sábado, 31 de julio de 2010

Ad maiorem Dei gloriam


SAN IGNACIO DE LOYOLA,
RUEGA POR NOSOTROS


San Ignacio, en la soledad de Manresa, había trazado el plano del edificio espiritual que debía edificar durante toda su vida. Su libro de los “Ejercicios Espirituales” es un resumen de lo que debe hacerse y de lo que él mismo hizo para llegar a la perfección. Comenzó por llorar sus pecados y expiarlos mediante ruda penitencia. Es el primer paso: lavar nuestros pecados con lágrimas. Así procedieron todos los santos; ¿los imitamos nosotros? Aunque no hubiésemos cometido sino un solo pecado mortal, sería suficiente para llorar hasta la muerte.

El segundo paso hacia la perfección, dice San Ignacio, es la imitación de Jesús que obra y sufre para la gloria de Dios y la salvación de los hombres. San Ignacio ha seguido paso a paso a este Modelo de los predestinados: después de su conversión llevó primero una vida escondida como Él; después se consagró por entero a la salvación del prójimo, sufriendo a causa de esto injurias, calumnias y prisión. ¿Cómo imitamos nosotros la vida oculta de Jesús, sus trabajos y sus sufrimientos? Sigamos la divisa de San Ignacio: Todo para la mayor gloria de Dios.

El tercer paso hacia la perfección, que tan alto elevó la santidad de San Ignacio, es la unión perfecta con Dios. Para llegar a ella, hay que desasirse del temor de todo lo que no sea Dios, y darse enteramente a Él. Tenemos amor para las cosas de este mundo, y no lo tenemos para Dios. ¡Todo amamos, todo buscamos, sólo Dios nada vale ante nuestros ojos! (Salviano).





Oh Dios, que, para la mayor gloria de vuestro Nombre,
habéis dado por el bienaventurado Ignacio
un nuevo socorro a vuestra Iglesia militante,
haced, que después de haber combatido en la tierra,
siguiendo su ejemplo y bajo su protección,
merezcamos ser coronados con él en el cielo.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.


R. P. Juan Esteban Grosez, S.J.
(Tomado de su libro “Santoral”)
             

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