ÁCIDOS
Desde hace un tiempo a esta parte, “La Nación” diario se ha desprendido, como las serpientes se desprenden de su piel al llegar la Primavera, del Suplemento Cultural dominical que tenía una larga historia, no toda ella digna de crítica. Ni tampoco, claro, de elogio. Ha optado ahora por una revista que acompaña la edición de los sábados (y quiera Dios que no haya nada simbólico en este paso del Día del Señor al Shabat), exactamente igual a la que ya hace unos años hizo “Clarín”. Pero no, no hay que confundirse: hay grandes diferencias entre las revistas de estos dos colosos del periodismo argentino. La revista de “Clarín”, que se titula “Eñe”, mide 36 cm. x 26 cm., mientras que la de “La Nación” mide 27 cm. x 32 cm.
La del ex diario de los Mitre ha optado, por otra parte, por un curioso nombre: “ADN”, es decir, las iniciales de un ácido, el desoxirribonucleico. Ahora bien, aparte de su significación en química, el diccionario de la Academia le atribuye a la palabra “ácido” el valor de “áspero, desabrido”, detalle que los humanistas que lo eligieron seguramente no tuvieron en cuenta. Porque “La Nación” podría editar sin problemas (y ya veremos si no es el caso) una separata desabrida, pero “áspera” jamás, no sólo porque es un diario para bien pensantes como Grondona, que todo lo explican, sino porque “per aspera” se va “ad astra” y el diario de los Saguier se contenta con un buen balance a fin de año. No tiene interés en ninguna estrella real ni metafórica.
Pero no seamos mal pensados, a lo que la persona que inventó el nombre quiso aludir es a que “la cultura está en la identidad misma del diario y (hay que partir) de ese majestuoso genoma (sic) cultural para desarrollar un nuevo estilo y abrir nuestros ojos a todas las tendencias”. Así lo explica don Jorge Fernández Díaz, el Director del nuevo Suplemento en el Número uno. La propuesta no es un dechado de claridad, pero al menos se entienden dos cosas: Primero, el “ADN” se refiere a la identidad del diario “La Nación”, que incluye la cultura como bien propio. Segundo: la revista, suplemento o boletín estará abierta “a todas las tendencias”. Bravo.
Tras eso, leímos con paciencia los cuatro números de “ADN” que aparecieron hasta la fecha en que escribo esto. Las conclusiones no pueden ser más claras y estaban ya perfectamente marcadas en el primer número. La identidad que este “ADN” muestra es mucho menos problemática que las de los últimos asesinatos enigmáticos de esta Ínsula. Aquí no hay dudas: estamos ante más de lo mismo, a una nueva versión del pensamiento único, de la modernidad endiosada. Los Tomás Eloy Martínez, los Cozarinsky, los Fito Páez, los Fukuyama, los Stephen King. Toda la comparsa que baila en todas las revistas culturales desde hace años diciendo las mismas cosas, lamentando —o no— la crisis cultural pero sin atinar a decir una sola palabra superadora. “¿Todas las tendencias?” Sí, todas, siempre que todas digan el discurso de la cultura unificada y no se atrevan a disentir ni en un detalle. En el primer número, por ejemplo, Jorge López Anaya se toma el trabajo de explicarnos “Los límites de lo nuevo en el arte”. No es fácil seguirlo, pero la conclusión generalizada es que para comprender el arte moderno hay que estar en posesión de sus claves. Pero sucede que, además, en la actualidad “la pareja antagonista arte/no-arte nos parece totalmente inadecuada” y “ya no se puede recurrir al tradicional mecanismo del juicio estético” porque “la situación impulsa una permanente redefinición de la práctica artística que provoca dificultades de comprensión no sólo en el público profano…”
Alguna vez reproducimos lo que decía el erudito Altamirano sobre el progreso. ¿Recuerdan? Era “algo no evidente sino un problema que es necesario definir cada vez”. ¿Se dan cuenta de cómo estamos? Las nociones de las cosas, pasadas por la salsa ideológica se han desprendido de toda realidad. Todo es redefinible, y por eso hacen su fortuna estas joyas de la cultura actual que son los suplementos culturales. La gilada los lee porque cree que en cada semana va a encontrar la (re)definición del progreso, del arte y de cualquier cosa que le preocupe. Lo que encuentran es, en el mejor de los casos, (re)definiciones con validez garantizada por siete días.
Con qué razón escribía hace treinta años Daniel Bell (“Las contradicciones culturales del capitalismo”) que “el modernismo está agotado (léase «Ñ» y «ADN») y el hedonismo remeda sus estériles bromas. Pero el orden social carece de una cultura que sea una expresión simbólica de alguna vitalidad o de un impulso moral que sea una fuerza motivacional o vinculatoria. ¿Qué puede mantener unida la sociedad, entonces?” El título del suplemento es correcto. Si hay algo desabrido es esta repetición anodina de los lugares comunes de la cultura posmoderna.
Aníbal D´Ángelo Rodríguez
2 comentarios:
"La cultura moderna ha ido perdiendo gradualmente el sentido del orden a medida que la filosofía se fue desvinculando de la realidad cotidiana para refugiarse en un JUEGO MENTAL, sin contacto con las cosas concretas. Como consecuencia de este proceso histórico, el hombre fue reemplazando los datos naturales de la experiencia con las CONSTRUCCIONES de la razón y de la imaginación". Esto expresó Carlos Alberto Sacheri, en "El orden natural", y coincide en el fondo con su análisis, don Aníbal.
Atte.
Fuerza, Don Anibal!! Nuestro corazón está con usted, Maestro!
Esta ingrata Argentina lamentablemente no parece reconocer y honrar a sus grandes intelectos y patriotas como usted.
Un abrazo filial en Cristo y la Virgen.
Jorge Peña
Publicar un comentario