jueves, 11 de junio de 2009

Certidumbres


TOTALITARISMO

La certidumbre que me ha ido ganando en estos últimos años, teniendo en cuenta los dieciséis que contaba con ocasión del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, es que desde “el retorno de la democracia” hasta aquí, el discurso que explica las causas y las características del golpe militar se ha convertido en un discurso de un solo color.

Se trata del posicionamiento dogmático y totalitario de un pensamiento hegemónico consistente en afirmar, entre otras cosas, que las Fuerzas Armadas de la Nación, de la noche a la mañana, se apoderaron del poder político y económico y se dedicaron irracionalmente a arrasar a la mayoría de los habitantes de este país. Desde el discurso oficial, con la complicidad de la oposición partidaria, se induce a pensar las cosas de tal modo que pareciese que no hubiera habido ningún antecedente capaz de justificar tamaño “genocidio” y “terrorismo de Estado” excepto la maldad y la vesania propias de militares mesiánicos.

Por cierto que las premisas de la acción política del Proceso son condenables, pero a causa de una paradoja que suele ser difícil de admitir. En verdad, uno de los objetivos del llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, propuesto por la Junta Militar, se ordenaba a dotar a la Nación de “una democracia moderna, estable y pluralista”.

Sin embargo, por otra parte, practicaba actos de un descalabro ético que nadie en su recto juicio debe pasar por alto. Tampoco es posible pasar por alto el hecho de que el Proceso, en su política económica, continuó y acentuó un modelo de dependencia que agudizó la crisis y fertilizó el terreno para las penurias y males económicos que hoy padecemos.

Todo esto ha sido dicho por hombres patriotas y cabales. Con todo, la izquierda en general suele rechazar al Proceso por razones bien distintas, queriendo hacernos creer que no hubo en los ’70 una dura acción militarizada contra la Nación. ¿Acaso puede pensarse que es inocente la deliberada omisión en el discurso presidencial de la actividad específica de los grupos guerrilleros marxistas-leninistas, trotzkistas, representados por la izquierda peronista radicalizada de Montoneros, por una parte, y del ERP-22 de agosto, entre otros, en la gestación y consecución de la guerra revolucionaria que venía teniendo lugar en nuestra Patria aún antes de los ’70?

La verdad es que la auténtica memoria argentina de los hechos sucedidos en los ’70 ha sido devastada mediante un proceso de desfiguración a designio de las causas, de los actores y de las consecuencias de aquella guerra que, finalmente, ha provocado un cuadro monocromático y monotemático.

El segundo balance que hago de esta prejuiciosa conmemoración de los treinta años del golpe es que la dirigencia argentina en general sigue negándonos el pasado y, peor aún, hipotecándonos el futuro.

La funesta raíz de dicha desfiguración histórica consiste en la ideologización marxista de lo que fue la historia de los setenta. En efecto, muchos de aquellos militantes que estuvieron dispuestos a matar y a morir por la instauración de la experiencia castrista en Argentina —comenzando por el mismo “Che” Guevara— se han “convertido” hoy en muchachitos idealistas y románticos que no querían sino “make love and not war”.

Es sorprendente pensar que desde 1983 una propaganda tan homogénea y sistemática haya operado tan milagrosa metamorfosis. Pero hay un pecado que se comete también de cara al futuro cual es el de crear un “sentido común” indiscutible en torno a estos mitos. Es decir, un puñado de verdades, creencias y símbolos que ya nadie podrá discutir jamás. Si viviera Antonio Gramsci se quedaría apabullado de ver lo bien que han trabajado sus discípulos y compañeros de ruta argentinos.

En verdad, esta insensata tergiversación histórica hipoteca las conciencias de miles de adolescentes y chicos que, incapaces de inteligir otro pasado que no sea el “oficial”, serán incapaces también de pensar y armar las bases de una sociedad ordenada al bien común político anclada en las raíces históricas hispanas y cristianas de nuestra tierra.

A la vista de los actos públicos, de las reivindicaciones parcializadas y de los resentimientos crónicos que mandan “juicio y castigo” y no toleran “ni olvido, ni perdón”, la memoria histórica de las izquierdas —comenzando por la del Sr. Presidente, su señora esposa y equipo de gobierno— está bastante deteriorada. Me atrevería a afirmar que está en estado terminal: es una memoria deficitaria que tiene más los vicios de la demencia senil que la esperanza de una memoria de niño, de la cual se puede esperar con confianza y paciencia que sea educada, rectificando sanamente sus limitaciones y errores. Por lo que concierne a la verdad, los propósitos ocultos y también los confesables de la izquierda poco tienen que ver con esa virtud fuerte de hombres enteros.

Y por último, y puesto que se trata de una memoria fallida y de una caricatura grotesca de la verdad; por estas dos razones, esta conmemoración consiste en una agresión grave y gratuita contra la magna virtud de la justicia.

Más bien existe lo contrario, a saber, una flagrante injusticia cometida contra la Nación, contra sus habitantes y contra el bien común natural que es el objetivo ético y político del que gobierna para bien de sus connacionales.

Al fin de cuentas, y por si hiciese falta alguna prueba más, no es esta sino la confirmación más dramática de la ilegitimidad de fondo que definen tanto a este gobierno como a las izquierdas secuaces que lo sostienen con su apoyo y adhesión irrestricta. Y si se me permitiera una última palabra, diría que hablo aquí de izquierda totalitaria no porque me preocupe el signo antidemocrático de las izquierdas todas. Me preocupa lo que es esencial para definir a este enemigo avieso. Pues, en verdad, la izquierda es, ante todo y siempre, antinacional y anticatólica.

Ernesto R. Alonso

miércoles, 10 de junio de 2009

Por la reconquista


MALVINAS ARGENTINAS



Un video de
VANGUARDIA
de la Juventud Nacionalista

lunes, 8 de junio de 2009

Testigo de cargo


LA “ESTUPIDEZ
DEMOCRÁTICA”


No lo digo yo, que soy un catoniponazifascifalangista impenitente. Lo dice “Mesié” Nicolás Tenzer, que pertenece al “Centre d’etude et de reflexion pour l’action politique” y es, además, director de “Le Banquet” (que no se qué es, pero suena importante).

En efecto, en el diario “Clarín” de hace un tiempo este señor demuestra —bajo el mismo título que uso para esta notícula— que en las instituciones educativas francesas se lee mucho a Tocqueville. Todo el artículo, muy bien armado (con esa claridad que tienen los franceses cuando la tienen) es una glosa de Tocqueville y de sus advertencias “sobre los peligros que conlleva la democracia”.

La argumentación se puede sintetizar así:

1) El “poder social” que hay en una democracia ejerce una gran presión sobre todos los ciudadanos;

2) Ese poder social crea un conformismo que induce a la apatía y a la visión de corto plazo;

3) Un buen sistema educativo, con énfasis en literatura, historia y filosofía, puede luchar contra la “estupidez democrática”;

4) Pero el impedimento son los medios masivos, con su tendencia a cultivar la superficialidad y la diversión. Hasta aquí Maitre Tenzer.

Sucede que lo que no agrega este culto polígrafo es que la educación actual pone el énfasis en el conocimiento científico y en las técnicas y habilidades para ganarse la vida y concede espacios miserables a las humanidades que él —y Tocqueville— consideran indispensables para eludir la estupidez democrática. Es más, lo poco que hay de literatura e historia queda insumido en unas “Ciencias sociales”, que son el pretexto para analizar desde afuera, con criterios supuestamente científicos, esas disciplinas.

Por eso los cuerpos electorales se asemejan cada vez más a piaras que mastican su condumio atentas solamente a que el suministro no se interrumpa. Por eso estamos asistiendo a la posibilidad de que el jefe de la banda de ladrones sea reelecto. A muy pocos les molesta que robe (“roban, pero hacen”) o que haya hecho polvo las instituciones de la República que dicen amar. O que haya desmoralizado y destrozado las instituciones armadas. Mientras siga llegando con regularidad el pienso, todo lo demás es secundario.

¿Se ve más o menos por dónde coincidimos en el diagnóstico de estupidez el que suscribe y el director de “Le Banquet”?

Aníbal D'Ángelo Rodríguez

domingo, 7 de junio de 2009

La Santísima Trinidad


¿CÓMO PUEDE CONCEBIRSE
UNA NATURALEZA ÚNICA
POSEÍDA POR TRES PERSONAS?

Respondemos:

1. No debemos creer que la mente humana pueda comprender y explicar la divinidad, porque lo finito no puede agotar lo infinito, y es claro —para el que admite a Dios— que en Él tiene que haber misterios para nuestra razón, la contradicción y el absurdo no pueden existir ni en Dios ni en los seres; pero el misterio, o sea la oscuridad, es demasiado evidente que existe para nuestra pequeña inteligencia.

Dios es el Ser Infinito por esencia; y nosotros, cuando hablamos de Dios o expresamos los misterios de su vida íntima, disgregamos necesariamente lo que en Él se halla unido y formulamos varias proposiciones, como por ejemplo: “En Dios hay una sola naturaleza. En Dios hay tres Personas. El Padre engendra al Hijo. Del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo”.

“A este propósito —escribe el Cardenal Newman— así como nosotros no estamos en condiciones de abarcar con una sola mirada todas las estrellas del firmamento, sino que para ello tenemos que volvernos ora a oriente, ora a occidente, de nuevo a oriente, mirando primero una constelación y después otra, y perdiendo de vista a una y otra para mirar a una tercera; así, cuando fijamos la mirada en el cielo de Dios, en su esencia, conocemos una u otra verdad en particular acerca de Él, pero no podemos captar, con un solo acto de nuestro espíritu, la síntesis de esas verdades de una realidad única. Aun más. Si dividimos un rayo de luz en la multiplicidad de colores de que se compone, cada uno de estos colores es ciertamente bello y agrada; pero si se trata de unirlos, quizás no se logre sino producir un blanco grisáceo. La luz pura e invisible sólo es vista por los afortunados habitantes del cielo; acá abajo no tenemos más que simples reflejos, como la que atraviesa un medio traslúcido”.


2. Aun sin tener la necia pretensión de comprender y explicar la Trinidad, podemos, no obstante, tener una pálida idea de la única naturaleza, poseída por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo, de manera que las tres Divinas Personas sean distintas, pero no separadas entre sí, y, aun siendo Dios cada una de ellas, no sean tres dioses, sino un solo Dios.

Desde San Agustín hasta Santo Tomás, desde Lacordaire a Monsabré, todos han buscado un reflejo de la Trinidad en el alma humana, ya que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.


Dios —así discurren los teólogos— es un Espíritu. De donde, su primer acto es el pensamiento. Pero, a diferencia del pensamiento de los seres finitos, que es múltiple, accidental, imperfecto y que por lo mismo nace y muere a cada instante, en Dios —cuya actividad es infinita y perfecta— el espíritu engendra en un instante un Pensamiento igual a Él mismo, que lo representa todo entero sin que necesite un segundo pensamiento, puesto que el primero ya ha agotado el abismo de las cosas cognoscibles, equivale a decir, el abismo de lo infinito.


“Este pensamiento único y absoluto, primero y último nacido del espíritu de Dios —continúa Lacordaire— permanece eternamente en su presencia como una representación exacta de sí mismo, o, para usar del lenguaje de los Libros Santos, como su imagen, el esplendor de su gloria y la figura de su substancia. Él es su Palabra, su Verbo interior, como nuestro pensamiento es nuestra palabra y nuestro verbo, pero es, a diferencia del nuestro, el Verbo perfecto y dice todo a Dios en una sola Palabra, lo dice siempre sin repetirse nunca, como San Juan lo había oído en el cielo, al comenzar de esta manera su evangelio sublime: «En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios». Y como en el hombre es distinto el pensamiento del espíritu, sin que estén separados, así en Dios es distinto el pensamiento, sin estar separado del Espíritu Divino que lo engendra. El Verbo es consubstancial al Padre, de acuerdo a la expresión del Concilio de Nicea, que no es más que la enérgica expresión de la verdad”.


He ahí al Padre y al Hijo en la Naturaleza Divina; he ahí el significado de las palabras: “el Hijo es engendrado por el Padre”, es su Pensamiento eterno, substancial. He ahí la unidad en la distinción, y la distinción en la unidad. He ahí las dos primeras Personas.


Mas esto no basta. Tampoco en nosotros la generación del pensamiento es el término en que se detiene nuestra vida espiritual.


Cuando hemos pensado, se produce en nosotros un segundo acto: el Amor, que nos arrastra, nos empuja hacia el objeto conocido; y en nosotros el amor, aun siendo distinto del espíritu y del pensamiento, procede, sin embargo, de entrambos y forma una sola cosa con ellos. Es lo que acontece en Dios. De las relaciones entre Dios y su Pensamiento eterno resulta el Amor, con el cual se aman las dos primeras Personas y este Amor infinito, perfecto, substancial entre el Padre y el Hijo, se llama el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, es distinto de Ellos, y sin embargo, es un solo Dios con Ellos.


Las personas en Dios no son otra cosa que las relaciones subsistentes mutuas entre Dios, su Pensamiento y su Amor (no comunes a dos Personas, como la espiración propia del Padre y del Hijo respecto al Espíritu Santo).


Por consiguiente, no sólo el Padre, sino también el Hijo es Dios, porque el Pensamiento de Dios se identifica con Dios; lo mismo debe decirse del Espíritu Santo, porque el Amor eterno de Dios es Dios mismo; y, sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios. Se entiende, por lo demás, que el Padre que engendra, no es el Hijo engendrado, ni el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, como de único principio; engendrar, ser engendrado y proceder por vía de amor, son tres propiedades diferentes y no confundibles.


Pero —dejando aparte estas propiedades y relaciones— todo es común a las tres Personas: la Naturaleza Divina y, por consiguiente, la inteligencia, la voluntad, la potencia, la majestad y las operaciones al exterior de su vida íntima, tanto en el mundo de la materia, como en el mundo del alma.


Sólo por apropiación se atribuyen al Padre las obras de la potencia, al Hijo las de la sabiduría y al Espíritu Santo las obras de la santificación; esto es, solamente para recordar más fácilmente las propiedades personales del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, para honrar de ese modo y adorar a las tres Divinas Personas.


Monseñor F. Olgiati
(tomado de su libro “El Silabario del Cristianismo”)

sábado, 6 de junio de 2009

Poesía que promete


POEMA DE LA
ANTIGÜEDAD DE ESPAÑA


(Un tanque ruso en Castilla)

Los tanques rusos, nieves de Siberia
sobre estos nobles campos españoles.
¿Qué puede la amapola contra sus frías grasas?
¿Qué el álamo del río, a su furor, opone?

Teníamos aún, bueyes y arados de madera
Castilla no es científica; no surge en sus terrones
la fábrica; su arcilla produce como Atenas
teogonías y olivos, batallas, reyes, dioses…

Para ganar a España, hay que decir, cual Cristo
“Mi Reino es de otro mundo”; no levantar las hoces
ni prometer al cuerpo Paraísos terrenales
porque en España surgen de los sepulcros voces.

Y hay un destino claro, colgado de los cielos
porque hay genealogía, estirpe, y oraciones
porque el niño que nace, ya tiene dos mil años
y mandan, con un gesto de reyes, sus pastores.

Venid, carros de Rusia, difícil mecanismo:
animales sin sangre, sin hembra, y sin sudores
con un poco de fuego, como quien quema a un árbol
sobre los rectos surcos, os quedaréis inmóviles.

Y os cubrirá la tierra, la lluvia, las hormigas;
la alondra de los cielos, las campesinas flores.
Y mientras vuestra herrumbre retorna a ser paisaje
vuelve a llenar de Santos, Castilla, su horizonte.

Agustín de Foxá
Conde de Foxá

viernes, 5 de junio de 2009

Respuesta a “Página/12”


ANDAHAZI ANDA ASÍ

Tarde me entero –por un amigo penitente a quien duro castigó el confesor obligándolo a leer el Boletín Oficial- que en su edición del pasado 31 de mayo, “Página/12” dedicó un par de notejas a inciensar a Federico Andahazi, condenando a la par a quienes, como en mi caso, osamos desenmascarar el estropicio histórico cometido por el priápico personaje.

La primera de las toscas gacetillas la firma una dama, Silvina Friera, quien inesperadamente me elogia llamándome “célebre por impulsar protestas contra la muestra de León Ferrari en Recoleta” y “director de la revista nazi Cabildo”. Mientras se sobresalta porque el blog Santa Iglesia Militante —uno de los tantísimos sitios que recogió mi refutación al agravio de Andahazi— utiliza un “subtitulado de manera tremebunda con el leimotiv «peregrinos en combate»”.

En efecto, Silvina. Como todo católico coherente impulsé e impulsaré protestas contra quienes se autoproclaman blasfemos y agresores de la Fe que profeso; y Cabildo es tan “nazi” como “Página/12” podría ser staliniana, moscovita o maoísta. Existiendo el derecho a la opción ideológica, no rectificaré aquí la que imbécilmente se me endilga, porque sería perder el tiempo y la dignidad, según no periclitada afirmación de Anzoátegui. En cuanto a la tremebundez de proclamarse peregrinos y en combate, no debería resultarle tal a quien coopera en un medio consagrado a la apología constante de quienes también han elegido la batalla, no ciertamente con el místico sayo de peregrinos sino con el sangriento uniforme de los partisanos marxistas.

Como se advierte, aquí empieza y termina toda la respuesta de la Friera a mis refutaciones históricas: en la nada.

La segunda gacetilla es aún de menor monta, si cabe, y lo tiene al mismo Andahazi por desopilante vocero. “Agitando un puñado de páginas impresas tituladas El porno-cipayismo de Federico Andahazi, escritas por Antonio Caponnetto”, dice el interesado: “Este panfleto es una suerte de desagravio a Rosas con argumentos en los que ni siquiera discuten con el progresismo o con la revolución francesa. Estos tipos son medievales, proclaman Tierra Santa ni judía ni musulmana; ésa es la discusión que sostienen. Antonio Caponnetto, que firma este panfleto, es el mismo que organizó los destrozos a la muestra de León Ferrari”.

Así anda Andahazi; pifiándole a la sintaxis, a la lógica y al derecho positivo vigente.

Si a lo primero, porque enredando los sujetos, ora en singular, ora en plural,entremezcla también los verbos, sin atinarse a saber si se refiere a mi persona o a las de quienes perteneceríamos a la misma especie. Maravillas idiomáticas de esta pluma meteca, como he dado en llamarla.

De la lógica todo ha sido violado, cayéndose en el terreno de los más pueriles sofismas. En la ignorantia elenchi o cambio de asunto, por lo pronto. Pues nunca se entenderá qué tiene que ver la prolija refutación que he hecho de la canallesca comparanza Rosas-Fritzl con la proclamación de Tierra Santa o la discusión con la Revolución Francesa. Huérfano de cualquier posibilidad de rebatir las razones, los criterios, las citas bibliográficas, los documentos y concretos datos que le he ofrecido en mi réplica; impotente ante el peso de los hechos incontrastables, nuestro módico Drácula nativo opta por fugarse de la cuestión central. Truco viejo y vil, acompañado de otra argucia de manual: la falacia ad hominem sumada a la llamada ad metum. En virtud de ambas, ya no es el punto en debate el que se analiza —en este caso, insisto, la comparación afrentosa entre Rosas y Fritzl— sino el adversario el que se descalifica, y el temor a su persona e ideas el que se agita como una sombra.

¡Cuidado con los medievalistas que no quieren discutir con el progresismo!, parece decirnos Andahazi. Mientras rehuye discutir con quien le ha probado sus yerros, y mientras brutalmente ignora que el medioevo y la disputatio son sinónimos.

Sin propiedad lingüística ni lógica arguyente, el proctólogo de la historiografía patria trasgrede asimismo el Código Penal, incurriendo en la vulgar calumnia, toda vez que irresponsablemente me declara el “organizador de los destrozos a la muestra de León Ferrari”. Exabruptalmente, con la misma mistificación temporo-espacial, conceptual y moral con que elabora sus libros.

Andahazi anda así por la vida, por la historia y por las letras. Sin ciencia, sin valentía, sin logicidad y sin ética.

El héroe al que intenta ensuciar con su mirada torva y gibosa —en una mostrenca reedición del fantasma de Tersites— andaba señorialmente ecuestre, varonilmente soberano, enarbolando estrellas federales y clavando cadenas en los ríos argentinos para impedir el atropello de la extranjería invasora.

El que así andaba mereció como tributo el sable corvo del General San Martín. El andahazi, el teclado gorrino de una ignorante escriba bolchevique.

Porque no es ni puede ser lo mismo protagonizar y percibir la historia como nostalgia de Dios, al buen decir de Van der Meer; que sólo encararla y olerla, según lo estampara Augier, como nostalgia de la porquería.

Antonio Caponnetto

jueves, 4 de junio de 2009

Religiosas


ESTERILIDAD, ¿PROVOCADA?

Extraño en verdad es el mapa de las devociones populares argentinas. Me refiero a las de sentido más o menos religioso, y no a las idolatrías de los fanáticos del futbol, de la democracia o de los astros de TV. Nadie tan venerado como la Santísima Virgen: Itatí, del Valle de Catamarca, de la Merced tucumana, Luján, del Rosario, del Milagro, de San Nicolás, etc. Innegablemente difundidas, las grutitas botelleras de la Difunta Correa y, últimamente, la proliferación de banderas rojas por el Gauchito Gil, y otros por el estilo, únicos personajes criollos en el devocionario. No hay Santos de verdad, locales. ¿Qué Iglesia próxima a los quinientos años no ha producido ni un Santo canonizado?

Un pueblo entra en la Historia —la única historia real: la Historia de la Salvación—, cuando recibe a Jesucristo, Señor de la Historia. En la era cristiana, entra cuando Cristo se hace realmente presente en la Eucaristía celebrada en el territorio patrio. Me parece que Solís, en 1516, no alcanzó a hacer celebrar la Santa Misa; seguramente con Magallanes, en la invernada de 1520, Nuestro Señor tocó tierra argentina; y con capilla y capellanes conocidos, en 1526, se afincó con Gaboto en Sancti Spiritus. La llegada del Señor de la Historia en la Eucaristía es la fecha de nacimiento histórico de la Patria, aunque los no argentinos crean que no tenemos doscientos años todavía.

Poco después de los capellanes militares y de los misioneros, llega la Jerarquía, perfeccionando a la Iglesia; y, junto con las Armas, estructurando la columna vertebral de la constitución real de la Nación. En alrededor de quinientos años, muchos héroes y ningún Santo canonizado, que sea nacido, educado y muerto en Argentina. ¿Iglesia estéril? Hay procesos en marcha, aunque algunos, como el de Esquiú, pueda tropezar y vacilar por el apoyo circunstancial que dio a una constitución descristianizadora de la Patria, aunque después, él mismo haya lamentado y criticado las consecuencias históricas del error —corrección a veces olvidada por muchos de sus hermanos—. Esa dificultad se debe a que parece menos complicado verificar la santidad privada que la de la vida pública. Es más fácil instruir el proceso canónico para el miembro de una comunidad religiosa, dada la minuciosa observación de sus costumbres que suele practicarse en la intimidad de esas comunidades, abundante en testimonios directos. Mientras que para un ama de casa, o un padre de familia, sin congregaciones ni autoridades interesadas en impulsar la causa, debe ser mucho más difícil reunir pruebas. Por eso, debemos suponer que, en casi cinco siglos, muchos han ido al cielo, aunque no haya sido investigada su santidad.

Las que se han demostrado más fáciles y directas, son las causas por martirio. Así, las de los Mártires Rioplatenses —San Roque González, San Alonso Rodríguez y San Juan del Castillo—, aunque lentamente, prosperaron. Con criterios de división política anacrónicos, se considera paraguayo a San Roque, pese a que entonces el Río de la Plata era todo uno. Juan Pablo II, en el nº 37 de “Tertio millennio adveniente”, recomendaba respecto de las causas por martirio: “En nuestro siglo han vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, casi «militi ignoti» de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia sus testimonios… es preciso que las Iglesias locales hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido martirio, recogiendo para ello la documentación necesaria”.

Efectivamente, la Iglesia Mexicana, hostilizada y perseguida por la democracia atea y sanguinaria, supo reunir y promover lo necesario para la beatificación de muchos Mártires Cristeros. También lo hizo la Iglesia Española, aunque bajo la protección de la Dictadura, para que ahora estén siendo canonizados o beatificados algunos de los miles de mártires asesinados por otra de esas democracias, tan constitucionales cuanto genocidas; entre ellos, San Héctor Valdivielso, argentino de nacimiento, pero mártir español.

En Argentina, el tema de los martirios es muy complicado, porque casi siempre los mártires han sido víctimas de los gobiernos o de las ideologías gobernantes. Cuando el liberalismo hacía la guerra para imponer a sangre y fuego un simulacro yankee o masónico de constitución extranjera, muchas de las víctimas, que cayeron bajo la bandera de “Religión o Muerte”, fueron considerados muertos políticos, ignorando el carácter doctrinal y religioso de las diferencias en conflicto. Y parece que así conviene seguir considerándolos, desde Anás y Caifás, que recomendaban la muerte de un Hombre por todo el Pueblo, para no disgustar a los políticos. Cuando los jerarcas religiosos están más comprometidos con los Gobernantes que con Dios, los mártires de las persecuciones no pueden ser reconocidos como propios, ni menos canonizados. Y bueno: no será el discípulo mayor que el Maestro.

Lamentablemente, todavía no hemos sido convocados por la Jerarquía argentina para testificar en los procesos que, a solicitud del Papa Juan Pablo II, han de haberse iniciado por tantos asesinatos de católicos militantes a manos de liberales y de guerrilleros marxistas. Lo que complica algunos de estos casos, concretamente los de Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Saccheri, es que los mismos asesinos (que hoy gobiernan, por sí o por sus camaradas terroristas), dejaron documentado el odio a Cristo por el cual los mataron, y que define formalmente al martirio. Pero temo que estos testimonios hayan sido olvidados, en medio de las dificultades de la hora presente.

Debe recordarse que, en la misma Europa, a sesenta años de la victoria de los invasores norteamericanos, y bajo la ininterrumpida ocupación, aunque sea a través de sus delegaciones (o “democracias” a imagen y semejanza yankee);aún hoy digo, es más fácil el proceso de un Maximiliano Kolbe, víctima del nazismo, o de un Conde–Obispo von Galen, opositor a Hitler, que los de innumerables víctimas asesinadas por los Aliados invasores que acabaron con la cultura cristiana y la sustituyeron por este materialismo ateo que se usa. Si por los frutos conoceremos el árbol, los frutos de la invasión yankee–comunista a Europa, y su imitación entre nosotros, no son moralmente mejores que el nazismo. Calcúlese entonces, que si en aquella época era viable para un Obispo oponerse a Hitler, cuánto más dificil ha de ser hoy, enfrentar a la democracia constitucional argentina, que al nazismo. Cuánto más temible y terrorífico sería contrariar y quedar mal con quienes, si fueron delincuentes proscriptos en 1974, ahora son poderosos y gobiernan la Argentina, por sí o por sus colaboradores.

En la obra de teatro de T. S. Elliot “Asesinato en la Catedral”, el Santo Obispo Thomas Becket, durante la oración, recibe y rechaza tres tentaciones; y finalmente aparece una cuarta, que no esperaba: la tentación del Martirio. Y también la rechaza, purificando la intención; aunque el Señor le concede, en premio a la fortaleza con que enfrentó al Poder Político de Enrique II, el privilegio de un Martirio del que no se sentía digno. Pudiera ser que, en las profundidades del alma, más de un jerarca saduceo, haya querido rechazar el martirio, como Santo Thomas Becket, y rechazarlo sin disgustar a los gobernantes con propuestas de canonizar a mártires opositores y políticamente incorrectos, si es que no hay otros. Y entre nosotros, no ha de extrañar que la piedad popular de los más pobres, se vaya hacia la difuntita o el gauchito, a los mormones o testigos, a Maradona o a la nada.

Al fin y al cabo, pese a aquel pedido de Juan Pablo II, no podemos mostrarles ejemplos de santidad argentina, ni en la vida laical pública ni en la privada, ni siquiera el caso de algún obispo santo y mártir.

Edmundo Gelonch Villarino

miércoles, 3 de junio de 2009

Porno-cipayismo versión II


ANDAHAZI Y FRITZL

Amigos:

Hacia fines de abril —tal vez lo recuerden— escribí e hice circular, desde el blog de Cabildo, una nota titulada: “Desagravio a Rosas. El porno-cipayismo de Federico Andahazi”.

La misma tuvo una difusión inhabitual, y varios sitios digitales amigos la recogieron con generosidad que deseo agradecer.

En “Clarín” del 2 de junio, pág. 32, versión gráfica, y en el suplemento “Ñ” del mismo diario, versión digital, de la misma fecha, el periodista Juan Manuel Bordón publicó un articulo titulado “Critican a Andahazi por comparar a Rosas con el austríaco Fritzl”. En dicho artículo se menciona expresamente al mío, y en su conjunto —aunque no podamos suscribir todo lo que allí se dice— es un rotundo mentís al dislate de Andahazi.

En tales circunstancias me pareció atinente escribirle una carta al señor Bordón —a quien obviamente no conozco— con el propósito de agradecerle y de hacerle llegar algunas breves aclaraciones.

Reproduzco mi carta, y debajo la nota de Juan Manuel Bordón.

Un abrazo

En Cristo y en la Patria

Antonio Caponnetto

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Sr. Juan Manuel Bordón:

Leo su nota en “Clarín” de hoy, martes 2 de junio, titulada “Critican a Andahazi por comparar a Rosas con el austríaco Fritzl”.

En la misma, alude usted a la respuesta mía al susodicho Andahazi, y remite a “Santa Iglesia Militante” (santaiglesiamilitante. blogspot.com), uno de los tantos blogs que tuvieron la gentileza de reproducirla.

Ambas cosas le agradezco. El inhabitual anoticiamiento público de la réplica a un falsario, y la posibilidad de que el lector interesado pueda acudir al sitio donde la hallará completa.

Gratitud expresada, y sin retaceos, me permitirá algunas aclaraciones.

La primera,que me hago cargo de todos los argumentos históricos refutatorios del dislate de Andahazi, así como de cada una de las severas y duras palabras con que enjuicio su conducta, pero no lo he llamado “meteco, es decir extranjero”, como usted lo enuncia. He hablado en cambio, literalmente, de su “pluma meteca”, en alusión, no a su extranjería, sino a su condición advenediza y buscadora del lucro. A ambas acepciones me autoriza la legal polisemia del término meteco. Digo esto, como advertirá, no para atemperar mi destrato hacia el autor del agravio a Rosas, sino en defensa de tantos extranjeros que bien supieron honrar la memoria del héroe, por lo que no sería legítimo que en la ocasión usara yo la palabra con las negativas connotaciones que usted supone.

La segunda aclaración es sobre el juicio de Dora Barrancos que reproduce en su artículo, y según el cual la comparanza Rosas-Fritzl no sería aceptable “porque los significados de las épocas no son equivalentes”, debiéndose ser cuidadoso “con los valores relativos en relación al pasado”.

No es el supuesto relativismo semántico o axiológico el que impide la arbitraria similitud establecida por Andahazi, sino el más sencillo y concreto hecho de que ambas situaciones y personajes son diametralmente opuestos por su naturaleza, independientemente de “las épocas” en las que ocurrieron. Rosas es un viudo, convertido —con la anuencia de su amante— en inexcusable pecador contra el sexto mandamiento. Fritzl es un padre incestuoso, esclavista, monstruosamente torturador y depravado, cuya perversión excede los desafueros de las bragas para ingresar en los fueros de lo demoníaco. Cualesquieras fueran las épocas en que ambos casos sucedieran, las equivalencias no son posibles mientras disímil sea la sustancia que separa al uno del otro.

Aclaración y párrafo aparte merecen el comentario de Marcos Ribak, más conocido como Andrés Rivera. Le transcribe usted en su nota una opinión en la que declara: “Rosas, a mi juicio, mantenía la tradición española. No incursionaba en las carnes de sus hijas, pero sí en la de los sirvientes […] Es distinto a lo de ese nazi potencial que se acostaba con su hija”.

En la misma línea de Andahazi, con quien cree disentir, Ribak reduce la historiografía a la medición de las incursiones glandulares de los personajes del pasado, agregando en este caso un evidente apriorismo racista, de acuerdo con el cual, los españoles, fatalmente, se acostaban con sus sirvientas. Otros, investigando sesudamente durante años, han sabido cantar las glorias de la tradición hispana, en sus hombres y mujeres ejemplares. Ribak, con irresponsable desaprensión, prefiere conjeturar sobre la existencia de una fatal tradición incursionista en carnes vasallas. No es “humor cáustico”, como usted lo llama, Bordón. Es ánimo injurioso y procaz, sencillamente.

En cuanto a lo de “nazi potencial” aplicado al patógeno señor Fritzl, debe considerarse otro gratuito “incursionismo” de Ribak, ya no por las corporeidades de los sirvientes sino en el trillado mundo de los tópicos con que garantiza su cómoda inserción entre los dominios del pensamiento único. Verá por qué.

Descubierta que fuera la inmunda madriguera en que Fritzl tuvo encerrada a su hija y a su prole, algunas de las fotos morbosamente tomadas al lugar revelaron la presencia de ciertas simbologías religiosas hebreas. ¡Qué súbitos cadalsos no se levantarían si a la vista de estas imágenes alguien explicara al monstruo con categorías judías, o lo tildara de marxista potencial! Pero Ribak se asegura el festejo cursi y barato de la intelligentzia acusando al degenerado de nazi potencial. Es que para el autor de El farmer, como para todo novelista regiminoso, las palabras y los significados pueden violarse mientras presten el servicio de la captatio benevolentia a la ideología dominante de los políticamente correctos.

Gracias nuevamente, señor Bordón. Después de su nota, ya no es solamente el escriba Andahazi quien desnuda la endeblez de sus criterios históricos.

Cordialmente

Antonio Caponnetto

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Critican a Andahazi por comparar a Rosas con el austríaco Fritzl

Por Juan Manuel Bordón

En su último libro, Argentina con pecado concebida, el escritor Federico Andahazi habla de la vida sexual los próceres argentinos. El pasaje que le dedica a la relación entre Juan Manuel de Rosas y María Eugenia Castro (a la que define como su cautiva) y los paralelismos que estableció en varias entrevistas entre esa historia y la del austríaco Josef Fritzl (condenado a cadena perpetua por haber encerrado y violado durante 24 años a su hija) despertó la indignación de partidarios rosistas. En un artículo titulado “El porno cipayismo”, el director de la revista de derecha católica Cabildo, Antonio Caponetto, acusa a Andahazi de “propinar un agravio cobarde”.

Andahazi es un abonado a la polémica con los sectores católicos. Cuando ganó el premio de la fundación Fortabat con El anatomista, Amalia Lacroze de Fortabat se negó a que se publicara la obra por su alto contenido erótico. Ahora, las críticas (y ataques, ya que Caponetto combina los argumentos históricos con agravios como “meteco”, es decir, “extranjero”) llegan después de que rescatara en su último libro la historia de Eugenia Castro, hija de uno de los lugartenientes de Rosas que al morir la dejó al cuidado del Restaurador. Castro se convirtió en su criada, amante y madre de seis hijos que se le atribuían a él.

En su “Desagravio a Juan Manuel de Rosas” (se puede ver en: santaiglesiamilitante.blogspot.com), Caponetto asegura que aunque “pecaminosa”, la relación entre ambos fue “consciente, voluntaria y consentida”; además, niega que fuera una relación secreta, ya que aparecía hasta en la propaganda opositora, y asegura que “de prisionera tenía muy poco”, ya que compartían mesa, paseos y festejos en su casa.

Aunque muy lejos de la postura ideológica de Caponetto, Dora Barrancos (una de las historiadoras de las luchas sociales de las mujeres en la Argentina) asegura que si bien no leyó el libro de Andahazi ni sabía de la polémica, la historia de Castro y la hija de Fritzl no son equivalentes porque los significados de las épocas no son equivalentes. “De ninguna manera era una cautiva, Rosas era tan imperativo de carácter en sus deseos y tenía tal poder de manipulación que no necesitaba tener secuestrada a una persona en su casa. Hoy llamaríamos a eso una situación de sometimiento, pero amancebar a una criada era bastante común en la época. Eso no le quita severidad, pero hay que tener cuidado con los valores relativos en relación al pasado. Había sometimiento psicológico, pero no creo en la hipótesis el encarcelamiento”.

El escritor Andrés Rivera, que en su novela El farmer tomó a Rosas como protagonista, hace el mismo descargo: como no leyó el libro de Andahazi, no quiere polemizar con él. Al evocar la figura de Castro, hecha mano de su humor cáustico. “Ella fue lo que los antepasados de la mesa de enlace y los dueños de la Sociedad Rural llamaban una chinita: estaba allí para satisfacer sus apetitos”. Sin embargo, también distingue entre esa historia y la del austríaco. “Acá se habla de dos culturas, es distinto a lo de ese nazi potencial que se acostaba con su hija. Rosas, a mi juicio, mantenía la tradición española. No incursionaba en las carnes de sus hijas, pero sí en la de los sirvientes”.

martes, 2 de junio de 2009

Editoriales


OPONERSE ES UN DEBER

No deja de haber una cierta justicia inmanente en las airadas protestas del matrimonio gobernante contra la prensa y sus pendolistas. Descubridores de la pólvora recién cuando les estalla en las manos, los Kirchner acaban de conocer aquella verdad antigua que sintetizara el viejo La Fontaine: “todo periodista es tributario del maligno”. Pero aquí acaban las pingües o pingüinas razones que pudiéramos reconocerles a la colérica dupla, para tomar rápida ubicación en las antípodas del enojo oficial.

Porque debe decirse, en primer lugar, que la fatídica yunta carece completamente de toda autoridad para juzgar las falencias conceptuales o morales del periodismo. Hueros de toda educación genuina, huérfanos de sabiduría, ajenos a las raíces culturales clásicas, distantes de los hábitos de la reflexión y del estudio disciplinado, negados al ocio contemplativo y a grandes lecturas, no son sino la expresión abaratada de una clase política intelectualmente abyecta, tan indocta cuanto afrentosa. Si el Néstor no oculta su guaranguerismo, haciendo de su condición de zote una herramienta populachera y electoralista, la Cristina —que eligió al jumento para compartir tálamo y praxeología política— no sólo lo emparda sino que lo aventaja, precisamente porque procura disimular su iletrada existencia con eventuales citas de Chomsky o de Freud, al estilo de aquellos borregos sesentistas que fatigaban solapas por las librerías de la calle Corrientes. Cuando se aleja del solapeo puede confundir al Gral. Paz con José C. Paz y a Yrigoyen con Alvear. O salir del Museo del Prado, pero quedar extasiada con Picasso.

Dígase en segundo lugar que la llamada oposición de los medios —supuestamente grave por no haber sido votada, como si la veracidad de una impugnación dependiera del sufragio universal— no es oposición sustantiva y esencial. No sólo porque convalida al Régimen, sin cuestionar jamás su intrínseca ilegitimidad y pravedad interna, sino porque lo secunda y acompaña en su programa destructivo de la naturaleza y la cultura. Es trágica paradoja que el periódico más reiteradamente señalado hoy como enemigo del gobierno, resulta el mismo que publicita, promueve y alberga a los hechos y a los protagonistas más torvos del salvajismo espiritual dominante. Sin contar que desde sus páginas, hace ya tiempo, en plena portada y con carácter de nota rectora, Félix Luna escribía una repugnante justificación y alabanza de la guerrilla marxista instalada en la Casa Rosada, amonestando “a los asustadizos” que no saben respetar “la utopía” de aquella “generación diezmada”.

Sumemos una tercera objeción a la campaña antiperiodística del prepotente dúo. Y es que ella silencia la cantidad de alcahuetes con que cuenta el oficialismo, desparramados en un sinfín de expresiones multimediáticas que le son vergonzosamente afines y sumisas. Preséntanse los Kirchner como victimarios de una enemistad del cuarto poder, cuando la verdad es su contraria, no existiendo otra víctima más que la sociedad argentina, a manos de unos medios masivos abigarrados de proxenetas malignos y ordinarios. Medios masivos que, más allá de tal o cual disonancia en cuestiones subalternas, leguleyas o procedimentales, conforman el más uniformado montaje al servicio de la tiranía. Pero como lo propio del tirano es no soportar ni la presencia del prójimo, ni la del bien que pueda reclamar en justicia, agitándose rencoroso y sin sosiego contra cualquier atisbo de contrariedad que lo señale culpable, aquí y allá se moviliza el dedo acusador de los Kirchner.

En rigor, lo que no pueden soportar es que la realidad le pegue tan duro al ideologismo que los anima y los ciega. Y que el espejo no les devuelva las figuras que pactan en los quirófanos, sino los rostros desencajados e insultantes propios de las almas rastreras. La realidad es la inseguridad, el homicidio, el caos diario, la prostitución en las calles, la juventud envilecida, la educación arruinada, la Universidad arrasada, la policía sobrepasada por los facinerosos, las Fuerzas Armadas humilladas, la usura en los bolsillos cotidianos, la blasfemia a la orden del día, el asesinato de ancianos, la violación de mujeres, el atropello a los hombres decentes, el vilipendio a la fe y a las costumbres cristianas, la promoción del delito, del piqueterismo y de la infamia. El “país en serio” de los afiches, suscita una mueca descompuesta al país real que padece y se quiebra.

“Lo tenéis todo”, les dijo Franco a los rojos, cuando se alzó dispuesto a reconquistar a España, hace algo más de siete décadas. “Todo menos la razón”. Por eso, porque no tienen razón, es un deber oponerse; y oponerse es impugnar de raíz al sistema y a sus inescrupulosos aprovechadores. Es desenmascarar a estas malas lenguas que, como la de los orcos, sólo saben insultar y maldecir, sin veracidad ni gracia ni belleza alguna en los labios. Tarde o temprano, y suceda lo que sucediese después —que únicamente Dios lo sabe— veremos rodar a estos enajenados del puesto que ahora ocupan. Y la Historia Verdadera no recogerá su paso por esta tierra que les es espiritualmente ajena, más que para asociarlos a una pesadilla ramplona y obscena.

Quede para ellos aquella pesadilla. Para nosotros los sueños y la vigilia combativa. Porque como enseñaba el maestro Tomás Casares, nunca es mayor la obligación de testimoniar la verdad, que cuando se tiene la certeza de que la verdad está siendo apedreada.

Antonio Caponnetto

lunes, 1 de junio de 2009

Música federal


AL SEÑOR RESTAURADOR



Brigadier General de las alturas:
por Usted, el quebracho se ha ablandado,
y el desierto le canta a su hermosura
de incólume varón, el más amado.

En mi sangre y en mi piel están grabados
los momentos fecundos de su historia
y entre el juncal lo nombra agazapado
el alma de su raza en su memoria.

Padre nuestro, Don Juan Manuel de Rosas,
Brigadier General de las alturas,
Usted unió lo oscuro con la rosa
la férrea voluntad con la ternura.

Y desde los gigantes de los Andes
su nombre y Patria cubren la llanura,
y desde los gigantes de los Andes
su nombre, Juan Manuel, cubre la llanura.

Fue verbo nacional en su Argentina,
sucesor de quien le regaló su espada:
la fea historia oculta con su inquina
su amor por la Patria organizada.

En su tumba, que nunca es olvidada,
el alma del criollo allí se aferra:
pues los Santos, de vidas inmoladas,
no siempre descansaron en su tierra.

Padre nuestro, don Juan Manuel de Rosas,
Brigadier General de las alturas,
Usted unió lo oscuro con la rosa
la férrea voluntad con la ternura.

Y desde los gigantes de los Andes
su nombre y Patria cubren la llanura,
y desde los gigantes de los Andes
su nombre, Juan Manuel, cubre la llanura.