Simplemente la acompaña, le muestra su desacuerdo con su decisión, pero le muestra su afecto y el apoyo a su persona. Por eso descubrimos el pasado de José a la par que Nina, y no antes. Si esto es así, la película parece estar hecha, antes que nada, para las mujeres como Nina, perdidas y confundidas y faltas de afecto, con un fuerte sentimiento de fidelidad pero desarraigado. Por eso si se mostró brevemente a Nina en su departamento —ni siquiera en éste, sino en un baño oscuro y derruido—, José la llevará a una casa y una familia, es decir, a desear una casa y una familia. El filme tiene el tacto de no atacar a la mujer, sino al aborto. De allí que antes que mostrar lo horrible del aborto, se muestran situaciones y valores positivos para contrarrestar la idea de matar a una criatura inocente. Bella es un filme anti-aborto porque es antes un filme pro-vida; y no un filme pro-vida porque es anti-aborto. Al hacer hincapié en los valores positivos demuestra entender que la primacía le corresponde al Bien, y que el mal es una privación de ese Bien. Al mostrar todo lo que se perdería con ese crimen, busca ir más allá de oponerse al aborto. Busca antes que nada apostar a la vida, una vida que triunfa sobre ese crimen: la de la caridad, que, bien entendida, empieza por casa.

Comprendido lo anterior, entendemos que eso mismo puede y debe ser reforzado mediante el contraste con un antagonismo activo, para no correr el riesgo de ver la vida color de rosa, sino en su justa dimensión, aquella donde la gracia lucha y vence a la naturaleza caída y el pecado tras una fragorosa y extenuante batalla.

El efecto sobre el espectador

Hay cuestiones que todo buen guionista debe saber. Aceptándolas y ciñéndose a ellas, recién entonces puede dar rienda suelta a toda su inspiración creativa. Bien sabe esto Mel Gibson, cuyos filmes están bien estructurados, con una férrea armazón y una sabia dosificación de los diversos componentes de un relato cinematográfico. Como escribió Eugene Vale: “Las reacciones del espectador no son impredecibles ni inciertas, ya que éste reacciona de cierta forma en ciertas partes. Sabiendo esto el escritor puede obtener las reacciones deseadas en el espectador (...) Una construcción dramática correcta presenta el contenido del relato de la forma más efectiva. Debe evitarle al espectador los sentimientos de aburrimiento, fatiga, insatisfacción y lentitud. Debe causar sorpresa, esperanza, temor, suspenso y moverse hacia adelante” (Técnicas del guión para cine y televisión).

Curiosamente, encontramos coincidencia en este escrito de San Agustín: “Ocurre con frecuencia que al principio el oyente nos escuchaba de buena gana; pero cansado de escuchar o de estar de pie, cesa de alabarnos, y abriendo la boca, empieza a bostezar. Con eso nos demuestra, a pesar suyo, el deseo de marcharse. En cuanto se observe ese fastidio, fuerza es despertar su atención con algún discurso, que sin ser inconveniente, sea por el contrario motivo de alegría y responda al objeto tratado; esto puede corregirse representando a su imaginación algo admirable o sorprendente, o mediante algún rasgo que excite el dolor y las lágrimas, y le conmueva personalmente, a fin de que el interés propio sostenga su atención. Al contrario, esforcémonos por conquistarle y atraerle por el tono amistoso de nuestras palabras” (De la enseñanza de los catecúmenos, cap. XIII, 19).

No queremos decir con esto que nos hemos aburrido, pero hay un momento en que empezamos a pensar que las situaciones se estiran sin que ocurra nada significativo. Tal vez porque por momentos se confía más en el diálogo que en la imagen, y si destacamos lo anterior es para señalar las distintas características que hay entre el oyente y el espectador. Destaquemos estos detalles que conciernen a este último: 1) que lo que ve “le conmueva personalmente” 2) que “el interés propio sostenga su atención”. Así somos y por eso un film funciona más o menos. Conseguida la identificación con uno o más personajes, “debemos construir un relato que despierte, sostenga y vaya incrementando el interés del espectador. Para lograrlo debemos valernos de su capacidad de anticipación. La anticipación es la capacidad del espectador de prever algo que sucederá en el futuro” (E. Vale).

Participando del deseo o el temor de los personajes se incrementan las emociones —que son una forma diferente del conocer—. El suspenso no es otra cosa que una reacción del espectador ante la duda de si se cumplirá o no la intención del personaje (cosa que nos ocurre permanentemente en la vida). José quiere evitar a toda costa que Nina aborte, ¿lo conseguirá? ¿logrará convencerla? ¿se producirá el milagro de su conversión? Ese debió ser el motivo conductor de la trama sobre la cual debieran articularse el resto de los conflictos y relaciones. Esa intención de José que chocaría con la intención de Nina sería lo que haría avanzar con más fluidez la historia hacia adelante. Por eso la película es más descriptiva que dramática: en su intento de innovar y evitar lo melodramático, evita mostrar una lucha en la que hubiera tenido que recurrir a situaciones o escenas más jugadas y al borde de la exageración si no les hubiese encontrado el tono adecuado.

Por otro lado, le falta a Bella el clímax, ese momento anterior al epílogo donde se concentran y resuelven los conflictos; es el momento de mayor emoción de una película. Ese momento debió haber sido, quizá, aquel de la decisión en la sala donde se practican los abortos, anticipado en hermosa y temprana escena en la película, pero que debió mostrársenos completa antes del final. En vez, el momento culminante se sustrae, y, siendo que Nina vuelve a la ciudad aun con la determinación de abortar, la música que acompaña las imágenes del regreso es todo lo contrario de dramática, como si allí en la playa se hubiese resuelto todo. Y aun más, para confusión nuestra, hay una elipsis de algunos años, mediante la cual se logra hacer coincidir la simetría antes apuntada de las dos niñas en la vida de José. Esto, según se ve, excede la sutileza y ya nos parece un error, por todo lo antes señalado. Inseguridades de un director inexperto, como en la escena en que José y Nina hablan con el pordiosero. Al terminar el diálogo se inserta un plano muy breve de un cartel con una inscripción muy ingeniosa junto al viejo ciego. Sin embargo, la escena anterior fue realizada en función del punto de vista de los dos protagonistas, y, por lo tanto, esa última toma debió haberse incluido antes, como subjetiva, por ej., de José. Ubicada al final resulta condescendiente y fuera de lugar. No es lo mismo que incluir planos fijos de diversos lugares de la ciudad, como enlaces entre escenas o para ubicarnos espacialmente.

En Bella el interés se dispersa porque el director ha querido abarcar demasiado: el tema de la “conversión” de José (que entronca con la verdadera conversión de Eduardo Verástegui, cuyo primer nombre es precisamente José); el drama personal de Nina; el aborto; la adopción; la familia; los hispanos en Estados Unidos; el catolicismo de José y su familia; Nueva York. La realidad del dolor y la angustia humana se insinúan muy bien en ambos protagonistas, pero no llegan a mostrarse, tal vez por falta de escenas íntimas y desarrollo argumental.

Apuntamos los errores de la película con la salvedad de que cuanto menos se usan los esquemas ya establecidos (entre nosotros, los géneros cinematográficos) como soportes, más difícil resulta desplegar una historia. No queremos dejar de destacar que se ha querido poner el arte por sobre cualquier interés mezquino o frívolo, por sobre cualquier miseria ideológica o nihilismo diluyente, algo infrecuente en el cine de hoy. Y es precisamente con este cine de hoy con quien se debe comparar este filme, no con los grandes clásicos, con las obras acabadas. Los opinadores de cine vernáculos, una vez más, han hecho muy mal su trabajo, con la desidia propia de la comodidad a que aspiran los mediocres. Tanto al escriba de La Nación como al de Crítica, uno más torpe que el otro, les llama la atención el que José abandone su trabajo para ir a rescatar a Nina. Ambos miran el filme desde el punto de vista egoísta de Manny, para quien sólo importan los negocios. Cuando echa a Nina él le habla de justicia, pero sin siquiera conocer la verdad de los hechos. Es José quien se torna incomprensible para él porque va más allá de la justicia, recurriendo a la caridad. Y es esta actitud probablemente la más noble y que mejor nos presenta la película. No hay horarios para la caridad, Dios puede llamarnos en cualquier momento. Como dice la frase que abre el filme: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Pero además, es a partir de la caridad que llega a realizarse la justicia. “La justicia es la madre del orden” escribió Castellani, y también: “Una injusticia mientras no es reparada destruye la convivencia”. La caridad de la verdad le dice a Manny a través de José que está manejando muy mal su negocio. Afortunadamente Manny lo entiende, no así los ciegos que no quieren ver de la prensa argentina, que no le hacen justicia a esta película. Esto me hace acordar a un periodista llamado Abel Posadas, que decía que en la película I confess, de Hitchcock, no podía creerse que el protagonista —quien luego iba a ser sacerdote y al que llama “un laico cualquiera”— no se acostara con su novia cuando debieron refugiarse una noche de una tormenta en el campo. Es claro: el sucio todo lo ve sucio. El necio no comprende un acto de generosidad o entrega sin que haya a cambio una inmediata recompensa. Su castigo es quedarse ciegos para toda verdad.

“El artista —escribió Ernest Hello—, el artista digno de este nombre, da aliento al alma humana. El Arte, en cierta medida y en cierto momento, es la fuerza que hace estallar la bóveda del subterráneo en el cual nos ahogamos”. Bella consigue por momentos hacernos atisbar esa luz que es una esperanza cierta, prometedora de mayores goces tras esta ardua pelea.

Flavio Mateos

lunes, 12 de enero de 2009

Poesía que promete


AMBAS SANGRES
CORRERÁN UN DÍA


Si quieren saber la verdad verdadera, el problema judío no tiene solución posible sino fuera y encima de los pseudo-principios del liberalismo rusoniano; y como estamos todavía de liberalismo rusoniano hasta el cogote los argentinos, el problema judío no está maduro todavía para una solución total efectiva, mientras está urgentísimo para provisiones particulares de las cuales la más obvia es la (que ya hizo Ortiz) de “cerrar la puerta”; la más primordial es “contemplarlo de frente” y la más profunda es “volvernos lo que somos”, es decir, volvernos de una vez por todas y con toda el alma cristianos.

Es difícil.

Ahora, a los antisemitas crudos y católicos (si es posible esa cruza) hay que pararlos por lo menos con la Teología, de acuerdo a aquel bárbaro soneto de Calixto el Suplente.

SONETO AL HIJO
DEL ANTISEMITA

“Son una peste y una porquería”,—
—más habla en fuerte y en cristiano, ea—
“Y tienen mal olor”; —¿tu alma no hedía
antes del baño en sangre galilea?

El Bautismo te ha ungido a la pelea
tú que juraste en él caballería
y dices cada día “Ave María”
a tu Señora, aquella niña hebrea.

Consanguíneos en Dios por doble fuero
gracia nosotros y ellos bastardía
como Isaac con Ismael malquisto,

no olvides que el bastardo fue primero,
y que ambas sangres correrán un día
juntas ante el altar del Anticristo.


R.P. Leonardo Castellani, S.J.
(de “Las ideas de mi Tío el Cura”)

domingo, 11 de enero de 2009

Lecturas dominicales


EN EL DOMINGO
DE LA
SAGRADA FAMILIA

Que la modesta morada de Nazaret sea modelo de una santa vida familiar


“Oh, hombres, volved la mirada a Nazaret, entrad en aquella modesta morada. Mirad a aquel carpintero, custodio santísimo de los secretos divinos, que con sus sudores sustenta a la familia humilde y elevada más que la de los césares de Roma; observad con qué veneración y respeto ayuda y venera a aquella Madre, su esposa inmaculada y pura: mirad al que se cree Hijo del carpintero (Mateo, 13, 55), virtud y sabiduría omnipotente, que hizo el cielo y la tierra, y sin el cual nada ha sido hecho (Juan, 1, 3), cómo ningún hombre puede sin Él hacer nada, y que, sin embargo, no se desdeña de los pequeños servicios de la casa y del taller y de estar sometido a María y a José. Contemplad un tan grande modelo de santa vida familiar, espectáculo que maravilla a las jerarquías angélicas, que lo adoran” (S.S. Pío XII, A los recién casados, 15 de abril de 1942).

• El esposo debe tomar ejemplo de San José en el ejercicio de la autoridad

“Tomad ejemplo de San José. Él contemplaba frente a sí a la Santísima Virgen, mejor, más alta y más excelsa que él mismo; un respeto soberano le hacía venerar en ella a la Reina de los ángeles y de los hombres, a la Madre de Dios. Sin embargo, él permanecía y continuaba en su puesto de jefe de la Sagrada Familia, sin faltar a ninguna de las altas obligaciones que le imponía semejante título” (Pío XII, A los recién casados, 10 de septiembre de 1941).

• La esposa que aprenda de María Santísima, modelo perfectísimo de virtudes domésticas

“La Madre divina es también y sobre todo un perfectísimo modelo de las virtudes domésticas, de aquellas virtudes que deben embellecer el estado de los cónyuges cristianos. En María tenéis el amor más puro y fiel hacia el castísimo esposo, amor hecho de sacrificios y delicadas atenciones; en ella la entrega completa y continua a los cuidados de la familia y de la casa, de su esposo y, sobre todo, del querido Jesús; en ella la humildad que se manifestaba en la amorosa sumisión a San José, en la paciente resignación a las disposiciones, ¡cuántas veces arduas y penosas!, de la Divina Providencia, en la amabilidad y en la caridad con cuantos vivían cerca de la casita de Nazaret” (Pío XII, A los recién casados, 3 de mayo de 1939).

• Toda familia, pues, puede y debe ser santa

“Filii sanctorum sumus! (Tobías, 2, 18). Queridos hijos e hijas: debéis, pues, persuadiros bien de que vuestra nueva familia podrá y deberá ser una familia santa, es decir, inviolablemente unida a Dios por la gracia. Inviolablemente: porque aquel mismo sacramento que exige la indisolubilidad del vínculo conyugal, os confiere una fuerza sobrenatural contra la cual serán impotentes, si vosotros lo queréis, las tentaciones y las seducciones; las pérfidas insinuaciones del disgusto cotidiano, de la calma habitual, de la necesidad de novedad y de cambio, la sed de las experiencias peligrosas, la atracción del fruto prohibido, no tendrán poder alguno contra vosotros, si conserváis este estado de gracia, con la vigilancia, la lucha, la penitencia, la oración” (Pío XII, A los recién casados, 6 de noviembre de 1940).

• Y convertirse como en un cenáculo frente a las tormentas de la vida

“Tened siempre vuestro cenáculo, un asilo de retiro y de oración en vuestro propio hogar doméstico. Allí encontraréis el reposo después de las más duras jornadas, en la fidelidad a vuestras promesas y en la unión perfecta de vuestras almas: Perseverantes unanimiter (Hechos, 1, 14); allí viviréis bajo la mirada de María cum Maria matre Iesu (ibid.), cuya imagen os reunirá cada noche para la oración en familia: unanimiter in oratione. Mejor aún, toda vida personal y familiar puede resultar una oración incesante: perseverantes unanimiter in oratione” (Pío XII, A los recién casados, 27 de marzo de 1940).

• Para sobrellevar las pruebas, la familia precisa la energía diaria de la comunión eucarística

“La familia necesita, como base suya, la íntima unión no sólo de los cuerpos, sino sobre todo de las almas, unión hecha de amor y de paz mutua. Ahora bien, la Eucaristía es, según la bella expresión de San Agustín (Tract. in Ioan. 26, 13), signo de unión, vínculo de amor, signum unitatis, vinculum caritatis, y une por eso y como que suelda entre sí los corazones.
“Para sostener las cargas, las pruebas, los dolores comunes, a los que no puede sustraerse familia alguna, por bien ordenada que esté, os es necesaria una energía diaria: la comunión eucarística es generadora de fuerza, de valor, de paciencia, y con la suave alegría que difunde en las almas bien dispuestas, hace sentir aquella serenidad que es el tesoro más precioso del hogar doméstico” (Pío XII, A los recién casados, 7 de junio de 1939).

• Y que Cristo y su Santísima Madre presidan la vida del hogar

“Haced que vuestra casa sea y parezca cristiana. Que el Sagrado Corazón sea Rey de ella; que la imagen del Salvador crucificado y la dulcísima Virgen María tengan puesto de honor, para hacer manifiesto a los ojos de todos que en vuestra morada se sirve a Dios y que los visitantes y amigos deben, como vosotros mismos, desterrar de ella todo lo que pueda violar su santa ley: conversaciones deshonestas, palabras mentirosas, cóleras o debilidades culpables; sino también para recordaros que Jesús y María son los más constantes y amadísimos testigos y como asociados a los sucesos de vuestra familia: júbilos que os auguramos numerosos, dolores y pruebas que nunca podrán faltar” (Pío XII, A los recién casados, 8 de noviembre de 1939).

• Que las familias cristianas aprendan a orar como se oraba en el hogar de Nazaret

“El Evangelio, es verdad, no nos dice expresamente cuáles eran las plegarias que se hacían en la casa de Nazaret. Pero la fidelidad de la Sagrada Familia a la observancia de las prácticas religiosas nos ha sido explícitamente atestiguada, aunque no había ninguna necesidad de ello, cuando, por ejemplo, San Lucas nos cuenta (Lucas, 2, 41 y ss.) que Jesús iba con María y José al templo de Jerusalén por la Pascua, según la costumbre de aquella fiesta. Es, pues, fácil y dulce representarnos esta Sagrada Familia en Nazaret a la hora de la acostumbrada oración. En el alba dorada o el violáceo crepúsculo de Palestina, sobre la pequeña terraza de su casita blanca, vueltos hacia Jerusalén, Jesús, María y José están de rodillas; José, como cabeza de familia, recita la oración; pero es Jesús quien la inspira, y María une su dulce voz a la grave del santo patriarca.
“¡Futuros cabezas de familia! Meditad e imitad este ejemplo, que muchos hombres de hoy olvidan. En el recurso confiado a Dios encontraréis no solamente las bendiciones sobrenaturales, sino la mejor seguridad de aquel «pan cotidiano», tan ansiosamente, tan laboriosamente y a veces tan vanamente buscado” (Pío XII, A los recién casados, 3 de abril de 1940).

• A ejemplo de ellos, en el hogar han de orar todos, porque también los hombres son frágiles y necesitan la oración

“Hay jóvenes que piensan que en el mundo, a partir de cierta edad, la oración es un incienso cuyo oloroso humo conviene dejar a las mujeres, lo mismo que ciertos perfumes de moda; otros acuden en alguna ocasión a la misa cuando les es cómodo; pero se creen, según parece, demasiado grandes para arrodillarse y no lo bastante místicos, como dicen algunos, para acercarse a la sagrada comunión. Tampoco faltan muchachas jóvenes que, aun habiendo sido educadas con todo cuidado por sus madres o por buenas religiosas, se creen eximidas, una vez casadas, de las más elementales normas de prudencia: lecturas, espectáculos, bailes, distracciones peligrosas, todo les es permitido.
“Pero en una familia verdaderamente cristiana, el marido sabe que su alma es de la misma naturaleza y no menos frágil que la de su mujer y la de sus hijos; por eso añade a la de éstos su oración diaria, y así como se complace en verlos en torno suyo en la mesa familiar, no deja de acercarse con ellos a la mesa eucarística” (Pío XII, A los recién casados, 24 de julio de 1940).

• Que no se pierda la bella tradición del Santo Rosario en familia

“En el nombre de Nuestro Señor os lo suplicamos, queridos recién casados: empeñaos por conservar intacta esta bella tradición de la familias cristianas, la oración de la noche en común, que recoge al fin de cada día, para implorar la bendición de Dios y honrar a la Virgen Inmaculada con el rosario de sus alabanzas, a todos los que van a dormir bajo el mismo techo. Vosotros dos, y después, cuando hayan aprendido de vosotros a unir sus manecitas, los pequeños que la Providencia os haya confiado, y también, si para ayudaros en vuestras labores domésticas os los ha puesto el Señor a vuestro lado, los criados y colaboradores vuestros, que también son vuestros hermanos en Cristo y tienen necesidad de Dios” (Pío XII, A los recién casados, 12 de febrero de 1941).

sábado, 10 de enero de 2009

Declaraciones


LOS GOBERNANTES
Y SU EJEMPLO

ALGUNOS HECHOS

“Me pondré a «laburar» de inmediato”, le dijo un ministro a los periodistas en cuanto conoció su designación. El Poder Ejecutivo denominó “yuyo” a un cultivo que es consecuencia de estudios muy complejos; a un médico que mereció se lo designe como ciudadano ilustre, se lo hace esperar cinco horas para hacerle entrega de la distinción, sin que ello ocurriera.

El Congreso de la Nación es entendido como una Escribanía; los integrantes del Poder Judicial suelen adelantar sus opiniones a los medios de información sobre temas que están o luego serán sometidos a su consideración o dan entrevistas sobre los casos que tiene para resolver.

Los índices oficiales de precios y de otras variables son manipulados a discreción; los actos de gobierno se fundamentan en causas casi contradictorias, según el funcionario o el momento en que se dan las explicaciones (con las retenciones al agro primero se pretendía mantener bajos los precios internos; luego se argumentó que se realizaría obra pública con sentido social; más adelante, que se afrontarían pagos de la deuda externa; más luego, la finalidad fue gravar un renta extraordinaria ….); se dicta una resolución ministerial (Resolución Nº 125 de Ministerio de Economía) incomprensible aún para los expertos, y a través de un decreto se la pretende derogar, sin usar ese término y creando más confusión; se usan los Considerandos de ese mismo decreto para negar la realidad y el funcionamiento correcto de las instituciones.

Algunos funcionarios promueven la despenalización de la droga, mientras otros denuncian al “paco” como factor significativo en el aumento de la delincuencia y entidades representativas de la lucha contra el narcotráfico empiezan a considerar a nuestro país como lugar de asiento de carteles y de fabricación de droga.

La inseguridad se mantiene pero se sostiene que es una sensación sin correlato con la realidad; la Secretaría de Cultura del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, publica un cuadernillo con datos sobre Buenos Aires con errores de ortografía, falta de uso de las mayúsculas, contenidos equivocados, aunque se sostiene a nivel nacional y local que la educación es una prioridad…

El lector podrá agregar muchos hechos más con estas características fundamentales: se dice algo y se piensa otra distinta o se actúa de diversa manera.



ALGUNAS CONDUCTAS

Si el gobernante es incoherente, si se vuelve mentiroso, si no respeta al idioma, si cambia sus argumentos según la conveniencia del momento, si subestima a los gobernados, si busca engañarlos, si los degrada bajo un paternalismo cercano a la demagogia, si fomenta la división de la ciudadanía y su enfrentamiento; si promete una reforma política ante el reclamo ciudadano (“que se vayan todos”) pero se mantiene el sistema vigente de listas sábanas logrando el efecto inverso (“se quedan todos”); si no cumple las leyes, por mínimo que sea lo que regulan; ni hablar si un Gobierno es sospechado de corrupto; ¿qué autoridad moral tendrá para exigir buenas conductas de los ciudadanos? ¿Por qué razón el ciudadano no puede actuar igual? ¿Por qué deberá seguir cumpliendo con sus obligaciones, muchas veces arduas y entorpecidas en su cumplimiento por el mismo Gobierno?

¿Por qué y para qué cumplir con las leyes? Si el cargo público es visto por algunos gobernantes como un coto de caza, a través de cuyo desempeño en breve lapso se podrá adquirir un patrimonio suficiente para no trabajar más; ¿por qué el Estado puede exigir al ciudadano común el pago de sus impuestos, si tiene serias sospechas de que serán destinados a hacer crecer las arcas de sus gobernantes, o asegurarles a éstos su reelección y permanencia en el cargo?, ¿cómo puede exigir conductas irreprochables en el sector privado?


ALGUNAS REFLEXIONES

A la luz de los hechos relatados y conductas descriptas, quisiera hacer hincapié en una de las funciones del Estado (y que por lo tanto deben implementar los gobernantes): me refiero a la ejemplaridad. Con ello hago referencia a que entre las obligaciones de todo Gobierno, una de ellas es la de servir de arquetipo para los ciudadanos; en otras palabras, que al observar el modo de actuar de los diversos poderes del Estado y de cada uno de sus funcionarios, sea el poder administrador, el poder legislador ó el judicial, y ya sea a nivel nacional, provincial o municipal, se trate del más alto funcionario ó de un simple ordenanza, los gobernados puedan tomar como pauta objetiva de su obrar, como ejemplo, como conducta a imitar, lo que hacen quienes dirigen la sociedad; que el hacer del funcionario público pueda ser tomado como pauta de conducta valiosa y enriquecedora para la sociedad.

Con el uso correcto del idioma, el respeto a la división de poderes, la honestidad intelectual, la moralidad de sus actos, el decir y actuar la verdad, el dictado de leyes y normas justas, claras y comprensibles para el común de la ciudadanía y su cumplimiento (aún las más sencillas, como las normas de tránsito o de urbanidad), el respeto hacia el ciudadano que debe realizar un trámite, y cuya dificultad está dada las más de las veces por la propia reglamentación dictada por la repartición en cuestión, el reconocimiento de un derecho legítimo sin enmascararlo como una dádiva ó gracia real, etc., con todo ello el gobernante está cumpliendo con su principal labor, la búsqueda del bien común político.

Pero no es suficiente, se le exige más: pues con su sola presencia, debe educar, debe formar, debe “educir” haciendo salir lo mejor que hay en cada ciudadano, debe dar certeza y seguridad acerca de la bondad de lo que actúa o propone y facilitar así el espíritu de imitación.

Parece absurdo que el gobernante pueda actuar de cualquier forma, ser incoherente entre su verbalización y su obrar, y simultáneamente le exija al hombre común, la mayoría de las veces como consecuencia de su propia ineptitud y desidia, conductas cercanas a la heroicidad (o acaso no lo es obtener un turno en el sistema oficial de salud; que los beneficiados por sentencias por reajustes jubilatorios deban aceptar que sean sus herederos los que, quizá, perciban esos beneficios; quedar a merced de la inseguridad y la violencia; un sistema educativo colapsado; la obtención de los documentos de identidad y sus largas colas; dar de baja ciertos servicios sin que los organismos de contralor pongan coto a las situaciones tragicómicas que se plantean a diario; el traslado de obligaciones propias e indelegables del Estado a los particulares que vuelven a algunas profesiones cuasiempleadas del Estado; tener que soportar el pago de créditos legítimos con Bonos Estatales de bajo o nulo rendimiento y cuya cotización depende de las políticas económicas ó de los índices que dicta el propio Estado obligado; entes reguladores que no cumplen con su labor de contralor...).
La terquedad y necedad de ciertos funcionarios paraliza el ciclo productivo y la cadena de pagos; el ejercicio de la autoridad a destiempo o su falta de ejercicio vuelve caótica la vida social; se suscitan burdas confusiones: la soberbia con autoridad; el rectificar ó reconocer errores con debilidad; la subjetividad con la realidad; la ideología con el ejercicio de la política; la propia visión con la verdad.


ALGUNOS MOTIVOS

Y sí, a esta altura algún paciente lector pensará por qué esta exigencia al gobernante y funcionario y sólo en menor grado al gobernado; precisamente porque los primeros son quienes han sido elegidos para ejercer la autoridad dentro de ciertas pautas éticas; quienes deben ordenar, mandar, administrar, dictar justicia; porque son quienes se han ofrecido por vocación a cumplir esas labores; porque el servir implica actuar según los deseos y el mandato de los servidos; porque no es concebible que los ciudadanos los hayan elegido y estén dispuestos a abonarles sus emolumentos y otorgarles ciertos beneficios, sin exigir como correlato una conducta ejemplar, digna de imitar; porque la mayoría de los que los han elegido, quieren vivir mejor y quieren que sus hijos se eduquen en una sociedad donde se respeten ciertos valores, no solo desde la perspectiva racional, sino y sobre todo, a través de las conductas de los que mandan.

Porque quienes quieren gobernar, deben comprender que los ciudadanos no sólo los han elegido por sus conocimientos, su capacidad de administrar, su poder de convocatoria, sus discursos inflamados, su habilidad retórica, sino y primordialmente porque creen haber visto en él a alguien capaz de actuar correctamente, de saber descubrir las necesidades del pueblo, de encontrar los medios para satisfacerlas a través del ejercicio de la prudencia, capaz de sacrificio, de contracción al trabajo, de saber elegir colaboradores, de tener visión de futuro, de pensar con grandeza, de ser respetado por su coherencia entre su pensamiento y acción; no resulta lógico ni creíble que la ciudadanía elija a sabiendas personas para los cargos públicos que no sean modelos a imitar.

El ciudadano también debe dar ejemplo por cierto, pero su ámbito de actuación es más reducido, su influencia menor, sus acciones no llegan a los medios de comunicación, el daño social de sus incoherencias es notablemente inferior al de aquellos que libremente han elegido el ámbito público.

Porque es al gobernante a quien le corresponde marcar rumbos, mostrar caminos, señalar horizontes, favorecer una convivencia donde la paz ciudadana esté asentada en bases firmes; al fin, llevar a la comunidad como tal y a sus integrantes, a ser mejores. No basta entonces el uso y ejercicio de la inteligencia con honestidad, también la voluntad del gobernante a través de su conducta ejemplar resulta otra de las bases en que se asienta el buen gobierno, que como bien decía Edmund Burke hace ya más de dos siglos, es uno de los primeros derechos que tiene toda comunidad.

Instituto de Filosofía Práctica, 30 de octubre de 2008

viernes, 9 de enero de 2009

De pluma ajena


“SEREMOS
COMO EL CHE


Ariel Guillermo Del Curto (37), hoy por hoy es uno de los hombres más buscados de la provincia por el homicidio a balazos de Juan Francisco Lucero (29), es un conocido actor del ámbito local. Es más, el 3 de octubre de 2008, protagonizó al “Che” Guevara en el musical “América en las venas de El Che”, estrenado en el Teatro Independencia. Y ahora estaba por viajar a Alemania por la misma obra. Obviamente, ese viaje deberá esperar. Según la acusación con que cuenta la fiscal Liliana Curri, Del Curto es quien le dio cinco balazos a Lucero después de una discusión poco clara a la salida del local “Banzai bar”, ubicado en Remedios de Escalada y San Martín de ciudad. ¿El móvil del crimen, al menos hasta ahora? Que Del Curto era uno de los propietarios del local y que discutió con Lucero y sus amigos por unos envases de cerveza. Desde ese momento, alguien dio el nombre del actor y ahora es intensamente buscado. Sin embargo, para Carlos Santos Castro, abogado defensor del imputado, no todo es como se ha contado.

Diario “Los Andes”, Mendoza, 5 de noviembre de 2008 (fragmento)

jueves, 8 de enero de 2009

Diálogos (IM)pertinentes


OTRA VEZ
LA IZQUIERDA


— El Maestro: ¡Vaya! Un discípulo nuevo.

— El Discípulo: Sí, Maestro. El anterior está enfermo.

— El Maestro: Bien, lamentemos su ausencia y celebremos tu presencia. Hoy vamos a partir, si te parece, del lugar en que terminamos el mes pasado: la descripción de la actual situación de la izquierda hecha por un filósofo liberal, Maresca, en la revista “Noticias”.

— El Discípulo: ¿Otra vez sopa? Parece que no hubiera otro tema que la izquierda.

— El Maestro: Esta es la sección cultural de “Cabildo”. Si lo que dice Maresca (y digo yo hace tiempo) es cierto, nos encontramos con una descripción global de la situación cultural que no puede omitirse, que debe analizarse exhaustivamente.

— El Discípulo: ¿Y qué dice ese tal Maresca?

— El Maestro: Dice que:
1º) La izquierda, en su forma de progresismo, domina la cultura en Occidente;
2º) Desde esa posición de predominio bloquea todo lo que le resulte ajeno, haciendo que su dominación sea tiránica;
3º) Al mismo tiempo, la visión del mundo de la que procede la izquierda está en una crisis que Maresca compara a la del escolasticismo tardío del siglo XVII.

— El Discípulo: Maestro, pero si comenzamos por lo primero, ¿qué tiene de asombroso o de novedoso que una forma cultural predomine sobre otras?
Ha habido un largo combate en el terreno de las ideas desde el siglo XVIII y lo que hoy llamamos progresismo ha triunfado.
Y ha triunfado, como lo viera Gramsci, sobre el único enemigo serio que el progresismo ha tenido siempre, que es la Iglesia Católica. Ese triunfo es tan completo que la Iglesia misma se ha visto penetrada por el pensamiento progresista mientras que el dogma de la Iglesia no ha influído para nada al progresismo.

— El Maestro: Bueno, veo que nos han mandado a alguien muy distinto del anterior discípulo. Alguien que tiene ganas de discutir. Y no es una mala idea, porque un puñado de pimienta le da más sabor al guiso.

— El Discípulo: A mí me enseñaron en la Facultad a pensar críticamente.

— El Maestro: Ya volveremos sobre eso, pero ahora déjame contestar tu pregunta.
¿Qué tiene de malo el triunfo del progresismo? En sí mismo, para un relativista, podría parecer un acontecimiento “normal” dentro de una cultura cambiante como la de Occidente. Una forma reemplaza a otra.
Pero la respuesta está por lo pronto en las otras dos afirmaciones de Maresca: la forma tramposa en que defiende sus posiciones y la crisis de su pensamiento.

— El Discípulo: ¿Y cómo se prueban esas dos afirmaciones? Es un tema de máxima importancia. Si el progresismo hubiera triunfado en una libre competencia y se mantuviera en el poder cultural sin trampas, si sus afirmaciones no estuvieran en crisis… no habría mucho que decir sino más bien resignarse a la muerte del cristianismo.

— El Maestro: Para alguien con fe no es tan sencillo, pero pase por ahora. Quiero que entremos en un primer análisis (habrá otros) de lo que piensa la izquierda sobre sí misma.
Hace muy poco tiempo, la revista española “Libertad digital” publicó un muy buen artículo de Horacio Vázquez Rial en el que habla de “La hegemonía cultural de la izquierda” pero no desarrolla los otros dos puntos del planteo de Maresca (y mío). Él pone su atención en el mundo universitario y argumenta que si de ese mundo salen tantos marxistas es porque la bibliografía en ciencias humanas es abrumadoramente marxista. O marxistoide.

— El Discípulo: Eso me gusta, ese rechazo a las teorías del complot.

— El Maestro: No te pases de vivo, porque yo no he hablado de ningún complot. Y sin embargo, si hay algo que se parece a un complot es lo que sucede en el ámbito cultural. Porque allí rige de pleno derecho la conspiración del silencio, la preterición y el ninguneo de los que no pertenecen a la cofradía. Ofrecer pruebas sobre esto es como ofrecer pruebas de que el agua es incolora. Cualquiera que tome agua lo sabe. Cualquiera que tenga vinculación hoy con el mundo cultural sabe quiénes pueden publicar, quiénes ganan los concursos, quiénes reciben premios y becas, quiénes son llamados a ocupar puestos en las instituciones culturales del Estado.

— El Discípulo: ¿Sin excepciones?

— El Maestro: Por cierto que hay excepciones. En la Argentina, muy pocas. En España, el dominio de la izquierda en la historia reciente —por ejemplo— sufrió un golpe terrible con la aparición de un outsider, Pío Moa. En Francia, la derecha cultural tiene un cierto grado de poder y con Jean Sevillia, Chantal Delsol, Jean de Viguerie (entre otros) da fiera batalla a la izquierda. En Italia está Vittorio Messori.
Son sólo algunos ejemplos. Hay más, pero en términos generales la situación es la descripta, y la razonable explicación de Vázquez Rial sobre la bibliografía no hace sino confirmarla. No sería cierto afirmar que el ciento por ciento de lo que se publica es marxista, pero sí que el noventa y cinco por ciento de las bibliografías universitarias en ciencias humanas están integradas por libros marxistas. O marxistoides.

— El Discípulo: ¿Y en Estados Unidos?

— El Maestro: Contamos con dos excelentes análisis del tema. Uno, un largo artículo de Arnold Beichman publicado en el “New York Times Magazine” del 6 de noviembre de 1981con el título “Is Higher Education in the Dark Ages?” (¿Está la educación universitaria en su Edad Oscura?). Otro, el extraordinario libro de Allan Bloom: “The closing of the American Mind” (La cerrazón de la mente americana) publicado en 1987 por Simon & Schuster.

— El Discípulo: Ambos tienen más de veinte años.

— El Maestro: Nada importante ha pasado en esos veinte años en la educación norteamericana. Todo sigue igual. O peor.

— El Discípulo: Bueno ¿y qué dicen esos textos?

— El Maestro: Beichman sostiene que fue la década del ´60 la que la cambió la “tradición universitaria de iluminismo” lo que significó “abandonar voluntariamente la única doctrina indispensable para su integridad moral: la neutralidad académica… la investigación de la elusiva e indeterminada verdad a través de la razón y la racionalidad y, quizás, trascendencia”.

— El Discípulo: Pero ese es el programa de la Universidad iluminista…

— El Maestro: Por cierto, pero del iluminismo…de derecha o liberal. Estaba basada en el paradigma cultural volteriano “No creo en lo que dices, pero estaría dispuesto a dar la vida por defender tu derecho a decirlo”.

— El Discípulo: ¿Y entonces?

— El Maestro: En la década del ´60 se produce, en Estados Unidos, el gran cambio que ya había comenzado en 1945 en Europa. La cultura comienza a izquierdizarse y el paradigma cambia: “Yo no quiero descubrir la verdad. Quiero cambiar el mundo. En consecuencia, si lo que dices es contrario a la revolución que debe cambiar el mundo, no tienes derecho a hablar”. Los norteamericanos no se daban cuenta de lo que debía ese cambio a Nüremberg y su condena ya no a criminales políticos sino también a sus ideas.

— El Discípulo: ¿Pero esas ideas no habían sido inspiradoras de una masacre atroz?

— El Maestro: No te discutiré aquí ese punto. Te diré dos cosas: primera, si se vinculan las ideas con sus resultados y se declara que inevitablemente de tales ideas salen tales crímenes, entonces el paradigma volteriano cae. No se puede defender el derecho a expresar ideas que terminan en crímenes.
Segunda, para que esas conclusiones puedan tomarse en serio hay que ser muy estricto en los juicios, actuar de completa buena fe. Y entonces hay que explicar por qué la medida con que se mide al nazismo no es la misma que se aplica al marxismo y su archipiélago Gulag y al liberalismo y sus niños abortados. Como no sea que marxistas y liberales ganaron la guerra y el nacionalsocialismo la perdió.

— El Discípulo: ¿Cómo se conecta esto con las tesis de Maresca (y suyas)?

— El Maestro: Beichman dice: “Hay muy pocas esperanza de que en los próximos años la Universidad —por razones tanto financieras como sociopolíticas— puedan superar enormes presiones de cuerpos de profesores cuasi revolucionarios —«guerrilleros con inamovilidad» en frase precisa de Irving Nows— que exigen que el activismo político izquierdista sea el principio rector de la universidad…”. Lo que está descubriendo Beichman es la segunda de las proposiciones de Maresca, es decir, el bloqueo de las posiciones de prestigio en la vida cultural mediante la acción concertada de una minoría tiránica.

— El Discípulo: ¿Y eso sigue igual hoy en día?

— El Maestro: Si nos atenemos al testimonio de la última novela de Tom Wolfe y al de las infinitas películas de ambiente universitario que pasan por televisión, parecería que los ardores revolucionarios del alumnado han pasado al terreno sexual. Pero la quiebra que significaron los ´60, más la crisis del pensamiento progresista han convertido las Universidades en fábricas de analfabetos funcionales con títulos superiores. Beichman cita a un profesor que reconoce que “se requiere hoy en día una extraordinaria concentración de voluntad para realmente desaprobar un curso”.

— El Discípulo: ¿Qué dice Allan Bloom?

— El Maestro: Es imposible sintetizar en pocas líneas un libro tan complejo y completo. Él pone el acento en el relativismo y el nihilismo que inspiran la educación superior en los Estados Unidos. Pero creo que es fácil identificar esas filosofías con el gran caos intelectual de la izquierda actual. El marxismo dista de haber desaparecido, pero comparte el terreno con las nuevas tendencias implícitas en lo que se llama la posmodernidad.


LA IZQUIERDA PIERDE EL NORTE

— El Discípulo: ¿Y en la Argentina?

— El Maestro: Tenemos un primer síntoma de la situación de la izquierda en las “Cartas abiertas” en las un grupo numeroso de intelectuales de izquierda manifiestan su apoyo al gobierno de los Kirchner, de lo cual hablamos el mes pasado. Pero esto más bien apunta al segundo problema de la izquierda actual. El primero es que su mensaje cultural está en una crisis terminal. Se ha convertido en un chirle progresismo que termina defendiendo causas absurdas y contradictorias con la médula de su mensaje. Basta ver la asunción del indigenismo y del ambientalismo, absoluta y totalmente enfrentadas al progreso tal como fue concebido originalmente.

— El Discípulo: ¿Y cuál sería ese segundo problema de la izquierda?

— El Maestro: El fracaso de sus postulados políticos, el derrumbe de los socialismos reales y la implosión de los partidos comunistas. Es esta doble crisis —cultural y política— la que ha sumido a la izquierda en el caos en el que vive.

— El Discípulo: Pero Ud. habla del fracaso de la izquierda extrema, el comunismo. ¿Y la social-democracia?

— El Maestro: Se ha ido corriendo hacia el centro hasta encontrarse con los partidos liberales. Su programa político, económico y sobre todo cultural es el mismo. Pero ahora quisiera que analizáramos un curioso artículo publicado en “Crítica de la Argentina” de…

— El Discípulo: ¿Qué diario es ese?

— El Maestro: Un curioso y nuevo ensayo de un curioso y viejo periodista: Jorge Lanata. Viene a ser, por un lado, un refugio para los zurdos anti-kirchneristas…

— El Discípulo: Los kirchneristas tienen “Página/12”.

— El Maestro: Ambos —“Crítica” y “Página/12”— inventados por el mismo periodista, de cuya creatividad no puede dudarse.
Pero su sesgo antikirchnerista es menos importante que su posición cultural, rigurosamente progresista. Hay columnas firmadas por todos los barones del progresismo vernáculo que eludieron la trampa de las “Cartas abiertas”. Y una “sinceridad” en materia sexual lindera con el mal gusto. No hay asunto íntimo que no se ventile desde la primera hasta la última página usando todas las palabras que provee el idioma castellano, en su versión más vulgar. La abolición total del pudor.

— El Discípulo: Pero el pudor…

— El Maestro: Sí, ya había sido abolido en la década del sesenta. Lo que comprobamos después es que esa abolición forma parte del proceso de abolición del hombre anunciado por C. S. Lewis.
Pero volvamos al artículo que recordábamos arriba. Se publicó en “Crítica” del 1 de septiembre de 2008 con el título “La juventud es un problema de tránsito”. Su autor es Pablo Alabarces y en pocas líneas muestra la situación actual de la izquierda. Relata que sus hijos, cuando estaban en el secundario, participaron de las tomas de su Colegio “con su aprobación entusiasta”. Luego cuenta las críticas que un taxista le hizo a esas “tomas”. Lo que pasa, dice, es que “somos una sociedad que no sólo no tiene la menor idea de qué pasa por la cabeza de sus chicas y chicos sino que no piensa preguntárselo…”
Pero aquí viene lo mejor: esos chicos y chicas “vagan por el mundo haciendo lo mejor que pueden (que no es mucho) ante la mirada condenatoria del mundo adulto” y esos chicos y chicas “odian el estudio porque sus profesores suelen ostentar un desconcierto poderoso… tienen pocas convicciones y son una peor que la otra…”
O sea y como síntesis final “los chicos y chicas no saben para dónde disparar y los adultos afirmamos que deberían saberlo, aunque nosotros mismos no lo sepamos”.
¿Quieres una confesión más clara de desconcierto? Ni los profesores —de izquierda— ni los padres como Alabarces —de izquierda— saben “para dónde disparar”. Han perdido las convicciones de que el mundo no solo podía arreglarse sino que iba a arreglarse. Necesariamente. Eso era lo que predicaban el progresismo original y el marxismo. Sus epígonos actuales vagan perdidos en la oscuridad, aferrados a las estupideces del neoprogresismo…

— El Discípulo: ¿Qué vendría a ser ese neoprogresismo?

— El Maestro: En este momento hay dos lenguajes predominantes. El políticamente correcto, estructurado sobre la base de no discriminación, no represión. Y la versión vulgar, que adhiere superficialmente a esos principios pero elude todo pronunciamiento sobre temas serios y se alimenta de todas las cretinadas de la sociedad de consumo. El primero usado por los grupúsculos de izquierda. El segundo usado por los “emos” o “bloggers” y por los roqueros que son carne de Cromagnon. La queja de Alabarces abarca a ambos pero se trata de realidades distintas. Lo único que los identifica es su común desorientación. Ninguno sabe “para dónde disparar”. Se limitan a vivir.

— El Discípulo: ¿Qué más hay?

— El Maestro: Veamos lo que dice, en “Noticias” del 20 de septiembre de 2008, Miguel Rep, el dibujante emblemático de “Página/12”. “No me gustan los sentidos comunes y el progresismo es como un gran sentido común que no piensa por sí mismo sino que agarra frasecitas de Sabina, de Walsh, de Galeano, de Benedetti”. Éste se ha dado cuenta del abismo de lugares comunes en que cayó la izquierda y los llama “sentidos comunes”.
¿Qué le queda? Lo dice diez líneas más abajo: “En el 98 viví una crisis que me trajo aparejada la certeza del sinsentido de la vida”. Es una pena, pero lo grave es que él forma parte, con sus dibujos, de los gurúes de la izquierda. Alabarces no sabe para donde disparar, Rep aconseja no disparar para ningún lado porque igual la vida no tiene sentido. Como guías intelectuales parecen más bien peligrosos, ¿no?


NECEDADES

— El Discípulo: Sí, reconozco que es un estado de ánimo muy difundido.

— El Maestro: A ver que te parece esto: el jueves 23 de octubre el país parecía arder por los cuatro costados. Y más que el país, el mundo. El dólar daba saltitos para escaparse de la celda en que lo enterrara Lavagna y la economía argentina mostraba claros signos de que la crisis mundial la afectaría a pesar de los sabios esfuerzos de la familia Kirchner y los Fernández sobrevivientes.
Pues bien, ese preciso día eligió el senado de la Nación —la Cámara “alta”— para aprobar un proyecto de ley que veda “el lenguaje sexista” en los documentos oficiales. Dicho claramente: en adelante no se podrá hablar de lo vagos que pululan en los empleos del estado o de los ladrones que hacen otro tanto. Será obligatorio decir “los vagos y las vagas” y “los ladrones y las ladronas”. Sabia determinación de nuestra Cámara de los Lores, un cuerpo pensado para restablecer la consideración equilibrada de todos los asuntos, para contrarrestar la sangre joven —y a veces turbulenta— de los comunes.
Se comprenderá que esta cuestión no pueda abordarse de otra forma que con humor. Pero apenas terminado ese abordaje se imponga otro tono muy distinto. ¡Esta es la religión de los intelectuales de Occidente! La que fue matriz de un pensamiento crítico…

— El Discípulo: Me temo que ese palo fue para mi gallinero.

— El Maestro: En efecto, caro discípulo, no tanto para ti como para los te engañaron, prometiéndote un sentido crítico que ejercen sólo para lo que escribimos y pensamos los que no pertenecemos a su cofradía.
Digo yo: ¿No se les caerá la cara de vergüenza cuando sostienen estas necedades? ¿No sabrán que el lenguaje es un uso y un uso sometido a reglas de sentido común? ¿Y que una de esas reglas es la síntesis? ¿Y que nadie va a decir “los tontos y las tontas que voten esta ley” sino que con decir “los tontos” todos advertirán que se abarca a…?
¡Horror! Estaba por decir hombres y mujeres, olvidándome que eso ya no existe. Pero eso demuestra que la reforma se quedó corta y que cada vez que se hable de un grupo humano, para que no queden dudas en cuanto a sus componentes, habrá que decir “los heterosexuales, los homosexuales, los bisexuales…, etc”.

— El Discípulo: Pero, Maestro ¿no es caricaturesco sostener que estas necedades son sostenidas por toda la izquierda?

— El Maestro: En absoluto. No se trata de la Resolución de la Comisión Directiva del Club Defensores de Echenagucía, sino del Senado de la Nación Argentina. Y de una resolución aprobada por unanimidad.

— El Discípulo: Pero no puede afirmarse que todo el Senado sea de izquierda.

— El Maestro: Ni remotamente. Lo que es, en cambio, cierto, es el predominio cultural de la izquierda y la adopción plena de la ideología progresista por la derecha liberal que no tiene ya —si alguna vez tuvo— ningún argumento para oponerse a la clase de imbecilidades que la izquierda propone. Tampoco hay disidencias cuando se introduce la ideología de género en la legislación. O cuando se votan leyes garantistas.

— El Discípulo: Maestro, no puedo creer que esté Usted en contra de las garantías para los imputados.

— El Maestro: No te preocupes. Estoy totalmente a favor. Pero el garantismo no es dar esas garantías sino orientar toda la legislación en torno a ellas.

— El Discípulo: Pero, Maestro, endurecer las penas no soluciona el problema de la delincuencia sino que termina reprimiendo a los pobres y desamparados que están fuera del sistema.

— El Maestro: Me has objetado con un titular típico de “Página/12”. ¿Sabes dónde está la diferencia? El propósito de los que dicen esas cosas es “solucionar el problema de la delincuencia”.
El de la legislación y el aparato judicial es mucho más modesto, aunque parezca lo contrario: es simplemente hacer justicia. Dar a cada uno lo suyo. Castigar los delitos y a los delincuentes. Con todas las imperfecciones de la justicia humana.

— El Discípulo: Pero ¿es acaso malo querer “solucionar el problema de la delincuencia”?

— El Maestro: No, es maravilloso. Sólo que nadie sabe cómo hacerlo. Y cada vez que la izquierda extrema ha conseguido tomar el poder el único resultado concreto ha sido la implantación de un Código Penal no digamos duro, sino durísimo. De modo que los reaccionarios como yo esperaremos que los revolucionarios como Ustedes arreglen el mundo y entonces gozosamente suprimiremos los Códigos y los Tribunales. ¿Te acuerdas de Cabezas?

— El Discípulo: Más o menos. Fue hace diez años.

— El Maestro: Un periodista de le editorial Perfil fue asesinado, en apariencia por una banda de criminales contratada por un empresario. Se condenó a graves penas, inclusive la reclusión perpetua, a una docena de personas. Pero —recursos garantistas mediante— hoy ya no queda casi nadie en la cárcel. Entonces la prensa protesta por este hecho, que es la consecuencia directa de la prédica de esa misma prensa.


CANALLADAS

— El Maestro: Pero hay cosas peores. Al fin y al cabo, el intento de gobernar el lenguaje es más bien patético.
Trágico y canallesco, en cambio, es lo que le pasa al sistema cuando llega a tropezarse con sus propios límites. La guía central de la ideología progresista es una libertad que es llevada al paroxismo. El sistema se consideraría triunfador si pudiera realizar la consigna de los años sesenta: “Prohibido prohibir”. Como eso es imposible, se satisface aproximándose todo lo posible a ese ideal. Cuando la víctima de tal idea no puede quejarse… ¡plaf!, el sistema la aplasta con el auxilio necesario de quien podría y debería prestarle su voz. Libertad para matar al hijo en su vientre —con gastos a cargo del contribuyente— y absoluta prohibición de debatir en serio la naturaleza del acto realizado.
Recientemente hemos leído un documento estremecedor. Es nada menos que el comienzo del debate sobre el aborto en una Comisión del Senado. Por supuesto, un debate al estilo stalinista: ni un solo participante anti-aborto.
Pero, como una muestra de la tolerancia ejercida por del neoprogresismo, cuando alguien menciona a los objetores de conciencia, una voz anónima sintetiza los pensamientos de los legisladores y del público presente con esta frase digna de esculpirse en el mármol: “¡Que se jodan!” y para mostrar que ese era, en verdad, el estado de ánimo predominante, la Comisión recomendó que los objetores de conciencia sean excluidos del “sistema público de salud”.

— El Discípulo: Por ahora es un simple proyecto ¡no?

— El Maestro: En la Argentina. Pero amplia y extendida realidad en buena parte del mundo. Vayamos ahora a otro caso. ¿Qué pasa cuando el sistema tropieza con una víctima de la libertad desenfrenada que no queda muerta, y que puede entonces protestar más adelante? Suprime el delito. Es el caso de la pedofilia, un duro obstáculo a la libertad sexual sin límites. Existen en el mundo —y son legales— asociaciones de boylovers, girlovers y childlovers que están librando un arduo combate para lograr que los Estados bajen la edad del consentimiento.

— El Discípulo: ¿Existe tal cosa?

— El Maestro: No tienes más que leerlo en el “Clarín” del 22 de octubre pasado, página 29. Allí figuran los argumentos de estos “lovers”: “Demandamos libertad de sexualidad individual para los niños y los boylovers. Demandamos que los estándares de sexualidad que existen actualmente sean reconsiderados. Estos estándares (los vigentes) están violando los derechos humanos porque prohíben que los niños y aquellos que los aman siquiera piensen en algún involucramiento de intimidad sexual”.
Esto sí que no puede tomarse en chiste. Aborto y pedofilia son anuncios de muerte y sufrimiento para inocentes. Nuestras sociedades delinean un futuro que nada tendrá que envidiar a la cartaginesa.

— El Discípulo: ¿No es poco apocalíptico?

— El Maestro: ¡¡¡¿Un poco?!!! Íntegra, enteramente apocalíptico. Y conste que no hemos hecho más que rozar la superficie de la sociedad progresista.
Y conste que todavía hay resistencias vivas a lo que se viene, a lo que ya está aquí. ¿Qué sucederá cuando esas resistencias amainen y desaparezcan en muchos lugares, quebradas sobre todo por la traición interior, por la flojera de centenares de Obispos frente a esto que Belloc llamó “la última herejía”?
Esto que hemos descripto es apenas el fondo de la olla infernal. Más arriba está la destrucción de la familia, la imbecilización de las masas por los medios de difusión, la quiebra de la educación…

— El Discípulo: Pero explicar las cosas así ahuyenta a mucha gente que entendería algo más moderado.

— El Maestro: Ya no hay tiempo para esas consideraciones y un mensaje así “rebajado” no serviría de nada. Mal guía intelectual sería el que lo transmitiera. Nietzsche vaticinó el advenimiento del nihilismo, pero mejor que él media docena de profecías alertan sobre los tiempos que se vienen.

— El Discípulo: ¿Y qué puede decir acerca de la crisis económica en curso?

— El Maestro: A propósito la hemos excluido. Podría objetarse que ésta es una sección cultural y no de negocios, pero eso sería escabullirse.
Estamos frente a una situación con un fuerte componente cultural. Si no la tratamos es porque no está todavía madura. Veremos el mes que viene.

Aníbal D'Angelo Rodríguez