¿QUÉ ES LA TEORÍA QUEER?
EN LA MATERNIDAD “UN MUNDO FELIZ”
‒ ¡Nació, nació! - ¡Excelente, al fin llegó; cómo
se hizo esperar!
‒ ¿Es un varoncito? - ¡No sé, mamá, no sé; creo que sí. Ahora nos
dirán!
(Diálogo
entre el papá del recién nacido y su madre, la abuela ).
‒ Buenas tardes, ha nacido un bebé que tiene
las características externas del sexo masculino. Nació muy bien y ahora está en
Neonatología para unos exámenes de rutina. La madre está… (la enfermera comunicando la noticia es interrumpida).
‒ ¡Viste Gonzalo, te lo dije, era un varón
clavado! ¡Es el quinto en la familia! ¡Tenemos para un equipito de fútbol! (El abuelo del recién nacido) - ¡Y para
los asados del futuro, viejo! (Gonzalo, el
papá).
‒ Quizás tienen algunos nombres pensados;
pero les sugiero que no le pongan ninguno todavía. Esperen para ver cómo se van
dando las cosas. Tal vez Ustedes quieran que el niño sea varón pero hay que
esperar para ver cómo se percibe él o ella. (Enfermera,
nuevamente).
‒ ¡¿Qué?!,
¿cómo, perdón? ¡No entendí! ¿No dijo que es un varón? ¿Qué es eso de “esperar”
y lo otro que dijo, ¿cómo era? (…) ¿él o ella? ¡¿ella!, ¿percibir? (Perplejos, los abuelos y el papá recitan a
coro estas preguntas).
‒ ¡Calma, señores!
Les explico lo más fácil que pueda. El recién nacido ‒¡ay, la gramática es
machista desde el vamos!‒; la persona que ha visto la luz (“así está mejor”, pensó la enfermera) tiene los órganos sexuales
de los que nacen como varón. Y es verdad que cuando nace un varón, o una niña, los
padres, los abuelos, los tíos, hermanitos, dicen ¡es varón!, ¡es nena!, y ahí
nomás empiezan a decir cómo se llamará, con nombres de varón o de mujer; eligen
la ropita para vestirlo, blanca los primeros días, pero también celeste, si es
varón, rosado, si es mujer. ¡Y también, como dijo el señor (señalando al abuelo) “va jugar al fútbol”, si es varón, o a las
muñecas, o no sé, si hubiera sido mujer! ¡Familia, cada uno es varón o es
mujer, no porque tenga unos genitales así o asá; cada uno es lo que es por los roles y las expectativas que la sociedad nos pone encima desde el
momento en que nacemos! (cerró su pequeño
discurso la enfermera, enfatizando “roles”, “expectativas” y “sociedad”).
‒ ¡Perdone enfermera,
pero no entendí mucho lo que dijo! Para mí es varón y ya está; ¿qué es eso de “roles”
y “expectativas”? (el abuelo, perplejo
todavía por lo que dijo la enfermera).
– Son palabras de la
sociología, papá (acota Gonzalo tratando
de explicar a su padre).
‒ ¡Exacto; son palabras Gonzalo!, ¿es su nombre,
verdad?. Pero como decía un filósofo inglés, “con las palabras hacemos cosas”. Matías, podría ser el nombre de
esta persona, por ejemplo; pero, ¿por qué no Jazmín y a partir del nombre,
educarla como niña, como se hace en algunos países avanzados. ¡O también
esperar que el recién nacido decida qué quiere ser! “Uno es lo que decide hacer”, ha dicho otro filósofo (la enfermera, desde el Olimpo de la Ciencia
Social más avanzada, explicando a los familiares).
‒ ¿Usted es enfermera
o qué? ¡Usted perdone pero me parece que lo que dice es una locura! (contesta la abuela con fastidio).
‒ No vaya a creer,
señora. Las mentes abiertas y de avanzada la llaman ´teoría queer´.
LA “ENFERMERA FILÓSOFA”
JUDITH BUTLER
El nombre y la identidad de la ficticia
enfermera de la historieta bien podría ser el de Judith Butler, nacida hace sesenta años en los Estados Unidos; y,
en rigor, filósofa y profesora de
Retórica, Literatura y Estudios de la Mujer en la Universidad de California, Berkeley.
Traducida a más de veinte idiomas, Butler se hizo mundialmente conocida por su best seller ´El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad´
(1990). Aunque ella pareció sorprendida por el impacto que provocó el libro,
la incipiente teoría queer de
aquellos años lo tomó como estandarte de combate y sirvió para hacer estallar
los últimos jirones del concepto de identidad
sexual y hasta “se llevó puesta” la teoría
del género.
¿Cómo es que “se llevó puesta” la teoría del género? ¿No es que el enfoque de
género es el ultimísimo grito de la moda? ¡No del todo, señor!, pero antes
hagamos un poco de semántica. El vocablo queer
no tiene una traducción directa al español. El adjetivo queer significa
“raro”, “torcido”, “extraño”. Como sustantivo,
queer significa, vulgarmente, “maricón”,
“homosexual”, “gay” y se lo ha utilizado de forma peyorativa en relación con la
sexualidad designando la falta de decoro y la anormalidad de las orientaciones
lesbianas y homosexuales. El verbo
transitivo queer expresa el concepto
de “desestabilizar”, “perturbar”, “jorobar”; por lo tanto, las prácticas queer se apoyan en la noción
de desestabilizar normas que están aparentemente fijas. La teoría queer se ha intentado traducir como teoría torcida, teoría marica, teoría rosa, teoría “entendida”, teoría
transgresora; también se la denomina como categoría identitaria adicional o alternativa. Sin embargo, al intentar traducir el vocablo se pierde
el sentido preciso que tiene en la lengua inglesa razón por la que se ha
preferido conservar la expresión original.
LA LLAMADA “PERSPECTIVA DE GÉNERO”
Las internacionales anti-natalistas,
prohijadas por la ONU, impusieron la “perspectiva
de género” para ampliar la relación entre las nociones de sexo biológico e identidad sexual. Así, género
sería la interpretación psicológica del sexo admitiendo que no siempre existe
una relación lineal entre sexo (biológico) y género. El problema del género
aparece cuando la interpretación psicológica de la sexualidad difiere
conflictivamente con la realidad biológica del sexo. Y la perspectiva del
género se convierte en ideología cuando define como premisa universal que el
sexo biológico es un dato ´ciego´ (o mudo) de nuestra identidad sexual que
necesita de un lenguaje que lo re-elabore admitiéndose, en primer lugar, que la
hermenéutica de mi sexualidad es la que configura mi identidad sexual; y, en
segundo lugar, que dicho lenguaje ha de posibilitar y favorecer variadas
interpretaciones de la identidad. En tal sentido, por ejemplo, el artículo 2 de nuestra Ley 26.743 de Identidad de Género (09/05/2012)
define “(…) identidad de género a la
vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual
puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento,
incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la
modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios
farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente
escogido (…)”. Si el género es la auto-percepción que cada individuo tenga
de su sexo, luego, entonces, podrá construir su identidad de acuerdo con la
siguiente fórmula, “sexo más
interpretación”.
DEL “GÉNERO” A LO “QUEER”
La
teoría queer diría que es
insuficiente entender el género como la impronta psicológica o cultural del sexo
biológico o cromosomático –ésta sería la “lectura feminista establecida” o la “clásica
teoría de género”‒; el género, al fin de cuentas, es una práctica discursiva
permanente y estructurada en torno al concepto de heterosexualidad, entendida
como la norma de las relaciones humanas y no solo como la de las relaciones
entre los sexos. A partir de las re-formulaciones de Butler, el género no será más la expresión de un “ser
interior” (un varón encerrado en un cuerpo de mujer; una mujer encerrada en un
cuerpo de varón) o esa suerte de “interpretación” de un sexo que estaba allí,
antes del género (me “siento” varón aunque mi sexo biológico sea el de mujer).
Nuestra autora interpreta el cuerpo como una “práctica significante” o, dicho
de otro modo, el cuerpo es o expresa una práctica social en la medida en que la
percepción del sexo (biológico-genital) crea y manifiesta una determinada
valoración social.
Judith
Butler argumenta que las tentativas por presentar cualquier identidad como
fundamento o como “conquista” refuerzan inevitablemente las estructuras
normativas binarias de las relaciones sexuales, de género y libidinales vigentes.
Es decir, lo “queer” reprocha al “género” operar como un dispositivo
productor de subjetividad y de identidad, aunque sean alternativas. La teoría queer desencializa radicalmente,
o desliteraliza como se dice también, las categorías de sexo y de género y ha
servido como fundamento teórico y como herramienta política para legitimar una
serie de colectivos catalogados (en el pasado, hace unos veinte años) como “minorías sexuales”, quienes (junto a
las mujeres) eran, y continúan siendo, excluidos, segregados y estigmatizados por
la normativa binaria de género. En este sentido, entonces, el giro copernicano dado
por la Butler contribuyó mucho al crecimiento y a la expansión de los
movimientos queer y también transexual, intersexual, transgénero, etc.
¡Amigos, me quedé sin espacio! Sigo en
la próxima. ¡Me voy con Gonzalo, con Sofía y con su bebé recién nacido!
Ernesto Alonso
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