AL MODO DEL
MARTÍN FIERRO 2
Existe una Argentina visible y otra invisible; la primera está representada por esa Argentina superficial, frívola, mercantil y laicista que vemos a diario en los medios masivos de difusión. La otra, la invisible, es aquélla que, oculta pero efectiva, conserva nuestro real ser nacional y mantine una tradición que no ha desaparecido, sino que está siendo ahogada por las malezas del descuido, el olvido y la traición.
Las dos caras de la Argentina hoy también tienen, por supuesto, a sus vates. La Argentina visible, la Argentina “culta”, la de los premios literarios y las conferencias magistrales, tiene poetas cuyo mensaje consiste en decir que no hay mensaje; cuya expresión poética es la negación de lo poético; cuyos héroes son seres extraños y extrañados que han olvidado el camino a casa. Y tiene también pseudo poetas que, merced a composiciones prosaicas y groseras, anulan esa capacidad de captación y de goce de lo bello que ayuda al hombre a serlo cabalmente.
Y la Argentina invisible, la Argentina que no tiene “mercado”, la que aún no ha olvidado su estirpe y su hidalguía, también tiene sus vates. Uno de ellos se llama Ángel Salvat.
Nutrido en el folclore patrio, es don Ángel un cantor que desde hace medio siglo viene tratando de que entendamos que la poesía y la canción son instrumentos que Dios ha dado al hombre para que exprese en ellas las realidades más altas; para que le sirvan tanto de alimento espiritual como de expresión de sus más profundos sentimientos; para que lo acompañen así en la plegaria como en el espacimiento, tanto en la dicha como en la pena, y que por eso, lejos de vestirse de ropajes oscuros, enigmáticos, febriles, debe ataviarse de luces, de claridades y de corduras.
Las canciones de don Ángel Salvat son un remanso para el alma, un poco de aire fresco y vivificante, un mucho de sentido común, de deber ser, de cosas en su lugar. Porque pese a la propaganda que a su favor tiene en nuestros días el des-orden, la rebelión a todo lo que signifique orden, el hombre desde el origen fue colocado en un cosmos —que etimológicamente significa “orden”— y mientras no halle su puesto en ese cosmos no podrá hallarse a sí mismo ni satisfacer sus ansias de felicidad.
Don Ángel porfía en transmitirnos las mismas verdades que ha cantado siempre: como un verdadero pedagogo, nos explica de una y otra forma cuál es la clave de la dicha.
Y si en este nuevo libro deja traslucir un no sé qué de melancolía, de lejana tristeza —cuando no de varonil bronca— no nos resulta extraño: como el padre que a pesar de sus consejos ve descarriarse a muchos de sus hijos, don Ángel sufre en su entraña la felonía e infidelidad de tantos compatriotas a los que les cantó sus verdades como un padre. Sin embargo, a pesar de tantos “oídos sordos” sigue cantando nuestro vate, porque hay muchos más oídos ansiosos de escuchar palabras de vida.
Don Ángel Salvat, poeta de la Argentina invisible, guardián de la tradición poética popular, actualiza con su canto aquel anhelo del poeta que en sus versos dio nombre a nuestra patria: “descubrir el ser tan olvidado del argentino reyno”. Tarea ambiciosa si las hay, pero hoy por hoy impostergable, sobre todo si uno ha recibido de lo Alto una vocación, un talento y un amor a la Verdad que rebosa el corazón y la garganta.
Liliana Pinciroli de Caratti
Nota: Quienes deseen adquirir este libro, o los compactos con la obra musical de don Ángel Salvat, pueden encontrar mayor información en el sitio web http://www.almadepiedegallo.com
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