lunes, 26 de mayo de 2008

Se presenta nuestro


TESTIGO DE CARGO

Desde hace mucho tiempo me he impuesto la tarea de actuar como “testigo de cargo” de un invisible juicio contra la modernidad. Trato de entrar en todos los rincones sucios y polvorientos de esa señora (la Modernidad).

Pero los otros días me preguntaba: si tuviera que señalar el error central de la modernidad, ¿qué diría? La primera respuesta no es difícil: su abandono de Dios, de lo sagrado y su intento de divinizar al hombre. Desde luego. Pero no es eso lo que me pregunto, sino cuál de los defectos o errores de la modernidad actúa como centro de todos sus otros defectos o errores. En otras palabras: ¿existe un algo en torno al cual se organicen todos —o casi todos— los errores modernos?

Ahora sí: en este sentido, el peor defecto del iluminismo es su individualismo. Es la ruptura de los lazos entre los hombres, de los hombres con el pasado, de los hombres con la tierra. ¿De dónde viene? Como es lógico, de su afán prometeico, es decir de emular la hazaña de Prometeo y robar el fuego de los dioses… sin pagar el precio que pagó el pobre hombre, al que unos buitres le devoran las entrañas por los siglos de los siglos.

De este pecado central de la modernidad se derivan infinitas consecuencias que explican el ochenta por ciento (por decir una cifra) de las cosas que aquí comentamos. El individualismo borra palabras como deber (los derechos son míos, el deber es hacia otro), sacrificio (que implica consideración amorosa del otro), solidaridades que vayan más allá de la beneficiencia (por ejemplo con las generaciones anteriores de la Patria) y un enorme etcétera. Deriva también el concepto loco de libertad absoluta por el cual siempre alguien termina pagando el pato (desde los bebés abortados a las familias destruidas por la picazón que les da a cierta edad y en cierto lugar a los señores maduros.

Todas estas reflexiones se me ocurrieron leyendo una larga nota que firma una señorita llamada Mariana Iglesias y que se publicó hace un tiempo en “Clarín”. Ya el título nos lo dice casi todo: “Elogio a la soltería: cada vez más personas reivindican vivir sin pareja”, y luego nos explica que estos “neosolteros o impares son un grupo de profesionales exitosos que no tienen como objetivo convivir con alguien”.

Luego les da la palabra a algunas de estas “neosolteras” como Valeria, que “está feliz en Palermo donde le quedan cerca todos los bares a los que suele ir con sus amigos” y que añade que “lo está pasando muy bien y disfruta plenamente estar sola”. Otra fémina, que se llama Fabiana nos informa que “después de mucho pensarlo dejó de lado la idea de la maternidad” porque es “demasiado libre y le gusta hacer lo que quiere todo el tiempo”.

No vale la pena continuar, porque el artículo es largo, pero todas repitieron las mismas gansadas. Olvidemos la pregunta kantiana: ¿qué pasaría en el mundo si todas las mujeres imitaran su ejemplo? Y vayamos a la atroz trayectoria del individualismo en el mundo moderno: Primero, familia sí, pero con pocos hijos. Luego, familia no, pero pareja sí, luego pareja no y neosoltería sí. La siguiente es una cápsula para encerrarnos en ella y que los demás no nos molesten. Porque el consumo y hasta “los amigos de Palermo” terminan por fastidiar.

Dénle tiempo al tiempo y ya verán el invento que nos aislará definitivamente de todos los otros. Será el sexo cibernético o el cuartito de la TV en tres dimensiones, como en el libro de Bradbury. Eso, o algo equivalente. Y así tendremos una humanidad de seis mil millones de dioses somnolientos y mortalmente aburridos.

Aníbal D'Ángelo Rodríguez

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé si este mensaje llegará al Dr. D'Angelo, pero quizás le interese saber que el Marketing hace unos años (al menos diez) que se aprovecha de esta tendencia que denomina "cocooning" (de *cocoon*: capullo o caparazón). Por ejemplo, la difusión del "delivery" (entrega a domicilio) es una herramienta marketinera basada sobre esta tendencia.

Anónimo dijo...

Estimado Don Anibal ¿ Cuando se viene a dar catedra a la Capital o aledaños? Sería un gran placer verlo, oirlo y estrechar su mano.
Dios lo guarde.
Un lector agradecido