CONFUSIÓN OBSEQUIOSA
En estos días se ha difundido un encuentro muy llamativo, por su
tinte religioso y el protagonismo de Cristina Kirchner con Nicolás
Maduro. Desconcertante, al tratarse de dos puntales de la campaña anticristiana
en América. Conforme lo acredita en la primera, su política persecutoria —contra
Dios y natura— que cierta vez le valió sonreírse de su propia excomunión. Y en
el venezolano, sus continuas pruebas de religiosidad comunista con pantomimas
piadosas —manos juntas, ojos para arriba— y visiones de pajaritos celestiales.
Para proclamar la santidad de su antecesor y predilecto discípulo del cubano
sanguinario. En ambos casos, una mezcolanza ultraterrena que hubiera
sorprendido al mismo Gramsci.
No hace falta repasar que la ideología de ambos mandatarios ha
multiplicado el martirologio cristiano. Pero viene al caso una instrucción muy
hipócrita que sin duda inspiró la farsa, proveniente del máximo ejecutor del
comunismo en América. Fidel Castro según se sabe, con alarde sacrílego de
aventajado vástago del Padre de la Mentira, le aconsejaba a Chávez “referirse a Cristo y hablar siempre en su
Nombre…”
Ahora el diario “La Nación”
(9.5.13) trae un gráfico de la escena comentada al principio, donde se los ve a
Cristina y a Maduro con gesto devoto frente a una imagen de la Virgen de Luján,
obsequiada a este último. Junto a ellos aparece el Arzobispo de Mercedes-Luján,
quien fue su portador. Irrumpe de tal manera una fuerte inquietud sobre el
incremento de la confusión religiosa que acarreará semejante teatralidad; justo
al tiempo que se insta a fortalecer la fe verdadera. Sumándose el temor de que
la escenografía comentada pueda ejemplarizar la contrafigura del martirio. En
lugar del recio testimonio de la Verdad, un blando obsequio a la simulación.
Acaso se podría pensar que ya somos expertos en resbalones (incluso
con encumbramiento de modelos escabrosos y menosprecio de figuras respetables),
pero lo cierto es que a más de no quedar ilesos, se va acentuando localmente la
turbiedad. También en el plano terrenal de las instituciones republicanas —que
tanto suele preocupar a los prelados— con el efecto mortífero para la república
ya descubierto hace siglos por el vate visionario.
Casimiro Conasco
Mayo de 2013
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