Buscando un destello de luz entre
el caos social,
las simplificaciones y el Sistema
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Este lunes
18 de diciembre pudimos ser testigos de un estado generalizado realmente
caótico en el centro de la Capital Federal: la insolencia de cientos de
resentidos, el vandalismo, el odio al orden, todos gracias a la manipulación de
miles de personas. Auténticos delincuentes, no manifestantes, como los llaman graciosamente ciertos sofistas
disfrazados de periodistas. Es cierto que hubo reclamos en
paz. Pero lo que movió la aguja fue el caos, y apuntar esto no es adoptar un
sesgo interesado sino reconocer lo principal.
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Ya no se
trata de la reforma previsional, se trata de estar en contra de Macri o no.
Quienes protagonizaron estos actos delictivos muy probablemente no conocen la
complejidad del tema económico, pero se oponen con decisión a este proyecto
––generando toda suerte de desmanes–– porque proviene del riñón de CAMBIEMOS. A
los vándalos les pagan 400 pesos por día para generar caos, y ese dinero de
algún lado sale. Dicen defender a los jubilados, pero “para defenderlos”
perjudicaron a cientos de miles de personas, sin contar las millonarias
reparaciones. Efecto similar tuvo el paro de la CGT, que respecto de Aerolíneas
Argentinas por ejemplo afectó a 20.000 personas. ¿Alguno de esos 20.000 había
propuesto la reforma previsional? Tampoco importó las miles de personas
afectadas a causa de la suspensión del servicio de trenes y subtes, ni la
reducción en el horario de atención de los bancos y hospitales.
- Si lo Político es superior a lo Económico, no podemos cerrar los ojos ni tampoco minimizar la gimnasia revolucionaria que la izquierda ––tanto kirchnerista como no kirchnerista–– y los anarcos desplegaron en los últimos días, no sólo ayer. Los mismos que bancan el terrorismo de los mapuches Los mismos que salieron a romper todo sin saber que Maldonado se había ahogado pero acusando a la Gendarmería. Los mismos que sintieron una íntima complacencia cuando 44 argentinos desaparecieron en el Submarino ARA San Juan. Los mismos que ofician de fuerza de choque de cientos de mujeres endemoniadas en el marco de los Encuentros de Autoconvocadas. No se puede ver la situación de ayer como una foto sino como una película.
- Tomemos nota los que queremos ser nacionalistas, los que a pesar de nuestras debilidades somos católicos, porque ahí tenemos uno de los enemigos, claramente perfilado. Su nombre no es Partido Obrero, su nombre no es MST, su nombre no es MTL o SUTEBA, su primer nombre es Subversión. Caos. Su segundo nombre es contradicción, porque ––como supo decir Carlos Alberto Sacheri–– ellos no quieren que los problemas se arreglen, quieren que las cosas estén peor. Porque la contradicción es el motor de la historia (de la historia marxista). Les encantaría que haya un muerto porque a los muertos los aprovechan mejor que a los vivos. Y si no, pregúntenle a Maldonado. O a Mariano Ferreyra.
- Subversión es una palabra que, en el horizonte mental progre, salpica. La quieren asociar al Gobierno Militar, de forma tal que si vos señalas a alguien de subversivo, “sos represor”, “sos golpista”, “haces apología del terrorismo de estado” y mereces la cicuta. Sin embargo, son los mismos que no temen llamar el Primer Subversivo de la Historia a Cristo. Delicias de la guerra semántica. Por eso hay que decir que lo que este término realmente significa. Subversión es alteración de lo principal. Subversión es invertir la realidad, darla vuelta, que lo primero sea lo último, que lo último sea lo primero. Subversión es que las calles estén dominadas por delincuentes, no por la policía. Subversión es que los delincuentes no tengan temor a practicar la violencia, pero que los policías tengan temor a cumplir su deber ––mantener el orden–– porque los comisarios políticos de los derechos humanos vigilan. Subversión es que una parte de la opinión pública se sensibilice cuando le pisan el pié a un delincuente y que ningún repudio, ninguna reacción, ningún asco genere esta orgía de vandalismo.
- La izquierda y el kirchnerismo no cree en las instituciones, pero las usan: se llenan la boca con la palabra “Democracia” todos los 24 de marzo, repudiando a los militares por haber volteado el orden constituido. Pero ellos intentan ahora voltear el orden constituido sin que les tiemble el pulso. Muestran el diploma de sensibles en una mano mientras tiran piedras y cascotes con la otra. No se trata sino del constante juego de transformaciones, ese jugar a ser ya víctima, ya agresor, estrategia utilizada para atacar, replegarse, desarmar al oponente y luego volver a atacar. Los K no se quedan atrás en estas incoherencias: salieron el lunes a protestar cuando fue precisamente Cristina la que vetó el 82% móvil. En ese sentido, los anarcos son más coherentes porque no ocultan sus colmillos.
- Mientras más se lee del tema de la reforma previsional, procurando buscar objetividad y buen juicio, mayor conciencia se tiene de su complejidad. Por ejemplo, la mayoría de los números que se están invocando ––ya a favor, ya en contra–– juegan con hacer supuestos sobre cómo van a evolucionar los índices de ajuste de los dos modelos (el anterior y el nuevo). Sin embargo, sólo hay certeza sobre los índices del 2018, porque este índice usa como base de cálculo indicadores hoy conocidos. El resto, es hipotético. Altamente hipotético.
- Sin embargo, quienes vienen protagonizando actos delictivos se desentienden completamente de estas consideraciones. Lo mismo quienes los apoyan, y su arrogancia se deja ver en cada oportunidad que tienen para hablar sobre el tema, desde las redes sociales por ejemplo. Todos saben todo, todos están muy seguros. Por eso, es evidente que los jubilados son una excusa: miles fueron a generar caos porque les pagaron, fueron porque están en contra de Macri, no hubiesen ido si no les pagaban, no conocen en profundidad la reforma. La izquierda, en particular, dice defender a los jubilados: ¿serán los mismos jubilados a los que no tiene empacho en matar, si de eutanasia se habla? ¿Serán los mismos jubilados a los que desprotege cuando son víctimas de robos y asesinatos? Cuando un delincuente lo mata en un contexto de inseguridad, no les importa. Pero ahora son “la causa”. Nos mintieron descaradamente con Maldonado. ¿Les vamos a creer ahora esta generación espontánea de nobleza?
- Pero si este artículo terminara con este repudio y nada más, sería incompleto. ¿Por qué? Porque siendo, o intentando ser, herederos de la mejor tradición del nacionalismo ––caracterizado por la lucidez de los diagnósticos, en el medio de las simplificaciones–– no podemos señalar como adversarios políticos sólo a la izquierda, al kirchnerismo, al anarquismo y a los infelices que destruyen todo porque les pagan. Frente a ellos y a nosotros están los políticos liberales, los políticos progresistas, los ideólogos bienpensantes, moderados. No se necesita ser marxista para ser antipatria. El liberalismo es tan repugnante, tan antipatria y tan anticristiano como el marxismo: aunque lo disimule mejor. Como en todo, hay gente engañada. Hay gente que cree ser liberal porque es antipopulista, etc. Pero el liberalismo es otra cosa, porque los nacionalistas también somos antipopulistas.
- Son muchos los que se consuelan con el pensamiento de que Macri no es Cristina, apuntando y aplaudiendo cómo una serie de personajes impresentables son llevados ante la Justicia. Bien por eso. Que devuelvan lo robado. Pero no se puede bajar la guardia, la Argentina no puede descansar en esta situación. ¿Qué patria puede haber mientras Rodríguez Larrata homenajee a personas cuya principalía consiste simplemente ––como el desdichado Carlos Jauregui–– en haber intentado presentar la homosexualidad como una opción de vida? ¿Qué protección de la familia en nuestro país puede haber si María Eugenia Vidal dice estar “en contra” del aborto pero no se opone a que se debata el aborto? ¿Qué Nación nos espera si en el Senado flamea la bandera del arco iris homosexual al lado de la bandera nacional? Como dice Mónica del Río desde el boletín Notivida: “El Gobierno nacional promueve el turismo homosexual e intenta consolidar a Buenos Aires como el principal destino LGBT del mundo”. Por eso, el problema es más de fondo que si Macri o si Cristina.
- Quizás lo más grave de la situación de ayer es la división en el campo propio. Una división lamentable, con gente buena y decente de ambos lados, atrapados en una discusión que no nos pertenece. El debate por la reforma previsional es un micro pelea dentro de una mucho mayor: Macri o anti Macri. Y esa pelea no nos pertenece, como tampoco Cristina o anti Cristina. Obviamente, la discusión por una jubilación digna sí nos pertenece.
- Con realismo, tenemos que entender que nuestro poder de gravitación en ella es pequeño, y que será menor en la medida en que hablemos irresponsablemente. Se habla irresponsablemente cuando se ignora elementos clave. ¿Sabemos, por ejemplo, que el sistema previsional se discute no sólo en la Argentina sino en todo el mundo, y desde hace ya varios años? En parte, es inevitable: el significativo aumento de la expectativa de vida en los últimas tres décadas ––consecuencia del potente avance científico–– vuelve inviable la financiación de un sistema previsional pensado con los parámetros de hace 30 años. ¿Sabemos o tenemos en cuenta cuánto incide en la realidad macroeconómica global de la Argentina la gran cantidad de trabajadores en negro, cuyos empleadores no aportan al sistema previsional? El aumento de impuestos por parte del Estado desalienta la incorporación de empleados en blanco; muchos empleadores evaden. ¿Nos damos cuenta de todo lo que “se come” la corrupción, la coima, el sobreprecio en la obra pública, en una palabra, la deshonestidad? Los impuestos serían más bajos si la honestidad fuese la regla N° 1 de los estados. Por último: ¿somos realmente concientes del problema de tener cada vez menos hijos, de formar menos familias, lo que genera un desbalance demográfico de proporciones alarmantes? Nunca pensamos lo decisivo que sería el control de natalidad, la anticoncepción y el aborto para nuestro futuro, ¿pero ahora? ¿Y si probamos fomentando la familia en la Argentina? ¡Cuántos nacionalistas parecen ignorar estas consideraciones! Al estar estos elementos ausentes, la discusión suele reducirse a un griterío entre vedettes de Showmatch. Visiones sesgadas, egoístas, espiritualmente pequeñas e intelectualmente miopes.
- Otro elemento capital, completamente ausente en la mayoría de los debates al respecto, es la distinción entre la medida (la reforma) y el argumento en base a la cual se la quiere implementar, lo que nos lleva a discutir el papel del ahorro. Por supuesto que el objetivo del ahorro es legítimo en sí mismo, habida cuenta del déficit fiscal: en principio, es por lo menos peligroso gastar más de lo que se percibe. Pero la historia y la política no es la historia de la caja de ahorro, como bien denunciaba Charles Peguy. No se puede reducir la justicia y la economía al puro cierre de balances económicos, al equilibrio financiero estatal, porque hay cosas que no se pueden sacrificar en el Altar del Ahorro. La discusión en torno al papel del ahorro –ya como medida prudente, ya como fruto de la avaricia o de la usura– está completamente ausente, predominando una mentalidad cuantitativa que no parece tener en cuenta las cuestiones de justicia objetiva de la realidad (la racionalidad económica).
- También hay que entender que no todas las obras de los malos son malas. Dios sabe que no somos kirchneristas: sin embargo, mientras gobernó Néstor y Cristina, los análisis de prestigiosos nacionalistas sobre muchas de las medidas económicas permitían concluir que no todas ellas eran malas, algunas eran muy buenas, al menos en la letra o en la teoría. La misma situación puede ocurrir hoy: hay medidas liberales del gobierno de CAMBIEMOS, sí, pero también hay medidas no liberales. Lo fácil es pegarle en bloque, lo difícil es intentar entender.
- Tampoco se ve con claridad que para poder atacar lo malo es necesario primero entender qué es lo bueno, lo que a pocos les importa, porque implica el esfuerzo de estudiar a fondo, en vez de repetir slogans. Y que supuesto este escalón, muchísimas veces ausente, hay que atacar el mal con el suficiente cuidado de no terminar destruyendo otras cosas buenas. No se puede incendiar el país para oponerse a las políticas liberales. Porque los paros afectan al país en su totalidad. El país entero pierde con el paro; es golpeado Macri, sí, pero también son golpeados muchos otros inocentes. Rehenes en esta locura de la democracia.
- Por eso viene a nuestra mente las palabras de Enrique P. Osés, brillante nacionalista del primer tercio del siglo XX: “No. Otra vez y mil veces no. Ni sostén, ni báculo, ni apoyo, ni colaboración, ni tolerancia, ni transigencia, con este régimen…”. El problema es el Sistema. He aquí el tercer nombre de nuestro adversario: el Sistema. “Nos regimos por un concepto integral, de la política, de la economía, de la vida, de la moral. No constituimos un partido; no representamos una porción del pueblo. No tenemos una solución para cada problema aislado del país. Somos la totalidad de la Nación y queremos una ordenación total de la patria, desde sus cimientos hasta su espíritu” escribió Osés.
- Hay una trampa mental antes que política, como también lo supo señalar Jordán Bruno Genta. La trampa mental está en mostrarnos dos males, y hacernos elegir democráticamente. Algunos dicen que “hay que salvar las instituciones. Decimos que no. Decimos que hay que salvar al país de las instituciones en que está bloqueado” insiste Osés. Algunos dicen que “Hay que salvar a la Democracia. Decimos que hay que salvar al país, de la Democracia”. Tenemos que construir un espacio propio, por fuera del Sistema, donde podamos expresar verdades de puño sin quedar ligados (o al menos, intentándolo) ni a un discurso ni a otro. José Antonio Primo de Rivera sintetizó de manera magnífica: No soy de izquierda, porque la izquierda quiere destruirlo todo, incluso lo bueno. No soy de derecha porque la derecha quiere dejarlo todo como está, incluso lo malo.
- Mientras no entendamos ésto, mucha gente buena será arrastrada por el activismo, por el “hacer algo, no sé bien qué, pero al menos hacer algo” y quedarán pegados a los que hacen cualquier cosa. El error inverso es domesticarse, adaptarse al statu quo, y consolarse con el pensamiento de que Macri no es Cristina. Nos espera un arduo combate, no podemos ser víctimas ni del activismo ni de un espíritu conservador. El conservador se limita a no perder lo que alguna vez tuvo, nosotros tenemos que intentar reconquistar. El nombre de la Reconquista debe ser nuestra insignia: “Somos invencibles”, repite finalmente Osés. “No perdamos un solo instante la conciencia de nuestra fuerza. Porque hemos traído a la lucha el arma que no se mella jamás: la verdad”.
Por
Juan Carlos Monedero (h)