JESÚS ES CONDENADO
A MUERTE
Te condenaron a muerte
tu silencio y mi silencio:
las gargantas en tumulto
ante el pretor somnoliento
lapidaron con sus grietas
el mármol de tu silencio.
Tu mutismo era una estatua
de blancura y de misterio:
habla, Jesús, que te matan…
Arropada en tu silencio
la muerte viene volando
entre graznidos de cuervos.
Habla, Señor: tu palabra
como un huracán de fuego
salga de tu boca y queme
lo falso de los denuestros.
¿Por qué te mantienes mudo
si eres el Divino Verbo?
La boca de Dios quedó
baldía como el desierto.
Lo condenaron a muerte
su silencio y mi silencio:
escupieron las gargantas
alaridos a mi miedo,
al oleaje de gritos
debí levantar mi pecho,
dique de amor y diamante
contra el torrente protervo;
pero fui arena medrosa
que no supo defenderlo…
Debí gritarles: “¡Judíos!
Yo soy, yo soy el perverso;
a mí la hiel, las espinas,
a mí la cruz y el flagelo”.
Pero se anudó a mi voz
la vil serpiente del miedo.
Pastores… por cobardía
me mataron mi Cordero;
fue más fuerte que mi amor
el ladrido de los perros.
Lo condenaron a muerte
su silencio y mi silencio:
uno, silencio de amor;
otro, silencio de miedo.
tu silencio y mi silencio:
las gargantas en tumulto
ante el pretor somnoliento
lapidaron con sus grietas
el mármol de tu silencio.
Tu mutismo era una estatua
de blancura y de misterio:
habla, Jesús, que te matan…
Arropada en tu silencio
la muerte viene volando
entre graznidos de cuervos.
Habla, Señor: tu palabra
como un huracán de fuego
salga de tu boca y queme
lo falso de los denuestros.
¿Por qué te mantienes mudo
si eres el Divino Verbo?
La boca de Dios quedó
baldía como el desierto.
Lo condenaron a muerte
su silencio y mi silencio:
escupieron las gargantas
alaridos a mi miedo,
al oleaje de gritos
debí levantar mi pecho,
dique de amor y diamante
contra el torrente protervo;
pero fui arena medrosa
que no supo defenderlo…
Debí gritarles: “¡Judíos!
Yo soy, yo soy el perverso;
a mí la hiel, las espinas,
a mí la cruz y el flagelo”.
Pero se anudó a mi voz
la vil serpiente del miedo.
Pastores… por cobardía
me mataron mi Cordero;
fue más fuerte que mi amor
el ladrido de los perros.
Lo condenaron a muerte
su silencio y mi silencio:
uno, silencio de amor;
otro, silencio de miedo.
(Tomado de “Romancero de la Vía Dolorosa”)
1 comentario:
Bellisimo poema, que nos recuerda que con nuestra cobardia ante la injusticia, estamos tambien crucificando al Señor.
Salvando las distancias, con respeto, tenemos a los impios Kirchner en el poder por nuestro miedo.
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