ANTÓNIO DE OLIVEIRA SALAZAR
1970 - 27 de julio - 2010
A Oliveira Salazar
Había algo de monje en su talante,
blanca la mano sobre el libro abierto,
la soledad fecunda del desierto,
camastro pobre, ayuno, verbo orante.
Algo de bravo caballero andante
que en sueños vive y a la vez despierto,
algo de asceta con el gesto yerto
o la sonrisa apenas anhelante.
No discute la patria, la defiende
de la usura sin rostros humanados,
cuando las hoces siegan los sembrados,
y al trigo blanco que del cáliz pende.
Para sí nada quiere, porque entiende
al poder como oficio de abnegados.
El cetro con la cruz van hermanados:
sólo el bullicio al gobernante ofende.
La nación es su casa solariega,
ese hogar lusitano junto al río,
su cátedra, su claustro, el labrantío.
Es el imperio de la fe andariega.
Señor de la mesura a quien no ciega
el aplauso mundano del gentío.
Sacrificio es mandar, pero el bajío
remonta al agua si el amor navega.
Tiene su acción el tono esponsalicio
de los antiguos reyes medievales,
sabedor de las normas teologales,
primero en el deber y en el servicio.
Tiene acaso en Platón su natalicio
en la aldea cristiana sus puntales,
el color de las frondas terrenales
la viril inflexión del epinicio.
Siempre de pie lo vieron en Lisboa
jerárquico en la acción y en el sosiego
entre Guinea, Mozambique y Goa.
Quieto el sol sobre Fátima se afila,
quietud de un pueblo en paz y sin trasiego.
Silencio todos: Salazar vigila.
Antonio Caponnetto
1970 - 27 de julio - 2010
A Oliveira Salazar
Había algo de monje en su talante,
blanca la mano sobre el libro abierto,
la soledad fecunda del desierto,
camastro pobre, ayuno, verbo orante.
Algo de bravo caballero andante
que en sueños vive y a la vez despierto,
algo de asceta con el gesto yerto
o la sonrisa apenas anhelante.
No discute la patria, la defiende
de la usura sin rostros humanados,
cuando las hoces siegan los sembrados,
y al trigo blanco que del cáliz pende.
Para sí nada quiere, porque entiende
al poder como oficio de abnegados.
El cetro con la cruz van hermanados:
sólo el bullicio al gobernante ofende.
La nación es su casa solariega,
ese hogar lusitano junto al río,
su cátedra, su claustro, el labrantío.
Es el imperio de la fe andariega.
Señor de la mesura a quien no ciega
el aplauso mundano del gentío.
Sacrificio es mandar, pero el bajío
remonta al agua si el amor navega.
Tiene su acción el tono esponsalicio
de los antiguos reyes medievales,
sabedor de las normas teologales,
primero en el deber y en el servicio.
Tiene acaso en Platón su natalicio
en la aldea cristiana sus puntales,
el color de las frondas terrenales
la viril inflexión del epinicio.
Siempre de pie lo vieron en Lisboa
jerárquico en la acción y en el sosiego
entre Guinea, Mozambique y Goa.
Quieto el sol sobre Fátima se afila,
quietud de un pueblo en paz y sin trasiego.
Silencio todos: Salazar vigila.
Antonio Caponnetto
2 comentarios:
Magnifica semblanza de un grande. Hombres como él, Franco, Rosas y otros son nuestros ejemplos y modelos.
Y no miseros usureros de origen desconocido.
Belo poema dedicado a quem tão bem soube edificar sua vida.
Luiz Melendez, Rio Grande, Brasil
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