DE
TABERNAS, ESTADIOS Y OTROS LUGARES
Refiere Hilaire Belloc en su “Historia
de Inglaterra” el descrédito total en que había caído el rey Enrique VIII,
su pésimo reinado, la miseria material en que había caído la población, la
miseria moral del rey y sus favoritos, los súbitos enriquecimientos de éstos,
los sucesivos matrimonios y sus consiguientes divorcios, inmediatamente
seguidos de acusaciones de infidelidad con ejecución de las causantes, le
granjearon la animadversión del pueblo, provocando las burlas e injurias a su
persona.
Los correveidiles, siempre
abundantes en todos los tiempos y lugares (Ahora son llamados periodistas
adictos) le hicieron llegar a Enrique la situación, y nos dice Belloc que “se
llenó de impotente cólera” ... “Lloró en público, emitió la la orden absurda de
que nadie debía ridiculizarlo en las tabernas de la capital”.(1)
Esta prohibición de mofarse o
insultar al gobernante fue inédita en su tiempo y también en otros, hasta hace
unos pocos días en estas tierras sudamericanas.
Si miramos a los gobernantes, mas o
menos contemporáneos del injuriado Enrique, en estas tierras de Dios, nuestra
primera monarca la Reina Isabel, su nieto Carlos que además imperó en Alemania
y su bisnieto Felipe, fueron gobernantes irreprochables y de lo mejor que hemos
tenido, jamás nadie osaría injuriarlos y por el contrario todo el mundo les
estaba reconocido.
Debemos consignar un ejemplo
totalmente contrario al de la prohibición de burlas e injurias tabernarias del
Tudor. Y fue en nuestra propia Argentina, en nuestras pampas no teníamos
tabernas, pero teníamos pulperías. Recuerda Carlos Ibarguren en su “Juan
Manuel de Rosas, su vida, su drama, su tiempo” la referencia de un
testigo imparcial, Cunninghame Grahan, que largo tiempo después que el
Restaurador de las Leyes perdiera el poder y gobernaran con terror y sangre sus
enemigos, viera en esas pulperías gauchas la adhesión incondicional de nuestros
paisanos al que era un simple desterrado.
Dice textualmente Ibarguren: “Veinte
años después de la caída del dictador, Cuninghame Graham vió a los últimos
gauchos en la frontera de Bahía Blanca, en Tapalqué o en Fortín Machado, clavar
su facón en el mostrador de la pulpería, echar un trago de caña y mirando al
gringo de reojo vociferar con rabia: ¡Viva Rosas!”.(2) (3).
Dejemos la grandeza de los gloriosos
días pasados y volvamos a la triste realidad del presente, la sombra de Enrique
VIII y su tabernaria prohibición de insultos y burlas pende sobre nuestra pobre
y vapuleada Patria.
Un oscuro obsecuente del poder
quiere prohibir los partidos de fútbol si en las tribunas de los estadios, a
manera de coro griego, se le dirigen puteadas (Acción y efecto de putear -
Diccionario RAE) al Presidente de la Nación, Mauricio Macri, tal cual como hoy
frecuentemente ocurre.
Como por la prensa diaria vemos que
las puteadas dirigidas a la misma persona, se repiten insistentemente también
en las estaciones del Subterráneo de Buenos Aires, en las colas que hacen
frente a los bancos los jubilados para cobrar sus miserables asignaciones, en
los recitales y en los teatros, el desaforado obsecuente pedirá que se prohiban
también las estaciones subterráneas, las colas de jubilados, los recitales y
los teatros.
Y a estos puteadores explícitos se
deben agregar los puteadores silenciosos, por ejemplo los que por su formación
profesional y por su disciplina putean para sus adentros, pero que seguramente
deben existir cuando ven a sus camaradas morir en las prisiones o cuando ven
hundirse a sus submarinos, caer a sus aviones o rematar sus bases y cuarteles,
para aumentar el lucro inmobiliario del algún paniaguado del poder. Y
especialmente cuando en los momentos de crisis y fallecimientos ven a su
Comandante en Jefe desaparecer en algún nuevo Calafate como hacía su
antecesora. Porque esta sufrida gente, vituperada constantemente por la prensa
canalla, algo en las venas como cualquier mortal también tiene que tener.
Se quiere tapar el sol con un
harnero, la situación es extremadamente seria, el país sufre una evidente
crisis de liderazgo. El marketing
partidocrático, creador de falsas esperanzas no puede ocultar las realidades
causadas por la impericia, la ignorancia y la corrupción de años de desgobierno
partidocrático.
Ha comprobado la población que al
revés de lo que decía un recitador de preámbulos constitucionales con esta
democracia no se come, ni se cura ni tampoco se educa. El país se ha convertido
en un descalabro, la Argentina está en estado terminal: miseria, desempleo,
inseguridad pública, indefensión nacional, deficit en salud y vivienda,
desindustrialización, corrupción, deuda pública galopante y pérdida total de
confianza en sus gobernantes.
Mauricio Macri, por si mismo o por
consejo de algún bananero asesor, da lo mismo, pretende ocultar todo esto con
una inmoral cortina de humo, desatando el debate de si se puede asesinar
cobarde y legalmente, con protección del Estado a los seres mas inocentes,
débiles y desprotegidos del mundo, es decir a los niños por nacer.
¿Por que no a los ancianos, así ya
no es necesario robarles las jubilaciones? El despropósito es tan grande que
clama al Cielo tal escándalo. Al Cielo por supuesto y no al Episcopado Apóstata
de la Herejía Modernista que ya ha manifestado su voluntad de debatir tal
anticristiana proposición. Y por supuesto luego del debate ser sometido a la
demencial Ley del Número, si alcanzamos el número de diputados y senadores que
aprueben el asesinato, asesinaremos impunemente a los niñor por nacer, o a los
ancianos o a quien sea, solo es cuestión del número. O decidir si Dios existe o
no. O si la Patria sigue o se suicida.
Como contracara de los apóstatas
modernistas un digno sacerdote de Dios, un cura de buena doctrina del que San
Atanasio el opositor de la Ley del Número estaría orgulloso y que además es
Arzobispo, monseñor Héctor Aguer, hizo el correcto diagnóstico del gobierno de
Mauricio Macri, que bien puede ser también el del que recibía las burlas y
puteadas en Londres y las prohibió por ley: “Es un gobierno sin principios, ni
naturales ni morales”.
Eso explica también otras
similitudes entre Enrique VIII y Macri, fueron hombres de varias parejas,
matrimonios y divorcios,(4) ninguno valoraba la institución del matrimonio y a
pesar que Enrique presumía de teólogo y dejó escrita alguna obreja sobre el
tema y Macri “se formó en el cardenal Newman y en la Universidad de San Andrés”,
ninguno de los dos sabía “hacer la señal de la Cruz”.
Lo de monseñor Aguer son verdades de
a puño, mal que le pese a la farándula partidocrática y episcopal, y explican
la triste situación terminal en que se encuentra la Argentina.
Es que alguien, de una buena vez,
debe imitar a aquel niño del relato que en medio de la obsecuencia y
alcahuetería cortesana observó la realidad: “el rey está en pelotas”. Aquí es
peor, no se trata del rey sino de nuestra querida Patria: “A la República
Argentina la dejaron peor que en pelotas, ya ni las tiene se las han robado
también”.
Francisco Aguirrezábal
(1) Hilaire Belloc: “Historia de
Inglaterra” - Tomo 1, “Desde los orígenes romanos hasta Jacobo I”, Capítulo
VIII: “El Cisma”, pág. 290 - Ediciones Dictio, Buenos Aires, 1980.
(2) Carlos Ibarguren: “Juan Manuel
de Rosas, su vida, su drama, su tiempo”, Capítulo XVIII, “Luchas contra la
dictadura”, pág. 278 - Ediciones Theoría - Buenos Aires 1985.
(3) Robert Bontine Cunninghame
Graham "El Río de la Plata"
(4) Digna hija de Enrique VIII y Ana
Bolena fue Isabel I, el magistral Góngora retrata su sucesión de parejas en
unos versos:
“Mujer de muchos y de muchos nuera!
¡Oh reina infame; reina no, mas loba
libidinosa y fiera”.
Es que en estas cuestiones es
fundamental el ejemplo paterno y la educación. La hermanastra de Isabel, la
reina María, criada y educada exclusivamente por su madre Catalina de Aragón,
la hija de los Reyes Católicos, un ejemplo de virtud, confirma lo anterior. Hay
otros casos como el de Isabel, todos lamentables.
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