viernes, 21 de diciembre de 2007
En la semana del asesinato de Sacheri (III)
A PROPÓSITO
DE UN MUERTO
MUY NUESTRO
Mientras quienes se enteran de la muerte de Sacheri, aquel domingo mismo, a pesar del largo silencio de Telam en dar a publicidad la noticia, se dirigen a su casa a testimoniar su pesar y su solidaridad, suenan estentóreas las radios transmitiendo a gritos los partidos de fútbol. Los que creemos que la Argentina pasa hoy por una etapa radicalmente distinta y trágica —porque la “vivimos”— debemos ser muy pocos. El 90% de las broadcastings transmiten fútbol como si sólo un 10% de la población tuviera derecho a escapar a la tiranía de los manipuladores de la opinión pública.
Esta comprobación nada novedosa asume caracteres dramáticos cuando reflexionamos sobre el sentido de la muerte de un verdadero mártir como Carlos Alberto Sacheri. Pero ¿qué sabe hoy el pueblo de martirio si está entregado de pies y manos a los empresarios del circo? ¿qué puede entender el común de la gente lo que está pasando en el país, si no se rescata esa opinión pública de las manos de quienes sólo se ocupan de lucrar con ella; desde los managers de eventos populares, hasta los organizadores de mesas redondas por televisión?
¿Es que el país será irremediablemente así? ¿O es que lo hemos hecho así? ¿Quién dirige y controla estas prácticas abusivas —como este caso de la radio, la noche del domingo 22 de diciembre— que no dejan ni un resquicio, no ya para venerar un muerto al que la patria le debe mucho, sino para ni siquiera poder escapar a los dictados de los manipuladores de multitudes?
Entretanto, se comenta que el asesino de Sacheri no ha sido el guerrillero típico. Ni por la edad, ni por el arma utilizada. Aparentemente se trata de un mercenario, de esos que tanto contratan los gobiernos como las oposiciones. Ha sido un crimen frío y meditado. No había urgencia, ni motivos candentes, para eliminar a quien sólo poseía el poder de su pensamiento coherente y la fluidez de su palabra. Evidentemente hay alguien detrás de este crimen innecesariamente horrendo. Hay un cerebro que comanda. Y nuestro deber es descubrirlo. Y lo descubriremos porque somos miles de Sacheris dispuestos a morir si no hay otro remedio. pero nuestros ideales católicos y nacionales sobrevivirán el odio mezquino del asesino, sin duda alguna.
En el velatorio alguien comenta: Sacheri ha muerto por las esencias. ¿Habrá mucha gente que comprenda el hondo sentido de esa frase? ¿Lo habrán entendido todos los que estaban allí mismo esa noche? Porque hoy se muere con mucha frecuencia pero sin mucho sentido. Se muere por vendettas entre gangsters, se muere por desviacionismos o por inconsistentes “ortodoxias”, se muere por haber elegido una profesión, se muere (en el mejor de los casos) por principios políticos. Pero Sacheri ha muerto por algo más: ha muerto porque de él emanaba el fundamento intelectual y moral del cual se nutría toda una concepción de la vida imprescindible para este momento. Ha muerto porque era la doctrina viva de la Iglesia aplicada a las cuestiones del bien común, a la Política, pero en serio.
Los enanos de la politiquería argentina ¿podrán acaso entender que se pueda morir por las esencias? Ellos que viven para el contubernio cuando están en la oposición y para el abuso del poder cuando están en el gobierno. Ellos que pactan con el Diablo todas las veces que lo consideran “estratégico”. Ellos que se alarman cada vez que pareciera que la balanza se inclina en favor de la eliminación de la guerrilla… ¿Qué podrán entender de la Muerte si sólo son unos “vivos”?
Esto lo sabe muy bien la guerrilla. Y lo aprovecha en consecuencia. Con buenos resultados… hasta ahora. Pero lo que ignora la guerrilla, lo que ignora el asesino de Sacheri es que, en rigor, no es protagonista de la historia como se cree sino apenas un mero engranaje de una maquinaria que, si no se destruye antes, de ninguna manera podrá seguir funcionando eternamente. Y lo que sí seguirá funcionando eternamente son precisamente las esencias por las cuales vivió y fue matado Sacheri. Pasan de mano en mano como una posta, y siempre habrá quienes vivan para llevarla a feliz término.
Anotamos dos hechos ligeramente discordantes durante el entierro. Por un lado la intempestiva arremetida de un funcionario oficial por ganar un buen sitio próximo a la tribuna que se abre paso entre la multitud dejando una estela de custodios que multiplican la marejada. Algo lamentable, toda vez que se sabe que Sacheri no iba siquiera armado y menos aún gozaba de custodias, que hubiera rechazado… Por el otro, la presencia de un General con aires de playboy que cuando tuvo poder se caracterizó por sus devaneos democráticos, su deslealtad a la Revolución Argentina de la cual formó parte, su íntima asociación con Lanusse y su esperanza frustrada de haber sido Comandante en Jefe de Cámpora. Uno sentía ganas —cuando menos— de haberle preguntado: Dígame, General, ¿no se habrá confundido de sepelio? Otro tanto podría habérsele dicho a quienes son responsables en alguna medida del rumbo que tomó Sacheri en su vida y que ahora (militares cómodamente retirados o civiles protegidos por el FREJULI) se hallan a años luz de aquel entusiasmo limpiamente nacionalista y antimarxista por el que hoy se cobran vidas.
Que Sacheri, especialmente a través de su obra “La Iglesia Clandestina” denunció anticipada y valientemente la infiltración marxista en la Iglesia de la Argentina (nunca mencionada por la Jerarquía) es un hecho conocido. Al día siguiente de su entierro, un gobierno que tiene por una de sus obligaciones sostener el culto católico apostólico romano propicia una extraña misa en el obrador del Altar de la Patria (cuyo título es prueba suficiente de una deliberada confusión entre religión y patriotismo) celebrada por un supuesto Arzobispo Primado de la Argentina ante la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa Americana, dependiente del Exarcado Apostólico de Roma (?). En tiempos de gran auge del esoterismo y la brujería nada es de extrañar… Ni tampoco que la muerte de Sacheri beneficie —transitoriamente— a quienes tienen el plan de debilitar del todo la resistencia católica al marxismo comunista.
Nota: El precedente artículo ha sido publicado en “Cabildo” nº 21, año II, de la primera época, y corresponde al número de enero de 1975.
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