REPUDIO A LOS
ABORTISTAS
Ante
la bestial tentativa del crimen del aborto que en estos días se ha conocido,
reproducimos una antigua declaración del Centro de Investigaciones de la
Problemática Familiar (CIDEPROF), con sede en San Rafael y presidido por el Dr.
Ricardo S. Curutchet, que nos place hacer nuestra, adhiriendo a todos y a cada
uno de sus vigorosos términos.
El crimen del aborto es el asesinato más vil y repugnante, pues se
perpetra en perjuicio de la persona más inocente y, por añadidura, de la
persona más dependiente de protección.
En los recientes casos de La Plata y de Mendoza, los hechos,
cometidos en perjuicio de dos personas inocentes y absolutamente indefensas,
por quienes tienen a su cargo el velar por ellos y por su salud, como son su
madre y sus parientes más próximos, los médicos y las autoridades, violan
escandalosamente la ley y el orden natural y la Constitución Nacional, los
Tratados internacionales incorporados a ella y las leyes vigentes.
Violan primeramente la ley natural, que es la ley de Dios impresa
en la mente de los hombres y en virtud de la cual éstos pueden discernir el
bien y el mal, ya que nunca, bajo ningún pretexto, es lícito matar a una
persona inocente. Violentan el orden natural porque quienes tienen
principalmente el deber de custodia y cuidado —la madre, primero que
todos, y sus representantes si ella es incapaz— son quienes practican a
quienes deben proteger el mayor daño posible, privándolos de la vida.
Violan la Constitución Nacional que ha incorporado a su texto
normas que expresamente mandan la tutela del niño desde el momento de su
concepción. Violan las leyes, entre ellas las mismas sancionadas por este
Gobierno, como la Ley 26.061, de abril de este año, que encomiendan a las
autoridades la protección integral de los derechos de los niños y que, en caso
de omisión de la observancia de esos deberes por parte de los órganos del
Estado, habilitan a todo ciudadano a interponer las acciones administrativas y
judiciales a fin de restaurar el ejercicio y goce de tales derechos, a través
de medidas expeditas y eficaces. Los jueces no sólo no han procurado la tutela
de esos niños sino que han negado legitimación a quienes han actuado en su
defensa.
Los asesinatos son particularmente escandalosos y comprometen
nuestra responsabilidad como pueblo y como Nación, desde que han sido
promovidos y facilitados por las autoridades que nos representan y
gobiernan. Estos crímenes se
acumularán y pesarán sobre sus cabezas, estos crímenes claman contra ellos
hasta el cielo.
No se trata de unos crímenes más, de los tantos que se perpetran en
nuestros días. En estos abortos recientes hay algo que trasciende los alcances
de un delito individual, de un asesinato particular, de un acto de cobardía, de
acciones personales originadas en la miseria humana y en nuestra condición
pecadora.
Son actos públicos, impulsados, promovidos y financiados por el Estado
y por organizaciones que crecen al cobijo del Estado; actos que comprometen a
toda la Nación y por los que toda la Nación debe reparar. Son actos ejecutados
por el concierto de las autoridades de la Patria y que —bajo el pretexto
hipócrita de humanitarismo sentimentalista— están inspirados en un
profundo odio a la Fe, a la Religión, a la Moral y a la Iglesia; actos que
directa e intencionalmente atacan el orden natural; acciones cuyo fin último es
degradar a la sociedad, hacerla cómplice y partícipe del mal, actos contra la
Verdad y la Vida hechos ex-profeso buscando
conculcarlas y no sólo obtener las mezquinas y supuestas ventajas de un acto
individual; actos, en definitiva, diabólicos, cuya inspiración y origen vienen
del Homicida y Padre de la Mentira.
Por eso, no sólo se debe actuar sino reparar, porque está toda la
Nación comprometida ya que, en todos los órdenes y poderes, son sus
autoridades, —es decir, quienes nos representan y encabezan— las
que explícitamente y con la confesada intención de apartarse de la ley de Dios
y del orden por Él impuesto a las cosas, las responsables primeras o
principales de estos crímenes que desafían el Poder de Dios y que claman al
cielo.
Nosotros como argentinos debemos reparar por los actos de nuestros
gobernantes, por nuestros pecados que nos han hecho merecedores de ellos y por
nuestras omisiones. Y desagraviar, porque es el Autor de la vida y la Vida
misma el primer ofendido. Y debemos actuar.
Estos crímenes publicitados y alabados desde las más altas esferas
del Gobierno, hasta el punto de que el Ministro de Salud (¡precisamente él!) ha
declarado que al practicarse estos homicidios ¡se ha cumplido con la ley!, son
el globo de ensayo de una política tendiente a introducir el aborto como una práctica
lícita y como una opción válida para la regulación de la natalidad.
No perdamos de vista los actos legislativos ya consumados o a punto
de consumarse: la ley de esterilización quirúrgica, que tiende a despojar al
sexo de su principal objeto, que es la procreación, para dejarlo como un mero
instrumento de placer; y la ley de educación sexual que avanza sobre el derecho
de la familia y que impondrá, como ya puede verse en los contenidos publicados
y repartidos desde el Estado, una concepción puramente genital del sexo,
despojado de todo sentido moral y de toda relación con el amor, como acto de
donación y de dación de vida.
Y todo lo demás que se cocina en las marmitas del poder instalado
en la Argentina y cuyo tufo hediondo ya se percibe. Los gobiernos que dictan,
sancionan, ejecutan o aplican leyes inicuas, y éstas son leyes inicuas, pierden
su legitimidad y los ciudadanos no están obligados a obedecerlos. Es más, los
ciudadanos están obligados en conciencia a oponerse y a no cumplir las leyes
que violan la moral. Aún a costa de la propia vida.
Los niños asesinados son los nuevos y verdaderos desaparecidos,
como señala una justa e indignada publicación: “Llevados con vida a la
muerte. Asesinados por orden del
Estado (jueces, ministros y legisladores). Muertos en centros clandestinos, sin
posibilidad de defenderse, mediante el anonimato de sus verdugos. Ocultados sus
cadáveres”. Preguntamos con ella: ¿Su gobierno es derecho y
humano, Dr. Kirchner? ¿Habrá CONADEP para ellos?
Sin embargo y con seguridad, porque han sido muertos en estas
circunstancias, en medio y por causa del odio a la Fe, a la Iglesia y a su
Fundador y Maestro, ellos alcanzaron la suerte de los Santos Inocentes y están
contemplando cara a cara la gloria de Dios y gozando de la dicha de los
bienaventurados. Ellos intercederán por nosotros ante la Misericordia del Dios
Vivo y rogarán por sus madres y sus asesinos ante la Omnipotencia Suplicante de
la Madre de Dios.
A nosotros nos toca velar y luchar para que esos crímenes no se
cobijen bajo la tutela de las leyes y de los jueces de nuestra Patria; para que
los médicos no traicionen su misión y trastroquen su arte en el arte de la
muerte; para que las familias sean el santuario de la vida y en ellas y desde
ella crezcan para el futuro, para el bien de la Patria y la gloria de Dios,
hombres y mujeres sanos e íntegros en el cuerpo pero, sobre todo, en el alma.
El Centro de Investigaciones de la Problemática Familiar, a la vez
que condena enérgicamente estos crímenes y —sin eludir la propia
responsabilidad por su omisión, desidia o inoperancia— hace responsable
de estos crímenes a las autoridades nacionales y provinciales que los hicieron
posibles; y convoca al combate, en el frente que sea, en defensa de la vida y
de los inocentes, de los débiles y de los desvalidos; y en defensa de las leyes
y los derechos de Dios.
Para ello recurrimos a Su protección y auxilio y a la mediación de
la Santísima Virgen María, nuestra Madre y nuestra Reina, elevando sin temor y
con gozosa esperanza el estandarte del glorioso Arcángel San Miguel: ¡Quién
como Dios!
Ricardo S.
Curutchet, Presidente
Ricardo Prado,
Vicepresidente
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