domingo, 12 de mayo de 2013

Sermones elegidos


DOMINGO INFRAOCTAVA
DE LA ASCENSIÓN


Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Y también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.

Jesucristo ha entrado glorioso en el Cielo. La Iglesia que Él ha dejado en el mundo clava su mirada en las alturas, nostálgica, anhelante, esperando el momento de volver a verlo y poseerlo.

A Él pertenecen su corazón y su amor. Sin Él se siente como desamparada, y una dulce melancolía invade su corazón. En esta disposición de ánimo clama hoy, con el Introito, al Esposo lejano: Busco tu rostro, Señor; no apartes tus ojos de mí. Aleluya. El Señor es mi luz y mi salvación.

Busco tu rostro; esto mismo es lo que buscamos, y nuestra vida no debe ser otra cosa que la expresión de nuestra entrega a Dios y de nuestro deseo de ir a Él con toda pureza de corazón, desprendidos de todo lazo y apego terrenos que a Él le desagraden.

Busco tu rostro, en una fervorosa oración, en una sufrida y generosa caridad, en una entrega desinteresada, abnegada, por amor de Dios.

El alma que esté llena de estos sentimientos no buscará en vano el rostro de Cristo: No os dejaré huérfanos. Volveré a vosotros.

Respondamos a esta promesa con un alegre y agradecido Credo, y nos convertiremos en un vivo e irrefutable testimonio en favor de Cristo, en una personificada confesión de Cristo: Vosotros daréis testimonio de mí. Seréis expulsados de las sinagogas. Y llegara una hora en que, todo el que os mate, pensará prestar un servicio a Dios.

+ + +

El Señor ha subido a los Cielos... La Iglesia llena, de nostalgia, dirige sus miradas hacia arriba y busca su rostro... Antiguamente, la Misa de hoy se celebraba en la iglesia de Santa María ad Martyres, en el antiguo Panteón de Roma.

En esta Iglesia se conservaba entonces la imagen del rostro del Señor, el Santo Sudario de la Verónica, que hoy se venera en San Pedro.

La Iglesia busca el rostro del Señor, pero no olvida la misión que le encomendó: Vosotros daréis testimonio de mí.

La Iglesia da este testimonio de Cristo padeciendo.

La Iglesia padece: Vosotros daréis testimonio de mí. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Seréis, expulsados de las sinagogas. Y llegará el momento en que, los que os mataren, creerán hacer un servicio a Dios. Y harán esto con vosotros porque no han conocido al Padre ni a mí. Os lo digo ahora para que cuando llegue el momento, os acordéis de que ya os lo había predicho.

La Iglesia padece. Participa de la suerte de su Esposo: Me han perseguido a mí, y también os perseguirán a vosotros. San Pedro es crucificado, San Pablo decapitado; un ejército innumerable de héroes de la fe y de las virtudes cristianas: obispos, sacerdotes, seglares, hombres, jóvenes, vírgenes, incluso niños y doncellas, como Pancracio e Inés, entregan alegremente su vida en testimonio de Jesús.

Sólo en el período de los tres primeros siglos la Iglesia sufre diez terribles persecuciones. Y ello, para dar testimonio de Jesús.

Vienen después las grandes herejías de los siglos siguientes. Nuevos enemigos, nuevos sufrimientos, nuevas persecuciones, nuevos mártires.

Llegan más tarde los reyes y las potestades de la tierra, y exigen de la Iglesia que declare caducada la Ley del Señor sobre la santidad del matrimonio y pacte con las pasiones del corazón corrompido del hombre. Pero ella no lo hace; da valientemente testimonio de Cristo y de su Ley, al precio incluso de la apostasía de vastos países.

Aparecen nuevas ideas, nuevas corrientes espirituales, que aspiran a destruir el dogma y la moral cristiana. Pero la Iglesia permanece siempre inconmovible al lado de Cristo.

Padece como testigo de Cristo, de su infalible verdad y de su divina autoridad. ¡Oh Iglesia Santa! Tú has cumplido siempre la misión que tu Esposo te encomendó: Vosotros daréis testimonio de mí.

¡Tú eres verdaderamente la Iglesia de Cristo! Yo me uno a ti y quiero dar contigo, siendo fiel a ti, testimonio de Cristo. Aunque para ello tenga que perder mi crédito ante el mundo, aunque tenga que perder mi vida.

Vendrá un momento en que los que os mataren creerán hacer con ello un servicio a Dios. No debemos esperar otra cosa, ni hemos de querer tampoco otra cosa.

Os lo digo desde ahora para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había yo predicho. ¡Y nosotros no queremos convencernos de que esa hora ha de llegar! ¡Todo menos padecer! ¡Qué poco poseemos aún de la luz y del espíritu de Cristo!

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Nosotros creemos fielmente que tu Unigénito subió a los cielos. Concédenos, pues, la gracia de que habitemos también allí con nuestro espíritu.

Esta es la gran súplica que dirige hoy la Santa Iglesia a Dios. ¡Acuerdo entre la fe y la vida práctica!

Sursum corda... ¡Habitemos en el Cielo con nuestro espíritu! ¡Estemos enraizados en el mundo del más allá, en el mundo de lo supratemporal! Vivamos allí donde está Cristo glorioso, nuestra Cabeza, nuestro camino y modelo, la Verdad.

Traigamos de allí nuestros pensamientos, nuestros juicios, nuestras intenciones, nuestros motivos y nuestros impulsos. Coloquemos allí nuestras esperanzas, nuestros anhelos.

Sursum corda... ¡Miremos y valoremos los sucesos, los obstáculos, las eventualidades, los hombres, los trabajos, los deberes y los dolores a la luz del más allá, de la eternidad, de Dios y del Señor glorioso!

Habitar en el Cielo significa aceptar con gusto aquí en la tierra, por amor de Dios y de Cristo, lo que se oponga a nuestros designios. Más aún: significa convertirlo todo en nuestro mayor bien. Significa recibir las calumnias e injusticias a imitación y con el espíritu de Aquél que fue condenado a muerte injustamente y ejecutado del modo más escandaloso y a quien el Padre exaltó por ello sobre todos los cielos.

Significa no querer ser agradecidos y recompensados por los hombres en este mundo, sino ponerlo todo en manos de Aquél que nos conoce a todos en el Cielo y ante el cual no se perderá ni será olvidado ninguno de los bienes que hagamos aquí en estado de gracia y con recta intención.

El que vive en el Cielo considera su misión aquí en el mundo a la luz de una predestinación eterna. No está ocioso, ni indiferente. Al contrario, mira la vida con más profundidad, con más seriedad y más gravedad; pero vive en paz con Dios.

Está elevado por encima de la vida. No se excita, como los demás. Ejecuta lo suyo con tranquilidad, con la vista puesta en el mundo de arriba. Considera los obstáculos como la cruz que Dios ha destinado para él, y marcha tras las huellas de Aquél a quien sabe ahora en el Cielo, en el trono del Padre.

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Para todo esto nos es necesaria la virtud de fortaleza. A ella pertenece confirmar al hombre en el bien de la virtud contra los peligros, sobre todo contra los peligros de muerte, y especialmente de la muerte en tiempo de persecución.

Es evidente que en el martirio el hombre es confirmado sólidamente en el bien de la virtud, al no abandonar la fe y la justicia por los peligros inminentes de muerte, los cuales también amenazan en una especie de combate particular por parte de los perseguidores.

Por eso dice San Cipriano: La muchedumbre de los presentes vio admirada el combate celestial y cómo en la batalla los siervos de Cristo se mantuvieron con voz libre, alma inmaculada y fuerza divina.

Esto nos prueba que el martirio es acto de la fortaleza. Y por eso dice la Iglesia, hablando de los mártires, que se hicieron fuertes en la guerra.

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En el acto de fortaleza hay que considerar dos aspectos:

Uno es el bien en el que el fuerte se afianza, que es el fin de la fortaleza.

Otro es la misma firmeza, que le hace no ceder ante los enemigos que le apartan de ese bien, y en esto consiste la esencia de la fortaleza.

Ahora bien, la fortaleza infusa afianza el ánimo del hombre en el bien de la justicia de Dios por la fe en Jesucristo. Y en este sentido el martirio se relaciona con la fe como el fin en el que uno se afirma; y con la fortaleza como su hábito de donde procede.


El acto principal de la fortaleza es el soportar, y a él pertenece el martirio; no a su acto secundario, que es el atacar.

Y como la paciencia ayuda a la fortaleza en su acto principal, que es el soportar, se sigue que también en los mártires se alabe la paciencia por concomitancia.

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Mártir significa testigo de la fe cristiana, por la cual se nos propone el desprecio de las cosas visibles por las invisibles. Por tanto, pertenece al martirio el que el hombre dé testimonio de su fe, demostrando con sus obras que desprecia el mundo presente y visible a cambio de los bienes futuros e invisibles.

Ahora bien: mientras vive en este mundo, aún no puede demostrar con obras el desprecio de los bienes temporales, pues los hombres siempre suelen despreciar a los familiares y a todos los bienes que poseen con tal de conservar la vida. De donde se desprende que para la razón perfecta de martirio se exige sufrir la muerte por Cristo.


La fortaleza se ocupa principalmente de los peligros de muerte, y de los demás como una consecuencia. Por lo mismo, no se llama propiamente martirio el soportar la cárcel o el destierro o el despojo de los bienes, a no ser que de ellos se siga la muerte.


El mérito del martirio no se da después de la muerte, sino en soportarla voluntariamente, es decir, cuando uno sufre libremente la inflicción de la muerte. Sucede a veces, sin embargo, que después de haber recibido heridas mortales por Cristo, o cualesquiera otras tribulaciones semejantes que se sufren por la fe en Cristo, provenientes de los perseguidores, uno puede sobrevivir largo tiempo. En este estado, el acto del martirio es meritorio, y también en el mismo momento de padecer estas penas.

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Mártires es lo mismo que Testigos, es decir, en cuanto que con sus padecimientos corporales dan testimonio de la verdad hasta la muerte; no de cualquier verdad, sino de la verdad que se ajusta a la piedad, que se nos manifiesta por Cristo. De ahí que los mártires de Cristo son como testigos de su verdad.

Pero se trata de la verdad de la fe, que es, por tanto, la causa de todo martirio.

Pero a la verdad de la fe pertenece, no sólo la creencia del corazón, sino también la confesión externa. Ahora bien, la confesión externa se manifiesta, no sólo con palabras por las que se confiesa la fe, sino también con obras por las que se demuestra la posesión de esa fe.

Por lo tanto, las obras de todas las virtudes, en cuanto referidas a Dios, son manifestaciones de la fe, por medio de la cual nos es manifiesto que Dios nos exige esas obras y nos recompensa por ellas.

Bajo este aspecto, pues, pueden ser causa del martirio las obras de otras virtudes. Por eso, por ejemplo, se celebra en la Iglesia el martirio de San Juan Bautista, que sufrió la muerte no por defender la fe, sino por reprender un adulterio.

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El Espíritu Santo, Espíritu de fortaleza, quiere venir a nosotros para enriquecernos con sus dones; pero quiere ser deseado, pedido, solicitado con insistencia.

Excitemos, pues, esta semana en nuestro corazón santos deseos, tanto más ardientes cuanto que el divino Espíritu quiere colmarnos de sus gracias en proporción a nuestro entusiasmo y nuestros deseos.

Intentemos durante esta semana hacer mejor nuestros ejercicios espirituales, reservarnos algunos momentos en el día para rogar y enviar al Cielo suspiros más ardientes.

Roguemos, en unión con María Santísima, Reina del Cenáculo y de los Apóstoles; apoyándonos en Ella, rogándole nos participe sus disposiciones interiores, sus virtudes, y nos obtenga una infusión profunda de los Dones del Espíritu Santo.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Como se pide - aviso


HOMENAJE AL
PADRE JULIO MEINVIELLE
  
  
Estimados Socios y Amigos:
 
Les hacemos saber que el 2 de agosto de 2013 se cumplen 40 años de la muerte del padre Julio Meinvielle. El Instituto de Filosofía Práctica organiza una serie de actos en su honor. El Infip tiene una deuda especial con este gran sacerdote, quien donó al Dr. Guido Soaje Ramos, su biblioteca para la fundación de este Instituto.
 
1) Los actos comenzarán con una Tertulia titulada “JULIO MEINVIELLE EN EL RECUERDO” dirigida por el Arquitecto Patricio Randle -integrante de nuestra Comisión Directiva- y en la cual intervendrán el Escribano Carlos Manuel Payá, Los Doctores Mario Cibeira y Augusto Padilla y el Señor Juan José Couselo. La misma tendrá lugar el Martes 14 de Mayo a las 19 hrs. y se servirán empanadas filosóficas y vino. Como el número de plazas es limitado, se ruega comunicar su reserva al 4371-3315 de 15 a 19hrs.o al mail: infip@fibertel.com.ar .
 
2) Además les adelantamos otros actos ya programados. A medida que completemos el calendario les haremos llegar su respectiva actualización.

MAYO/2013
- MARTES 21, 19 HRS. = CONFERENCIA “LA CONCEPCION POLÍTICA EN EL PADRE JULIO MEINVIELLE” dictada por el Dr. Bernardino Montejano.

JUNIO/2013
- MARTES 4, 19 HRS. = CONFERENCIA “MEINVIELLE, MARITAIN Y LOS NUEVOS MARITAINIANOS” dictada por el Dr. Luis Roldán.

AGOSTO/2013
- VIERNES 2, 18.30 HRS. =  MISA CELEBRADA POR EL Padre Alfredo Saenz CJ CON PREDICACION IN MEMORIAM DEL PADRE J. MEINVIELLE
- MARTES 13, 19 HRS. = CONFERENCIA “MEINVIELLE Y LA CRISTIANDAD” dictada por el Padre A. Saenz CJ.
- MARTES 27, 19 HRS. = CONFERENCIA “MEINVIELLE Y LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA” dictada por el Dr. Augusto Padilla.
 
SEPTIEMBRE/2013
MARTES 10, 19 HRS. = CONFERENCIA “PENSAMIENTO ECONOMICO EN EL PADRE MEINVIELLE Y SU EVOLUCION” dictada por el Dr. Ludovico Videla.
 
OCTUBRE/2013
MARTES 8 DE OCTUBRE= CONFERENCIA "MEINVIELLE: DEFENSOR DE LA IGLESIA Y DE LA PATRIA", dictada por el Dr. Antonio Caponnetto
 

martes, 7 de mayo de 2013

Declaraciones


DECLARACIÓN DEL INSTITUTO
DE FILOSOFÍA PRÁCTICA
ANTE DOS DOCTORADOS
  
  
I
 
Hace alrededor de un mes, la Universidad Católica de la Plata, en un gesto que la honra, confirió el doctorado “honoris causa” al Presbítero Doctor Alfredo Sáenz.  Poco antes, la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, confirió el doctorado “honoris causa” al rabino Abraham Skorka.
 
Estos otorgamientos dicen mucho y señala dos rumbos hace tiempo asumidos por ambos institutos de altos estudios. Estuvimos en la ciudad platense y en medio de una numerosa concurrencia, se destacaban unos cincuenta sacerdotes discípulos del homenajeado. Es una prueba que el Padre Sáenz no trabajó con su arado en el mar.  En la UCA, evidentemente no estuvimos.
 
Como estos otorgamientos, dan tema para amplias reflexiones filosóficas no podemos dejar de referirnos a ellos.
 
 
II
 
El otorgamiento al Padre Sáenz es un premio a un hombre veraz, a un sacerdote de Jesucristo, a un gran teólogo, con sed de verdad, quien desde hace muchos años viene cumpliendo acabadamente con nosotros y con muchos, una obra de misericordia espiritual: enseñar al que no sabe. Una vocación docente, asumida con generosidad, condujo al Padre Sáenz por los senderos de la moral, de las bellas artes, de la historia y hasta de la política, entendida ésta como el estudio de los grandes principios que gobiernan el obrar y el hacer en este campo, y que surgen de las exigencias de la ley natural y de la ley divina positiva.
 
El rector de la Universidad platense hizo una prolija enumeración de las obras escritas por el galardonado, organizándolas como si construyera una catedral.  Apabullante.
 
Todo en la vida del Padre Sáenz ha sido constructivo.  A partir de Dios y de su palabra, expresada en las Sagradas Escrituras, se consideran las realidades eclesiásticas y temporales.  La perspectiva del premiado tiene sabor de eternidad, porque su empresa ascensional comienza en la tierra y acaba en los cielos.
 
El Padre Sáenz, como nosotros, se considera heredero legítimo de los Cursos de Cultura Católica y le agradecemos, al aceptar la distinción, el haber señalado a este Instituto de Filosofía Práctica, como uno de los pocos lugares donde desde hace muchos años, gracias al magisterio de Guido Soaje Ramos, se piensan las cosas.  Porque una cosa es estudiar y otra prestar un local para conferencias.  Una pasión del Padre Sáenz, regida por la inteligencia y que compartimos totalmente es la de la Cristiandad, realidad política que consiste en la aceptación de los criterios evangélicos para gobernar a los pueblos y conducir a sus integrantes en forma inmediata al bien común político y en forma mediata a Dios, bien común trascendente.
 
Ante esto no se puede ser neutro o imparcial, porque en lo temporal se juega nuestro último destino; como está escrito en el Evangelio: “el que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama” (Mateo, 12, 30).
 
 
III
 
El segundo doctorado, no recoge, sino que lamentablemente desparrama. Hace tiempo, desde la época del rectorado de Monseñor Zecca, la UCA sufre un triste proceso de descomposición progresiva.  Como lo hemos denunciado otras veces, el humo de Satanás parece haberla invadido. Grandes irresponsables prosperan sin escrúpulos, mientras demuelen lo que algún día pretendió ser una Universidad, herencia de los Cursos de Cultura Católica. Y ahora, premia a Skorka, por “su actividad sobresaliente en pro del desarrollo de la cultura”.
 
El actual rector Víctor Manuel Fernández, no deja inexactitud  por decir cada vez que habla o escribe. Así, organizó una muestra acerca de la “Dignidad de las Villas Miseria”, lugares que no dignifican a nadie sino que constituyen ámbitos de amontonamiento, masificación, promiscuidad, delito, corrupción, drogas. Podría haber leído a Charles Péguy que afirma: “antes de la instauración del mundo moderno, un hombre sin dinero era pobre, y estaba todo dicho; hoy es un ser miserable, es un ser disminuido… La miseria no sólo hace desgraciado al hombre, sino que provoca en él una decadencia; es el único mal incurable porque carece de sentido. La miseria niega la esperanza, niega el amor, niega la inteligencia; niega todos los valores espirituales a un ser rebajado a una categoría inferior a la de la bestia” (Daniel-Rops: “Péguy”, Difusión, Buenos Aires, 1946, págs. 115/116.
 
Este Rector, en su lamentable cortedad natural, parece que nunca podrá entender la diferencia entre la pobreza, que puede dignificar y la miseria que degrada. Así también, en un penoso artículo, publicado en un matutino, comparó al aborto con la conquista española en la cual afirmó que los españoles mataban a los indios por considerar que no tenían alma.
 
Y como si fuera tema de su competencia, apoyó la ley acerca de la venta de tierras a extranjeros, al ofrecer el discurso de apertura del Seminario sobre la ley de tierras, organizado por el Ministerio de Agricultura (cfr. Félix Sanmartino: “El extranjero, un nuevo depredador de nuestra fauna” en “La Nación”, Buenos Aires, 6 de octubre de 2011). Esta ley, si hubiera existido en otra época, hubiera impedido que surgieran en la Argentina los grupos CREA y la empresa modelo Flandria, entre muchas otras realizaciones forjadas por hombres llegados de Europa, que hicieron por la Argentina mucho más que tantos argentinos; así, también por gestión de extranjeros, surgió la Aeroposta Argentina, que compró terrenos y construyó aeropuertos en toda la Patagonia, región que en tiempos de Saint-Exupéry y otros pioneros, con elementos muy precarios, estaba por vía aérea mejor comunicada que en nuestros días.
 
 
IV
 
El novel doctor Skorka hizo la apología del “ideal profundo del movimiento sionista”, sin la mínima referencia a sus entuertos, acusó a la Iglesia de antisemita y afirmó, con absoluta falsedad, que el antisemitismo nacional socialista tuvo raíces católicas.
 
Podemos recomendar a este doctor en ignorancia, de perfil posmoderno, que lea los libros de Rohan Butler, profesor de la Universidad de Oxford, titulado “Las raíces ideológicas del nacional socialismo”, Fondo de Cultura Económica, México, 1943; del P. Julio Meinvielle, “Entre la Iglesia y el Reich”, Adsum, Buenos Aires, 1937 y de Enrique Rau, entonces pensador y sacerdote excelente, “El racismo nacional-socialista y el cristianismo”, Gladium, Buenos Aires, 1939.
 
Skorka convocó a revisar los Evangelios en su condena al fariseísmo y concluyó afirmando que “la enseñanza de Jesús sobre el amor ya estaba en el Talmud”. ¿En qué lugar de ese texto se encuentra el mandamiento nuevo, inventado por Cristo, que establece una norma muy superior a la regla clásica del amor al prójimo como a uno mismo: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a los otros como yo os he amado”? (San Juan, 15, 12).
 
El novel doctor exaltó la figura de su colega Marshal Meyer, pedófilo y corruptor de menores, hechos comprobados por la Justicia por denuncias de la misma comunidad judía. Y finalmente, se escuchó y aplaudió, en la Universidad Católica, la negación de la divinidad de Cristo, pues “estamos esperando al Mesías. Él va a venir cuando Dios lo disponga”. O sea que Jesús fue un gran impostor; un blasfemo, un gran mentiroso. Sin embargo, siguen resonando sus palabras en respuesta a la pregunta; “¿Tú eres el Hijo de Dios?… Vosotros lo decís; Yo soy” (San Lucas, 22, 70). Y la afirmación de su identidad divina con Dios Padre: “el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado” (San Juan, 12, 45). Porque quien ve a Jesús, ve al Padre.  En esto creemos.
 
Luego, el largo aplauso de los tibios incapaces de decir ¡No! aunque sea para defender las verdades más elementales.  A Cristo nuestra adoración.  A estos viejos y nuevos idólatras, falsificadores, mendaces, a todos los “perros mudos”, que por conservar sus canonjías  y cargos docentes, todo lo callan, todo lo otorgan, nuestro desprecio.
 
Bernardino Montejano, Presidente
Buenos Aires, noviembre 23 de 2012.
 

lunes, 6 de mayo de 2013

Históricas


JULIO STEVERLYNCK:
ARQUETIPO DE LA PATRIA CATÓLICA
 
 
En estos tiempos aciagos para nuestra Patria y nuestra Iglesia vale la pena recordar la figura señera y señorial de un hombre que forjó la patria católica con el sudor de su frente, con el ejemplo de sus virtudes y con la firmeza y fortaleza de un caballero cristiano.  Tiene razón Antonio Caponnetto cuando dice que a pesar del tiempo los “arquetipos están allí.  Siempre idénticos a si mismos e inmutables en medio de los vaivenes, que no han logrado turbar sus figuras señeras”.  Agrega el mismo autor que “estos arquetipos humanos están ordenados a su vez a la contemplación del Arquetipo Divino.  Coronan y rematan en la suprema verticalidad de Cristo Rey, Señor de los hombres y de las naciones”.
 
Hablaremos, pues, de un industrial que es arquetipo de lo que debe ser y hacer un católico para recuperar nuestra patria y nuestra independencia.  Nos referimos a Julio Steverlynck, a quien llamaremos de ahora en más (como gustaba que lo llamasen), Don Julio. Y pasó a la historia como Don Julio, por su andar campechano, su gorra campesina y sus modos aristocráticos pera la vez humildes y comprensivos con el pueblo trabajador.
 
Nació en Courtrai, Bélgica, un 4 de octubre de 1895, día que el santoral hace memoria del pobre de Asís.  Hijo de una familia noble belga, llevaría esta impronta aristocrática hasta el día que el Señor lo llamara a testimoniar sus obras.  En 1914 fue voluntario en el ejército belga para combatir en la primera guerra mundial.  En 1924 se casó con Maria Alicia Gonnet, con quien tuvo y educó en la fe de siempre a dieciséis hijos.  Ese mismo año comenzaba su “aventura” industrial en nuestra patria, en Valentín Alsina, con Algodonera Sudamericana Flandria S.A.  Pasarían cuatro años antes de desembarcar en aquel pueblito próximo a Luján que levantaría de la nada con su empuje y con la doctrina católica sobre el trabajo y la propiedad.
 
Pero retrocedamos un poco en el tiempo.  En 1850 se radica en un punto intermedio, entre Luján y Mercedes, un español llamado José María Jáuregui.  Este hombre, que formó parte de la primera junta vecinal de Luján, fundó un Molino de granos, y realizó algunas obras en la zona.  Volvió a su tierra tiempo después y nos dejó aquí a su hijo Vicente, que fue intendente de Luján en 1896.  Hombre politiquero ligado a las ideas mitristas.  Retengamos este  dato, pues veremos qué “importante” es más adelante.
 
Como dijimos arriba, nada había en esa zona hasta 1928; ese año un industrial belga llegaría al lugar y trasformaría el pueblo de tal manera que sólo puede inteligirse a la luz de la Providencia.
 
Sus ideas eran sencillas: aplicar la encíclica “Rerum Novarum” y el distributismo económico del que habían hablado Chesterton y Belloc.  A eso dedicó su vida y esa fue su gran empresa.  Contemos sintéticamente cómo y qué hizo para que Villa Flandria fuera un pueblo-industria.


SUS EMPRESAS

En 1928 adquirió las tierras del molino Jáuregui y comenzó a edificar su empresa.  No había caminos ni servicios, y los días de lluvia era imposible transitar.  Pero nada ni nadie, pueden detener a un hombre que confía en Dios, y vive de acuerdo a sus mandamientos.
 
Don Julio quiso contar desde el principio con “socios” muy importantes. Éstos serían sus obreros, por ellos sentiría un afecto especial.  Diagramaría todo el tejido urbano en función del buen vivir material y espiritual de sus obreros. Los trabajadores recibían terrenos de 800 metros cuadrados donde podían construir sus casas con dinero que le facilitaban, a través de créditos, las empresas de Don Julio.  Esas empresas eran: Algodonera Flandria S.A, Linera Bonaerense y Fabril Linera.  Entre las tres llegarían a emplear a tres mil personas.
 
Don Julio defendía un esquema comunitario, más allá de la visión industrial. Podría haber ganado muchísimo más dinero, pero no lo hizo; en función del crecimiento del pueblo y del bienestar de sus pobladores.  Cada casa de un obrero tenía un lugar para criar gallinas, una quinta y un espacio destinado a plantar frutales. Todo obrero era dueño de su propiedad. Y ¡qué importante era esto en la década del ’30 o el ’40! Este accionar de Don Julio fue calificado por el liberalismo como paternalista; pero cabe aclarar que este “paternalismo” era muy laxo, pues los obreros tenían completa libertad de acción.
 
Don Julio aplicó una política empresarial sin precedentes para la época, basada como dijimos, en la doctrina católica.  En el Museo de la fábrica puede leerse lo siguiente: “la política empresarial de Don Julio se inspiraba en el catolicismo social de la «Rerum Novarum»”. Esto significa ofrecer condiciones de trabajo que, antes del peronismo, eran distintivas: salarios elevados, vacaciones, ocho horas diarias, premio por nacimiento de hijo, licencia por casamiento y créditos para lotes, viviendas y bicicletas, además de la atención en salud”. En los mismos años vivía y saqueaba a la Argentina un personaje funesto del liberalismo: Robustiniano Patrón Costas. Y no hay más comentarios.

Volvamos a Don Julio. Algodonera Flandria fue una empresa textil que realizaba todos los procesos inherentes a este tipo de industria.  Pero sus empresas lineras fueron pioneras en la explotación industrial de este producto. Don Julio planeó este proyecto con ideas que venían de su familia, que se dedicaba al lino enBélgica. Varias cosechas debieron pasar hasta que en 1941 Linera Fabril comenzara a producir industrialmente el lino. Era una producción integrada única en nuestro país, es decir, el proceso comenzaba con la plantación del lino y culminaba con su transformación en producto. Esto llevó a Don Julio a construir canales de riego, puentes, una represa e infinidad de obras en el lugar. Vale decir también que en las empresas de Don Julio los obreros trabajaban entre treinta y cuarenta años, jubilándose en las mismas; con lo cual el grado de compromiso y amor por la fábrica era destacable.
 
Las empresas de Don Julio gozaron de excelente salud hasta el Proceso, luego fueron arrinconadas por el alfonsinismo, y, finalmente, cerraron sus puertas en 1995. Sobrevivieron a grandes inundaciones, al sindicalismo peronista y a muchas adversidades más; pero no pudieron contra los politiqueros demócratas, a los cuales les resulta fácil destruir pero les resulta imposible construir.


SUS OBRAS

En síntesis describimos las empresas y la visión industrial de Don Julio.  Ahora hablemos de sus obras para el desarrollo del pueblo.  Don Julio detectó que los obreros preferían el boliche luego del trabajo, puesto que no había otras distracciones o esparcimientos en el lugar.  Como buen “padre” de familia, buscó la virtud de sus “hijos”; por lo que fomentó la construcción de la parroquia, de clubes y otras entidades.  Aportaba de la empresa el doble de dinero de lo que cada proyecto necesitaba.  Fomentaba también el compre local, y ayudaba a cada obrero que quería independizarse y realizar su propio negocio.
 
Entre las obras que realizó directamente o apoyó Don Julio estuvieron se cuentan las siguientes:
 
— En 1929, José Penadez termina la construcción de la primera casa con ayuda de la fábrica.  Cientos de viviendas le seguirían.
 
— En 1930 se levanta el edificio de la futura parroquia San Luis Gonzaga.  Cabe recordar que el pueblo no tenía parroquia, y los pobladores debían asistir a los servicios religiosos en Luján.  La enseñanza religiosa para las comuniones se impartía en la casa de Don Julio, la estancia “Santa Elena”, a cargo de su esposa María Alicia Gonnet y Teresa D’Ariste de Estrugamou, otra belga que vivía en el pueblo.  Fue declarada parroquia en 1936, y su primer párroco fue el Padre Miguel Inglés, sacerdote español proveniente de la Cruzada.  La parroquia fue saqueada en 1955 por las hordas peronistas, pero poco tiempo después se recuperó y siguió adelante con su labor apostólica.
 
— En el año 1934 aparece el primer ejemplar de la revista “El Telar” y expresa su línea editorial: Dios, Patria, Hogar, Paz y Trabajo.  Nace junto a esta publicación la asociación “Rinconcito de la Tierra”, donde se enseñaba a la gente sobre plantación de árboles y paisajismo.
 
— En 1937 se funda el Club ciclista El Pedal, con bicicletas traídas de Europa por Don Julio.  Sería ésta una gran actividad en el pueblo.
 
— En 1939 abre sus puertas el Club náutico El Timón.  Lugar de donde salieron grandes deportistas del remo y la natación.  Un club que tenía, entre otras cosas, una pileta olímpica climatizada con la caldera de Linera Fabril.  Los terrenos y el dinero fueron cedidos por Don Julio.
 
— En 1946 se funda el Círculo de Obreros Católicos, y en 1947 se inaugura la sala de primeros auxilios; que luego, en 1966, sería la clínica y maternidad San José Obrero, que funciona hasta nuestros días.  Es imposible no resaltar lo siguiente: por cada nuevo socio que se sumaba al círculo, Don Julio pagaba al establecimiento dos cuotas.  La misión del círculo era recuperar el espíritu religioso de los obreros alejándolos, por supuesto, del siniestro materialismo marxista.  Además de preocuparse por la salud de los obreros.
 
— Don Julio hizo construir el camposanto del pueblo, que recibió la aprobación en 1960.
 
— En 1961 nace el Colegio Inmaculada Concepción gracias a Don Julio. Fue una escuela de preparación espiritual e industrial, ya que allí se enseñaba los oficios para luego trabajar en la fábrica.  Los dos mejores promedios eran premiados para estudiar en la Universidad Obrera Nacional, devenida luego en la Universidad Tecnológica Nacional.  Una cosa más: la orientación técnico-textil comenzó en 1942 con el funcionamiento de talleres en el colegio, anticipándose en varios años a ley de Aprendizaje y Orientación Profesional del peronismo.
 
— En 1951 nació el grupo Scout “San Luis Gonzaga”, por iniciativa de Don Julio.
 
— Con el afán de promover la práctica de deportes entre los trabajadores, nació el Club Social y Deportivo Flandria en 1941.  Algodonera Flandria costeó la construcción del estadio y el complejo deportivo llamado Carlos V.  Este club existe en nuestros días y compite en la B Metropolitana.
 
— Con obreros de la Algodonera nació la banda musical “Rerum Novarum” que existe también hasta nuestros días.  Don Julio compraba todos los instrumentos y facilitaba las instalaciones para los ensayos de los obreros, luego de cumplir sus tareas en la fábrica.
 
— Don Julio promovió la creación del Circulo Criollo Martín Fierro, lugar que le habían solicitado varios obreros gauchos, que habían llegado para trabajar en sus fábricas.  Esta iniciativa nació en 1965.  El Círculo organiza la peregrinación anual de los gauchos a Luján, y en 1965 recibió a los reyes belgas que vinieron  a constatar la obras de su coterráneo.  El rey belga era Balduino, que abdicaría en 1990 por oponerse al aborto en su patria.
 
Construyó calles, plazas, y diseñó el aspecto urbano de Villa Flandria sur y norte. Don Julio hizo todo esto con el signo inequívoco del catolicismo, ya sea en las obras, ya sea en los nombres que ellas llevaban.  Tan diferente de las obras de los sedicentes católicos liberales… Incapaces de llamar a las cosas por su nombre.
 
Y hablando de nombres. En 1983, con la llegada de la democracia, desde la gestión municipal se inician acciones para cambiar el nombre de Villa Flandria y colocarle el nombre de… No acertó, querido lector.  No era el nombre de Julio Steverlynck, era el el nombre de Jáuregui. Aquel político liberal de ideas mitristas. Les agradecemos a los demócratas, pues una vez más demuestran su odio a la verdad y su ignorancia.  Las obras de Don Julio seguirán allí, les gusten o no.


SUS ANÉCDOTAS

Hay hechos que pintan de cuerpo entero a una persona. Resaltemos tres pequeñas anécdotas de Don Julio.
 
En los años posteriores a la llegada del peronismo al poder, la fábrica de Steverlynck se vio afectada por los problemas sindicales. ¿Pero si en esas fábricas las condiciones de trabajo eran mejores que en ninguna parte? No importaba. El sindicalismo peronista seguía las órdenes impartidas desde la Capital, y por primera vez se registraban paros en la Algodonera. Un día de paro forzado, Don Julio llamó al jefe de personal y le indicó lo siguiente: “Compre algunas pelotas de fútbol y asado para todo el turno”. De esa manera les hizo ver lo inútil que era hacerle un paro a alguien que estaba claramente de su lado.
 
Pero el plebeyismo peronista no lo entendía. En 1948 lo llamó Eva Perón. Se entrevistó con ella, y ésta palmeándole la pierna le dijo: “El General y yo nunca le vamos a perdonar una cosa Don Julio: que haya sido peronista antes de Perón”.
 
La segunda anécdota data de los años de 1955. En los tiempos previos al conflicto Perón-Iglesia, el Obispo de Mercedes Mons. Anunciado Serafín encargó la fabricación de nueve réplicas de la imagen de Nuestra Señora de Luján.  Siete de ellas se las llevaron extranjeros y dos quedaron en la Patria. Una en manos del Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Caggiano, y otra en manos de Don Julio en la estancia “Santa Elena”.
 
Cuando se produjo el ataque de los peronistas a las iglesias, el obispo Serafín temió por la Basílica de Luján y la imagen de nuestra Patrona. Le pidió a Don Julio la réplica y le entregó en custodia la imagen original. Finalmente nada sucedió. El secreto sólo lo conocían Don Julio y su esposa que durante la honrosa estadía hacían rezar el Rosario a sus hijos “para respetar y venerar a la Virgen”.  Nuestra Señora le habrá pagado con creces a él y a su esposa tanta fidelidad.
 
La última anécdota es corta.  Un ex administrativo decidió abandonar la empresa de Don Julio para comenzar con un emprendimiento personal. El día de la apertura, Don Julio agotó su stock, es decir, le compró toda la mercadería y la repartió entre la gente del pueblo que lo necesitaba. Igualito a nuestros empresarios…


SU MUERTE Y SU LEGADO

Podemos decir que Don Julio “comenzó a morir” en 1966 tras el accidente ferroviario que se llevó la vida de su esposa Maria Alicia Gonnet. Aquella gran mujer, madre ejemplar y catequista incansable fue llorada por todo el pueblo.
 
A pesar de ello, Don Julio siguió adelante con sus proyectos hasta que Dios lo llamo a la vida eterna un 23 de noviembre de 1975, hace ya 37 años. Este hombre de estirpe medieval y de la cristiandad más pura y gloriosa, acrecentó el Reino de Dios en pleno siglo XX, en un páramo de nuestra Patria, al cual convirtió en un pueblo pujante y cristiano. Siglo, decíamos, del comunismo horrendo y del capitalismo espantoso a los cuales combatió con las armas del catolicismo más autentico y tradicional.
 
Sus ochenta años fueron un servicio constante. Aprendió bien aquello de Jesucristo: “vine para servir y no para ser servido”. Seguramente estará en el Cielo con nuestros José Antonio, Genta, Sacheri, Meinvielle, Ezcurra, Castellani y el otro gran belga: León Degrelle.
 
Así reflejaban su muerte los diarios de entonces: “Fue una personalidad polifacética, recia, emprendedora, creadora, dinámica, y de una extraordinaria humildad y mansedumbre, en lo que por sobre todas las cosas campeó su señorío, su hidalguía y su hombría de bien. Su larga y fecunda vida se apagó en contados minutos. Entregando su alma al Señor con la misma serenidad con la que había vivido”.
 
Sus restos mortales descansaran en su querida Villa Flandria, en el cementerio local, una de sus tantas obras y donaciones. Según sus deseos, fue cubierto su cuerpo con la túnica de los Caballeros de la Orden del Santo Sepulcro, prendida en el pecho la Cruz de Guerra, y su féretro con tierra argentina y flamenca, que había traído especialmente en el último viaje que realizara a su país natal.
 
Resta a nosotros seguir el ejemplo de los héroes y de los santos como nos enseñaron y nos enseñan los maestros del Nacionalismo Católico.  Don Julio, como hombre superior que fue, puede ser inscripto sin dudas entre estos arquetipos. Pidamos a Dios y a Nuestra Señora de Luján que nosotros recojamos sus banderas y sigamos combatiendo sin pausa y con ánimo. Como Don Julio, que primero rezaba y contemplaba y luego actuaba. Dios nos permita ser contemplativos, para luego ser buenos hombres de acción.

Carlos José Díaz

PS: A quienes deseen ampliar el conocimiento de esta personalidad, sugerimos la lectura de: Sebastián Stupenengo: “Hecho en Flandria.  Jáuregui, el pueblo-industria de Luján”, Buenos Aires, Epyca, 2008.