CAZANDO CHANCHOS
¡NOS ESTÁN CERRANDO EL PORTÓN!
Hace ya unos meses, anduve de vacaciones por la provincia y fui invitado a visitar una finca, propiedad de un paisano alemán del Volga donde elaboraban jamones caseros. Al pasar por un chiquero, me llamó la atención el porte de una chancha amamantando a unos cuantos lechones.
Para salir de la curiosidad, le pregunté al hijo del patrón que me estaba atendiendo de qué raza eran esos chanchos.
— Son de raza “argentina”… Pero espere que lo llamo a mi padre, que a él le va a gustar contar la historia.
Por la puerta de la cocina emergió Don Helmut, un gigante de cabellos blancos que se desplazaba dificultosamente, asistido por un bastón de tres patas, y me invitó a sentarme a la mesa de la galería donde estaba un enorme botellón de alcohol de nuez de no menos de 60º.
— ¿Ud. sabe cómo se cazan los chanchos salvajes del monte?, me espetó el paisano sin más trámite, mientras me servía un vasito chato de ese brebaje.
— Bueno, creo que los perros “los paran” y con un fusil se los sacrifica, le contesté prudentemente, presintiendo que la historia venía por otro lado y que el viejo sabría más que yo.
—En este caso, no es así —me dijo Don Helmut— y luego prosiguió:
— Y cuando le diga cómo los cazo yo, Ud. va a poder entender por qué se los llama de raza “argentina” y si es un hombre inteligente, podrá sacar algunas conclusiones acerca de por qué a los argentinos les va como les va. En el fondo de la finca, detrás de aquella cortina de álamos que Ud. ve, y hasta la costa del río, hay un monte inculto y sin trabajar. Dentro de ese cuadro, suele haber chanchos salvajes del monte. Para cazarlos hay que comenzar por buscar un manchón sin matorrales y tirar un poco de maíz en el piso. Cuando los chanchos lo descubren, van a comer todos los días, y Ud. solo tiene que reponerles diariamente la ración. Una vez acostumbrados, construye una cerca en uno de los lados del sitio y les sigue poniendo alimento. Por unos días van a desconfiar, pero después terminan por volver. Entonces se hace otra cerca a continuación de la anterior, y les sigue poniendo comida hasta que dejen de dudar y regresan a comer. Y así sucesivamente, hasta que casi cierra los cuatro lados y solo deja una abertura para un portón. Ya para entonces se han acostumbrado al maíz fácil, le han perdido el miedo a los cercos y entran y salen casi con naturalidad… Un día va y coloca el portón, lo deja abierto y sigue poniendo maíz, hasta que encuentra la piara comiendo, entonces le cierra la puerta. Al principio empiezan a correr en círculos como locos, pero ya están sometidos. Muy pronto se tranquilizan y vuelven al alimento fácil que ya se olvidaron de buscar por sí mismos, y aceptan la esclavitud.
Al ver mi perplejidad, Don Helmut se explayó aún más:
— Ustedes los argentinos no se dan cuenta que estos gobiernos populares y demagógicos que tienen, proceden de la misma manera que yo con los chanchos… Les tiran maíz gratis disfrazado de programas de ayuda, planes sociales, empleos públicos, cargos políticos, sueldos para ñoquis, subsidios para cualquier cosa, leyes proteccionistas, sobornos electorales… Todo a costa del sacrificio de las libertades que les van confiscando migaja a migaja… Y los argentinos no se dan cuenta que no existe la comida gratis, y que no es posible que alguien preste un servicio más barato que el que uno mismo hace.
¿Acaso no ven que toda esa maravillosa “ayuda” que reparte el gobierno, la hace con los poderes que el pueblo permite que se arroguen, para depredar las libertades y los bienes de la gente que trabaja y que produce? ¿Pero cómo pueden vivir en un paraíso y tratar a toda costa de convertirlo en un infierno…? ¿Cómo pueden hablar de “conciencia cívica”, si los políticos forman cuadros de Borocotós…? ¡Sigan así, nomás, y que Dios los ayude cuando les cierren el portón!
Don Helmut se mandó lo que quedaba del cuarto vasito de un solo trago, me saludó y se fue rengueando por la puerta de la cocina. Y yo, mareado por el alcohol y apabullado por la verdad, saludé al hijo y me volví rumiando bronca por el polvoriento camino de regreso a casa…
CUIDADO: ¡NOS ESTÁN CERRANDO EL PORTÓN!
2 comentarios:
y recuenta se dan cuenta? tambien el nacionalismo y el tradicionalismo catolico tuvo sus borocoto, el ex jefe de gabinete y el ex secretario de seguirdad del zurdo k. asi lo demuestran. tenemos preparadas las sogas para uds. tambien. el vikingo
En el campo, la paisanada alemana bebe casi con exclusividad el aquavit, que tiene unos 40 grados, destilado de la papa, tipica bebida de los hombres del norte.Por lo general, los fines de semana, lo beben sin moderación y luego toman la autobahn con el Mercedes y lo ponen a160 para comenzar a charlar.Si los para la cana y los somete al análisis (si es que pueden bajarse del auto sin caerse al piso), tratan de negociar, pero no es fácil, pues los canas germanos son caros.El aquavit es una bebida infame, la alquimia de un viejo borracho entregado al delirio. En suma, bebida para "la chusma".
El licor de nueces, imagino, ya debe ser nada mas que para presidiarios. Me doy cuenta que es necesario que Cabildo tenga una sección que podría llamarse "bebidas espirituosas" . Tiro la idea.
Yo tengo un master en Johnny Walker y una maestría en Oporto Rozés.Y larga práctica en Norton tinto.
CD
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