jueves, 7 de febrero de 2013

Mirando pasar los hechos

CHORROS DE CURSILERÍA


         Al contrario del príncipe desmontado en la batalla, que clamaba ¡Mi reino por un caballo!, en cierto caso podrá decirse que una soberana optó por el reino a costa de patria, familia y religión. Tremendo episodio histórico que aconsejara correr el telón piadoso, para cubrir la triste ejemplaridad y el escándalo de una monarquía envuelta en la venganza vulgar contra el antiterrorismo.
   
Acontecimientos para olvidar, como hicieran los criollos en absoluta mayoría. Pero el decaimiento mediático que acompaña la debacle presente, ahora está dando rienda suelta a la cursilería en grado tal, que se precia y regodea con el “salto plebeyo” a las alturas dinásticas. Abjurando del republicanismo en pleno bicentenario del Año 13, con repentina devoción monárquica.
         
Es que -según se ha dicho- son rasgos del cursi la tendencia a la falsificación y a lo inauténtico; la afectación con deseos de aparentar y el exhibicionismo de los pedantes. Pero ante todo esa forma servil del pensamiento, guiada por el temor a parecer anticuado o políticamente incorrecto. La cursilería encuentra eco en aquella clase desgraciada que está entre el orillero y el pintiparado, entre el capitalista y el mendigo. Esa clase de personajes que dicen desvivirse por el pobre y derrochan como los ricos más desaprensivos... obviamente los dineros públicos. Es decir, la apariencia como objetivo de vida, la necesidad de brillar con falsa o auténtica pedrería. El paradigma villero erigido en ídolo, sumándose a la adulación de su reina montaraz con la remera del Che.  En nuevo cursus honorum, de la hez a la prez. 
                                
Casimiro Conasco
Febrero de 2013

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