SAN
JUAN BAUTISTA
Hoy, 24 de junio, ocupa
nuestra atención y meditación la figura de un gran santo, cuya misión se
desarrolló en el período que enlaza y, al mismo tiempo, separa las dos grandes
épocas de la historia da la humanidad.
Me refiero al gran San
Juan Bautista, elegido por Dios para anunciar la venida del Mesías y para
proclamar la llegada de la luz del mundo al pueblo que estaba sumergido en las
tinieblas: “Y tú, pequeñuelo, serás llamado Profeta del Altísimo, porque
irás delante del Señor para preparar sus caminos, para dar a su pueblo el
conocimiento de la salvación, para iluminar a los que yacen en las tinieblas y
en las sombras de la muerte”. Así profetizó su
padre, San Zacarías, el día de su circuncisión.
Con motivo de esta
fiesta podemos considerar tres cosas:
1ª) la
época en la cual apareció San Juan Bautista y la sociedad a la cual predicó.
2ª) lo que
anunció: el Verbo de Dios Encarnado.
3ª) la
persona misma del Heraldo o Precursor.
1ª) En
cuanto al momento en que se manifiesta San Juan, la sociedad a la cual predica
se caracterizaba por la tibieza y las tinieblas.
Una obscuridad muy densa
se cernía respecto de los valores religiosos, filosóficos, morales, artísticos.
“Sombras de muerte”, dice el pasaje evangélico que
enmarca su misión.
2ª) Su
misión consistió en anunciar, preceder al Verbo, del cual el otro San Juan, el
Evangelista, dice que “El era la Vida, y la Vida era la luz de los hombres.
Era la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo”.
Y el mismo Jesucristo
dirá: “Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino
que tendrá la luz de la vida… Mientras estoy en el mundo, soy la luz de este
mundo… Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que cree en Mí no quede
en tinieblas”.
Y más enérgica y
significativamente agregará: “¡Fuego he
venido a echar sobre la tierra, y cuánto deseo que ya esté encendido!”.
“¡Fuego!”,
es decir: calor y luz… Ardor que calienta la tibieza…, y claridad que disipa
las tinieblas.
El Verbo anunciado por San
Juan Bautista era Vida, era Luz y era Calor, para un mundo, una sociedad que
agonizaba en la tibieza y las tinieblas… “sombras de muerte”.
3ª) “Apareció
un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Él vino como testigo, para
dar testimonio acerca de la luz, a fin de que todos creyesen por él. Él no era
la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz”.
Con estas palabras
caracteriza San Juan Evangelista al Precursor: testigo de la Luz… ¡Todo un
programa!
Nuestro Señor dirá de su
heraldo: “Vosotros enviasteis legados a Juan y él dio testimonio de la
verdad. Él era antorcha que ardía y lucía. Vosotros quisisteis regocijaros un
momento a su luz…”.
Testimonio magnífico da
Nuestro Señor de San Juan: “Él era antorcha ardiente y luciente”.
San Bernardo enseña que el lucir o brillar solamente, es vano… El
arder solamente, es poco… ¡Arder y lucir es lo perfecto!
El ardor interno del
santo luce fuera. Y, si no le es permitido ambas cosas, escogerá más bien el
arder; a fin de que su Padre que ve en lo secreto, le recompense.
“Él era antorcha
ardiente y luciente”. No dice “luciente y ardiente”,
porque el esplendor de San Juan procedía del fervor, no el ardor del
resplandor.
¿Queréis saber cómo
ardió y lució San Juan?
Ardía:
en sí mismo, con la
austeridad;
para con Dios, con
íntimo fervor de piedad;
para con el prójimo, con
una constante lucha contra el pecado.
Lucía:
con el ejemplo, para la
imitación;
con el índice, señalando
al Verbo, sol de justicia y luz del mundo;
con la palabra,
alumbrando con ellas la obscuridad de los entendimientos.
Y podemos preguntarnos
¿cómo reaccionó aquella sociedad ante la prédica de San Juan? ¿qué actitud tuvo
esa gente respecto de Nuestro Señor Jesucristo?
Pues bien, el santo Evangelio se expresa tristemente de este modo:
“La luz luce en las
tinieblas, y las tinieblas no la recibieron”…
“Él estaba en el
mundo, y el mundo había sido hecho por Él, y el mundo no lo conoció”…
“Él vino a los suyos,
y los suyos no lo recibieron”…, dice el santo Evangelio…
Esta es la trágica
incredulidad de Israel, que no lo conoció ni lo recibió cuando vino para ser la
luz de esa sociedad.
“La luz ha venido al
mundo y los hombres han amado más las tinieblas que la luz, porque sus obras
eran malas. Porque todo el que obra mal odia la luz, y no viene a la luz, para
que sus obras no sean reprobadas”.
Ahora bien, nuestra
sociedad actual adolece de los mismos males que sufría la sociedad a la cual
predicó San Juan y que no quiso recibir a Nuestro Señor.
Nuestra sociedad
posmoderna padece la tibieza y está sumergida en las tinieblas de la muerte.
Tibieza por la falta de
caridad, por la conformidad con el pecado, por la obstinación en la maldad,
porque está contenta de sí misma, porque nada en los placeres y el confort... o
los codicia, si no los tiene...
Tinieblas por los
errores, por las mentiras y sofismas, por la inversión de los valores, por la
oscuridad de la ciencia orgullosa, por la ceguera de las pasiones...
Sombras de muerte, por
los homicidios, las guerras, los abortos, la eutanasia, los suicidios…
Iguales males, con el
agregado de veinte siglos de cristianismo. El neopaganismo es más grave y más
culpable que el antiguo… Es una apostasía…
Pero es importante y
necesario saber que esto no siempre fue así.
Cuando llegaron aquí los
conquistadores y los misioneros, encontraron una sociedad desprovista de Cristo
y con esas enfermedades morales ya indicadas. Faltaba la Vida, la Luz y el
Calor…
Con la llegada de los
misioneros, las antorchas ardientes y lucientes, se iluminaron estas tierras,
recibieron calor y cobraron vida…
Pues bien, por haber
rechazado a Nuestro Señor Jesucristo, la sociedad moderna se suicida. Una densa
oscuridad moral vuelve a cubrir estas tierras benditas por el paso de Jesús y
María.
Esta mezcla de
Cristianismo y Paganismo… Este credo en los labios con la incredulidad en la
mente… Este Credo en las mentes con la sensualidad en el corazón… Este
Cristianismo en las fórmulas con el materialismo en la vida…
Contra estas tinieblas
nada vale… Ni la luz siniestra de dos guerras que han enrojecido la bóveda del
cielo, ni la amenaza de una guerra peor aún, ni la guerrilla que iluminó con
atentados el cielo patrio…
Es invulnerable la
tiniebla de un cristianismo inerte, pobre, tibio… Sentimos que la religión
agoniza junto a nosotros y seguimos jugando... En la hora de los martirios
sabemos vivir indiferentes y alegres... Estamos desorientados, emprendemos mil
caminos, escuchamos millares de voces que contrastan... No sabemos ya ni dónde
andamos ni qué queremos...
En medio de esta crisis, que afecta principalmente a la religión y,
correlativamente, a la sociedad temporal, Dios envió nuevamente algunos
hombres, heraldos, antorchas ardientes y lucientes…
Y esos hombres, obispos, sacerdotes, religiosos, filósofos,
intelectuales…, iluminaron, dieron calor a la sociedad; su acción llegó a casi
todos los países del mundo, y la vida cristiana perseveró a su alrededor…,
conforme a la consigna apocalíptica: Mantén lo que tienes… Guarda
lo que has recibido…
¡Sí!, al igual que San Juan Bautista, de la misma manera que los
Apóstoles y los misioneros, ellos anunciaron al Verbo de Dios hecho carne y se
presentaron como antorchas para que el Cristianismo perseverase…
Es necesario que esas antorchas, ardientes y lucientes, no se
extingan, sino que continúen guiando hacia Jesús, el Salvador y Redentor del
mundo.
Son necesarias antorchas para que brille la luz del Evangelio y se
disipen las tinieblas del error, de la mentira y de la muerte…
Necesitamos otros San
Juan Bautista que como antorchas ardientes y lucientes nos guíen hacia Jesús...
¡Señor!, concédenos, por la intercesión de María Santísima, Estrella
de la mañana, arder con el fuego de tu Caridad y lucir con la luz de tu Verdad…
¡Señor!, en esta hora trágica de la
Iglesia y de la sociedad, no permitas que seamos tibios y temerosos; concédenos
el fervor de San Juan Bautista; haznos arder con el fuego de tu Espíritu Santo
a fin de que iluminemos a las almas… ¡y conservemos lo que hemos recibido!…
¡danos el coraje de ser santos!
¡Antorchas a encender,
para que brille la luz del Evangelio y se disipen las tinieblas del error, de
la mentira y de la muerte…!
1 comentario:
¡Nunca fue tan dificil ser cristiano como ahora! ¡hay que aprovechar!. ¡El tiempo para ser santos es ahora! ¡Los santos en el Cielo nos deben estar envidiando!.
¡Viva Cristo Rey!
¡Viva Maria Reina!
¡Viva la Patria!
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