MONTEVIDEO
“LA MUY FIEL Y
RECONQUISTADORA”
REAL
DISPOSICIÓN DEL 12 DE ABRIL DE 1807
Las
invasiones inglesas de 1806 y 1807 fueron acontecimientos del Río de la Plata que conmovieron al
Reino de Indias. Ataques piráticos con los que comenzó el siglo XIX pero no los
primeros de esta comarca. Gran Bretaña ya nos había “visitado” en el siglo
XVIII, siendo su objetivo la
Colonia del Sacramento. En una de esas intentonas mordieron
la costa Oriental y bebieron agua barrosa cuando la artillería hispano criolla
dio en la santa bárbara de la nave capitana en la que, con la tripulación,
murió su jefe el Almirante Mc Namara. En1804, la revolución industrial ya
ahogaba por su propia producción, al Reino Británico. La necesidad de mercados
para salir de la asfixia los hizo retornar a su antiguo oficio de facinerosos
salteadores. En el año citado buscaron romper la paz, atacando y hundiendo
parte de una flota española.
El traidor
ataque lo conocemos por su histórica ubicación geográfica; Cabo Santa María,
frente a la costa sur del Portugal Atlántico. En el episodio murió la familia
Alvear cuyos hijos eran nacidos en las Misiones Orientales. Su único
sobreviviente fue Carlos María que, conducido a Londres, allí vivió varios
años. Volvió a su tierra natal para alcanzar altos cargos como Jefe del Sitio
de Montevideo en 1813. Aquí, en junio de 1814, luego de firmar con el Capitán
General Vigodet la rendición del Real de San Felipe y Santiago de Montevideo
cínicamente desconoció el acuerdo firmado. Luego fue Director Supremo de la Provincias, cargo
heredado de su tío Gervasio de Posadas. Desde el cómodo sillón del Fuerte
ofreció a Gran Bretaña que se hiciera cargo de los territorios del Reino de
Indias en el Rio de la
Plata. En este caso fue reo de Alta Traición. Pero hizo más.
Para neutralizar al general José de Artigas le envió siete oficiales traidores
al Oriental para que éste los fusilara. No consiguió su bajeza porque Artigas
los puso en libertad diciéndoles “No soy verdugo del gobierno porteño”.
Hoy Carlos
María del Santo Ángel de Alvear tiene en Bs. As., una estatua ecuestre tal
vez por la fallida victoria de
Ituzaingó. No huelga decir que los brasileños la conocen como “retirada de
Santa María” dadas las facilidades que tuvo su Jefe, el Marqués de Barbacena,
para retirarse en orden. Cabe preguntarse ¿que había en ese espíritu y en esa
cabeza que lo hacía servir a los que asesinaran a sus genitores? Sin poder comprender
al maquiavélico “héroe” tampoco nos explicamos estuviera cómodo junto con lo
que les hacían el juego a la perfidia de Albión.
Rogando el
perdón a nuestro amable lector por la digresión retornamos al tema nos ocupa.
La batalla naval de Trafalgar dada en octubre de 1805, donde los británicos
derrotaron a las escuadras de las Españas aliada a la Francesa permitió que los
sicarios como Popham y Beresford ajustaran un plan para el ataque que les diera
el dominio de estas regiones. Ya estaban preparando con el aventurero jacobino
“general” Miranda, y Mr. Pitt una acción armada contra la Capitanía General
de Venezuela pretextando “liberarla”. Comenzaría así, con el iscariote venezolano
que fungía como jefe, la balcanización de la hispanidad imperial. Era en verdad
una evidente tentativa de conflagración continental en coincidencia con lo
proyecto para el Plata de los citados Beresford y Popham. Tengamos siempre
presente el objetivo final de las logias y banqueros londinenses seguramente
marranos sefaradíes en alto porcentaje. Éste era claro: destruir el Imperio
Hispanoamericano para transformar sus atomizados restos en dependencia de las
finanzas de la City.
El Real de
San Felipe y Santiago Montevideo cumplió con los deberes militares para los que
había sido fundado jurídicamente el 20 de diciembre de 1729 por el Mariscal de
Campo y Caballero de la Orden
de Calatrava Don Bruno Mauricio de Zabala, Gobernador del Río de la Plata con asiento en Bs As
donde asumió el cargo en julio de 1717. Proficua fue la gestión del veterano
guerrero. Dejó su vida y alma en estos lares. Fallecido en 1736, sus restos
desde 1737 descansan en la
Iglesia de la
Merced de la capital argentina. El Real bastión militar
totalmente amurallado estaba ubicado en el único puerto natural con forma de
herradura donde podían recalar las naves desde Santa Catalina al estrecho del
extremo sur de América. Lo defendía por tierra donde terminaba la península,
(hoy plaza de la
Independencia de Montevideo) una ciudadela estrellada
diseñada por el ingeniero vizcaíno Petrarca que se había formado en la escuela
del ingeniero militar francés Vauban.
El militar
galo, era un magnífico técnico, que había mejorado las claves de la
arquitectura defensiva. Desde 1769, el Real de Montevideo incorporó de hecho el
Apostadero Naval con la llegada de una escuadra comandada por el General de
Marina don Ignacio de Madariaga. Venía esa fuerza para afirmar el control sobre
las Malvinas, casi ocupadas por ingleses, amén de recorrer el Golfo de Guinea,
y las islas del Chiloé. Contribuiría, por otra parte, transportando elementos
para la colonización de la
Patagonia. La existencia oficial como base para la Real Marina se dio el
9 de agosto de 1776.
Con el
citado documento, se completaba la creación del Virreinato, piedra fundamental
en las disposiciones militares para la defensa del Reino del Plata ante las apetencias
de potencias rapaces como Gran Bretaña. La suprema jerarquía del Apostadero
residía en el Gobernador de la jurisdicción de San Felipe y Santiago de
Montevideo. En el momento de la agresión anglicana el cargo de Gobernador lo ocupaba
el brigadier Pascual Ruiz Huidobro por lo que era el jefe natural de la
importante base militar y naval. El segundo en jerarquía lo era el Capitán de Navío
Santiago de Liniers quien prestaba servicios en la Ensenada de Bs As.
Ocupado Bs As el 27 de junio de 1806, Montevideo se movilizó para liberar la
capital.
Las
corporaciones de ganaderos y comerciantes reunieron una importante cantidad de
dinero y se organizaron milicias integradas por 3000 hombres. Pascual Ruiz Huidobro
elaboró el plan de Liberación de acuerdo a las potestades que tenía, agregando
las concedidas por el Virrey marqués de Sobremonte. El supremo jerarca que de
acuerdo a los planes elaborados en Junta de Guerra de julio de 1797 marchó a
Córdoba con el Tesoro Virreinal. Cuando el segundo jefe del Apostadero,
Caballero de la Orden
de Malta y Capitán de Navío, Don Santiago de Liniers, llegó al Real de
Montevideo y encontró todo un ejército organizado y listo ya para la reconquista.
El mando
supremo le fue confiado al Noble Caballero francés quedando, el Brigadier
Gobernador Ruiz Huidobro en estos lares, ante el peligro de un zarpazo de
Popham. El 22 de julio Liniers recibió la orden de marchar. Así le escribía
Ruiz Huidobro en una nota oficial: “Quedo muy satisfecho de los conocimientos
militares de V.S. Su celo por la Santa Religión y por el mejor servicio del Rey,
su amor por la Patria
le proporcionarán la indecible satisfacción de libertar aquel pueblo de la
opresión… liberando a todo el Virreinato expuesto a caer en igual desgracia...”
El 23 de julio
informa Liniers al Príncipe de la
Paz don Manuel Godoy en parte oficial: “Me puse en marcha
hacia Canelones donde fuimos sorprendidos por fuertes aguaceros que hicieron
salir de madre los ríos. Este accidente nos detuvo hasta el 26 que habiendo hecho
recoger todos los botes del Santa Lucía chico formé con ellos balsas con la que
hice atravesar todo el ejército. Llegando esa tarde a San José donde igualmente
tuve que hacer atravesar el río allí existente sobre jangadas. El 28 llegué a
Colonia del Sacramento donde hallé la flotilla traída de Montevideo por el
Capitán Joaquín Gutiérrez de la
Concha compuesta de zumacas, goletas armadas de cañones y
seis cañoneras.
“El día
primero hice proclamar al ejército la orden siguiente: El valor sin disciplina
no conduce más que a una inmediata ruina. Si llegamos a vencer como no dudo
sucederá, a los enemigos de nuestra Patria, acordaos soldados que, los vínculos
de la nación española son de reñir con intrépidos como triunfar con humanidad;
el enemigo vencido es nuestro hermano y la religión y la generosidad de todo
buen español le hace natural estos principios que tendría rubor de
esclarecerlos…” Allí en Colonia se presentó Juan Martin de Pueyrredón
expresando públicamente a Liniers: “Que no esperara socorro alguno de Bs As
pues el desastre del Pedriel había desbaratado las fuerzas reunidas para
auxiliarle”. El día 3 de agosto se
embarcaron los expedicionarios para la
orilla opuesta fondeando en la Conchas al día siguiente. Con un refuerzo de 500
criollos porteños se pusieron en marcha que a causa de los temporales solo
llegaron el 10 frente a la capital
virreinal.
Ese mismo
día tomaron varias posiciones a bayoneta calada
en las que se distinguieron los voluntarios criollos y catalanes
infantes, conocidos como “Migueletes” de
Montevideo. El día doce, hubo reñidos combates, clavando su espada en tierra es
decir capitulando Williams Carr
Beresford. Los rendidos británicos
llegaban al número de1300 hombres con 1600 fusiles y 124 piezas de artillería.
Cuatro días después, el Cabildo de Bs As envió a su par de San Felipe y
Santiago de Montevideo una nota que decía textualmente: “Cuando esta ciudad
reconquistada el 12 del corriente por las tropas que se presentaron al mando de
don Santiago Liniers ha llegado a cerciorarse de los oficios que ha hecho V.S,
parte que con ese vecindario ha tomado en la reconquista no halla expresiones
con que manifestar su gratitud. Cuanto pudiera decirse es nada con
respecto a los sentimientos que le
asisten por tanto da a V.S. las más encarecidas gracias se ofrece gustoso a
acreditar en todo tiempo su agradecimiento y suplica se sirva hacerlo entender
así a ese noble vecindario, cuyos auxilios han contribuido para una empresa en
que consiste nuestra común felicidad y el más acreditado servicio al mejor de
los soberanos”.
En cuanto al
Rey al conocer el hecho glorioso concedió a San Felipe y Santiago de Montevideo
el título de “MUY FIEL Y RECONQUISTADORA” agregando al escudo de sus armas
“banderas inglesas abatidas que apresó en dicha reconquista con una corona de
olivo sobre el Cerro, atravesada de otra de las reales armas, palma y espada”.
Cabe
señalar la Unidad
de la Corona
de Castilla e Indias fue sostenida por Montevideo sobre todo en los cruciales
años que van desde 1806 a1814 a cuyo término la fuerza de lar armas acabó con
aquel régimen. Parafraseando al ilustre Ramón Menéndez y Pidal: la grandiosa
unidad exaltada por Plinio y Prudencio que Roma realizó sobre el Mediterráneo, realizó a su vez España sobre los dos océanos del globo,
uniendo innumerables pueblos, separados por distancias infinitas y barreras
naturales, o divididos por creencias bárbaras, lenguas discordes enemistades
exterminadoras imponiéndoles la paz hispana hermanándolos con los pacificadores
en religión, en lengua, en conocimientos, productos, artes y técnicas y en las
Leyes de Indianas que tanta parte tuvieron en incorporar al Nuevo Mundo a la Fe y Cultura de Occidente”.
Luis Alfredo Andregnette Capurro
Desde “La Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad Real de San
Felipe y Santiago de Montevideo”
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