CHORROS DE
CURSILERÍA
Al contrario del príncipe desmontado en
la batalla, que clamaba ¡Mi reino por un caballo!, en cierto caso podrá decirse
que una soberana optó por el reino a costa de patria, familia y religión. Tremendo
episodio histórico que aconsejara correr el telón piadoso, para cubrir la triste
ejemplaridad y el escándalo de una monarquía envuelta en la venganza vulgar
contra el antiterrorismo.
Acontecimientos para olvidar, como hicieran los criollos
en absoluta mayoría. Pero el decaimiento mediático que acompaña la debacle
presente, ahora está dando rienda suelta a la cursilería en grado tal, que se
precia y regodea con el “salto plebeyo” a las alturas dinásticas. Abjurando del
republicanismo en pleno bicentenario del Año 13, con repentina devoción monárquica.
Es que -según se ha dicho- son rasgos
del cursi la tendencia a la falsificación
y a lo inauténtico; la afectación con deseos de aparentar y el exhibicionismo
de los pedantes. Pero ante todo esa forma servil del pensamiento, guiada por el
temor a parecer anticuado o políticamente incorrecto. La cursilería encuentra
eco en aquella clase desgraciada que está entre el orillero y el pintiparado,
entre el capitalista y el mendigo. Esa clase de personajes que dicen desvivirse
por el pobre y derrochan como los ricos más desaprensivos... obviamente los
dineros públicos. Es decir, la apariencia como objetivo de vida, la necesidad de
brillar con falsa o auténtica pedrería. El paradigma villero erigido en ídolo,
sumándose a la adulación de su reina montaraz con la remera del Che. En nuevo cursus honorum, de la hez a la prez.
Casimiro Conasco
Febrero
de 2013
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