URQUIZA SE
BUSCA…
PARA
RENDIR CUENTAS
En un artículo titulado “Urquiza
se busca”, el escritor liberal Alejandro Poli Gonzalvo hizo un encendido
panegírico del General Justo José de Urquiza.
La nota de marras fue publicada
en el diario “La Nación” del 26 de octubre de 2010, y en
ella el autor sostiene que el caudillo entrerriano tuvo “la grandeza de
acordar con el oponente en beneficio del valor superior de la nación”; que fue
un “verdadero estadista”; que en pos de sus ideales
abandonó su posición partidista; que superó las discordias que aquejaban a
nuestro país; y que estaba “
Lo insólito es que toda esta
glorificación viene al caso por el hecho de que Urquiza derrocó a don Juan
Manuel de Rosas, y se arregló con Mitre y los liberales. Obviamente el autor no
tiene en cuenta que al hacer esto el entrerriano, primero traicionó a su
Patria, uniéndose a un enemigo exterior; y luego abandonó a un destino de muerte
y padecimiento a aquellos que confiaban en él.
Es decir el elogio es
completamente improcedente, y la realidad es que Urquiza fue todo lo contrario
de lo que se quiere retratar.
Este caudillo cuando se pronunció
en contra de Rosas no lo hizo teniendo en cuenta el interés supremo de la
Nación, sino sus intereses personales. Lo que buscó fue conservar su inmensa
fortuna, amasada en gran parte con negocios turbios, y conservar el poder
omnímodo que tenía en su provincia. Su mismo secretario personal, Nicanor
Molina, dio testimonio de ello al decir que “al pronunciamiento se fue
porque Rosas no permitía el comercio del oro por Entre Ríos”.
Por otro lado Urquiza no abandonó
su posición partidista —como dice Gonzalvo—
movido por ideales sino por los patacones con que los
brasileños lo compraron. Y esto no es algo que afirmen gratuitamente los
revisionistas sino que lo reconoce expresamente un antirrosista como Domingo
Faustino Sarmiento en una carta que le envió al entrerriano, el 13 de octubre de
1852, en la cual le enrostra que conocía las razones por las que entró en la
alianza en contra de Rosas, y que se le cayó la cara de vergüenza cuando los
brasileños le dijeron "¡Sí, los millones con que hemos tenido que
comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar a Buenos Aires
quería que le diese los cien mil duros mensuales mientras oscurecía el brillo
de nuestras armas en Caseros para
atribuirse él solo los honores de la victoria.”
Y lo más grave es que Urquiza fue
plenamente conciente de que lo que hizo configuraba el delito de traición, pues
en una oportunidad anterior —en 1850— cuando los brasileños lo
tentaron para que fuera neutral en la guerra contra la Confederación les supo
contestar que hacer tal cosa era traición a la Patria, y que llegado el caso
estaría “al lado de su honorable compañero el gran Rosas”.
Por otro lado tampoco es cierto
que Urquiza, luego de perpetrada su infamia haya superado las discordias y
estuviera exento de revanchismos. La prueba está en lo que hizo
después de Caseros.
Luego de esa batalla, por orden
suya fueron ejecutados todos los prisioneros del regimiento de Aquino; él mismo
mandó a fusilar al coronel Chilavert (un héroe de Ituzaingó y Vuelta de
Obligado); y con su consentimiento degollaron al coronel Santa Coloma; por
citar algunos de los tantos crímenes de los cuales es responsable.
Y sobre esto también hay muchos
testimonios, entre ellos esta el de un general de su propio ejército, Cesar
Díaz, quien en sus memorias relata que: “Un bando del general en jefe había
condenado a muerte al regimiento del coronel Aquino, y todos los individuos de
ese cuerpo que cayeron prisioneros fueron pasado por las armas. Se ejecutaban
todos los días de a diez, de a veinte y más hombres juntos… Los cuerpos de las
víctimas quedaban insepultos, cuando no eran colgados de algunos de los árboles
de la alameda que conducía a Palermo. Las gentes del pueblo que venían al
cuartel general se veían obligadas a cada paso a cerrar los ojos para evitar la
contemplación de los cadáveres desnudos y sangrientos que por todos lados se
ofrecían a sus miradas; y la impresión de horror que experimentaban a la vista
de tan repugnante espectáculo trocaba en tristes las halagüeñas esperanzas que
el triunfo de las armas aliadas hacía nacer.”
¿Y qué ganó con todo esto el “gran
estadista”? que el Brasil logre sus objetivos estratégicos; que nuestro
país pierda la soberanía sobre sus ríos interiores; que se destruya nuestra
industria con la derogación de la Ley de Aduanas; que se desate una tremenda
crisis financiera; que se rompa la unidad nacional con la separación de Buenos
Aires de la Confederación; y que por todo nuestro territorio se instale un
régimen de terror y sangre.
Por su culpa se acabó con la paz
y la unidad que había logrado conseguir Rosas. Por su defección los unitarios y
liberales arrasaron la campaña de Buenos Aires, e invadieron las provincias
masacrando a todos los opositores, ya sean jefes prestigiosos o simples gauchos
pobres.
En Jujuy, fusilaron al gobernador
rosista José Mariano Iturbe, a pesar de que había renunciado a su cargo tras
enterarse de la victoria de Urquiza.
En 1856, el gobernador de Buenos
Aires, Pastor Obligado, ordenó a Mitre “pasar por las armas” sin
juicio previo al general Jerónimo Costas y a más de un centenar de sus hombres,
por haber intentado reintegrar esa provincia a la Confederación.
En San Juan asesinaron al general
Benavides, a quien tenían preso, en medio de todo tipo de suplicios. El mismo
destino tuvo el gobernador Virasoro, derrocado y asesinado por instigación de
Sarmiento y Mitre en 1860.
Y lo peor vino después de Pavón.
Cuando victorioso Mitre, gracias a que Urquiza le entregó la victoria
cumpliendo un pacto masónico; los liberales sembraron el terror por todo el
país.
De esos tiempos es la famosa
carta en la que Sarmiento le aconsejaba a Mitre que no economizara sangre de
gauchos, que era lo único que estos tenían de humano.
Cumpliendo esas indicaciones,
Venancio Flores degolló a cientos de federales en Cañada de Gómez; y a ese
hecho le siguieron atrocidades similares en Córdoba, San Luis, Mendoza, San
Juan, La Rioja.
Por ello es que reaccionaron el Chacho Peñaloza
y Felipe Varela. Y pagaron muy caro hacerlo. La Rioja fue asolada y el Chacho asesinado,
para felicidad de Sarmiento. Las tropas “civilizadoras” pasaron por las armas a
todo prisionero que tomaron en aquella provincia, y vejaron a toda la población
civil que sospechaban hostil.
Y mientras las tropas mitristas
—en plena vigencia de la Constitución—, desataban este baño de
sangre en el país, Urquiza les dio la espalda a quienes confiaban en él, y se
quedó en su palacio cuidando de sus negocios.
Sobre la paz de este cementerio
se instaló el Estado anti-nacional que querían el liberalismo, la masonería y
el capitalismo internacional.
Y ese es el hombre que Gonzalvo
exalta, y al que considera un verdadero federal. Por algo José Hernández supo
decir: “Urquiza, era el gobernador tirano de Entre Ríos, pero era más que
todo, el jefe traidor del gran partido Federal, y su muerte mil veces merecida,
es una justicia tremenda y ejemplar del partido otras tantas veces sacrificado
y vendido por él”.
Edgardo Atilio Moreno
3 comentarios:
mientras los sigan con sus mentiras no queda otra que seguir respondiendo, bien por el articulo
Urqioza fue un criminal y un asesino, igual que quienes lo asesinaron a el, y de la misma talla que todos los asesinos que hasta hoy pululan en la política, algunos que todavía no tienen oportunidad de manifestarse.El ser humana da asco y la Ira Divina esta justificada mil veces.
CD
No cabe duda que Urquiza merecia ser kirchnerista. Se hubiera agachado ante la atorranta de la misma manera que lo hizo ante el mason Bartolo.
Pehuen Cura.
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