NADA NUEVO
Decía Marcelino Salaya en 1960: “República, democracia, parlamentarismo, laicismo en la enseñanza, persecución contra curas y frailes, supresión de símbolos religiosos, destitución de funcionarios desafectados, embrutecimiento de las masas en nombre de la cultura, atentados contra la libertad en nombre de la libertad, ansias de dominación y enriquecimiento de los predicadores de la igualdad, y la fraternidad prostituida y reducida a un plebeyismo soez”. ¿Le suena?
Y continuaba: “La misma resistencia a tender los brazos en cruz en actitud penitente para expiar las risas alegres con que hemos venido tomando a chirigota cómodamente las falsedades, las utopías, las bajezas y la saña de los que, sin «nada nuevo» que ofrecernos para arreglar al mundo, reproducen constantemente los engaños arcaicos que como principios renovadores han utilizado para embaucar a los papanatas de todos los tiempos y todas las latitudes”.
Bien, podemos leer en “La Nación” del 19 de abril de 2010, los dichos del Sr. Hans Küng, profesor emérito de teología ecuménica de la Universidad de Tubingen, quien reclama las oportunidades perdidas por S.S. Benedicto XVI en cuestiones como, por ejemplo, la de “reconciliación con los pueblos indígenas de América Latina” (tal vez por no apoyar el movimiento impulsado desde Bristol por el Mapuche International Link - MIL). También la de ayudar a los pueblos de África en su lucha contra el SIDA (seguramente por poner su confianza para la prevención del mismo en la prédica de una conducta moral y en la defensa de la familia, considerada peligrosa por los que buscan la destrucción de los Estados Soberanos, ya que ésta constituye la base de la identidad del ser humano, y cuya anulación se busca para transformarlo en masa fácilmente manejable por medio de los placeres más fáciles y bajos - más que en el empleo de un trozo de látex poroso).
Entre otras cosas el Sr. Küng presenta a los obispos seis propuestas aclarando que “no es mi intención desarrollar un programa de reforma”. Luego, con toda coherencia, pide, en el punto 1) “No envíen a Roma profesiones de su devoción, sino más bien, reclamos de reforma… etc.”; en el 2) “Implementar la reforma”; en el 3) “que actúen en forma colegiada”, que “el Concilio Vaticano II decretó la colegíabilidad del Papa”; en el 4) que “Sólo se debe obediencia a Dios”, y que “…ustedes saben que no puede prestarse obediencia incondicional a autoridad humana alguna”, y que “presionar a las autoridades romanas en el espíritu de la fraternidad cristiana puede ser permisible e incluso necesario cuando no se cumple con el espíritu del Evangelio y su misión”. En este punto tal vez no sería inoportuno recordar al distinguido teólogo que se lee en Juan 21, 27 “Díjole Jesús: Apacienta a mis ovejas”, a Pedro, no a un grupo, versículo que fuera invocado por el Concilio Vaticano del 18 de julio de 1870 para promover el universal primado de Pedro, entendiendo que no era la voluntad de Nuestro Señor trasformar Su Iglesia, Su Cuerpo Místico, en un comité de barrio. Más claro aún, de rioba.
Hilaire Belloc definía a la herejía como “la dislocación de alguna construcción completa, que se sostiene por sí misma, mediante la introducción de una negación posterior de alguna de sus partes esenciales”. Y que, “…el sistema (estructura en que el todo es sostenido por cada una de sus partes y a su vez las sostiene), queda destruido, ya quede el vacío sin llenar o se llene con una afirmación nueva”.
¿Cómo se definiría a un teólogo que propone la desobediencia de una orden directa de Nuestro Señor Jesucristo?
En el mismo número y página de “La Nación” se reproduce un artículo de Jeff Anderson. Abogado. Protestante, quien dice que “no tiene nada contra el Papa”, que “lo admira como teólogo y filósofo”, pero que “no respeto a quien no protege a los niños y no respeto a la estructura vaticana que miente los abusos…etc.” El Sr. Anderson presentó su denuncia ante el “New York Times”. Al respecto es bueno recordar que el Cardenal Joseph Ratzinger, en un discurso en Noviembre de 1985 previno sobre la responsabilidad de la Iglesia en la economía mundial, citando también a Teodoro Roosevelt, quien, en 1912, dijo que “creo que la asimilación de los países latinoamericanos será larga y difícil mientras esos países sigan siendo católicos”. A todo esto, Nelson Rockefeller, en un discurso en Roma recomendó que “los católicos de ahí debían ser sustituidos por otros cristianos”. Es bastante comprensible que el clan Rockefeller no sienta una particular simpatía por S.S, en particular teniendo en cuenta que tanto las familias Roosevelt y Rockefeller pertenecen a la secta de Skulls & Bones, fundada en 1832, la más prestigiosa de las seis de la Universidad de Yale, y de donde salen los integrantes del gobierno y de la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos.
Llama la atención además que el Sr. Anderson presentara su denuncia ante el “New York Times”. Precisamente, David Rockefeller, miembro sobresaliente del Council on Foreing Relations, que propone la desintegración de los Estados Soberanos, “carcomiéndolos pedazo a pedazo”, según recomendación de Richard Gardner, Embajador en Italia de Jimmy Carter, dijo que “Estamos agradecidos al Washington Post, al New York Times, a la revista TIME y otras publicaciones importantes, cuyos directores han acudido a nuestras reuniones y respetado su promesa de discreción durante cuarenta años. Habría sido imposible para nosotros desarrollar nuestro plan para el mundo si hubiéramos sido objeto de escrutinio público durante aquellos años. Pero, el mundo es más sofisticado y está preparado para alcanzar el gobierno mundial. La soberanía supranacional de una élite intelectual y de banqueros mundiales es con toda seguridad preferible a la autodeterminación nacional practicada en siglos pasados”. Por cierto, tampoco esto es nuevo: en 1875 la condesa rusa Helena Petrovna Blavatsky, miembro del Departamento de Ocultismo del MI6, fundó la Sociedad de Teosofía, parte de un plan que incluía a la Sociedad de Thule (mítico lugar de origen de la raza aria), creado por Guido von Liszt, que apoyaba el concepto de un solo gobierno mundial controlado por una hermandad de banqueros.
Por otra parte, la técnica de la difamación y del desprestigio tampoco constituye una novedad, y casi siempre en los mismos términos. Decía James V. Forrestal, Secretario de Defensa de los Estados Unidos (2 de septiembre de 1944): “Veo que cuando cualquier norteamericano sugiere que actuemos de acuerdo con las necesidades de nuestra propia seguridad, con frecuencia se le llama un maldito fascista o imperialista, en tanto que si el Tío Pepe (por Stalin) sugiere que necesita las provincias del Báltico, la mitad de Polonia o toda la Berasabia y un acceso al Mediterráneo, todo el mundo está de acuerdo en que él es un individuo excelente, franco, sincero y generalmente delicioso”. Al respecto resulta muy interesante el hecho de que la Dra. Bella Dodd, asesora legal del Partido Comunista de los Estados Unidos en la década de 1930/40 comentara a W. Cleon Skousen, agente del FBI, y autor de “The Naked Capitalist” (El Capitalista Desnudo): “Creo que la conspiración comunista es sólo una rama de una conspiración mucho mayor. Cuando se trataban asuntos vitales que requerían una respuesta urgente y no se podían recibir instrucciones de Moscú, debían comunicarse con una de tres personas en el Waldorf Towers, no rusos ni comunistas, sino capitalistas de grandes fortunas”. En base a su experiencia, enseñanzas recibidas del Prof. Carol Quigley, particularmente en “Tragedia y Esperanza” y datos aportados por la Dra. Skousen escribió: “Era casi inevitable que los super-ricos aspiraran algún día a controlar no sólo su propia riqueza, sino la del mundo entero. A fin de lograr ese control no tuvieron inconveniente en nutrir las ambiciones de los conspiradores políticos con hambre de poder que se habían comprometido a derrocar a todos los gobiernos existentes para reemplazarlos por una dictadura a escala mundial con lineamientos socialistas”.
La Dra. Dodd también dijo que “el comunismo era un fraude perpetrado por los banqueros para controlar al hombre común”. Convertida al Catolicismo, reveló que “en 1930 pusimos cien mil hombres en los seminarios para destruir a la Iglesia desde adentro. Destruir la Fe por medio de una pseudo-religión parecida a la verdadera”. También, “convencer a los líderes de la Iglesia a abrirse al mundo y ser más flexibles con otras religiones y filosofías”. Mons. Fulton Sheen, Arzobispo de Nueva York en esos tiempos, comentó que, “con el disfraz de exiliados de los países comunistas, actuando al servicio del Kominform estos falsos sacerdotes han aprendido a decir misa y son capaces de sostener discusiones teológicas a nivel elevado” (“Para que Él reine”, Jean Ousset).
En fin, ninguna novedad. “Si el mundo os odia, sabed que me han odiado a Mí antes que a vosotros”, Juan 15, 18. De tal manera que los empeñados en el dominio material del mundo ven en la Religión Católica su mayor enemigo, y procurarán su destrucción como paso fundamental para la destrucción de los Estados Soberanos.
Por tal motivo —nada nuevo tampoco— si queremos continuar siendo uno de ellos, y que éste no sea uno de nuestros últimos aniversarios, debemos tratar de aferrarnos a nuestras tradiciones, recordando nuestra fundación, nuestro origen hispano-católico.
Y tal vez no olvidar los versos del Tcnl D Antonio Da Rocha: “Gaucho de la Historia / Gaucho de la Gesta / perdura, no mueras / porque si lo haces tus hijos / vagarán sin rumbo / perdida la huella en la noche oscura / en la tierra tuya / que será extranjera”.
Luis Antonio Leyro
1 comentario:
Excelente texto, felicitaciones.
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