SALVADOR
BORREGO,
PRESENCIA
Y RECUERDO
Repasando páginas del
inmanentismo hegeliano leí hace ya mucho tiempo una frase que me impactó, no
obstante su laconismo y vulgarización. La sentencia, si es que se puede llamar
así, dice: “El hombre es lo que él se hace”. Secamente y con golpe de acero
expone el feroz materialismo del ser humano transformado en dios de sí y para
sí.
Para echar los
demonios que acuñaron el pensamiento transcripto tenemos un solo camino. Y éste
nos invita a tomar el rumbo eterno que se nos señala marchando a tajo de sur a
norte por el mismo meridiano sin dejar una prenda de verdad por el camino. El
hombre es lo que él se hace… cuando se da a los demás y dejando de lado su
egoísmo se acerca a Dios. En ese instante es hombre en la dimensión perfecta
del concepto.
Naturalmente el
hombre busca sus posibilidades y es legítimo orgullo para él ahondar en la vida
perfeccionándose. De todas maneras es bueno ese sentimiento cuando la
dedicación a las tareas en las que el
bien común es objetivo. Golpeando fuerte para abrir caminos de futuro. Encontrando
fórmulas que permitan marchar cara al sol o enfrentando al viento huracanado con
sus inclemencias, “inaccesibles al desaliento” como dijera José Antonio Primo
de Rivera. Creer en Dios que nos guía y combatir siempre con la pluma o con la
espada en la empresa común de cada día.
De esta manera
enfrentó la vida el Maestro que se nos fue hacia Dios el 8 de enero último y que
en esta vida terrenal se llamó SALVADOR BORREGO. Fue un Caballero del Buen
Combate por la Verdad Histórica. Ejemplo diario. Modelo de conducta a seguir para
el que no cuenta la muerte. Caudillo al que se permanece fiel en todas las ocasiones
El hombre que, en una palabra, amén de grandioso investigador y escritor, nos
mostró que, como dice el Maestro Divino la “Verdad nos hace libres”. Con ella
el tiempo se hace más nítido y todo se inunda de claridad y fuerza descubriéndonos
la realidad de las cosas. Con su tizona rasgó las cortinas del cinismo de los
histriones historiadores quienes con sus memorias desmemoriadas fueron
premiados con “Nobeles”. Y con esto, que estampamos nos estamos refiriendo a Winston
Churchill que debió ser condenado como criminal de guerra y sin embargo fue
premiado por los amos del mundo a los cuales sirvió ahíto de sangre. En verdad
que Dios no lo tuvo de su mano, cuando no dijo toda la verdad respecto a sus
días de Yalta en los que se repartieron el mundo con Delano Roosevelt y el
“Buen tío” Stalin.
Éstos fueron los enemigos
de SALVADOR BORREGO, el Grande hoy ya en la inmortalidad quien tuvo algo de
conquistador y monje. Siempre estas figuras estuvieron juntas porque el
guerrero y el monje, la Espada y la Cruz, se identifican como vocaciones de
olvido de sí mismo para entregarse al bien común. Los sentimientos de gratitud
son título de honor y deber de hidalguía. Por ello en estos instantes, y soñando
ya con el reencuentro nos cuadramos militarmente ante su figura señera, y le decimos:
Gracias, Maestro, por su ejemplo de Imbatible Guerrero y Monje de la Santa
Causa de la Verdad Eterna.
SALVADOR
BORREGO: ¡PRESENTE!
Nosotros,
brazo en alto y diestra al cielo por Occidente y la Hispanidad, ¡adelante! Asumiendo
tu compromiso con la Verdad.
Luis Alfredo Andregnette Capurro
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