jueves, 28 de agosto de 2014

Nuevo Orden


LA CASA POR LA VENTANA
 
 
“Nadie tenía seriamente derecho a esperar de nuestros políticos un alto sentido de la moralidad, ni una gran complejidad intelectual, ni siquiera ese amor, ese respeto hacia los gobiernos que es la virtud mínima de los hombres de Estado”
(José Ortega y Gasset)

Decía Raúl Scalabrini Ortiz en “Política Británica en el Río de la Plata”, que “una de las características más temibles de la diplomacia inglesa, porque dificulta enormemente el inducir en qué dirección está trabajando, es la de operar a largo plazo”. Y en otra parte: “Inglaterra no teme a los hombres inteligentes, teme a los dirigentes probos”.
 
Veamos: según Julio Irazusta (“Influencia Económica Británica en el Río de la Plata”), Guillermo III “sugirió a Francia el reparto de las Indias Españolas”. Éste había usurpado el trono, cuando “ya no existía una monarquía efectiva”, y tras “la exitosa extirpación de la fe católica”. En 1711, además, el autor de “Una Propuesta para Humillar a España” proponía: “Buenos Aires es el mejor lugar del mundo para fundar una colonia inglesa”.
 
El frustrado intento de 1806, nos dejó, antes de retirarse, a sus mercaderes, pero, de paso, se llevó la totalidad del Tesoro de la Real Hacienda. Saltemos a 1945; en Yalta, Winston Churchill expresó: “No dejen que la Argentina se convierta en potencia. Arrastrará consigo a toda América Latina”. Más de lo mismo; pero atención que —como vemos— viene de lejos.
 
Por otra parte, José Ortega y Gasset citó (en una conferencia en 1914) el libro de un filósofo alemán, Otto Seek: “Historia de la Caída del Mundo Antiguo”, particularmente el capítulo titulado “La destrucción de los Mejores, el Aniquilamiento de los Mejores”, un fragmento donde se refiere así al Imperio Romano: “Todo el que tuvo osadía bastante para exponerse políticamente fue trucidado; sólo se dejó vivir a los cobardes, a los temperamentos de compromiso. Esta terrible cobardía instintiva les impedía todo acto enérgico y toda palabra sincera”.
 
Aclara Ortega más adelante que “como en toda otra decadencia profunda que ofrezca la historia, ha consistido la receta en este ir aniquilando a los mejores”, y que, “para ello no son necesarios brutales crímenes”, que pueden “sustituirse por tortuosos e hipócritas procedimientos, con cobardes abusos de apariencia legales, con blasfemas apelaciones a la opinión pública, con una precisa, perversa táctica para ir tapando todos los resquicios donde puedan escaparse y resonar las voces sanas y las acciones nobles; sustituid, en una palabra, los puñales por alfileres y las proscripciones por simples destituciones, y tendréis un esquema del terrible mecanismo que opera insistente, eficaz, omnímodo sobre la pobre vitalidad española”.
 
Hemos festejado “treinta años de democracia” en los cuales resultan más admirables sus logros por la celeridad con que fueron obtenidos, la sincronización de la acción de los sucesivos gobiernos y por los ejecutivos de lujo que produjo: uno que “resignó” el poder para traspasárselo a otro que fue condenado por contrabando de armas; éste a otro juzgado por coimas en el senado, sin despreciar lo presente, que hizo todo lo necesario para ser juzgado por infame traición a la Patria, según el artículo 29 de la Constitución Nacional.
 
Recordemos una vez más la visita de Albert Einstein al país en el año 1929, cuando se asombró al enterarse de que en la Universidad de La Plata se enseñó por primera vez en Sudamérica su Teoría de la Relatividad y las ideas de Max Plank, y por la capacidad de nuestros docentes y rigor científico. Y la opinión de reconocidos economistas que nos ubicaban entre los primeros puestos en el concierto mundial.
 
Comparemos estos recuerdos con nuestro puesto actual, bastante parejo con los puestos ocupados por nuestros alumnos de quince años en las pruebas PISA, particularmente en lectura (59 de 65, entre los siete peores), declinando desde el 2003.
 
Para no hablar de la Deuda Externa, a diciembre de 2012 de 209.000 millones de dólares, según informe del Ministerio de Economía, después de haber pagado 170.000 millones durante la década ganada. Interesante es tener en cuenta que sus principales responsables supervivientes, están todos libres y a cubierto de cualquier acción judicial. Menem y Cavallo, por citar dos cuadrúpedos.
 
Y hablando de destituciones, cabe señalar la actuación del ex Ministro de Seguridad, Arturo Puricelli, quien nos aseguró que nuestras fronteras no pueden ser defendidas por su extensión, el que logró, siendo Ministro de Defensa sancionar y destituir al Sr. TCnl D. Víctor Paz, Jefe del Regimiento de Infantería Mecanizada 25, por recordar al Sr. Cnl. D. Mohamed Alí Seineldín, durante un homenaje a la Gesta del 2 de Abril.
 
Este último había advertido, estando aún en actividad (antes del 3 de diciembre de 1990), acerca de la transformación de nuestro país de uno de simple paso en otro de gran consumo e instalación del narcotráfico a gran orquesta, y de la responsabilidad de la organización internacional y de lavado de dinero sucio en todo el mundo por el Royal Institute of International Affairs, con sede en Chatham House, en St. James Square, en Londres.
 
También advirtió acerca de la desjerarquización de las misiones de nuestras Fuerzas Armadas y de Seguridad, pasando a ser la de las primeras, de salvaguardar los más altos intereses de la Nación a participar en misiones de las Naciones Unidas, según nuestro canciller Di Tella —el de los ositos— las de la Gendarmería de cuidar nuestras fronteras a cuidar supermercados y las de las Policías a la de espectadores expuestos a traumatismos varios. Pero, claro, como era Seineldín quien decía estas cosas, nadie le llevaba el apunte.  Era un “destituyente” y listo.
 
Acaso para que pudiéramos “reanimar nuestra pobre vitalidad”, como ha dicho alguien, haya que aplicar este consejo de Ortega: “Platón quería que gobernasen los filósofos; no pidamos tanto, reduzcamos al mínimum nuestro deseo, pidamos que no nos gobiernen analfabetos. Y peor aún, señores, que los analfabetos intelectuales son los que practican el analfabetismo moral”.
 
En fin, creo que el hecho de festejar sólo treinta años de democracia constituye una ingratitud histórica, al olvidar a aquellos otros de preparación de la misma por “jóvenes idealistas” que, sin ayuda, se organizaron, entrenaron, armaron y financiaron de la nada; y a los “bravos muchachos” de Mrs. Thatcher y el ex ministro David Steel, que la hicieron posible.
 
Bueno, se festejó la democracia con su charanga acostumbrada y bailecitos de rigor, amenizada la fiesta con diversos desmanes, saqueos y algunos funerales. Sigamos alzando alegremente nuestras copas, en la confianza de que en la vieja casona de St. James Square se unirán entusiastamente a nuestro júbilo.
 
Luis Antonio Leyro
 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que dijo el gordo imbécil de churchil con minúscula debe tescartarse como razón añadida a nuestros dsastres pues es como la madre que se queja del hijo por lo que le hace hacer su nuera y en realidad el turro es el hijo que le permite. La corrupción no es patrimonio de la democracia pues los reyes también estaban con la mordida, pero claro está, la democracia es ahora y desde hace décadas el caballito de Troya de la banca judía, al son de cuya música bailan entre otros los zurdos progres vernáculos y toda la chusma que hace de extra, payasos siniestros para los que la carcel sería un premio, si se hiciera un mínimo de justicia.
PACO LALANDA

Anónimo dijo...

Llegò la hora señalada; ademàs de la subversiòn econòmica y social que padece la Argentina, ya se sumo la subversiòn armada. / Policias heridos arteramente, en la madrugada de hoy, cuando cumplian con su deber de cuidar el predio de Francisco I; el Papa rojo, chavista. Eran uniformados de la metropolitana, y es lo que saliò a la superficie, obviamente que hay mas ataques que no se direon a conocer. como siempre el primer tiro fue de la subversiòn, y esto recien empieza.. una vez dije que lomejor que le podia pasar a la Argentina era que este Gobierno se fuera o lo fueran; no sucediò, mas bien ahora ya es tarde, el fuego a comenzado. daniel