ALGUNAS RAZONES
POR LAS CUALES NO SE DEBE SER UN K
RAZONES
RELIGIOSAS
La primera, y la más elevada de las causas, ha de ser la abierta
desobediencia a Dios y la Santa Madre Iglesia. Un régimen que se manifiesta
como “adversio ad Deum et conversio ad creaturam” es
abiertamente pecaminoso, pretendiendo igualar la figura de un soberano humano
con la sempiterna Soberanía Divina.
Para un régimen que todo lo justifica, la existencia de una
moral evangélica es un obstáculo para perpetuar sus más terribles fechorías.
No quisiera dejar de mencionar un punto capital: es el temor
servil de un sector de la Iglesia. No puede comprenderse cómo algunos
sacerdotes y fieles cristianos suscriben crédulamente este modelo. Por
conservar unas mínimas seguridades que les brinda el despotismo K, lo
contemplan farisaicamente. Otorgando exequias fúnebres al mismo Diablo y
recreando imágenes dantescas, alguna vez presagiadas por Hugo Wast en su novela
“666”.
RAZONES ECONÓMICAS
Y POLÍTICAS
Como una ineludible consecuencia de lo antedicho, la economía y
la política se constituyen en los brazos de este rencoroso Leviatán. Como enseña
el apotegma: “se presume de lo que, verdaderamente, se adolece”.
Desde allí, comprendemos la perentoria necesidad de este régimen
de incurrir permanentemente en
declamaciones por cadena nacional. Todo es pura filfa. “Demagogia y a
cobrar”, debería ser el lema de su próximo spot
publicitario.
Y a toda clase de desparramos, nos hemos ido acostumbrando, uno
tras otro, sin alzar nuestras voces. Basta abrir, cotidianamente, las páginas
de cualquier matutino para enterarnos nuevamente de las inmundicias que brotan
de sus corazones.
RAZONES
EDUCATIVAS
Entre ellas, la más grave de todas: enseñar que la ilicitud es
medio para alcanzar la justicia. Toma de escuelas (con padres avalando las
mismas); aberrantes explicaciones de “género”
(manual de por medio); sistemas educativos que regalan diplomas por el mero
hecho de no haber aprobado ni siquiera “recreo”. ¿Debo seguir? Tener que
hacerlo me resulta realmente vergonzoso. En fin, se regalan planes tecnológicos
y computadoras pero jamás una verdadera educación que permita la promoción de
la persona humana. Con lo cual, se demuestra una vez más la vacuidad y falacia
de lo que, en adelante, optaré por llamar “derechos inhumanos”.
RAZONES
SOCIALES
Hemos escuchado, por allí, algunas opiniones que se referían a
la inconsecuencia de este “democrático sistema”. Pues, para nosotros, resulta
claramente lineal y consecuente. El objetivo es reinstaurar “la patria
socialista”. Por eso la proliferación de vagos y mal
entretenidos. No negamos la pobreza, a la cual, este régimen continua
contribuyendo bastamente. Pero decimos que la misma se supera lejos de los
ineficaces subsidios pagados con las arcas del Estado.
La pobreza que nos rodea no se corrige castigando a los que
trabajan para la construcción de una Nación. Empero, el resentimiento, del que
ha dado basta muestra el “modelo K”, conduce a la aniquilación total de la
clase media trabajadora. ¿No resulta clara la dialéctica destructiva? Debo
recordar aquí la legitimación de las uniones homosexuales, u signo diáfano de
la decrepitud social instalada. Se destruye la familia, luego vitoreemos, así,
al “Padre Estado”.
CONCLUSIÓN
Seguramente a algunos se les ocurrirán otras muchas razones,
hasta continuar y hacer de este simple artículo una gran novela apocalíptica.
Mas no es nuestra intención, simplemente pretendemos contribuir al conocimiento
del recto criterio.
Repitamos que la moral evangélica representa un serio obstáculo
frente al proyecto de estos infames. De allí el afán de embestirla con
virulencia. Funcionales a tales objetivos, los “K” no han tenido prurito alguno
en otorgar personerías jurídicas a multitud de cultos de trasnochados, llevando
así la cifra a números exorbitantes.
En fin, y para ir concluyendo, añádase lo que guste a este
extenso listado. La hipocresía de este “modelo” es tan grande que, por donde se
lo vea, allí existe una puerta al pecado. Qué proféticas resultaron las
palabras de Dostoievski, en su novela “Los demonios”,
cuando decía: “¿Con qué fin se cometieron tantos asesinatos, tantos desmanes
y tantas atrocidades?… Con el de socavar sistemáticamente los cimientos del
Estado, a fin de destruir sistemáticamente la sociedad y todos sus principios,
desmoralizar a todo el mundo y convertirlo todo en un revoltijo, tomar las
riendas de una sociedad tambaleante, enfermiza y deprimida, cínica e incrédula,
aunque sedienta y ávida de subsistir y de poseer una idea rectora, enarbolando
la bandera de la rebelión y apoyándose en toda una red de quintetos, los cuales
operaban, reclutando prosélitos, recurrían prácticamente a todos los
procedimientos y buscaban todas las fisuras que pudieran ser aprovechadas”.
Nuevamente, la profecía se hace realidad.
Octavio Guzzi
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