LA CULTURA DE MENEM
Es verdad. Nuestros Presidentes no han brillado en el orden cultural. La ignorancia actual cuenta con antecedentes memorables. Para no ir muy lejos, recordemos brevemente al Presidente Carlos Saúl Menem.
No pensamos en el lugar común de aquella alusión menemista a las obras completas de Sócrates. No; traemos nada más que dos anécdotas ilustrativas.
Una primera, nos consta, porque allá por los años noventa, estando en Santiago de Chile, vimos un programa periodístico nocturno por televisión. Ahí encontramos que al canal oficial habían concurrido los Presidentes Lacalle y Menem. El entrevistador comenzó por el mandatario uruguayo. Le preguntó si conocía algún libro de la literatura chilena. El presidente oriental le contestó que sí; que acababa de releer “Adiós al Séptimo de Línea”, una novela sobre la Guerra del Pacífico. El periodista, suspicaz, le dijo que se habría preparado previamente, porque sabía que iba a venir a Chile a una reunión de presidentes. Lacalle le retrucó, aclarándole que aquel libro lo había leído de niño, por indicación de su abuelo, don Luis Alberto deHerrera. Y continuó mostrando su erudición. Después fue el turno de Menem. En su caso, quien entrevistaba lo interrogó acerca de los Premios Nobel chilenos. Menem expresó que por supuesto conocía a Pablo Neruda; ahí se quedó, se atrancó, y no hubo forma de sacarle una palabra más. Entonces, el hombre de la televisión dio por terminada la entrevista. Luego dijo a la audiencia que los chilenos no creyeran que los argentinos no sabían quién era Gabriela Mistral; que el caso de Menem era de incultura singular. Al fin de cuentas, esa aclaración le costó el empleo al periodista (quien puede testimoniar lo que narro), a pedido del Embajador argentino.
Otra vez, Menem concurrió a la inauguración del nuevo edificio de la Biblioteca Nacional. En ese trance, las autoridades llegaron a la Hemeroteca. Deslumbrado, el Presidente le preguntó al Director cómo se habían conseguido tantas revistas. Se le contestó que, en gran medida, por donaciones. A raíz de lo cual, Menem dijo que él podría donar dos colecciones de revistas. Una, completa, la del “Patoruzito”, la otra a la que le faltaban dos números, “El Gráfico”. No se sabe cuál fue la respuesta del Director, porque el periodista del diario “La Nación” que acompañaba la comitiva, no la registró.
Bien. Así fueron las cosas.
CRISTINA HISTORIADORA
La prensa fue muy dura con el saber de Carlos Menem. No le dejaban pasar una. En cambio, con doña Cristina Fernández de Kirchner los mismos periódicos se han mostrado sumamente tolerantes. A raíz de lo cual, conviene divulgar aquello ocultado.
En ese orden podemos recordar algunos datos, merced a dos circunstancias: una, que mientras escribimos, solemos tener prendida la televisión en TN; la otra, que gozamos de buena salud estomacal; de modo que el oír los discursos oficiales no nos ha causado ninguna úlcera, al menos hasta ahora (tocamos madera).
Por eso, un tanto deshilvanadas, aportamos las siguientes evocaciones.
En Angola, la Presidente dijo dos cosas que nos causaron estupor. La primera, sobre el rol principal que tuvieron los negros esclavos angoleños en la Revolución de Mayo. La segunda, las andanzas de Ernesto “Che” Guevara por Angola. Fue toda una novedad, porque hasta entonces se creía que los “morenos”, incluidos en el regimiento de “Castas” (con indios y pardos), no eran angoleños, hubieran participado o no de Mayo.
Por otra parte, cuando trazamos una biografía de Guevara, nos enteramos que el “año en que estuvimos en ninguna parte”, se desarrolló en el Congo. Que se supiera, nunca incursionó por Angola, donde sí lo hicieron tiempo después las tropas de Fidel Castro, mandadas por el general Arnaldo Ochoa, a quien el Infidel, con su habitual felonía, hizo fusilar después.
Antes de esas referencias, sólo prestábamos atención a los conocimientos químicos de la Dra. Kirchner (su célebre enunciación de la fórmula del agua: H2 cero), o religiosos (dijo que los maronitas no eran cristianos).
De ahí en adelante nos interesamos por su sabiduría histórica. Por eso, tomamos otras lecciones, que compartimos con los lectores.
Como es sabido, hubo una famosa actuación de la Sra. de Kirchner en Harvard. La prensa local le refregó la comparación con La Matanza. En cambio, nada dijo de su discurso anterior en Georgetown. En esa oportunidad, nuestra Presidente les explicó a los universitarios norteamericanos la similitud entre la Guerra de Secesión estadounidense y la batalla de Caseros. Según su saber, ella indicó que el dato que analogaba ambos sucesos era el tema del “valor agregado”.
Téngase presente que por entonces, el joven camporista Kicillof la adoctrinaba sobre el particular. Encaminada por ese sendero, añadió que en Estados Unidos triunfaron los del Norte, partidarios de incorporar el valor agregado. En ese instante dijo —y está grabado— que los norteños dirigidos por Lincoln y Washington vencieron a los sureños del General Lee. Pensamos que habíamos oído mal, porque dábamos por muerto desde años atrás a George Washington, y que lo habría confundido con el general Grant. No era así. No se trataba de ningún “lapsus linguae”. A los pocos minutos, la Presidenta reiteró el dato, resucitando de nuevo a Washington. Respecto de Caseros confesamos que no entendimos muy bien la argumentación, porque, hasta donde sabíamos, tanto Urquiza como Rosas eran saladeristas y “agregaban valor”. En fin… Nos quedamos meditando. Reflexionando acerca de en qué continente habrán ubicado los oyentes universitarios yanquis a esa funcionaria exótica. Tal vez, situaran su gobierno entre Tanzania y Uganda.
Dos penúltimos hechos. Todos pudimos enterarnos —merced a la Televisión Pública— de la admiración de la Señora Presidente por el Dr. Juan Manuel Belgrano, por su victoria en Tucumán. Los historiadores castrenses podrán aclarar de qué forma la sapiencia jurídica del General Manuel Belgrano colaboró para su triunfo tucumano (lo del Juan, lo dejamos para otra vez; junto con las “soldadas” de los soldados). Pasado unos meses, la Presidente, de visita en Vietnam, tuvo otro gran descubrimiento. Al bajar a un túnel de los viet-congs, con sombrerito y todo, halló en su interior una magnífica verdad: que el General San Martín se parecía a Ho Chi Ming. ¡Eureka!
Y, por supuesto, doña Cristina, que no pierde oportunidad para perorar contra el liberalismo económico, ante un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, ha vuelto a adherir a los mitos más rancios del jacobinismo echeverriano. Dado que con esta aseveración emula al pésimo rejunte que la oficia de Oposición, y aunque con esta alocución no haya añadido nada nuevo al manido “Dogma de Mayo”, creemos que vale la pena aprovechar la ocasión para efectuar alguna precisión sobre el morenismo usurpador.
EL TERRORISMO MORENISTA
La revolución de Mayo fue un acto fidelista de autonomía, de representación —no de reemplazo— del cautivo Rey Fernando VII, ante las pretensiones ilegítimas, tanto de José Bonaparte como del gaditano Consejo de Regencia. Fue una Junta Conservadora de la Religión, la Tradición y la Monarquía.
Quien quiera enterarse elementalmente de lo ocurrido entonces, puede acudir a dos documentos indubitables. El primero, la Proclama de la Junta Provisional, del día 26 de mayo de 1810, en la que promete poner el empeño celoso para: “la conservación de nuestra santa religión, la observancia de las leyes que nos rigen, la común prosperidad y el sostén de estas posesiones en la más constante fidelidad y adhesión a nuestro muy amado Rey, el Sr. D. Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España”. Bando reafirmado con la “Circular comunicando la instalación de la Junta” del 27 de mayo de 1810, por la que se exhortaba a mantener el orden de modo regular, evitando “los tumultos y las convulsiones de la Península”, “la anarquía”, y las “consecuencias de una revolución”.
El otro documento es el “Manifiesto del Congreso de Tucumán”, del 25 de octubre de 1817, en el que sostiene que Mayo de 1810 estuvo “marcado con sellos indelebles de fidelidad y amor”. Que no existió ningún “espíritu de rebelión o de perfidia”. “No quisimos —continuaba— separarnos de España”. “Publicamos mil veces la santidad de nuestras intenciones y la sinceridad de nuestros votos”. Pero esa muestra de fidelidad monárquica fue contestada por una “ingratitud, superior a todos los ejemplos que se hallan en la historia”. Luego: “Nosotros, pues, impelidos por los españoles y su Rey nos hemos constituido independientes”.
Autonomía frente al ilegal Consejo de Regencia, Independencia ante un Rey ingrato. Ninguna ideología, ni teoría, ni revolucionarismo libertario.
Aquello fue Mayo. Pero el 28 de julio de 1810, Mariano Moreno dio un golpe estado interno y cambió el signo de la Revolución. La convirtió en jacobina, sanguinaria, paranoicamente vengativa, centralista, impía y pro-inglesa. Moreno comenzó por asesinar a Santiago de Liniers y los suyos (empleando para ello cincuenta soldados ingleses). Quiso que se fusilara al Coronel Ortiz de Ocampo por no haberse hecho cómplice de aquel delito. El 22 de setiembre le ordenaba a Belgrano que “arcabuceara a todos los vecinos sospechosos en el Paraguay”, y que matara al Obispo y al Gobernador. El 29 de noviembre le ratificaba a Belgrano que debía entender que “la Junta no deja lugar a la compasión o a la sensibilidad, sino que lo constituye un ciego ejecutor de esta medida”. Belgrano se negó a cumplir esta orden delictual. A Castelli, con el ejército del Norte, le pedía que dejara a los soldados que hicieran “estragos en los vencidos para infundir terror en los enemigos”. El 18 de noviembre le insistía que aplicara un “sistema de sangre y rigor”, y que los desafectos —entre ellos, el Obispo de La Paz— fueran “pasados por las armas irremisiblemente”. A los enemigos, decía se “los perseguirá y hará un castigo ejemplar que escarmiente y aterre a los malvados”. El 31 de julio mandaba que todo adversario “será arcabuceado, sin otro proceso que el esclarecimiento sumario del hecho”. Y el 9 de setiembre tornaba a reclamar: “el exterminio de los malvados… sólo el terror del suplicio puede servir de escarmiento a los cómplices”.
Pues, ese émulo de Robespierre, que gobernó medio año de 1810, es la mancha negra de la Revolución (en cuya preparación y consumación no había tenido la menor parte). Fue, dijo Vicente Fidel López, un “carácter detestable, hombre cortado por el molde de los más furiosos guillotinadores de la Revolución francesa”. Un paranoico, que por creerse perseguido se tornó perseguidor, según Ramos Mejía. Invento de Esteban Echeverría para uso y guía de los liberales sectarios.
Y ese mismo sujeto es el que ahora es presentado por los personeros del dictatorial camporismo como modelo a recordar. “La cola que dejo es muy larga”, enunció Moreno al irse. Está a la vista que tenía razón.
Moraleja: saquemos la debida lección histórica. Más allá de burlarnos de las ignorancias supinas de los gobernantes, o de indignarnos con sus afanes crematísticos, debemos estar alertas con su latente terrorismo, y la “huida hacia adelante” por su eventual caída. Que no se crea que por ser corruptos, resultan mansos. No. Serán incultos de padre y madre, se han vuelto dolosamente millonarios, pero son tan peligrosos como un mono con navaja, o como su maestro, el paranoico Mariano Moreno.
Enrique Díaz Araujo
3 comentarios:
Buenas noches mi nombre es juan de lanus.!! Hace poco compre un numero de la revista cabildo y se me menciona y ademas quiero saber: ¿por que el comunismo termina en capitalismo de estado? No entiendo gracias. Disculpen si es una pregunta tonta.
ESTOY SOLO,PRISIONERO
1960:PRISION NACIONAL DE CASEROS, JUNTO A MIS CAMARADAS NACIONALISTAS Y MIS COMPAÑEROS PERONISTAS.
Época de mov tacuara
estoy solo, prisionero; pero me queda la libertad de los sueños
y más alegre que una luna de miel de algún matrimonio convenid , forzado, sin amor de interés;
(aunque tenga que limarme las uñas de las manos con caja de fosforo que alguien dejo olvidada).
Sin embargo soy más feliz que la comparsa que hoy domingo, danza su impureza en los antros elegantes y nauseabundos, en los salones de los rastacueros, en las pocilgas de 600 pesos, en las ratoneras del vicio y del tormento.
aquí estoy a solas con mi soledad, dialogando con mi silencio.
de camarada de crucifico de un rosario
rozando la cabeza recostada contra la almohada de piedra;
una luz mortecina y las paredes blancas; una silla, una mesa, papeles y dos libros
“el año, una mesa, papeles y dos libros
“el año del señor “”la viña y el grano” tres fotografías y un cigarrillo interminable como pena de niño, que llora el juguete perdido.
y la lluvia, hermanos sobre el tejado,
la lluvia camaradas sobre la magnolia y retamo.
la lluvia poetas, sobre el alambrado de púa,
la lluvia amigos, sobre los vidrios partidos de la pared medianera,
(para impedir la huida)
la lluvia del domingo sobre mi celda sola,
la lluvia sobre mi alma muerta,
la lluvia, hermanos, poetas, camaradas, amigos,
aquí es muy triste, encerrado como estoy en una celda, aquí la lluvia destroza los sueños,
aquí en este lugar ,llueve en mi alma.
y recuerdo los hechos de mi vida cansada, los sueños que no fueron; la sombra de mi padre; la patria escarnecida;
las ilusiones que terminan en los amaneceres sucios de la infamia y los lirios enfermos que habrían senado el alba si ella los hubiera tocado con su varita mágica, la primavera que no volvió a reír, y las banderas pisoteadas, la bajeza de muchos y su risa que falta; todo todo se me vino de golpeen la celda lejana donde pasan mis días.
podrían hablarme de erza Round Baudelaire, Cervantes Verlaine, y yo agregaría Lugones, Foxa y otros grandes, mas su talento tenia, sino el derecho, la disculpas al menos de terminar en cloacas, suicidios, loqueros cementerios
pero nosotros no, nosotros nos debemos a una Causa de la Patria, dulcinea amada.
nosotros no, hermanos.” nuestro puesto está bajo la noche clara.
Empuñado el fusil las trincheras de avanza.
que terminen los versos, basta ya de palabras,
(no hay mejor poesía que la de un pueblo en armas)
no debe haber poetas para hembras mancilladas.
a retomar la marcha; junto a los camaradas, vayamos a salta;
la mejor poesía es redimir con sangre la vida de la patria.
que empiezo reconquista: es el mayor anhelo del hermano vuestro
y seré mas feliz que hoy domingo…
LEONARDO
No comprendo que fidelidad puede haber en aquellos hombres, en su mayoría simples comerciantes, que mandan a fusilar al héroe de las invasiones inglesias, el noble Santiago de Liniers, de la manera mas vil y cobarde, incluyedo la anuencia del "bueno" de Belgrano.Fidelidad tal vez, pero a sus bolsillos. No creo que sea una declaración de fidelidad (no respaldada con los hechos)sino un cálculo artero y medroso, para evitar una ruptura violenta.
La dignidad y el honor lo puso Liniers, los demás, cero.
Paco Lalanda
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