LA DEMOCRACIA ES
LA ENEMIGA DEL PUEBLO
La plena incompatibilidad entre la Democracia y el Bien Común ha encontrado una nueva y dolorosa prueba. Lo mismo se diga, y por ende, sobre la contradicción inevitable entre los partidócratas y el cuidado de la nación. Esa nueva prueba a la que aludimos es el conflicto desatado por el flamante Ministerio de Seguridad en relación con la Policía Federal.
Ningún tecnicismo necesitamos conocer para ratificar enérgicamente lo antedicho. Preguntarse de quiénes son las culpas, de quiénes las deudas, a quiénes corresponde cuidar tal área o solventar las guardias adicionales, es mentar lo baladí frente a la esencial y visible tragedia de un gobierno que, para complicar al estúpido que juzga absurdamente su rival, no trepida en desguarnecer aún más los espacios públicos, precisamente en el momento en que la inseguridad arrecia y el delito acrece.
Al ciudadano de a pie no le van ni le vienen los términos jurídicos del debate, sino las consecuencias mortales constatadas a diario, al verificar la indefensión en que lo dejan los poderes públicos. Pero es que precisamente ese ciudadano de a pie es el único que no cuenta para el sistema democrático. Objeto de todo tipo de declamaciones y sujeto de promesas electorales miles, el conjetural “soberano”, en la práctica, es nada más que un cautivo indefenso en las manos insanas de los rapiñadores del poder. El argentino promedio experimenta a un altísimo costo lo que si supiera teorizar enunciaría con precisión doctrinaria. A saber, que la democracia es el principal enemigo del pueblo.
Sin embargo, a este episodio policial —emblema, como decimos, de la incongruencia entre el sistema y la benevolencia colectiva— le faltaba aún una cuota de cinismo cruel, y la ministra Garré no trepidó en ofrecerlo, que para eso está preñada de un pasado criminal, tanto como provista de un presente siniestro. Sucedió que, concluyendo la primera semana de abril, esto es, en medio de la crisis social por las insensatas medidas adoptadas, no tuvo la mejor ocurrencia que colocar una placa en el viejo edificio que fuera de Coordinación Federal, de la Policía Federal.
Pero la susodicha placa no era para recordar condenatoriamente el atentado del que fue objeto la institución, el 2 de julio de 1976, llevado a cabo por las organizaciones terroristas. Tampoco para rendir tributo a quienes fueron sus víctimas, más de veinte muertos y de setenta heridos; ni menos para condenar la terrible voladura, tristemente común en los procedimientos guerrilleros. Nada de eso. La placa es un homenaje a los asesinos; a esa juventud maravillosa que en dicho lugar habría sido “detenida, torturada y exterminada”, pidiéndose para ellos “memoria, verdad y justicia”. Unas semanas antes, claro, Firmenich y Verbitsky, partícipes directos del criminal suceso, habían sido sobreseídos definitivamente por la justicia contranatura del kirchnerismo. Como mucho nos tememos que los más jóvenes no puedan justipreciar adecuadamente esta indecible aberración, digamos en dos trazos, que el gesto sería equivalente a levantar en el Japón de hoy un monumento al tsunami, o en honrar en el patio de la escuela de Río de Janeiro al enajenado que acaba de matar sus alumnos, o en desligar de toda responsabilidad a la Thatcher por el alevoso hundimiento del Crucero General Belgrano.
Que la policía haya permitido sin hesitar tamaño vejamen a sus caídos y a su propia guerra justa, mide la corrupción en que se halla, mucho más que las proverbiales coimas o turbiedades siempre vigentes. Que un acto de tamaña subversión moral —sí, no hay otro nombre adecuado que el de subversión— sea ya noticia corriente entre los quehaceres gubernamentales y permanezca impune, retrata la hondura de un mal cuya naturaleza última es demoníaca. Y que “la maldad insolente” haya emergido de la letra de un tango para enseñorearse con lenidad sobre todo, bien podría ser el tema para una reflexión parusíaca, como lo vienen haciendo algunos especialistas.
Entre tantas mentiras, este Gobierno ha elaborado una que le da buenos dividendos. Según la misma, sus más encarnizados enemigos serían un conocido imitador de Freddy Mercury, una anciana dedicada a servirse el almuerzo en público, un hebreo baboso palmanalgas, o un par de periódicos que jamás han conocido mayor norte que el negocio. Si alguna vez se topara con un enemigo real, entitativo, veraz e insobornable, otro podría ser el curso de la historia.
Esta enemistad total y sin concesiones con la perversión democrática es la que urge fortificar y expandir. Los restantes son caminos funcionales a la perdurabilidad del modelo.
Antonio Caponnetto
2 comentarios:
Certero y preciso es el cuadro de situación que establece este editorial. También es necesariamente triste porque triste es el piso, o mas bien subsuelo, de bajeza y marginalidad en que se ha sumido a nuestra querida Patria.
Felicito al Dr. Caponnetto tanto por su lucidez como por su valentía. Porque decir la verdad en esta Argentina en que el oficialismo y la oposición (la democrática por supuesto) está integrada por personajes de grueso prontuario, implica por lo menos confinarse a la soledad y ser víctima de la conspiración del silencio.
Sirvan de ejemplo los demoledores actos aberrantes, buscando la destrucción de la Policía Federal, que sistemáticamente perpetra la Garré. Ninguno provocó ni siquiera el pedido de un pase a retiro de los que se autodenominan oficiales superiores de esa Institución. Acto de disconformidad nada heroico pues solo implicaba un cambio de ventanilla de pago, en vez de sueldo cobraría el retiro.
Pues, ni siquiera eso. La explicación podría ser que la Policía Federal se encuentre muerta. Entonces hay que decir que la mataron estos 28 años de agresiones comenzadas por el extinto Recitador de Preámbulos (Ha dejado un hijo-clon como sucesor) y seguidas por sus sucesores, cada vez mas perfeccionados en falsía, corrupción y antipatriotismo. La públicamente acusada de terrorismo Nilda Garré, al servicio de la Viuda del Perverso Difunto, es solo la culminación del proceso.
Le hago llegar al Dr. Caponnetto mi solidaridad.
Fernando José Ares
seguro veamos su comprobaciòn empirica aca en argentina hipeinflacion de el alfonso. estallido de la convertibilidad emergencia economica social etc. sine die 2002 a 2011 inclusive cuerpo social destruido. instituciones no existen solo barones plebeyos de la peor estofa. consumo??? era la de los años 76 en adelante. se acuerdan de la marea humana de la calle lavalle saliendo y entrando de los cines, bares confiterias llenos. tiendas abarrotadas, etc.ahora ahora ahora me...da làstima ver la gente que duerme en la calle lavalle. daniel jorge
Publicar un comentario