DE LOS PARTIDOS
Esta es la realidad, de la que no podemos prescindir, y ella nos plantea hoy un problema vital para la República. Los partidos de la Ley Sáenz Peña ya no se rigen a sí mismos.
Anarquizados por la lucha interna de sus caudillos, han perdido la unidad de dirección y el poder de autonomía. Ni son dueños de su voluntad, ni representan sus dirigentes la opinión de sus afiliados, a cuyas espaldas actúan según el azar de las circunstancias de cada uno. Aceptan irresponsablemente cambios de planes y de conducta, y hasta candidaturas de origen desconocido. Los aliados de ayer, en un frente de acción común, rompen de pronto sus pactos por causas que se mantienen ocultas; adversarios violentos de la víspera, que no han resuelto sus disidencias ni buscan resolverlas en un acuerdo claro, aparecen, sin embargo, misteriosamente convocados, en una misma organización electoral.
Nadie atina e explicar las razones secretas de estas coincidencias ni de aquellas rupturas, porque seguramente no tienen explicación satisfactoria. Si, pues, los partidos, por imperio de la ley, son los instrumentos del gobierno representativo, hemos llegado, con su destrucción anárquica, a la más cruda expresión del desgobierno.
Roberto de Laferrerre
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