lunes, 8 de enero de 2018

Conclusiones



ORIGINARIO II
 
“Mentira mentira, yo quise decirle”
(“Volvió una noche”, C. Gardel y A. Le Pera)
 
Se dijo en el anterior artículo acerca del problema mapuche, que se trata de mantener a las poblaciones indígenas en el atraso para utilizarlos como instrumento de maniobras políticas. Claro que también se trata de mantener en la ignorancia al grueso de las poblaciones de los países elegidos como blanco para el saqueo, y aquí es donde debemos explayarnos sobre la idea de estrategia. Ésta es definida por el Gral. André Beaufre como “La dialéctica entre dos voluntades que emplean la fuerza para dirimir sus diferencias no tan sólo la física, sino también y en grado eminente, la espiritual, al punto que el maestro Prusiano Karl von Clausewitz afirma “La guerra no puede ser considerada terminada hasta que la voluntad del enemigo haya sido también sometida”.
 
Ahora bien, nuestro predador natural (Inglaterra, claro), basa su estrategia en las enseñanzas del maestro chino Sun Tzu, para quien la guerra no es fuerza, sino arte; de hecho, así se titula su libro clásico: “El Arte de la Guerra”. Donde enseña que todo el arte de la guerra se basa en el engaño, insistiendo también en la división y discordia en el enemigo o presa, bien, conviene aquí presentar las ideas expuestas por el Cap. H. B. Liddell-Hart en “Estrategia, La Aproximación Indirecta”: “El asalto directo por medio de ideas nuevas provoca obstinada resistencia y de este modo se incrementa la dificultad de producir un cambio de actitud. La conversión se logra más fácil y rápidamente insiste que en muchas campañas ha sido condición previa esencial a todo intento exitoso de vencer a un enemigo la dislocación de su equilibrio psicológico y físico; de aquí las bases y principio de la estrategia imperial: 1) Crear y dirigir la mayor cantidad de bandos posibles en el conflicto (digamos “partidos”), para evitar la unidad y concordia en el país blanco; 2) No permitir que exista nacionalismo en el mercado; 3) Desinformar al enemigo por medio de agentes propios (gobernantes y medios masivos); 4) De tal manera que nuestra ignorancia sea el pedestal de su poder, según decía R. Scalabrini Ortiz (y esto se refiere no solo a la de la masa, sino también, y especialmente, a la de los gobernantes, aunque termina resumiéndose en una sola compartida, ya que estos son elegidos por aquella, y a su vez, incrementan la de aquella por medio de la desinformación y la adulación).
 
Siguiendo con los principios de la estrategia imperial, hay que tener en cuenta que considera como la mejor política debilitar y corromper al enemigo por dentro, entendiendo por enemigo a la presa que se resiste al saqueo. Esta es la misión de las Guerras Políticas. En esto también siguen las enseñanzas de Sun Tzu: “La excelencia suprema consiste en destruir al enemigo sin combatir”. Y, muy importante, en lo interno se actúa por medio de nativos, que hacen el “trabajo sucio”. Se llaman Guerras Políticas a todas las acciones no militares destinadas a dividir, engañar, desinformar, y someter al enemigo. Su objetivo es destruir por dentro la República, imponiendo malas leyes, que provocan la miseria y el descontento; destruyendo las FFAA, no solamente en lo operativo, sino en su moral de combate, minar la fuerza del adversario y luego mantenerlo “drogado” en la derrota (gran éxito de Alfonsín). Un objetivo es imponer dirigentes que convengan al imperio aunque el pueblo crea que los elije por vía democrática (“Lo que más bronca me da es haber sido tan gil”). Entre nosotros esta práctica se inició con nuestro primer gobierno Patrio. Recordar que la lista de la Primera Junta fue redactada de puño y letra por Mr. Alexander Mackinnon, presidente de la Brittish Commercial Room, especialmente M. Moreno (Dr. Julio C. González: “Los Tratados de Paz por la Guerra de Malvinas”).
 
Precisamente, antes de comenzar la semana de Mayo, el Virrey Cisneros dispuso que los súbditos británicos abandonasen la ciudad el 18/05/1810, pero solo lo hicieron los soldados derrotados en las jornadas de la Reconquista, quedando los mercachifles como comerciantes y directores políticos, conquistando así Gran Bretaña económicamente, el mercado de Buenos Aires, asegurando así la posición económica de América del Sur. Y ocasionando así con su prédica del libre comercio la división de la Primera Junta en un grupo unitario, liberal, morenista, extranjerizante influido por la masonería, y otro de defensores de lo criollo, tradicional, popular, católico, y auténticamente argentino, hispano-cristiano. Y también tuvo lugar el primer despojo descarado por parte de la corona. Al llevarse la totalidad del tesoro de Buenos Aires, que luego fue exhibido en carrosas por las calles de Londres. Estos dos principios han decidido en el pasado y definirán en el porvenir, según su predominio la grandeza o la decadencia de nuestra Patria.
 
De mantener la división se ocupan las Guerras Políticas, cuyas consignas son secundada con entusiasmo por gobernantes y prensa cipayos, de estas guerras figura la de Inteligencia que no solo reúne información, sino se ocupa de desinformar, y provocar en el campo enemigo acciones favorables. Desinformación e ignorancia son elementos indispensables para que, en la medida de lo posible sean otros los que hagan el trabajo sucio, en lo posible los propios nativos, dentro de estas Guerras Políticas se destaca para el Nuevo Orden Mundial, la Cultural, ya que no se puede construir un imperio colonialista sin destruir naciones, y así se emplean los medios de comunicación como agentes subversivos, cuya misión consiste en bombardear a saturación a la juventud mediante la acción psicológica, captación ideológica y penetración cultural, para destruir toda identidad y orgullo nacionales.
 
Para lograr: 1) Un Gobierno Mundial, con una Iglesia unificada y un sistema monetario bajo su control; 2) Destrucción absoluta de toda identidad y orgullo nacionales; 3) Destrucción de todo principio religioso que ponga al hombre por encima de la naturaleza y Ecología “El hombre es un accidente peligroso que perturba el equilibrio de la naturaleza y por tanto se debe limitar o suprimir” (Felipe de Edimburgo - Sídney Times 20/06/1980); 4) Control de los pueblos por medio del control de la mente; 5) Fin de toda industrialización para uso masivo y cese de desarrollo nuclear independiente, (Gracias, Alfonsín); 6) Limitación del desarrollo científico de los pueblos; 7) Eliminar consumidores no productivos del tercer mundo; 8) Aumento de la cultura del sexo, droga y rock and roll; 9) Provocación del disentimiento dentro de la Iglesia Católica; 10) Uso intenso del terrorismo y la subversión; 11) Control y destrucción de la educación.
 
De paso, no habiendo terroristas entrenados a mano, buenos son los mapuches, que pueden ser empleados en dos sentidos: a) Para provocar disgregación territorial, ya que no faltaran voces del extranjero (Israel) o de algunos beatos argentinos engañados que, con los ojos en blanco, exijan la creación de un estado mapuche; b) Para aprovechar y seguir la campaña de difamación, iniciada por Alfonsin de las FFAA y FFSS. Que alzarán voces airadas contra la gendarmería y/o la prefectura si llega a morir un indio, repitiendo como loros la consabida cantinela de la represión y el terrorismo de Estado, aunque después resulte que lo mató a patadas una mariposa, ya está sembrada la cizaña.
 
Por lo visto, nuestros cipayos nativos son alumnos muy aplicados: no han dejado de poner en ejecución ninguno de los puntos propuestos por sus amos.
 
Volviendo al artículo anterior, insisto en la importancia capital que reviste la determinación exacta de la antigüedad de los mapuches en la Argentina.
 
Ya que la Convención de Viena determina que nuestra soberanía sobre los territorios reclamados sería limitada en caso de violación de los DDHH de las minoría indígenas originarias; bien, se dijo antes, siguiendo al Dr. Rodolfo Casamiquela, indica la aparición de los mapuches en nuestra tierra en la década de 1820. Por su parte otro autor, Omar Lobo, en su libro sobre los mapuches desliza brevemente una anotación acerca de que hay alguna teoría que los hace originarios de las islas del Asia, llegados por vía marítima, utilizando la impresionante red de islas que tachonan el Océano Pacífico. Esta teoría se reafirma sin lugar a dudas en “Orígenes del Hombre Americano” de Paul Rivet, quien fuera presidente del Instituto de Etnología de la Universidad de París y basándose en estudios de estrictez científica concluye que, “En su conjunto, el poblamiento reciente, hablando en sentido geológico , no aparece en el Nuevo Mundo antes del fin del Cuaternario, después del retroceso de los grandes glaciares; y solo pudo llegar a él utilizando vías de acceso iguales a las existentes hoy día; y así es lógico buscar entre los pueblos asiáticos el origen de las poblaciones del nuevo mundo. Y se sabe que la vía del Estrecho de Bering y del Rosario de las Islas Aleutianas se hallaba libre hacia el final del Cuaternario. Y ofrecía un paso fácil entre ambos continentes, precisamente en la época en que los hechos prehistóricos nos atestiguan la aparición del hombre en América”.
 
De tal manera que los mapuches no sólo no son originarios de Argentina, sino tampoco de América.
 
Un hecho lingüístico, señalado en 1880 por A. Lesson reforzó otros en el sentido de un poblamiento secundario éste se refiere a la palabra toki, que designa al hacha en polinesio y en araucano. Esta hacha es la insignia del jefe o lonko, al que por extensión también se llama toki, otras tradiciones se comparten entre Oceanía y América del Sur, por ejemplo, el uso del llamado “horno polinésico en la Isla de Chiloé”.
 
Y, de paso, hablando del lonko, “es éste quien administra la justicia y es responsable de una distribución equitativa de los bienes de la comunidad, en tanto se desconoce el concepto de propiedad privada”, según dice Lobos en su ob. cit., hecho llamativo. En cuanto precisan con bastante precisión como propios ciertos espacios que pretenden los británicos a través de los indígenas, como ya se dijo en reservas auríferas. Y también desvirtúan los reclamos Ram; ya que son ancestrales, si, pero de la Polinesia. Claro está, que la idea de la travesía del Pacífico por los melanesios despierta serias dudas, por lo que aclara Rivetque, conociendo las corrientes y los vientos, sabiendo guiarse por las estrellas, viajaban de noche sin escala, distancias de 2000 y a veces de 2500, a una velocidad de 7 a 8 millas por hora de tal manera que podían cubrir la distancia entre Hawái y la costa Californiana o la Isla de Pascua en veinte días de tal manera que el no encuentra sorprendente que tales navegantes hubieran alcanzado las costas americanas”.
 
Ahora conviene citar “las ideas de Florentino Ameghino, quien creyó encontrar precursores del hombre en América pertenecientes a las capas más antiguas del Mioceno Superior, por tanto, terciarios y, por consiguiente, anteriores a los vestigios humanos más antiguos del viejo continente, y así América resultaría ser la cuna de la humanidad, de donde partieron las migraciones que poblaron la tierra de mamíferos y hombres”. Sigue Rivet diciendo que la edad que atribuye Ameghino a sus múltiples hallazgos está muy lejos de ser aceptada por los paleontólogos y que los hechos no nos permiten admitir la hipótesis filogenética de Ameghino. “Y que la existencia del hombre terciario en América no reposa sobre ninguna prueba”.
 
Todo esto soluciona exhaustivamente el problema de los mapuches y nos exime de la responsabilidad de violar los DDHH de las minorías originarias en caso de volverlos a sus tierras, dejando así a los British, y la Comisión Trilateral, y a la ONU en la necesidad de buscar otros territorios en el mundo para usurpar y explotar “en beneficio de la humanidad.
 
Vicente Cadenas
 

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