sábado, 12 de junio de 2010

Poesía que promete


EL DESESPERADO

Hombre que en el tumulto de esta hora del mundo
te pierdes y encegueces;
y en la noche te buscas, sin comprender la noche,
y en la noche pereces;
tú, que apartas tu sangre de la sangre que unía
tu cuerpo a la Substancia,
y te arrancas el alma como una flor ajada,
sin norma y sin fragancia;
tú, que de usar los ojos en mirar lo pequeño
los ojos has perdido,
tú, que de tropezar con tus propios sentidos
ya no tienes sentido,
tú, que en la soledad eras un desolado
porque no te conoces,
tú que huyes del silencio, pues te aterra el espectro
que queda de tus voces;
tú, que hablas de la vida cual si la vida fuera
solamente tu vida
y clamas por la muerte como si no tuvieras
ya la carne podrida;
oh tú, el desesperado de no haber visto a Dios,
de no haberlo encontrado,
te llenarás de asombro cuando adviertas que Dios
siempre estuvo a tu lado;
y aún está, y estará, pues su misericordia
sin tasa ni medida
desborda, a pesar tuyo, en los universos
de tu muerte y de tu vida.
¡Oh si yo te dijera que esos mismos sentidos
que tú dilapidaste
te unen secretamente a Quien esos sentidos
tantas veces negaste!
Pues hasta en lo más simple de las cosas que miras
(sin ver naturalmente)
está Aquel que buscabas, a quien negabas
tan obstinadamente…

(Por la ventana abierta, su frescura de sótano
la noche respiraba;
y el olor de la tierra la fuerte primavera
de la muerte exhumaba.
Entre las arboledas jugaban suavemente
los ángeles del viento;
iba y venía en la sombra a manera de lento
guardián del pensamiento).

Sumérgete en la noche sin pavor ni recelo,
con plenitud de amante;
y hallarás que la noche no es sino su profunda
desnudez deslumbrante;
la cegadora lámpara cuya luz no resisten
nuestras pobres miradas,
contra la cual los ojos parecen como leves
mariposas quemadas.
Y pregunta con esa sabiduría del niño
que interroga las cosas:
¿Quién está tras las cosas encendiendo los astros
y adormece las flores?
El silencio infinito ¿no es acaso un lenguaje
de infinitos rumores?
¿Qué es esta soledad sino Aquella presencia
total inadvertida?
¿Los astros no te bastan para dar testimonio
perenne de Su vida?
¡Ah! pero no es preciso de lo arcano y remoto
para hacerlo evidente,
pues también en las cosas menos extraordinarias
parece estar presente.
Mira en el madurar del fruto la elocuencia
carnal de Su dulzura,
y, en el caer la hoja, el peso de Su ley
convertida en ternura…
La conciencia nocturna continuó su monólogo
razonable y perfecto.
Y vio el hombre, en efecto, que el discurso interior
no tenía defecto.
Pero cuando la noche comenzó a demacrarse
con las primeras luces
apareció en la calle el cadáver de un hombre
desplomado de bruces.

Juan Oscar Ponferrada
a raíz de la muerte de Leopoldo Lugones

2 comentarios:

Pampa dijo...

Hermosísima y descarnada peosía del querido catamarqueño Oscar Ponferrada... con respecto al poeta dedicado, me pregunto ¿qué hubiese sucedido si la masonería no le hubiera prestado tanta dedicación a su póstuma conversión?... pero actuaron y ello constituye una de las gravísimas imputaciones con la que tendrán que vérselas en el pavoroso día del Juicio...mientras nosotros, Don Leopoldo, seguiremos rogando desde aquí a Cristo Rey por su Alma.
Desde la tierra del Chamamé y el General San Martín.

Anónimo dijo...

Amigo correntino, casi me atrevo a decir que el Señor recibio el alma de Don Leopoldo.

Un humilde lector.