martes, 5 de septiembre de 2017

Históricas



MONTEVIDEO
“LA MUY FIEL Y RECONQUISTADORA”
REAL DISPOSICIÓN DEL 12 DE ABRIL DE 1807

Las invasiones inglesas de 1806 y 1807 fueron acontecimientos del Río de la Plata que conmovieron al Reino de Indias. Ataques piráticos con los que comenzó el siglo XIX pero no los primeros de esta comarca. Gran Bretaña ya nos había “visitado” en el siglo XVIII, siendo su objetivo la Colonia del Sacramento. En una de esas intentonas mordieron la costa Oriental y bebieron agua barrosa cuando la artillería hispano criolla dio en la santa bárbara de la nave capitana en la que, con la tripulación, murió su jefe el Almirante Mc Namara. En1804, la revolución industrial ya ahogaba por su propia producción, al Reino Británico. La necesidad de mercados para salir de la asfixia los hizo retornar a su antiguo oficio de facinerosos salteadores. En el año citado buscaron romper la paz, atacando y hundiendo parte de una flota española.

El traidor ataque lo conocemos por su histórica ubicación geográfica; Cabo Santa María, frente a la costa sur del Portugal Atlántico. En el episodio murió la familia Alvear cuyos hijos eran nacidos en las Misiones Orientales. Su único sobreviviente fue Carlos María que, conducido a Londres, allí vivió varios años. Volvió a su tierra natal para alcanzar altos cargos como Jefe del Sitio de Montevideo en 1813. Aquí, en junio de 1814, luego de firmar con el Capitán General Vigodet la rendición del Real de San Felipe y Santiago de Montevideo cínicamente desconoció el acuerdo firmado. Luego fue Director Supremo de la Provincias, cargo heredado de su tío Gervasio de Posadas. Desde el cómodo sillón del Fuerte ofreció a Gran Bretaña que se hiciera cargo de los territorios del Reino de Indias en el Rio de la Plata. En este caso fue reo de Alta Traición. Pero hizo más. Para neutralizar al general José de Artigas le envió siete oficiales traidores al Oriental para que éste los fusilara. No consiguió su bajeza porque Artigas los puso en libertad diciéndoles “No soy verdugo del gobierno porteño”.

Hoy Carlos María del Santo Ángel de Alvear tiene en Bs. As., una estatua ecuestre tal vez  por la fallida victoria de Ituzaingó. No huelga decir que los brasileños la conocen como “retirada de Santa María” dadas las facilidades que tuvo su Jefe, el Marqués de Barbacena, para retirarse en orden. Cabe preguntarse ¿que había en ese espíritu y en esa cabeza que lo hacía servir a los que asesinaran a sus genitores? Sin poder comprender al maquiavélico “héroe” tampoco nos explicamos estuviera cómodo junto con lo que les hacían el juego a la perfidia de Albión.

Rogando el perdón a nuestro amable lector por la digresión retornamos al tema nos ocupa. La batalla naval de Trafalgar dada en octubre de 1805, donde los británicos derrotaron a las escuadras de las Españas aliada a la Francesa permitió que los sicarios como Popham y Beresford ajustaran un plan para el ataque que les diera el dominio de estas regiones. Ya estaban preparando con el aventurero jacobino “general” Miranda, y Mr. Pitt una acción armada contra la Capitanía General de Venezuela pretextando “liberarla”. Comenzaría así, con el iscariote venezolano que fungía como jefe, la balcanización de la hispanidad imperial. Era en verdad una evidente tentativa de conflagración continental en coincidencia con lo proyecto para el Plata de los citados Beresford y Popham. Tengamos siempre presente el objetivo final de las logias y banqueros londinenses seguramente marranos sefaradíes en alto porcentaje. Éste era claro: destruir el Imperio Hispanoamericano para transformar sus atomizados restos en dependencia de las finanzas de la City.

El Real de San Felipe y Santiago Montevideo cumplió con los deberes militares para los que había sido fundado jurídicamente el 20 de diciembre de 1729 por el Mariscal de Campo y Caballero de la Orden de Calatrava Don Bruno Mauricio de Zabala, Gobernador del Río de la Plata con asiento en Bs As donde asumió el cargo en julio de 1717. Proficua fue la gestión del veterano guerrero. Dejó su vida y alma en estos lares. Fallecido en 1736, sus restos desde 1737 descansan en la Iglesia de la Merced de la capital argentina. El Real bastión militar totalmente amurallado estaba ubicado en el único puerto natural con forma de herradura donde podían recalar las naves desde Santa Catalina al estrecho del extremo sur de América. Lo defendía por tierra donde terminaba la península, (hoy plaza de la Independencia de Montevideo) una ciudadela estrellada diseñada por el ingeniero vizcaíno Petrarca que se había formado en la escuela del ingeniero militar francés Vauban.

El militar galo, era un magnífico técnico, que había mejorado las claves de la arquitectura defensiva. Desde 1769, el Real de Montevideo incorporó de hecho el Apostadero Naval con la llegada de una escuadra comandada por el General de Marina don Ignacio de Madariaga. Venía esa fuerza para afirmar el control sobre las Malvinas, casi ocupadas por ingleses, amén de recorrer el Golfo de Guinea, y las islas del Chiloé. Contribuiría, por otra parte, transportando elementos para la colonización de la Patagonia. La existencia oficial como base para la Real Marina se dio el 9 de agosto de 1776.

Con el citado documento, se completaba la creación del Virreinato, piedra fundamental en las disposiciones militares para la defensa del Reino del Plata ante las apetencias de potencias rapaces como Gran Bretaña. La suprema jerarquía del Apostadero residía en el Gobernador de la jurisdicción de San Felipe y Santiago de Montevideo. En el momento de la agresión anglicana el cargo de Gobernador lo ocupaba el brigadier Pascual Ruiz Huidobro por lo que era el jefe natural de la importante base militar y naval. El segundo en jerarquía lo era el Capitán de Navío Santiago de Liniers quien prestaba servicios en la Ensenada de Bs As. Ocupado Bs As el 27 de junio de 1806, Montevideo se movilizó para liberar la capital.

Las corporaciones de ganaderos y comerciantes reunieron una importante cantidad de dinero y se organizaron milicias integradas por 3000 hombres. Pascual Ruiz Huidobro elaboró el plan de Liberación de acuerdo a las potestades que tenía, agregando las concedidas por el Virrey marqués de Sobremonte. El supremo jerarca que de acuerdo a los planes elaborados en Junta de Guerra de julio de 1797 marchó a Córdoba con el Tesoro Virreinal. Cuando el segundo jefe del Apostadero, Caballero de la Orden de Malta y Capitán de Navío, Don Santiago de Liniers, llegó al Real de Montevideo y encontró todo un ejército organizado y listo ya para la reconquista.

El mando supremo le fue confiado al Noble Caballero francés quedando, el Brigadier Gobernador Ruiz Huidobro en estos lares, ante el peligro de un zarpazo de Popham. El 22 de julio Liniers recibió la orden de marchar. Así le escribía Ruiz Huidobro en una nota oficial: “Quedo muy satisfecho de los conocimientos militares de V.S. Su celo por la Santa Religión y por el mejor servicio del Rey, su amor por la Patria le proporcionarán la indecible satisfacción de libertar aquel pueblo de la opresión… liberando a todo el Virreinato expuesto a caer en igual desgracia...”

El 23 de julio informa Liniers al Príncipe de la Paz don Manuel Godoy en parte oficial: “Me puse en marcha hacia Canelones donde fuimos sorprendidos por fuertes aguaceros que hicieron salir de madre los ríos. Este accidente nos detuvo hasta el 26 que habiendo hecho recoger todos los botes del Santa Lucía chico formé con ellos balsas con la que hice atravesar todo el ejército. Llegando esa tarde a San José donde igualmente tuve que hacer atravesar el río allí existente sobre jangadas. El 28 llegué a Colonia del Sacramento donde hallé la flotilla traída de Montevideo por el Capitán Joaquín Gutiérrez de la Concha compuesta de zumacas, goletas armadas de cañones y seis cañoneras.

“El día primero hice proclamar al ejército la orden siguiente: El valor sin disciplina no conduce más que a una inmediata ruina. Si llegamos a vencer como no dudo sucederá, a los enemigos de nuestra Patria, acordaos soldados que, los vínculos de la nación española son de reñir con intrépidos como triunfar con humanidad; el enemigo vencido es nuestro hermano y la religión y la generosidad de todo buen español le hace natural estos principios que tendría rubor de esclarecerlos…” Allí en Colonia se presentó Juan Martin de Pueyrredón expresando públicamente a Liniers: “Que no esperara socorro alguno de Bs As pues el desastre del Pedriel había desbaratado las fuerzas reunidas para auxiliarle”. El día 3 de agosto  se embarcaron los expedicionarios para la  orilla opuesta fondeando en la Conchas al día siguiente. Con un refuerzo de 500 criollos porteños se pusieron en marcha que a causa de los temporales solo llegaron el  10 frente a la capital virreinal.

Ese mismo día tomaron varias posiciones a bayoneta calada  en las que se distinguieron los voluntarios criollos y catalanes infantes, conocidos como “Migueletes”  de Montevideo. El día doce, hubo reñidos combates, clavando su espada en tierra es decir  capitulando Williams Carr Beresford.  Los rendidos británicos llegaban al número de1300 hombres con 1600 fusiles y 124 piezas de artillería. Cuatro días después, el Cabildo de Bs As envió a su par de San Felipe y Santiago de Montevideo una nota que decía textualmente: “Cuando esta ciudad reconquistada el 12 del corriente por las tropas que se presentaron al mando de don Santiago Liniers ha llegado a cerciorarse de los oficios que ha hecho V.S, parte que con ese vecindario ha tomado en la reconquista no halla expresiones con que manifestar su gratitud. Cuanto pudiera decirse es nada con respecto  a los sentimientos que le asisten por tanto da a V.S. las más encarecidas gracias se ofrece gustoso a acreditar en todo tiempo su agradecimiento y suplica se sirva hacerlo entender así a ese noble vecindario, cuyos auxilios han contribuido para una empresa en que consiste nuestra común felicidad y el más acreditado servicio al mejor de los soberanos”.

En cuanto al Rey al conocer el hecho glorioso concedió a San Felipe y Santiago de Montevideo el título de “MUY FIEL Y RECONQUISTADORA” agregando al escudo de sus armas “banderas inglesas abatidas que apresó en dicha reconquista con una corona de olivo sobre el Cerro, atravesada de otra de las reales armas, palma y espada”.

Cabe señalar la Unidad de la Corona de Castilla e Indias fue sostenida por Montevideo sobre todo en los cruciales años que van desde 1806 a1814 a cuyo término la fuerza de lar armas acabó con aquel régimen. Parafraseando al ilustre Ramón Menéndez y Pidal: la grandiosa unidad exaltada por Plinio y Prudencio que Roma realizó sobre el Mediterráneo, realizó a su vez España sobre los dos océanos del globo, uniendo innumerables pueblos, separados por distancias infinitas y barreras naturales, o divididos por creencias bárbaras, lenguas discordes enemistades exterminadoras imponiéndoles la paz hispana hermanándolos con los pacificadores en religión, en lengua, en conocimientos, productos, artes y técnicas y en las Leyes de Indianas que tanta parte tuvieron en incorporar al Nuevo Mundo a la Fe y Cultura de Occidente”.

Luis Alfredo Andregnette Capurro
Desde “La Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad Real de San Felipe y Santiago de Montevideo”

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