IDEOLOGÍA DE TRAPO
“Decí por Dios que me has dao, que estoy tan cambiao, no
sé más quién soy”
(“Malevaje”, de Enrique S. Discépolo y Juan de Dios
Filiberto)
El 10 de diciembre de 1974, el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) de los
Estados Unidos, emitió un estudio titulado “Memorando de Estudio de Seguridad
Nacional” Nº 200, supervisado por Sir Henry Kissinger, el estudio conocido por
la abreviatura NSSM 200, fue ordenado por Richard Nixon, el 10 de agosto de
1970, siendo la primera vez que un presidente de Estados Unidos, definió el
aumento de la población del tercer mundo como una amenaza a la Seguridad
Nacional del país del Norte, el Memorando esboza las repercusiones políticas y
económicas internacionales del crecimiento demográfico, e incluye
recomendaciones a las correspondientes agencias yankees para tratar con asuntos
de población en el exterior, particularmente en los países en vías de
desarrollo.
El NSSM 200 nombra a 13 “países clave” en que los Estados Unidos tienen un
interés político y estratégico especial, que requiere imponer una política de
control o reducción de la población, por la razón de que se considera que el
efecto de ese crecimiento demográfico, probablemente aumentara su poder
político, económico y aún militar a escala regional y quizá hasta mundial.
El mismo Kissinger temía que los países cayeran en la cuenta de que los
programas internacionales de reducción de la población tienen el objetivo de
socavar su potencial de desarrollo y también de que algunos líderes de países
desarrollados vean las presiones en pro de la planificación familiar como una
forma de imperialismo económico racial, lo que podría dar lugar a una grave
reacción, por lo que aconseja que debe evitarse que los líderes de los países
menos desarrollados, fortalezcan su compromiso, para que esa política no sea
vista como una maniobra de los países industrializados para preservarse los
recursos para uso privativo de los países ricos, el Memorando 200 también pone
énfasis en el acceso norteamericano a los minerales estratégicos de los países
subdesarrollados, por tanto, la reducción de su crecimiento demográfico haría
más políticamente seguro el acceso a sus recursos. Así, la reducción de las
presiones demográficas, mediante la reducción del ritmo de nacimientos puede
aumentar las posibilidades de estabilidad, y esa política deviene intrínseca a
los intereses económicos de los estadounidenses.
De esta necesidad surge la guerra política cultural, mediante el bombardeo
a saturación de consignas especialmente a la juventud, mediante la acción y
captación psicológica y la penetración cultural de la cultura de la muerte, y
aceptar la destrucción de toda identidad y orgullo nacionales. Éstos métodos de
lavado de cerebro tiene sus orígenes en los tanques de pensadores del Instituto
Tavistock de Londres cuya función es el estudio del manejo de la conducta
individual y colectiva, éste Instituto inglés posee una cadena de filiales en Estados
Unidos, uno de ellos es el Standford Research Institute (SRI), donde se
desarrolló un método denominado “las imágenes cambiantes del hombre”, que
consiste en la adaptación gradual a las condiciones morales en progresivo
deterioro, por ejemplo, el aumento gradual de pornografía, la promoción lenta,
pero incesante del aborto, la homosexualidad, y la ideología de género,
precisamente diseñada para destruir en principio la identidad personal, y de
ahí la nacional, para evitar la preservación y defensa de la Patria. Al
destruir la voluntad para conservarla y mantenerla. Porque este invento de la
ideología, es absolutamente falso desde el punto de vista biológico, y en cuanto
a la identidad, ésta consiste en un conocimiento íntimo, una conciencia, una
intuición de una cosa, que se unifica con el conocedor. Que es uno mismo, al
decir de Hilaire Belloc en “Europa y la Fe”, “no admitiendo en este caso
ninguna teoría de punto de vista, que es válido para algo exterior, pero no
puedo haber un punto de vista de un hombre con respecto a sí mismo”, y todos
estos inventos adobados con palabras también inventadas, que sirven de
“gatillo”, para crear la división y lograr una reacción: “represión”,
“autoritarismo”, “discriminación”, “con mi cuerpo hago lo que quiero”,
repetidas sin piedad por gobernantes y medios cipayos, tomando como blanco
favorito adolescentes y niños en edad escolar.
De esa manera lograron extirparnos los dos instintos básicos más
importantes, no ya en el hombre, sino en los animales (todos), en primer lugar
la defensa del territorio y de las crías y en segundo el de jerarquía. El
primero reemplazado por el pacifismo baboseante de Alfonsín, que incita a
rendirnos con todas las banderas ante el más inaudible aullidito de la más
insignificante alimaña y aceptar el asesinato de nuestras crías aun por nacer,
para evitar la explosión demográfica, incómoda para los intereses
imperialistas, y en cuanto a la jerarquía, fue suplantada por el término
autoritarismo, recordando que este término fue el slogan del “Proyecto
Democracia” de las Naciones Unidas, derivado del libro “El Hombre Autoritario”,
de Theo Adorno, sociólogo, musicólogo y agente del MI5, Director de la Escuela
de Frankfurt, filial de la Sociedad Fabiana de Londres, quien enviara a Aldous
Huxley y a H. G. Wells a Estados Unidos para implantar el rock y las drogas en
las universidades California y promover el movimiento Hippie; según este
sujeto, autoritario es todo aquel que crea que la vida debe regirse por
principios metafísicos: Dios, la verdad, la moralidad, o la razón. Bien, a
partir del advenimiento de Alfonsín se borró el término jerarquía del
vocabulario oficial y de los medios, reemplazado por autoritarismo, repetido
hasta el agotamiento. Hasta lograr el sueño desmesurado de un mundo con un solo
gobierno y formar sociedades netamente paganas, ferozmente materialistas, sin
vestigio de los valores espirituales que fundaron la civilización.
A esta altura es válido preguntarnos de donde surge semejante despropósito,
al respecto también vale la opinión de don José Ortega y Gasset, quien dice en
“Psicología del Cascabel”: “He combatido la tendencia a creer que en la
evolución de la cultura cada nuevo estadio suprime el anterior y todos ellos
suponen la muerte previa del salvajismo”. Del mismo modo se imagina que en el
desarrollo del organismo, hasta su culminación cada etapa implica la supresión
de la antecedente; Hegel, vió muy bien que en todo lo vivo -la idea o la carne- superar es negar; pero negar es conservar. El siglo XX al XI en “la medida
que niega sus peculiaridades; pero esta negación supone que el siglo pasado
perdura dentro del actual, como el alimento en el estómago que lo digiere”.
Bien, de la misma manera, en este afán de implantar un neopaganismo persiste “el
espíritu de Juan Calvino y su poderoso sistema de teología deforme”.
Dice Hilaire Belloc en “Así Aconteció la Reforma”. “Siendo él quien
convirtió la humildad en futeza y el apetito de dinero en virtud”. “Basó
Calvino su sistema en la antigua herejía maniquea y sostenía que, si, Dios se
había hecho hombre y había muerto para salvar a la humanidad, pero solo en
determinado número de personas, en favor de las que había actuado, quedando en
pie la idea de lo inexorable y reconociendo la igualdad del bien y del mal, que
rápidamente se convierte en adoración del mal”. “Calvino aceptó la inmortalidad
del alma, pero la transformó en una inmortalidad fatal, que separa a los pocos
predestinados a la beatitud, seguía siendo fatalidad, como lo era para los
millares predestinados a la desesperación, y así, en definitiva, proporcionó a
los hombres un poderoso objeto de adoración y poderoso apetito humano, que el catolicismo combate, este nuevo objeto
de adoración era el amor por el dinero. Sus discípulos eran los elegidos, los
condenados eran los otros: en cuanto al amor por el dinero, fundó una filosofía
que negaba las buenas obras y se burlaba de la abnegación, y así, Calvino pedía
a los hombres que se enriquecieran y así lo han hecho”. De donde resulta que la
predica constante de Alfonsín no es más que una versión autóctona del
calvinismo, con su famosa antidiscriminación, y es el cumplimiento de la
profecía del “Cambalache” discepoliano; “donde todo es igual y nada es mejor,
donde no hay aplazaos ni escalafón, y donde los inmorales nos han igualao”,
especie de alfonsinismo canyengue, que dio el puntapié inicial, que sus fieles
seguidores continuaron y mejoraron. Siempre obsecuentes a la voz de bwana,
aceptando en las escuelas primarias la inclusión de la educación sexual y la
contracultura de la muerte, la ideología de trapo, la homosexualidad, el aborto
y todo el combo, a todo lo cual debemos oponernos con firmeza, antes de que
alcancen su objetivo común: la disolución nacional.
No, no, sin sonrisitas, por favor, porque esto parece la desmesura de un
trastornado, y, de hecho lo es, pero no lo digo yo; lo dijo Richard Gardner,
miembro del Council On Foreing Relations (CFR) y de la Comisión Trilateral,
cuando era embajador de estadounidense en Roma, en Abril de 1974: “llegaremos a
poner fin a las soberanías nacionales, corroyéndolas pedazo a pedazo”. Y una de
las formas más eficientes de lograrlo es imponer toda la estrategia de la
contracultura de la muerte, es decir, todo el combo pergeñado por el SRI y la
ONU. Porque la vida es un complejo autonómicamente regulado por la continuidad
del germino-plasma (Prof. Christofredo Jakob: “La definición científica de la
vida”, Bs. As., 1936). Y Dios ha querido hacernos colaboradores en su obra
creadora, e instituyó desde el principio el Único Matrimonio hombre-mujer y le
dio la Jerarquía de Sacramento. Ahora, si estos delirantes unimundistas
llegaran a tener éxito en su campaña contra la Ley Natural, lo que mucho dudo,
destruyendo el matrimonio y la familia, llegarían a plantar su imperio en un
desierto.
Vicente Cadenas
1 comentario:
Me pregunto si se puede entender cabalmente a Calvino, Hegel, Belloc, cuando todavía no se ha aprendido a escribir con alguna corrección, cosa que por lo general debería aprenderse en la escuela primaria. Don Vicente: lo que dice es verdad; pero mucho me temo que poco avanzará en el campo del conocimiento si no retoma los manuales de lengua castellana que tal vez dejó olvidados allá por sus doce años de edad. Con afecto.
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