Si bien los argentinos estamos acostumbrados, el Gobierno volvió a mentirnos con la tasa de inflación anunciada para marzo de 2008. El “efecto Moreno” sobre la medición logró reducirla a un increíble 1,1%.
Es un hecho comprobable que la inflación es uno de los mayores peligros que acechan al “modelo” económico kirchnerista. Los índices oficiales de aumento del costo de vida pasaron del 3,7%, para todo 2003, al 6,1% durante 2004, y luego al 12,3% en 2005.
Las luces de alerta se encendieron y comenzó a gestarse el mecanismo por el cual se disfrazan día a día las mediciones de precios oficiales para alcanzar el resultado que al gobierno le conviene.
Kirchner, lanzado a “la lucha contra la inflación”, anunció al país que la del 2006 no debía alcanzar los dos dígitos. Guillermo Moreno se encargó del resto y el índice “disciplinado” midió 9,8%. Desde entonces, cada mes, nos enteramos de que hay menos pobres y menos indigentes, porque el número de necesitados surge de aplicar los índices amañados a la estadística.
Y si la inflación oficial de 2006 fue de 9,8%, pero la real osciló entre el 15 y el 18%; la oficial de 2007 fue de 8,5% y la auténtica de entre el 22 al 26%, cientos de miles de compatriotas dejaron mágicamente de ser indigentes o pobres por efecto del número de Moreno.
Pero la realidad campea y los dirigentes sindicales reclaman aumentos que triplican o cuadruplican el índice del 8,5% “dibujado” por Moreno para 2007. Finalmente, los inversores que compraban los títulos públicos ligados a la inflación huyen despavoridos, produciendo un mayor descrédito de los papeles oficiales del país.
Con la seguridad pasa lo mismo. Aníbal Fernández se esfuerza por hacernos creer que la inseguridad disminuye o es una mera sensación, mientras la realidad cotidiana lo desmiente palmariamente. Lo desmienten hora tras hora,desde el ratero o arrebatador callejero hasta el ladrón y el homicida de magnitud. Pero el matrimonio gobernante pretende seguir engañando a los argentinos con sus estadísticas amañadas. Hasta que sepamos decir ¡basta!
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