NICOLÁS
II
REINADO,
MARTIRIO Y SANTIDAD
Lo prometido es deuda. Esto nos lleva a cumplir con los camaradas lectores y continuar tratando
el centenario del horror máximo que han conocido los siglos: la llamada
“revolución bolchevique”. Este horror no perteneció solamente a Rusia por haber
sido parido allí, en el mismo sitio donde fue aplastado. Algo del averno hizo
metástasis en un mundo ateo y por ende hedonista. Ahora lo vemos repetirse con
la bendición democrática, el camino perfecto que facilita su siembra, con el
permisivismo y el relativismo.
El genial VILFREDO PARETO (lamentablemente tan
olvidado) nos alertaba respecto al monstruo hace ya décadas, en las páginas de brillantes
estudios. En este caso nos referimos a “Transformación de la Democracia” en uno
de cuyos capítulos escribe el Dr. Pareto: “Consciente o inconscientemente ,van exhortando a la
gente a no contrastar «los tiempos nuevos»… «a resignarse a lo inevitable», a
creer «en el evangelio divino del proletario» a transformarse para no ser
destruidos, lo que a decir verdad, es darse la muerte para no ser asesinados
por otros”.
Decía el Dr, Falcionelli que quienes pretendemos
escribir historia tenemos prohibido hacerlo presentando una opinión ya que ésta viola el farisaico principio de objetividad
y tiende a hacer filosofía. Pero “lo que es peor”, por ese camino, podríamos
llegar a… la metafísica. Y esto es lo peor porque entonces, “encontramos lo
absurdo” ya que la METAFISICA “es el desconocimiento del positivismo, el cual,
a decir verdad, nunca supo dar una interpretación valedera de la historia”. Y
aquí, llegamos al objeto de estas
cuartillas que tienen como meta dar un perfil del Nicolás II Romanoff mártir, quien
como “Ungido del Señor,” tuvo siempre como Norte a Cristo como Rey al que
buscaba imitar.
Comencemos por afirmar, que creemos en la legitimidad,
del poder del Czar porque estaba basada en los Evangelios. Por ello, la
ilegitimidad es imposible de probar. Sabemos por experiencia que éste es un asunto
no discutible de buena fe, ya para el modernismo no es “políticamente correcto”.
Así como no lo es señalar que las finanzas de los deicidas, fueron causa
decisiva en la instauración bolchevique. Con brillantez lo señala el Dr, Falcionelli,
diciendo que “los mansos corderos del Politburó, no hicieron más que acostarse
en las sábanas apenas tendidas en la cama rusa, por los amigos occidentalistas
señores Milúkov y Kerensky”. A esos
liberales demócratas, del Febrero de 1917, hay que agregar que, si lo dejáramos
de lado, seríamos culpables del pecado de omisión. Esto fue, la presencia en
Octubre-Noviembre de 1917, de los ideólogos psicópatas Lenin y Trotsky junto a
los plutócratas Jacobo Schiff, Max Warburg y Walther Rathenau de la Banca Khun
Loeb and Company. Se abrió así la horrible trampa para la Santa Rusia. Un paréntesis
infernal que duró 83 años.
Para quien nos exige una idea básica, respecto a este
trabajo, expresamos que la dinastía Romanoff en lucha durante tres siglos, construyó
una nación, partiendo desde los orígenes, llamados “Tiempos Turbios”, hasta la
grandeza de las primeras décadas del siglo pasado. Esa familia secularmente
reinante, con sus tropiezos y aciertos, merece un lugar prominente en la mejor
historia de la Santa Rusia. Intentaremos por ello un juicio justo para el
último Romanoff, el Czar Nicolás II, tan denostado por la historia masónica
como pesimista y sin carácter.
Lo afirmado por esos escribas, forma parte de las
incertidumbres históricas creadas en nuestro tiempo. En primer lugar, el
Emperador tuvo un carácter firme para llevar la pesada Corona de Rusia durante
23 años. El Símbolo Imperial se convirtió en corona de espinas en el caminar
junto a su familia y se convirtió en un campo de clavos en punta al rojo vivo, cuando
se acercaron más y más al Gólgota preparado por el bolcheviquismo desde octubre
de 1917. Todo perfectamente construido para consumar las espeluznantes muertes
el 16 (28) (Ésta según la fecha del calendario Gregoriano) de julio de 1918. En
referencia a los que se refieren al pesimismo saben que ,si en algún momento lo
fue, era por realista, y su obra de gobernante así lo prueba. De todas maneras
aceptamos como gran verdad lo escrito por George Sorel, quien en las “Ilusiones
del Progreso” cuando describe a los psicópatas ideólogos de todos los tiempos,
nos dice: “El pesimista no está sujeto a las locuras sanguinarias del optimista
que se exaspera ante los obstáculos imprevistos que sus proyecciones encuentran;
no sueña con instalar el paraíso de las generaciones futuras asesinando en masa
a los egoístas de su tiempo”.
El Soberano que nos reúne en esta nota, había nacido
el 6 (18) de mayo de 1868. (Va entre paréntesis, reiteramos, la fecha del
occidental calendario gregoriano. En el Imperio Ruso regía el llamado Juliano
que tenía 12 días de atraso con referencia al nuestro). Pero prosigamos con el
tema de fondo. El niño nacido era el hijo del matrimonio Alejandro y María
Fedorovna, sucesores, en ese momento, de Alejandro II Ungido del Señor y Czar
de todas las Rusias, el gigantesco Imperio que abarcaba una sexta parte de los
continentes. El día del bautizo del Gran Duque Nicolás Alexandrovich, en medio
del tañir de las campanas, se produjo un extraño suceso que muchos supersticiosos
conmovidos hablaron en Rusia y en el continente “de presagios de infortunios”.
El hecho se dio de esta manera. Momentos después que el séquito se pusiera en
marcha hacia la puerta principal del Templo, del cojín de terciopelo, que
llevaba el ujier, se desprendió, cayendo al suelo ruidosamente, la Orden
Imperial de San Andrés que se le había conferido al Infante.
Ese presentimiento volvió a reaparecer cuando el día
de la coronación de Nicolás II (su padre Alejandro III había muerto el (1) de
noviembre de 1894 de una terrible e implacable enfermedad) se produjo, un gran terremoto
en parte de Rusia. El historiador Jacoby, al que ya hemos citado,
expresa: “Ese sentimiento que la fatalidad nos sigue paso a paso prodigando sus
advertencias antes del golpe fatal, moldeó poco a poco el carácter del Czar
Nicolás”. Cabe señalar como confirmación a lo transcripto del libro del
historiador citado, lo que escribimos a continuación.
Tanto la coronación, como el casamiento del ya Czar
Nicolás II, con la nieta de Victoria de Inglaterra, se llevaron a cabo en medio
del duelo por la muerte de Alejandro III. Las cortinas de luto, caracterizaron
todos los grandes acontecimientos que señalamos en anterior párrafo. La
Princesa Alix, alemana de nacimiento, nada exigió por respeto al duelo por el
fallecimiento de su suegro. La joven Alix, Duquesa de Hesse, (por su padre que descendía
de Carlomagno) adoptó el nombre de Alejandra al ser proclamada Czarina. La
novel esposa de Nicolás II había sido educada por su abuela dentro de una
estricta moral cristiana. Esta singular adopción se debió a que su madre (como
dijimos, hija de la Reina Victoria) al cuidar a su hija enferma de difteria
contrajo el mal y se fue hacia Dios en 1878, cuando Alix cumplía seis años.
Tan pequeña había conocido el sufrimiento que nunca
la abandonó. Cada mes, visitaba la cripta donde descansaban los restos de su madre
mártir y allí pasaba horas orando. Ya entonces, muy jovencita escribía
pensamientos como éstos: “En medio de la vida estamos con la muerte. Nuestra
vida debe ser la preparación y la espera de la eternidad con Jesús”. Del matrimonio
con Nicolás II nacieron María, Olga, Tatiana y Anastasia. “Son las cuatro hojas
de nuestro Trébol” las definió su padre, Nicolás II, quien sin embargo esperaba
el heredero masculino. El ansiado varón llegó en 1904, anunciado con trescientos
cañonazos disparados desde la fortaleza San Pedro y San Pablo de San
Petersburgo.
Sin embargo, la gran felicidad de los padres y la dinastía
duró muy poco, porque a los seis meses apareció la hemofilia, enfermedad heredada
por vía materna amén de ser incurable. Por causa de ella, la sangre del enfermo
no coagula y con el mínimo tropiezo o caída se forman cardenales muy dolorosos.
Pero hubo algo más en estas vidas de los monarcas martiriales. Se trata de un
episodio que creemos fue conservado en los escritos personales del gran Ministro
Stolypin (asesinado en Kiev en 1911 por un miembro del grupo deicida anímico racial)
que nos privilegia al mostrarnos el alma del César como hombre dispuesto al
máximo sacrificio. Aquí lo trascribimos al lector, recordando un antiguo adagio
español que dice: “Dime lo que lees y te diré como piensas”… y sientes, se
permite agregar quien esto escribe.
El episodio que tomamos del importante estudio de
Jean Jacoby, tuvo como escenario, el Despacho de Acuerdos en el Palacio de
Invierno. Era un día, en el que el Czar, se mostraba especialmente pensativo.
En determinado momento y mientras Stolypin presentaba un proyecto de ley, el
Soberano le interrumpió con estas palabras: “Nada de cuanto emprendo tiene
éxito, no soy lo que puede decirse afortunado. La voluntad del hombre es, sin
duda alguna, insignificante”. Stolypin, carácter enérgico y decidido, protestó. Entonces el Czar le hizo esta pregunta: ¿“Habéis
leído la “Vida de los Santos”?
‒ “Sí, respondió el Ministro aunque no completa, pues
tiene más de 20 tomos”.
Ante esa respuesta, Nicolás II volvió a preguntar:
¿“Recordáis el día de mi nacimiento”?
‒ ¿Cómo puedo olvidarlo Majestad? Fue el 6 [18] de
mayo de 1868.
‒ ¿“Y cuál es el Santo que se celebra ese día”?
‒ “Perdonadme Sire, pero no lo recuerdo”.
‒ “Pues bien, dijo el Czar, es el de JOB”.
‒ “Loado sea Dios, expresó el ministro, entonces no
hay duda que el reinado de Vuestra Majestad terminará en la gloria, pues Job después
de haber sufrido con humildad las pruebas más terribles fue bendecido por la Divinidad”.
Luego de un corto silencio, Nicolás respondió con
tristeza: “No, creedme, Piotr Arcadievich, es algo más que un presentimiento.
Tengo la certeza que he sido llamado a sufrir terribles pruebas, por las
cuales, no recibiré ninguna recompensa en este mundo” (…) “¡Cuántas veces
podría aplicarme las desoladoras palabras de Job «Apenas me asalta un temor, ya
empiezan a realizarse todas y cuantas
desgracias preveo se abaten sobre mi cabeza»”.
El Czar pronunció entonces las frases que hablaban
de su porvenir: “Tal vez sea necesaria una víctima propiciatoria para salvar a
Rusia. Yo seré esa víctima. Hágase la voluntad de Dios”.
Proféticas palabras donde aceptaba humildemente ser
Cordero de Dios a imitación de Cristo Jesús. Un Soberano que, sin duda, sigue
siendo ejemplo de valor y grandeza. La crónica del reinado de Nicolás II es un
trabajo que seguramente ocupa y ocupará a los historiadores serios y veraces. A
la nueva Rusia en la que, la Iglesia Ortodoxa, que ha dejado de ser perseguida,
ya elevó a Nicolás y su esposa Alejandra a los altares. Ahora se abre paso el
revisionismo histórico que expulsa la mentira marxista del materialismo
histórico. El mal no ha prevalecido… Cristo siempre vence. Por ello tenemos que decirlo claramente: con Nicolás
II, Rusia alcanzó niveles de desarrollo solamente superados en la época por los
Estados Unidos. Veamos.
Las grandes reformas de las dos décadas del Czar Nicolás
II, comenzando por la transformación, agraria. En ella está grabado, para
siempre, el nombre de Stolypin quien con el acuerdo del Soberano llevó adelante
una reforma agraria de extensión desconocida que hizo de los campesinos
propietarios de sus tierras. Dos leyes claves redactadas por Stolypin la
primera del 9 (21) de noviembre de 1907 dejó sin efecto ‒señala Facionelli‒ el cerco
de la comunidad aldeana la que se convirtió en propiedad absoluta de los
vecinos. En junio del año siguiente todos se trasformaron en propietarios
individuales independientes. Varios millones de trabajadores de la tierra
fueron favorecidos con la misma medida. Se formó así, una capa de pequeños
terratenientes cuyos intereses coincidían con los del Estado. Las cosechas
aumentaron en un 78 por ciento. Cabe señalar en primer lugar la producción
azucarera que aumentó en un 245 por ciento. La industria hullera en un 300 por
ciento, la del petróleo en un 65 por ciento, por ciento, sin dejar de señalar
las fundiciones, que, como la del hierro, ascendió en un 250 por ciento. Las
reservas de oro pasaron de 468 millones de rublos a 1064 millones. Las extensiones
de la red ferrocarrilera aumentaron en decenas de miles de kilómetros. El
territorio Imperial tuvo la satisfacción de exponer al mundo su ferrocarril
hasta Vladivostock con una extensión de 8.000 kilómetros.
Así se llegó hasta el océano Pacífico, llevando las actividades a extensas zonas
hasta ese momento vírgenes. La guerra de 1914 y los movimientos plutócratas y
marxi-bolcheviques de varios años atrás, malograron la grandiosa experiencia
que ya era ejemplo para el universo.
En lo internacional, debemos destacar la propuesta
del Czar, sobre la creación de un Tribunal Internacional de Justicia que
finalmente se concretó. Hoy lo conocemos como el Tribunal de Justicia Internacional
con sede en La Haya. Los aspectos de la vida cultural con sus nuevas Universidades
y escuelas que por miles se instalaron las dejamos para otra entrega. En ella,
si Dios quiere, proyectamos presentar un juicio sobre la “intelligentzia” y en
especial mostrar a un Tolstoi ácrata y “cristiano” que cumplió muy bien su
parte de saboteador Iscariote en la tragedia de la Santa Rusia de la ejemplar
familia Romanoff.
Luis Alfredo Andregnette Capurro
1 comentario:
Interesante. Me sorprendió en el final, que el tribunal internacional haya sido idea del entonces zar. No quiero ser un criticón, pero un poco lánguido el artículo. Me deja un poco en ascuas el futuro artículo sobre Tolstoi y el medio de su época; siempre es interesante un punto de vista no común. felicitaciones. Gerald.
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