ALTORRELIEVE PARA JOSÉ
ANTONIO,
CÉSAR ROMANO
El cuarto mes del Año de Gracia 2018, no puede ser
dejado en el “río de las sombras”, al decir de Séneca, sin esculpir en pórfido
que Roma ha cumplido, el 21 de abril, dos mil setecientos setenta años de su
nacimiento junto al Tíber. Debemos por la tanto, recordar el mandato de la URBE,
con el homenaje para Rómulo y Remo, sus fundadores a los que la leyenda señala que
sobrevivieron al intento de asesinarlos, porque una Loba los amamantó durante
su crecimiento.
Se cumplía así el designio de Dios, que además les
concedió a su progenie la voluntad de Imperio. Esa pequeña población de Lacio,
al decir de Hilaire Belloc, preparó, con sus gladios, la cuna de Cristo, nisión
grandiosa ya sentida por Virgilio en “La Eneida”, donde glorifica la imagen de
alguien grandioso que para muchos estudiosos latinos es la premonición de
Cristo que tuvo el genial romano.
Roma sólo puede mover sentimientos de admiración
para nosotros los que por herencia somos del Lacio y corre por nuestras
arterias y venas sangre latina. Ésta nos trae a la memoria a Duverger, que nos
dejó escrito: “la cultura antigua nos ha llegado a través del filtro del «Imperium
Romanum». Todas nuestras construcciones políticas remiten a la experiencia
romana”. Mientras, Ortega y Gasset hace imperecedero el recuerdo señalando para
los siglos: “Cuando los pueblos que rodean a Roma son incorporados, más que por
sus legiones, se sienten injertados al árbol latino por una ilusión. Roma les
sonaba a nombre de una gran empresa vital donde todos podían colaborar, la Urbe
era el proyecto de organización universal; era la tradición política jurídica
superior; una admirable administración un tesoro de ideas recibidas de Grecia
que prestaban un brillo superior a la vida…”
García Pelayo, (citado por el historiador Dr.
Hubeñak en su magnífico trabajo “el Mito de Roma”) estampa algo que nos
retrotrae al pasado siglo XX, tiempos de esperanza en que fue escrito el
notable y emocionante párrafo. Leamos al gran filósofo y pensador hispano que
nos honró al ser nuestro contemporáneo: “La lucha por Roma y el nombre romano se
extendió desde las estepas rusas a las costas atlánticas, cifró durante un
período el antagonismo de Oriente y Occidente, movilizó los ejércitos para la «MARCHA
POR ROMA» (subrayado nuestro) agudizó la habilidad retórica de los poetas y la
capacidad de argumentación de los juristas, de modo que, las armas, las letras
y las leyes, conjuran sus esfuerzos para esta lucha por Roma y por lo romano”. Eran
los tiempos de último Dux, asesinado el 28 de abril de 1945 por la hez
bolchevique. Crimen hoy todavía impune, por el que nunca la “justicia
democrática” llamó a responsabilidad a sus autores perfectamente identificados.
El Dux al que nos referimos, y que también podemos
llamar el segundo Rienzo romano dijo a su pueblo: “Nosotros no hacemos una
Italia nueva, sólo buscamos poner la Italia romana en marcha”. No pudo ser. Lo
impidió la traición de un Savoia, “rey” pequeño de cuerpo y de alma, junto a
Badoglios, y Cianos; Brutus e Iscariotes de la oligarquía disfrazada de marinos
y soldados, pero en verdad devenida en coprocracia. De ella no podía salir otra
cosa que la “Volta Face”, es decir, la traición del 25de julio de 1943.
Episodio que avergonzará por siempre a la auténtica Italia.
Sin embargo hoy, como ayer, la feroz batalla
continúa. No ha finalizado pese los cien millones de asesinados por el judeo
bolchevismo. ¿Por qué? Pues porque Dios da vida a las esencias de Roma. Ella permanece.
Vive y lucha, contra el nihilismo modernista liberal con el marxismo gramsciano,
en constante agresión de su boa constrictora. Todo lo expresado es, para quien
esto escribe, el Arco Triunfal mediante el cual recibimos a José Antonio Primo
de Rivera y Sáenz de Heredia, advenido a nuestro mundo en Madrid, el 24 de
abril de 1903. En ese día, la Iglesia Católica conmemora la festividad de San
Fidel, “abogado y mártir”. Esas dos características del caminar del Santo en la
tierra, preanuncian la vida de José Antonio, quien, como veremos, está
enraizado en nuestros lares. “Eran a las diecinueve y cuarenta y cinco de la
tarde” cuando el niño llenó de alegría aquella casa castellana de la Calle de Génova.
“«En buena hora nacido» como diría el Cantar de Gesta de Rodrigo Díaz de Vivar”
(Ximénez de Sandoval escribió en su genial “Biografía Apasionada”).
Por su familia de limpio linaje, es además un
español de casta, vinculado a Hispanoamérica. Y lo es por dos vertientes. La de
su padre Don Miguel y su madre, doña Inés Sáenz de Heredia. El bisabuelo de
José Antonio lo fue el Virrey de Sobremonte. Una hija de este alto funcionario (injustamente
atacado por una historia con “inexactitudes a designio”) nacida en el Virreinato
del Río de la Plata era descendiente de Irala por su madre, y había contraído enlace
en Córdoba (1804) con don Miguel Primo de Rivera, Teniente Coronel de los
Reales Ejércitos, en los Reinos de Indias. La sangre cubana tampoco le era
ajena. Ésta llegaba desde un abuelo materno, natural de Logroño y magistrado de
la Audiencia de La Habana donde contrajo matrimonio con la cubana Ángela Suárez
de Agudín.
Los estudios primarios y secundarios los realizó
José Antonio en medio del dolor de España. La Hispania gloriosa había sido arrojada
de Cuba y Filipinas por el cuervo yanqui, con una guerra (1898) provocada por
el sujeto del Big Stick mister Theddy Roosevelt en conspiración con la prensa
norteamericana que, como todos sabemos, respondía y responde a los poderes
invisibles e increíbles. José Antonio, ya universitario, fue un observador
atento, no sólo de la primera guerra mundial, sino además de triunfo de la
conspiración bolchevique, que hundió al
Imperio de la Santa Rusia en el infierno de la utopía marxista leninista, en la
que sufriría espantosamente durante siete largas décadas. La infección
diabólica llevada al este eslavo por Vladimir Ilich Blank (Lenín) pretendió
extenderse de inmediato por Europa. Dios no lo quiso. Por ello, apareció en el
continente, y tomaría a cuerpo un movimiento que, nacido en Italia, fue ejemplo
en el mundo. Nos estamos refiriendo al Fascismo, el que el 28 de octubre de
1922, sus squadre ocuparon los edificios públicos en la ciudades de Italia. Las
columnas de Camisas Negras, cantando “Giovinezza” entraron en Roma. Mussolini
era encargado de formar Gobierno. Las zurdas fueron derrotadas y desaparecieron
del escenario político en los dos años siguientes.
Se puso fin así al juego irracional de la democracia
que las izquierdas y las plutocráticas pensaban seguir hasta que los pueblos cayeran
en un caos, previo al esclavismo del barbado judío que respondía al nombre de Karl
Marx. Pronto, en toda Europa, surgieron imitadores del sistema italiano. En
1931 surgía en Inglaterra, Oswald Mosley con su Partido Unión de los Fascistas
Británicos, mientras en Francia, Bélgica, Noruega, Hungría, Rumania, Irlanda,
Austria y Alemania surgían movimientos de la misma inspiración. El Doctor Luis
Eugenio Togores, ilustre Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid,
escribe respecto a este momento histórico, que tanto influirá en el jurista
José Antonio Primo de Rivera, ya diplomado en Derecho durante1923-1924. Dice el
citado señor profesor, en el notable estudio sobre la Falange (Editorial La
Esfera de los Libros) que escribiera con el periodista Gustavo Morales: “No es
de extrañar que, en este ambiente un joven José Antonio Primo de Rivera quien
había acompañado a su padre (entonces Jefe del Gobierno español entre 1923 y
1930, decimos nosotros) a una visita a Italia quedase subyugado por la estética,
el estilo, y la grandiosidad que en todas sus manifestaciones desprendía el
Fascismo. Junto a él, toda una generación de jóvenes españoles, muchos de ellos
intelectuales de primera fila, seguidores de las vanguardias culturales, se
adscribieron a los nuevos movimientos de tipo fascista, llamados a crear una
sociedad nueva, fuerte, marcial, lacónica, y más justa”.
¡Había llegado la hora del Fascismo! En mi Patria
Oriental se comenzó a hablar de un cambio de rumbo. Incluso se hizo casi
presente una “Marcha sobre Montevideo” para que la ciudad despierte de su
molicie y comprenda la oligarquía que en su seno comercia ¡el infame comercio! con
“las cosas y con los intereses sagrados de los Orientales, que corren riesgo
las achuras y los placeres de Capua” (“El Debate” diario herrerista del 7 de
febrero de 1933). En julio de 1937, el Caudillo oribista Dr. Luis Alberto de
Herrera de visita en Italia expresaba públicamente: “En ninguna parte de Europa
he presenciado más convincente espectáculo. Los ideales antes rotos y
dispersos, cual los mármoles del Forum mutilado, se han reconstituido, se han
refundido y rebrotan el bronce de una epopeya civil, consumada y deslumbradora.
Porque no es un partido, ni una fracción contra otra fracción, es la comunidad
en marcha abriendo su propia ruta. En el centro de este formidable movimiento
anímico, cívico, patriótico, y social, cual propulsor de la obra inmensa, la
figura extraordinaria de Benito Mussolini que llena la época contemporánea”.
Pero volvamos a la España republicana y decadente
ubicándonos a principios de la década tercera. Allá vamos. Luego de 1930, con
la despedida de su padre del gobierno por el rey Alfonso XIII, José Antonio,
entró en política para defender a su padre, a sus colaboradores, y a la obra
restauradora del septenio. El citado reyezuelo, menos de un año después del
cese del General Miguel Primo de Rivera, huía de España ante el resultado
adverso de unas elecciones municipales. Un espectáculo que nunca había presenciado
la España, martillo de herejes y piedra angular del Occidente romano. Fue proclamada
entonces (el 14 de abril de 1931) la nefasta república la que, en pocos años,
se transformaría, por la vía democrática, en instrumento de los rojos para
edificar “el paradisíaco” socialismo stalinista. Ello llevó al Ejército español
a proclamar el Alzamiento, que se conoció como la Cruzada, del 18 de julio de
1936. Allí estaría el César José Antonio con su Falange Española de las Juntas
de Ofensiva Nacional Sindicalista, fundada el 29 de Octubre de 1933 con miles
de camaradas luciendo las camisas azules y cantando su himno “Cara al Sol”, amén
de llevar al frente la bandera con tres listones verticales. Ellos estaban y
están dispuestos así: un listón negro como la pólvora que en la parte central
lucía y luce , bordado en rojo, el yugo y las cinco flechas, emblema de los
Reyes Católicos, a cada lado, sendos listones rojos (de igual grosor que el
negro) color de la sangre que darían para la recuperación del Solar de la Raza.
Eran un ejemplo para la Hispanidad. Estaban ya en lucha,
brazo en alto y palma al cielo contra el marxismo y los partidos políticos, la
irracional democracia inorgánica y dispuesta a desmontar el capitalismo liberal
que, como el César dijera, era “campo fértil para el comunismo”. El día citado de
la Fundación de la Falange, José Antonio pronunció un discurso que está entre
las grandes piezas oratorias de la humanidad. De esa alocución extraemos un
párrafo que es síntesis de su doctrina. Así se expresó el César:
“Que desaparezcan los partidos políticos. Nadie ha
nacido nunca miembro de un partido político; en cambio nacemos todos en una
familia; somos todos vecinos de un Municipio; nos afanamos todos en el
ejercicio de un trabajo. Pues si esas son nuestras unidades naturales, si la
familia, el Municipio y la Corporación es en lo que de veras vivimos, ¿para qué
necesitamos el instrumento intermediario y pernicioso de los partidos políticos
que para unirnos en grupos artificiales, empiezan por desunirnos en nuestras
realidades auténticas? Queremos menos palabrería liberal y más respeto a la
libertad profunda del hombre…”
Pocas semanas antes de su martirio, acaecido el 20
de noviembre de 1936, José Antonio, desde la cárcel donde estaba esperando los
“juicios” amañados por los bolcheviques, escribía a los Falangistas combatientes:
“Camaradas de la primera línea de Madrid. Desde esta cárcel donde se cree
encerrado el espíritu de la Falange teniéndome preso, os envío con el
pensamiento en nuestra España y el brazo en alto mi mejor saludo nacional-sindicalista.
Si algo tiene de agobiante la prisión, por otra parte leve sacrificio al lado del
que tantos compañeros sufrieron y sufren, es el alejarme físicamente de
nuestros peligros, de nuestros afanes. Pero estoy lejos en cuanto la distancia
material; fuera de ella, no sólo el ardor del espíritu, sino en una actividad
silenciosa que no descansa, estoy más cerca de vosotros que nunca”.
Luis
Alfredo Andregnette Capurro
1 comentario:
Magnìfico resumen pletórico de verdades de a puño hoy ocultas y olvidadas adrede por la canalla que ha copado los tiempos intentando prostituir y demorar el único final posible del que nos habla Juan en su libro sobre como exactamente va a acabar todo. El querido "Ausente" un hombre para la eternidad, intelecto profundo y sobre todo elegante, una de esas personas que van mas alla y mas alto que el común de los mortales.
PACO LALANDA
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