sábado, 8 de marzo de 2008

Una mujer ejemplar


SANTA JUANA DE ARCO

Y NOSOTROS

N
uestro recordado Padre Leonardo Castellani decía: “El patriotismo… es una virtud teológica que ingresa en el primer mandamiento cuando además se ama a la patria por ser una cosa de Dios” (“El Evangelio de Jesucristo”, IVª edición, pág. 291) y renglones más arriba en el mismo texto expresaba que “el patriotismo tal como hoy lo entendemos (adhesión apasionada a un Estado nacional llevada a un límite casi religioso) no es una vivencia relativamente reciente; se puede decir que Juana de Arco… la formuló” (id., pág. 290).

Y esta formulación, en donde patriotismo y religión se fusionan, no fue un hecho meramente circunstancial, sino un verdadero designio de Dios, a quien plugo que las cosas fueran así y no de otra manera. Un poco más adelante lo veremos.

Satanás, munido de los poderes del mundo, y que paulatinamente lleva de su mano la Revolución Anticristiana, ha envuelto a los hombres de “su” paz, la paz del agotamiento, y ya las naciones no se fundan o reconquistan con arquetipos de acero, sino mediante simples resoluciones burocráticas, en donde de un plumazo —por ejemplo— Palestina pasó a ser el Estado de Israel y la católica Croacia una provincia más del régimen comunista de Yugoslavia. Así, cabrían muchos otros ejemplos de este gran cambio que se produce ineluctablemente.

Retrotrayéndonos hacia los siglos XIV y XV, la situación era distinta. En más que apretada síntesis, referimos que al morir Felipe IV, rey de Francia, se presentan dos pretendientes al trono: Eduardo III, rey de Inglaterra, y Felipe VI de Valois. Por aplicación de la ley sálica este último es coronado rey de Francia. Tal decisión provoca las iras inglesas, que inician lo que se llamó la Guerra de los Cien Años.

Con el transcurso del tiempo, Francia, en inferioridad bélica, es prácticamente devastada.

En tanto, una jovencita nacida en Domrèmy, en 1412, centraba su vida en las tareas campesinas, mas cada vez que le era posible se recogía en la pequeña capilla en oración y contemplación. Su analfabetismo y pureza de corazón quizás contribuyeron al acceso pleno del ejercicio de las virtudes teologales; de la visión intuitiva de la Esencia, esto es, su definitiva unión con Dios. Hasta que llegó el momento. Se le presentó San Miguel Arcángel, “Primero de los Príncipes” (Daniel, 10, 12 y 21; 21, 5) (Zacarías, 3 y ss.); (San Judas, 9); “Príncipe de la milicia celestial”, conforme lo llamara el Papa León XIII, y vencedor del demonio (Apokalipsis, 12, 7 y 20, 1).

Que sea él y no otro no puede pasar inadvertido, pues es el Arcángel de la batalla perenne contra el Maligno, que culminará recién en la Parusía. Este Arcángel combatiente indica a Juana su misión: Salvar a Francia, y le señala que detrás del altar hay una mistagógica espada con cinco cruces grabadas en su hoja, esperando que la empuñe. La Doncella de Orléans recoge la espada y tras sortear un sinnúmero de dificultades hace comprender al Delfín y a su Corte, el 8 de marzo de 1429, su misión celestial. A pesar de sus diecisiete años eleva el patriotismo de los timoratos, levanta en vilo un derrotado ejército y luego de quebrar el sitio de Orléans, entra victoriosamente en la ciudad el 8 de mayo de ese mismo año.

Así, con su valor sobrenatural (cfr. “Historia de Inglaterrra”, de Hilaire Belloc, págs. 227 y ss.) infundió un terror también sobrenatural sobre sus enemigos, y sus victorias se fueron sucediendo. Luego de conducir al Delfín por territorio adversario lo hizo coronar rey de Francia, en Reims, con el nombre de Carlos VII y dio por concluida su misión. Esta niña-mujer, es paulatinamente abandonada por sus propios beneficiarios y entregada finalmente al enemigo, quien tras varios e inicuos procesos la declara relapsa, acabando inmolada en el fuego el 31 de mayo de 1431. Tenía apenas diecinueve años. “Dichosos seréis cuando los hombres por mi causa os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren con mentira toda suerte de mal contra vosotros” (San Mateo, 5, 12).

Tal Arquetipo no pasa inadvertido a “Cabildo”, y menos en el día en el cual la Revolución ha decidido dedicárselo a la mujer. Hace años que venimos predicando como una voz en el desierto, y no sólo predicando sino advirtiendo. Hemos dicho la Verdad sin tapujos y así seguiremos, mientras nuestra Patria —especialmente a partir de la instauración de la demoniocracia, el 30 de octubre de 1983— siga gobernada por gnósticos, judíos, masones y toda esa raza de víboras; en donde el fariseísmo es la ética gubernamental, la anomia el éxito político y la cobardía una categoría moral.

Por todo ello, en nuestro humilde culto de dulía, pedimos a San Miguel Arcángel y a Santa Juana de Arco que unan a los patriotas católicos bajo la protección de Dios Todopoderoso en el servicio de la Patria.
Andrés Herrera

OTROSÍ DECIMOS. En la Francia de 1429, una mujer fue atrás del altar a buscar una espada reconquistadora. En nuestra Argentina de 2008, una indigna dicen que improvisó un baño atrás de un altar. Aunque ignoramos si en aquella Francia de la Doncella de Orléans también había un Judas que se escapó hacia el norte, dejando la Barca en manos de la marinería.
En todo caso, Santa Juana murió quemada y vive en la gloria; los otros habrán de quemarse sin gloria alguna, cuando San Miguel Arcángel dé la señal de los festejos.
A. V.

No hay comentarios.: