martes, 8 de junio de 2010

Apostillas


PÍO XII LO SABÍA

Antes he hablado de Pío XII. A Pío XII le conocí también con audiencia privada, en 1957. Fue en ocasión de una Semana de Cine Español que se celebró en Roma; los buenos oficios de Julián Cortés Cavanillas consiguieron que el Pontífice recibiera a los componentes de la delegación española, en la que, junto a los representantes de la Administración y de la industria, estaban un grupo de artistas: Carmen Sevilla, Paco Rabal, Luz Márquez, José Suárez, Amparo Rivelles, Fernando Sancho, Maite Pardo, María Martín, Germán Cobos, Fernando Rey. Ni qué decir tiene que no se daba en nosotros esa beatería un tanto histérica que suele caracterizar a los participantes en estas audiencias. Yo diría, incluso, que había en algunos cierta morbosa e irónica curiosidad por ver de cerca al Papa, pero muy escasa veneración.

Y, sin embargo, cuando apareció el Santo Padre —enfáticamente anunciado por un cardenal de empalagoso acento— caímos todos de hinojos, como empujados por un resorte invisible, y hasta tuvimos la sensación de hallarnos frente a un ser que no era de este mundo. A nadie se le ocurrió vitorear ni aplaudir —como suelen hacer ciertos frenéticos visitantes— pero la impresión de respeto, de confusión, de devoción, fue asombrosa. Y es que el Papa Pacelli —permítaseme la frase— vestía el cargo de una manera asombrosa. Le ayudaban a ello su figura vertical, solemne, llena de dignidad, y la mirada profundísima de aquellos ojos menudos y penetrantes, que parecían asomados a las almas de sus interlocutores.

Por eso encontramos todos normal que, a la salida de la audiencia, mientras paseábamos por los hermosos pórticos de la plaza de San Pedro, comentando la sensación de santidad que trascendía de Pío XII, una de las actrices que nos acompañaba resumiera la impresión general con tanta gracia como realidad:

— ¡Anda! ¡Como que cuando se me quedó mirando y me clavó los ojos de aquella manera, yo me dije: «Éste sabe lo de Pepe…»!

Pepe era, naturalmente, su amante de entonces…

Fernando Vizcaíno Casas
(Tomado de su libro “Personajes de entonces…”)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Que descaro el de esa atorranta! Como si el Santo Padre no tuviera asuntos mas importantes en que pensar, como para que ocuparse de lo que hacia en su cama.
¿Que hubiera pensado entonces si iba la Kretina de Argentina?

Fernando José dijo...

¡Qué gentuza le llevaban a ver al Santo Padre!

La verdad es que el mundo de los comicastros y titiriteros, "la gente de la cultura" como gusta autodenominarse, es el mundo abisal de las mas hediondas sentinas. Ayer y hoy. Siempre necesitados de algún Mecenas.

De allí que mucha "gente de la cultura" se encuentre bajo el mecenazgo de Kirchner y propagandice cuanto vicio exista en esta tierra.

Anónimo dijo...

En efecto Sr. Fernando. Salvo honrosas excepciones son una caterva de parasitos, inservibles, incapaces de producir nada bueno ni bello (ni siquiera util), entonces como los Copani o las Florencia Peña se convierten en repulsivos obsecuentes y panegiristas de los corruptos, para recibir alguna moneda robada por estos -como los Kirchner-