lunes, 2 de febrero de 2015

Como decíamos ayer


CRISTINA EN SU LABERINTO
 
 
Tema recurrente de las letras y de la mitología, el símbolo del laberinto ha sido utilizado en diversidad de ocasiones para designar aquella geografía o aquella condición espiritual de la que ya no es posible salir. El laberinto confunde, enreda, atrapa y enloquece. Sólo los héroes como Teseo volvían ilesos de aquél, tras cumplir su cometido. Sólo los poetas sabían que su salida segura estaba hacia lo Alto, quebrando verticalmente la tortuosa horizontalidad de los recovecos infintos.
 
Vacía de toda heroicidad, y maldecida por un prosaísmo atroz que la insta a volar como los pollos, Cristina Kirchner está atrapada en un laberinto mortal. Quiere ser feminista, y es la fregona cansina de un marido déspota. Quiere ser culta, y no cesa de pronunciar sandeces, entremezcladas con el ridículo y últimamente con lo procaz. Quiere enrolarse en la defensa de los excluidos, y es la primera devota del culto a Mammón. Quiere posar de progresista, y el servilismo a la banca mundial le signa cada uno de sus galliformes pasos. Quiere ser recordada por su elocuencia, y un imitador verista deja al desnudo que donde ella dice oratoria no hay sino histeria e ignorancia abisal. Quiere ser la esposa de un militante épico, y se exhibe degradada con el nombre del personaje frívolo de una historieta ramplona, que bien podría llamarse —según aguda sugerencia de un amigo cordobés— Kirchner, el DeshoNéstor.
 
Quiere presentarse dominante y segura, pero los hechos dejan ver los hilos trágicos que mueven la marioneta a discreción. Quiere ser la responsable de un país en serio, pero la traiciona su delirio, expuesto en cada soflama gritona, en cada mueca rencorosa, en cada exabrupto hostil. Quiere ser simpática o popular, y la sobrepasa la acrimonia sumada a una vulgaridad asfixiante. Quiere ser didáctica y académica, pero sus furcios delatan su pavorosa insolvencia intelectual y lingüística. Y al fin, quiere ser joven y hermosa, pero apenas si es decorativa, acaso como una naturaleza muerta pintada por mano sulpiciana. Imposible ocultar por más tiempo que la sociedad entera da por sentado que quien la conduce delira, envuelta en un torbellino de soberbias, amenazas y venganzas sin fin.
 
Del mismo laberinto participan sus seguidores incondicionales, ora procedan del hurto sindical, de las bandas terroristas o del universo delictivo de los negocios turbios.
 
¿Qué otra cosa sino un alucinante laberinto habitan aquellos que braman contra la oligarquía blanca y se enrolan tras el proyecto de dos cazafortunas insaciables? ¿O aquellos otros que señalan las corrupciones del orbe político entero, y sus referentes se llaman Ricardo Jaime, Guillermo Moreno, Felisa Miceli, Aníbal Fernández o Julio De Vido? ¿En qué otra sentina sino en la del laberinto oficial están presas las Madres y Abuelas, que han negociado “la sangre derramada” por el suculento plato de lentejas de las indemnizaciones y subsidios kirchneristas? ¿O acaso la Revolución consistía —ahora lo sabemos— en millones de dólares para el bolsillo del amo, apareamiento de maricas, deshauciados juntando cartones en la calle, inseguridad a toda hora y en todo sitio, y la náusea contracultural enseñoreándose sobre el país entero? Laberinto de odio, de enconamiento y malquerencia: allí están definitivamente atrapados. Se ha cumplido con creces la sentencia soñada: Seremos como el Che. Por cierto que lo son. Ateos, apátridas, amorales, asesinos y angurrientos. Las cinco “a” para quienes se quejaron de la triple y escalofriante vocal.
 
El finado Borges —imposible no mentarlo si de laberintos hablamos— supo marcar a fuego la catástrofe de los enterrados vivos en laberintos sin esperanza. “No habrá una puerta. Estás adentro… No esperes que el rigor de tu camino, que tercamente se bifurca en otro, tendrá fin… Es de hierro tu destino como tu juez… Nada esperes. Ni siquiera en el negro crepúsculo, la fiera”.
 
Tal el destino ineluctable de Cristina y de su séquito de hampones. Han construido su propia cárcel de codicia, de mugre, de torpor, de vanidades. Ni el Minotauro les dará el consuelo de una embestida final y fatal. Vagarán perdidos, despreciados y odiados por los hombres genuinamente libres de esta tierra, que si no tienen pan tienen honor. Un honor que no se subasta en la timba perdularia de Balcarce 50.
 
Nosotros, que no tenemos poder alguno —ni el de la usura, ni el de la fuerza, ni el de los mandos políticos— tenemos algo más valioso que, a la postre, nos vuelve victoriosos aún en la derrota. Nosotros somos espiritualmente libres y no hemos traicionado la suprema coherencia. Le preguntamos al Señor de la Historia cómo salir de la noche doliente. “Y respondió: «en su noche toda mañana estriba: de todo laberinto se sale por arriba»”.
 
Antonio Caponnetto

Nota: Este artículo corresponde al Editorial del Nº 85 de nuestra Revista.
  

3 comentarios:

Sebastian dijo...

Como podria contactarme con los realizadores de la publicacion?

Anónimo dijo...

Sr. Caponetto, el pueblo argentino, en su mayoría, hace rato que ha vendido su alma al diablo, y la sigue vendiendo, según quien aparezca en la escena política.
Pero que podemos esperar si desde que tenemos democracia, la mayoría de los matrimonios presidenciales ya no eran matrimonios y ahí empieza el primer pequeño engaño
saludos
santiago groll

Anónimo dijo...

Estado Islámico aseguró que vá a conquistar Roma.
El Papa reclamó la intervención militar de la ONU en Libia.
Para recordar:
Tercera parte del secreto de Fátima, revelado el 13 de julio de 1917 a los tres pastorcillos en la Cueva de Iria-Fátima y transcrito por Sor Lucía el 3 de enero de 1944. Fue hecho público por el Secretario de Estado, Cardenal Angelo Sodano, el 13 de mayo del 2000.
"Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.
"Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Angel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Angel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: 'algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él' a un Obispo vestido de Blanco 'hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre'. También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Angeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios".

http://www.lanacion.com.ar/1769201-el-vaticano-apoya-una-intervencion-contra-ei-en-libia