jueves, 20 de octubre de 2011

Nuevo Orden

DEMOCRACIA EN LAS ARENAS
  
  
Se lee en “El Argentino” del 3 de mayo, la declaración de Obama de que “El mundo es más seguro sin Osama Bin Laden”. Por su parte, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, afirmó que “la muerte de Osama Bin Laden representa un hito en nuestra lucha global contra el terrorismo”.
  
En otra parte dice el artículo que la Cancillería Argentina rechaza el terrorismo internacional y que “la operación que ha llevado a la muerte al responsable de tanto dolor inocente ocurre en momentos en que el mundo árabe busca reformas democráticas que permitan a sus pueblos vivir en libertad”. También menciona al atentado del 11 de septiembre de 2001, en que tres aviones suicidas atacaron las torres gemelas del World Trade Center y del Pentágono, causando tres mil muertes, por lo que “Washington atacó Afganistán en busca de Bin Laden y militantes de Al Qaeda”; y se agrega, por fin, que éste permaneció durante diez años en la clandestinidad, hasta que “el 1 de mayo fue abatido por Seals de la Marina estadounidense en su casa de Abbotabad, Pakistán”.
  
Es al menos llamativo que a un hombre de su experiencia se lo pueda encontrar tan sencillamente en su casa.
  
En cuanto a la cuestión de las Torres, ya se sabe que hay algunas dudas e incertidumbres. Por ejemplo: el modo en que se desplomaron las mismas en forma de “panqueque”, y con velocidad comparable a la caída libre; la vaporización del avión que supuestamente impactó en el Pentágono y la caída de la segunda torre siete horas más tarde, en forma exactamente igual a la anterior,  sin que se le haya posado ni una mariposa. También llamaron la atención en su momento el hecho de que – según David  Ray Griffin (“The New Pearl Harbour”) el nombre de los diecinueve secuestradores que asaltaran con cuchillos a los aviones, no figuraron en ninguna de las listas que fueron publicadas, como así tampoco figuró en ellas ningún nombre árabe. El de que el pasaporte de uno de ellos, del vuelo 11, Abdulaziz al-Osami, fuera encontrado intacto entre los escombros, después de haber atravesado el fuselaje del avión y una bola de fuego, y mucho más interesante que su dueño apareciera seis meses más tarde, declarando: “No podía creer cuando el FBI dio mi nombre y fecha de nacimiento, pero yo no soy suicida”.
  
Por otra parte, la administración Bush, en 2001, ordenó al FBI y otras agencias de inteligencia, detener las investigaciones relacionadas con la familia Bin Laden, incluyendo a dos parientes que vivían por entonces en False Church, Virginia, vecinos al cuartel general de la CIA.
   
Más extraño aún (según Michael Ruppert: “Truth & Lies on 9/11”, Verdades y Mentiras sobre el 11/9), es que George Herbert Bush, se encontraba esa mañana reunido con Shafig bin Laden, hermano de Osama, en representación del grupo Carlyle, uno de los contratistas de armamentos más grandes del mundo. De hecho, ya Bush padre había realizado viajes a Arabia Saudita en 1988 y 2000, para encontrarse con miembros de la familia Bin Laden, en representación del grupo. De paso, Carlyle continuó amasando ganancias debido a la “Guerra contra el Terrorismo” post 11 de septiembre y las guerras en Afganistán e Irak.
  
Una de las definiciones del Terrorismo lo considera como “El uso sistemático del terror, que se manifiesta con violencia o intimidación, para generar miedo”, o como “técnica usada por los gobiernos para manipular la opinión pública para promover un plan”. Por cierto, estos hechos necesitan de las palabras, repetidas hipnóticamente.
  
Dice el historiador Webster Tarply que “la clase gobernante, la élite gobernante, ve al terrorismo como el método preferido, de hecho el único medio para generar cohesión social, proveyendo una imagen enemiga, para que la sociedad se mantenga unida”. De acuerdo con la teoría neo-conservadora de Carl Schmitt, se debe tener una imagen enemiga para tener una sociedad. Y eso es algo muy peligroso, porque ahora significa que el orden social entero, los partidos políticos, la vida intelectual y la política en general, están basados en un mito monstruoso.
  
Esa saturación de consignas lleva a muchas personas a dar por sentado que democracia y libertad son vocablos equiparables, o bien a suponer que la democracia es necesaria para vivir en libertad. Veamos lo que dice al respecto Don José Ortega y Gasset en “Del Imperio Romano”: “frente al hecho ineludible del mando político con que el hombre, quiera que no, se encuentra al nacer […] cabe  acentuar nuestra preocupación en una de estas dos cuestiones: una, quién ha de ser quién nos mande (sujeto del poder público); otra, quién quiera que nos mande, cuánto deba o no mandarnos (límites del poder público)”. Y continúa diciendo: “ciertos pueblos, en ciertas épocas, han dado libremente a dicha coacción (la del Estado) la figura institucional que preferían – han adaptado el estado a sus preferencias vitales.  Eso y no otra cosa es vida como libertad”. Y agrega por fin que: “las instituciones romanas, pues, no fueron impuestas forzadamente por las circunstancias, sino que fueron inspiradas. Pero tampoco fueron inspiradas en una razón formalista y abstracta, sino que fueron inspiradas por las circunstancias desde el fondo de firmes creencias que constituyen el alma de una nación, mientras esa nación tenga alma. Todo pueblo que sepa hacer esto será un gran pueblo […] Podrán las leyes de una nación extraña servir de incitamiento y aún de orientación a nuestra inventiva política, pero en último término habrá que inventar.  La imitación en política pertenece a la patología social”.
  
Veamos lo que se supone que se debe imponer copiar. Richard Hofstadter, profesor de historia de la Universidad de Columbia en “La Tradición Política Norteamericana”, cita a Horace White, quien observó que la Constitución de los Estados Unidos “se basa en la filosofía de Hobbes (con su desconfianza en el hombre) y en la religión de Calvino (quien cambió el Dios de las buenas obras por el dios del dinero)”. Así, “puede verse claramente (durante las discusiones de la Convención Constitucional de Filadelfia de 1787) que la desconfianza hacia el hombre era antes  que nada hacia el hombre común y hacia el gobierno democrático”.
  
Tal vez quien mejor expresó ese espíritu fue Gouverneur Morris, más responsable que cualquier otro delegado de la redacción de la Constitución tal como fue finalmente: “La chusma empieza a pensar y a razonar. ¡Pobres reptiles! Se calientan al sol y para el mediodía morderán, pueden estar seguros”.
  
En definitiva, la única forma de vivir en libertad, es seguir los mandatos de la Verdad, y la Verdad no es algo, es Alguien.
  
Hasta tanto se logre, la razón la tienen los países exportadores de democracia vehiculizada por misiles, en especial sobre países productores de petróleo.
Luis Antonio Leyro
  

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