No puede haber vida nacional en una patria escindida en dos mitades inconciliables. No cabe convivencia fecunda sino a la sombra de una política que no se deba a ningún partido ni a ninguna clase; que sirva únicamente al destino integrador y supremo de la patria.
Normalmente los militares no deben profesar opiniones políticas; pero esto es cuando las discrepancias políticas sólo versan sobre lo accidental; cuando la vida patria se desenvuelve sobre un lecho de convicciones comunes que constituye su base de permanencia. El Ejército es, ante todo, la salvaguardia de lo permanente, por eso no se debe mezclar en luchas accidentales. Pero cuando es lo permanente mismo lo que peligra, cuando está en riesgo la misma permanencia de la patria —que puede, por ejemplo, si las cosas van de cierto modo, incluso perder su unidad— el Ejército no tiene más remedio que deliberar y elegir. Si se abstiene, por una interpretación puramente externa de su deber, se expone a encontrarse, de la noche a la mañana, sin nada a qué servir.
Como en los cuentos, la patria está cautiva de los más torpes y feos maleficios; una política confusa, mediocre, cobarde, estéril, la tiene condenada a parálisis. ¡Que Dios nos inspire a todos en la coyuntura!
José Antonio Primo de Rivera
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