EL “ESPÍRITU CRÍTICO”
DE LA CULTURA OCCIDENTAL
Es notable
lo que se puede aprender, de la necedad de los agnósticos.
Vargas Llosa no es, él,
un necio, pero lo hace necio su agnosticismo. Y lo mismo de su impugnado Niall
Ferguson, en el artículo de “La Nación”
del 14 de enero de 2013, “Apogeo y Decadencia
de Occidente”.
Parece que el tal Ferguson
expone la opinión, —en “Civilización: Occidente
y el resto”—, poco original, sin duda, de que Occidente declina y, previsiblemente,
Asia, encabezada por China, se prepara para tomar el relevo en su liderazgo global.
(El “Ocaso de Occidente” de Spengler,
va ahora en serio.)
Vargas Llosa reconoce la
cosa, pero niega que Occidente vaya a declinar del todo. Es más, según dice, la
cultura occidental tiene fuelle para rato. ¿Cuál es la razón? Ésta: que la base
de la cultura occidental ha sido el “sentido crítico”, que Occidente conserva y
los orientales no tienen.
Lo cual se puede decir
que es verdad, en cierto modo. ¿En qué modo? En el de que el “espíritu crítico”
es un aspecto fundamental de la ciencia y el desarrollo tecnológico. Constituye
el alma de la cultura racional, filosófico científica, que impregna la cultura
occidental, desde Grecia.
Pero no es en ese sentido
en que lo hace valer Vargas Llosa. O, si lo hace, es jugando con un equívoco.
Porque alega que se preserva en Occidente el “espíritu crítico” con un ejemplo
enteramente necio: estúpido. Hace valer una experiencia americana reciente: la
de la condena de la opinión yanqui mediatizada —en una función de cine contestatario—
contra los modos duros del Estado yankee.
(Por supuesto, los “modos duros” condenados son, en el caso, abominables: las
torturas de los terroristas islámicos y los asesinatos selectivos. Pero esa es otra cuestión.)
Y bien: ese “sentido crítico”
no tiene nada que ver con la superioridad de la cultura occidental. Tiene que
ver, al contrario, con su declinación. La “mala conciencia” en el ejercicio del
poder y la supremacía es lo que ha sido inducido en Occidente para que decline. Esta es la necedad de Vargas
Llosa.
La necedad de su impugnado
no es tan manifiesta. Pero no es para nada original. Es una necedad por cortedad
de miras, pero que tiene una ya larga tradición
en la ideología moderna. Por cortedad de miras, digo, porque cuenta con
una verificación evidente, aunque mal interpretada. Es la opinión según la cual
la potencia expansiva moderna de la cultura occidental le vino de la revolución
industrial y del capitalismo, que se desarrollaron en los países anglosajones,
por influjo de la religión protestante-calvinista. Esto es evidente, y Weber
dio las razones. (Y Vargas Llosa, a quien se le ha dado últimamente por reconocer
algunos valores al catolicismo, insinúa un “descargo” de este último, aduciendo
un muy discutible papel de los países católicos en el desarrollo del capitalismo).
Pero, como digo, “cortedad
de miras”. Porque no se computa el hecho de que ningún desarrollo tecnológico-científico
ni económico-capitalista hubiera sido posible, sin el antecedente de siglos de
cultura intelectual, filosófica y teológica, que floreció, no en medios anglosajones-calvinistas,
sino católicos europeos: latinos y, también, anglosajones y germánicos. Fue la
gran cultura universitaria, greco latina y católica: aquella en la que se nutrió,
precisamente, el “espíritu crítico” científico y creador. Ese que resplandece
con rigor y autenticidad inigualable, por ejemplo, en la “Suma Teológica” y en las “Cuestiones
Disputadas” de Santo Tomás.
Sin eso, no hubiera sido
posible el portentoso desarrollo científico-tecnológico y económico que avaló
la expansión universal, sin antecedentes históricos, de la cultura occidental.
Y es que, esto último, no fue sino el fruto práctico
del espíritu crítico plasmado en el ámbito especulativo.
Y que se dio cuando el hombre occidental, cansado de mirar “para arriba”, aplicó
su entrenamiento científico a labrar el “Regnum
hominis super terram”, con Bacon de Verulam, y profanó su espíritu religioso
en la “ascética intramundana” del capitalismo calvinista.
Este es, pues, el “espíritu
crítico” que explica la superioridad de la cultura occidental, el espíritu crítico
científico-racional.
¿Y qué del otro? ¿Qué del
espíritu crítico alegado por Vargas Llosa como base del poder expansivo de la
cultura occidental, la auto-crítica democrática, la “objeción de conciencia” y
la “cola de paja” en el ejercicio del poder?
Una cosa es evidente: no
hay atisbos de él, a la hora de la expansión imperialista de esa misma cultura
occidental. No la hubo, sin duda, en los súbditos del Imperio Británico cuando
Kipling, su inspirado poeta, cantaba sus glorias. No la hubo, entre los ciudadanos
de los Estados Unidos del “destino manifiesto”, cuando sus jefes masacraron a
los pieles rojas y se robaron la mitad de México. Si se quiere atribuir la superioridad
de la cultura occidental a esta su expresión “fáustica” moderna, no se olvide
que ella fue acompañada de la más rotunda ignorancia de algún “espíritu crítico”
en el sentido de Vargas Llosa. Sino más bien al contrario, de la más a-crítica
seguridad de su propia superioridad sobre cualquier otra cultura.
El “espíritu crítico” que
dice Vargas Llosa, este que inspirara el film
neoyorquino, “ferozmente autocrítico”,
“aplaudido a rabiar por los espectadores que «repletaban» (sic) la sala”, y que le hace pensar que la “cultura occidental tiene fuelle para rato”
es, en realidad, el que preside la terminal decadencia político-cultural de Occidente.
Y aunque tiene una lejana relación con el otro, como su derivación morbosa, es
algo inducido en el espíritu del Occidente moderno por sus enemigos internos.
Vargas Llosa ve también
lo obvio: que el vertiginoso avance tecnológico y económico de los gigantes de
Oriente, heredado de Occidente, no se acompaña de los modos políticos democráticos
ni de la autocrítica del último. Se acompaña, al contrario, del autoritarismo
político y del fundamentalismo. Pero tiene fe en que allí también se “abrirá camino
la democracia”… ¡La inocencia te valga, ingenuo! Porque, ahora, el turno del
“destino manifiesto” le ha llegado… a China.
Occidente —y sus enemigos
internos— han puesto en mano de los orientales su inmenso potencial tecnológico
y bélico, efecto práctico de la inteligencia crítica en el primer sentido, al tiempo que nacía en él el espíritu crítico en el
segundo sentido: la mala conciencia y
el complejo de culpa. Pero los beneficiarios de esta herencia no sufren de una
cosa ni de la otra: son dogmáticos y fundamentalistas. ¿Se privarán de ejercer
su supremacía, cuando Occidente, que antes los tuvo sometidos, se encuentra corroído
por las lacras del escepticismo y el hedonismo?
A mil setecientos años de
distancia, un cristiano —y no de los más sabios— supo anticipar lo que nos está
pasando, o a punto de pasarnos, mucho mejor que estos nuestros “inteligentudos”
agnósticos actuales: “El nombre romano será
borrado de la tierra, y el imperio volverá al Asia. Y entonces, Oriente dominará
y Occidente servirá” (Lactancio: “Inst.
Div.”, 6, 5).
Federico Mihura Seeber
1 comentario:
Vargas Llosa como político es asqueroso. Un liberal basura amigo de Macri. Pero alguna de sus novelas causan mucha gracia. Muy especialmente La ciudad y los perros y La tía Julia y el escribidor. Creo que Vargas Llosa inspiró muchas cosas de Chespirito. La gente de la Latinoamérica profunda tiene gran sentido del humor. El personaje de Pedro Camacho en La tía Julia es para reírse de principio a fin. Un abrazo a todos y gracias por dejarme participar.
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