(Y VIZCAÍNO CASAS)
Y, sin embargo, cuando apareció el Santo Padre —enfáticamente anunciado por un cardenal de empalagoso acento— caímos todos de hinojos, como empujados por un resorte invisible, y hasta tuvimos la sensación de hallarnos frente a un ser que no era de este mundo. A nadie se le ocurrió vitorear ni aplaudir —como suelen hacer ciertos frenéticos visitantes— pero la impresión de respeto, de confusión, de devoción, fue asombrosa. Y es que el Papa Pacelli —permítaseme la frase— vestía el cargo de una manera asombrosa. Le ayudaban a ello su figura vertical, solemne, llena de dignidad, y la mirada profundísima de aquellos ojos menudos y penetrantes, que parecían asomados a las almas de sus interlocutores.
Por eso encontramos todos normal que, a la salida de la audiencia, mientras paseábamos por los hermosos pórticos de la plaza de San Pedro, comentando la sensación de santidad que trascendía de Pío XII, una de las actrices que nos acompañaba resumiera la impresión general con tanta gracia como realidad:
— ¡Anda! ¡Como que cuando se me quedó mirando y me clavó los ojos de aquella manera, yo me dije: “Éste sabe lo de Pepe…”!
Pepe era, naturalmente, su amante de entonces…
Fernando Vizcaíno Casas
Nota: Don Fernando Vizcaíno Casas se nos murió hace ya cinco años, el 2 de noviembre de 2003, a las tres de la tarde del día de los Fieles Difuntos. Sigan yendo nuestras oraciones para el alma de este amigo.
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