DESTRUYE A LA REPÚBLICA
Para no entrar en honduras ni despertar polémicas en el momento innecesarias, aclaremos que hablamos de ésta, la actual y vigente democracia que la izquierda pos-Proceso viene desarrollando con tanta infertilidad como contumacia. El sistema nacido con Alfonsín alcanzó su paroxismo digamos institucional con el Pacto de Olivos que echó las bases y puso las condiciones para la instalación del totalitarismo que se perfila en estos momentos y que marcha a pasos agigantados.
No exageramos. La Constitución del '94 permite —es verdad— que estos sesgos totalitarios que algunos han empezado a denunciar; como, por ejemplo, la artificiosidad de los decretos de necesidad y urgencia —que en la práctica han venido a sustituir al poder legislativo— y ahora la concentración de las super facultades en el Ejecutivo con su ilegítima delegación a favor del jefe de gabinete que es el propio presidente, por supuesto, con lo que tiene las manos libres para practicar el más suelto amiguismo y destruir al adversario.
Pero las ambiciones de los Kirchner van mucho más lejos; dominan el Congreso mediante pactos, presiones y permutas al tiempo que también ejercen su voluntad sobre la Corte Suprema mediante la “mayoría automática” —tan despreciable como la que disponía Menem— que nunca se aparta de las instrucciones y conveniencias del gobierno central. También manejan con alegre desaprensión los fondos a repartir entre las provincias, oportunidad en que hacen valer su poder mensurable distribuyendo premios y castigos.
Culminaron su acción devastadora creando un rancio clima de impunidad en la práctica o en la norma, así el libre tránsito de los piqueteros que nunca sufren sanciones aun cuando destruyan hasta los cimientos de una comisaría (aun legisladores y secretarios de Estado lo rodean para que la justicia no lo moleste y D'Elía pueda seguir con sus fáciles bravatas) u ocupen lugares estratégicos como los centros vitales de las comunicaciones por afiliados a FOETRA. Para mejor asegurarse la impunidad uno de los hombres de la izquierda, el diputado Ariel Basteiro, propuso que se desincriminen los delitos que se cometan en el sacrosanto ejercicio de la protesta social.
Nada quedó fuera de la esfera de dominio que comparte sólo con su círculo iniciático. La república, en su acepción clásica como plexo de valores, se extingue y se deforma, se mutila, se suicida y termina en una pantomima que sólo sirve al “establishment” y de ningún modo a sus ciudadanos. Sólo se sirve y se atiende al bien particular y definitivamente lejos queda el bien común. La comunidad, en manos de minorías egoístas y desaprensivas, empieza a volverse inútil y antinatural. Hay que replantear a partir de este momento extremo, todo desde las razones de la convivencia hasta los procedimientos para lograrla. Todo culmina en una burla.
Una república como la que están diseñando con astucia y precipitación los Kirchner está tan alterada que ya no lo es. No hay control recíproco de los poderes entre sí, no hay derecho escrito ni natural aplicable, reemplazado por la voluntad del poder, la ley es interpretada y aplicada con desvergonzada e interesada arbitrariedad, la seguridad es una mercancía, ni siquiera las formalidades son tenidas en cuenta y todo se gobierna y se maneja “ad hominem”, con pasmosa subjetividad.
Estamos bajo la garra de mandones que tampoco pueden actuar en nombre de mayorías de las que ya no disponen. Todo indica que el equilibrio del que aún hace gala la socialdemocracia de los Kirchner es aparente, o en todo caso, forzoso; no avanza más porque no puede; es decir que, en última instancia, la institucionalidad argentina pende y depende de las posibilidades, de la habilidad o de la voluntad de este pequeño grupo de intrépidos que cayeron sobre el poder desde la nada y, literalmente, por un golpe de dados.
Quisiéramos simplemente señalar a este elenco montonero que nos gobierna que, según el pensamiento clásico, “una sola justicia contiene todas las virtudes” (Homero en “La Odisea”) y que la justicia consiste en dar a cada uno lo suyo según sus méritos (Aristóteles) y su norma es la igualdad. Ahora bien, sucede que para el gobierno actual —que no pudo surgir de las armas sino del fraude democrático— hay amigos como los antiguos terroristas, para los que se juzga y legisla a favor, y enemigos como los militares y los policías, contra los cuales van dirigidas las sentencias y las leyes. Tanta injusticia y tan desigual tratamiento es lo más próximo y parecido a la tiranía.
Álvaro Riva
Nota: Este artículo fue publicado en “Cabildo”, tercera época, año V, número 42, de diciembre de 2004. Su actualidad es increíble, y sus palabras proféticas.
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