viernes, 29 de junio de 2018

Obispos modernistas


La CEA y el crimen del aborto I

A propósito de la media sanción en diputados de una ley sobre el aborto, la CEA y Celaf dieron a conocer un comunicado con la firma de su presidente monseñor Ojea Quintana.
El enriquecedor mensaje pastoral apenas se podría distinguir de otro que sobre el tema hubiesen difundido Rorty, Foucault, o por caso el polo obrero.
El texto sumatoria de vagas inconsistencias y tibiezas lastimeras, dice ir en busca de un imposible diálogo, pero además y de un modo que avergüenza, no hace más que poner la verdad del Evangelio a la altura de cualquier otra, así por ejemplo: “Si sólo buscamos imponer la propia idea o interés y acallar otras voces, seguimos reproduciendo violencia en el tejido de nuestra sociedad”.
Cuando leemos eso de “imponer la propia idea” uno no puede dejar de pensar hasta qué punto este obispo puede llegar en la intención de vaciar al cristianismo de su realidad esencial.
Resulta ser que aquello de “imponer la propia idea” de acuerdo al diccionario de monseñor estaría nombrando el Logos, la revelación de la verdad.
Sabemos que los enunciados de ese diccionario, son los propuestos por la teología de la liberación en alguna de sus diversas variantes y denominaciones, todas unidas en varios puntos fundamentales.
Como ser el análisis marxista de la historia y de la sociedad como el único científico y en consecuencia irrefutable, y también y como consecuencia la lucha de clases, que definitivamente nos conmina a elegir entre el marxismo y el capitalismo. De acuerdo a este análisis se plantea una nueva interpretación global del cristianismo, en el que como toda la realidad es política y nada queda fuera de ella, ni siquiera la teología, esta se transforma en teología política, en acción, en praxis de liberación.
No es difícil darse cuenta que de acuerdo con ese desarrollo la separación entre iglesias carece de valor, dado que todas deben alinearse en la tarea común, el combate contra las estructuras de injusticia y la construcción del reino, el utópico reino, degradado a una pura mundanidad, porque el reino prometido es el de aquí y ahora, el de este mundo.
La otra consecuencia del compromiso con el materialismo dialéctico, la otra tremebunda consecuencia recae en el tema de la verdad. De acuerdo con esa ideología acceder a la verdad es imposible, pensar en ella es estar en contra del progreso y es volver a la metafísica, a la que se considera muerta y después reemplazada por los llamados “juegos del leguaje” que naturalmente en su innumerable diversidad hacen imposible ponerse de acuerdo ni siquiera en insignificante.
Por lo mismo, el Magisterio ya no debe proclamar verdades permanentes, eso sería volver al pasado, y lo de ahora es cambiar el mundo y no pensar tanto en salvar el alma, sino en la felicidad terrena del aquí y ahora, al cabo de la confrontación: alma-felicidad, serán enemigos naturales, pues “los enunciados escatológicos se llegan a considerar –dice Ratzinger– como condena de la felicidad humana”.
Entonces, que otra cosa podríamos esperar de la CEA que la monstruosa indignidad del silencio, frente a la ley criminal, que otra cosa que la no defensa de la verdad y del Logos, que otra que la insistencia en un diálogo igualitario y degradado si ellos piensan que la verdad de Cristo y su Iglesia no se distingue, ni diferencia, ni prevalece sobre cualquier otra.
Es decir no sólo el catolicismo sino las demás religiones resultan degradas a un objetivo que se logra bien a ras del suelo, sin trascendencia alguna. Heidegger diría en su momento que la mirada hacia lo alto se halla obstaculizada. Tal vez lo que ni el alemán sospechase es que el obstáculo surgiría también desde dentro de la Iglesia católica.
Tal vez debamos ver ahí la razón por la cual la marcha por la vida no fue encabezada por un miembro, o por todos los miembros de la CEA, será por lo mismo que ahí no estuvo su presidente, será por eso que le escuché a un cura que estaba a unos pasos “habló mejor Granata que el insípido obispo que ocupaba el palco”, será que “no hay que reproducir violencia”, es que la verdad no es violenta sino condición. Y se trata de nombrar a Dios, porque sin Él, ya sea el aborto o cualquier otro crimen significan nada.
Y de no ser así, como podríamos afirmar: “valen las dos vidas”, sin un Dios creador y dador de vida, cuál sería el fundamento último de esa expresión, por qué tendrían valor las dos vidas, por qué las dos y no una sola, y llevado al extremo y por lo mismo tal vez ninguna…
Ojea reconoció “debilidades en nuestra tarea pastoral, tal el caso de la educación sexual integral en nuestras instituciones educativas etc.” Y hasta es posible, que en el entrevero entre sociología y teología, el obispo presidente juzgue que la tarea pastoral consiste menos en evangelizar, que “en enseñar educación sexual integral”.
De todos modos, si después de tantos años al frente de Pastoral Social, ni siquiera pudo con eso, el tema preocupa, pero cuando afirma: “Otra vez llegamos tarde”. ¡Qué fracaso, Ojea! No sé ahora, pero antes, cuando uno en el cargo fracasaba en toda la línea, debía alejarse.
Pero con ser el problema más grave y extendido de nuestro tiempo, no necesitamos cura, ni obispo, ni una entera Conferencia episcopal que enseñe, y profese al monstruo del relativismo. Para eso alcanza y sobra, con  los medios, los políticos, los ateos, los marxistas, los dirigentes sociales, etc.
“Creer en la posibilidad de conocer una verdad universalmente válida, no es en modo alguno fuente de intolerancia; al contrario es una condición necesaria para un diálogo sincero y auténtico entre las personas. Sólo bajo esta condición es posible recorrer juntos el camino hacia la verdad completa.” s.Juan Pablo II Fides et Ratio.
Volviendo a Heidegger, es claro que este no tuvo noticia de la CEA y sin embargo algo entrevió: “La época de la noche del mundo es el tiempo de penuria, porque en ella es cada vez mayor la penuria. La penuria ha llegado ya a tal extremo que ni siquiera es capaz esa época de sentir que la falta de Dios, es una falta”.
Es inquietante pensar que en el comunicado de una conferencia episcopal sobre el crimen del aborto, no se nombra ni una vez a Dios. Algo muy raro pasa con esos curas, y si además el último párrafo apenas se puede diferenciar de un agravio a la Santísima Virgen María, ya no hay otra posibilidad sino considerar que se trata de un grupo de claudicantes, de curas que capitulan ante la verdad, que capitulan en la causa de la fe, que ceden ante lo que les reclama el relativismo y ceden además y por las dudas ante lo que nadie les reclama.
Se podría aplicar la nota que trae la E. Vitae, “hombres… que se ofuscaron en sus razonamientos… de modo que su insensato corazón se entenebreció”.
El aborto no es un crimen porque lo haya utilizado el nazismo, aquel infausto paganismo de Hitler, tampoco lo es porque la Rusia soviética, haya sido el primer país del mundo en legalizarlo; descreemos de estas hipótesis por impropias, ante todo es un crimen vil e indigno y aberrante  por ser una violación, acaso la más inhumana y terrible, del orden natural.
“Cuando desaparece toda referencia a valores comunes y a una verdad absoluta para todos, la vida social se adentra en las arenas movedizas de un relativismo absoluto. Entonces todo es pactable, todo es negociable, incluso el primero de los derechos fundamentales, el de la vida” s. Juan Pablo II Evangelium Vitae.
Es probable que en la CEA no hayan leído el catecismo, o las encíclicas anteriores, que las hayan olvidado o hasta ignorado, no lo sabemos. Lo evidente, es que no las comparten. En su pensamiento, la única cuestión, de lo único que debe ocuparse la Iglesia, no es tanto la cuestión de la salvación, sino del sufrimiento de los pobres.
Y claro que hay que ocuparse, pero no solo, no exclusivamente de los materialmente pobres, sino de los pobres de espíritu que somos todos.
“Tales intentos son seudoteología ‒y continúa Ratzinger‒. El hombre que no se enfrenta con la vida, se niega a vivir esa vida. Huir del sufrimiento es huir de la vida. La crisis de occidente se debe, no en último lugar, a una educación y a una filosofía, que quieren salvar al hombre, rehuyendo la cruz, contra la cruz y en consecuencia contra la verdad”.
Miguel De Lorenzo
Buenos Aires 19 de junio de 2018

jueves, 28 de junio de 2018

Franco, español providencial

PRETENDEN BORRAR LA HISTORIA,
COMO SI ESO FUERA POSIBLE




Cuenta la historia china que un emperador, al ser ungido como tal, pretendió abrogar el pasado, motivo por el cual se hizo llamar Huang Shi, es decir, "Emperador primero", anulando todo lo sucedido antes de él.

Pero la historia no funciona tan literalmente. Hoy, pequeños emperadores (la hora de los enanos potenciada a la enésima) quieren abolir otro pasado, trasladando unos restos mortales. Haría falta la ironía y el gracejo de Dan Yellow para enviar a estos pequeños renacuajos babeantes con poder al lugar que se merecen, sin necesidad de recurrir a grosería alguna.

Valga más la pena, pues, contemplar unos minutos del Desfile de la Victoria de 1961. Victoria que -ocioso será repetirlo- es lo quisieran en verdad abolir.

Sin lograrlo, claro.

Álvaro M. Varela

lunes, 25 de junio de 2018

Afirmativos


PICHETTO, SÍ,
AL ABORTO

Identificado con las causas nobles, enamorado de la justicia, Pichetto, ha dado el sí al aborto.
La escena memorable fue en el congreso, “escala de todos los in-nobles designios”.
Ahí mismo, en el palacio, entre próceres y prohombres, el senador, al que tanto debemos, tuvo aquella reunión, con un grupo de mujeres interruptoras del embarazo, y dio el sí.
Fueron horas intensas, tal vez sólo comparables a esas otras donde se descubriría que el matrimonio debería ser, y fue, igualitario. Nadie conoce como se insinuó en el alma del senador, esa finísima intuición, esa feliz percepción de la verdad, pero su obra matrimonialmente igualadora, perdurará.
Momentos inolvidables aquéllos, el senador de la inspirada verba, pronunciaba las más apasionadas arengas acerca de las ventajas que para un hombre tiene desposar a otro hombre, o una mujer a otra. Lo escuchamos cuando con ardor refutaba ‒¿agraviaba?– al Papa Benedicto XXVI. Es cierto que iba con ventaja, quién se atrevería con el sapiente Pichetto, ciertamente no Benedicto, con su frágil filosofía y menguada teología, que, ya lo sabemos, insistía en aquellas formas más obsoletas e inútiles de matrimonio, o sea el de un hombre con una mujer.
Pero humano al fin, esta vez, atribulada su conciencia por las aborteras interrupciones, el hombre decidió consultar, afirmarse en sabiduría y para eso se reunió con personalidades (sic) de la cultura (¿?) Claudia Piñeiro, Verónica Llinás y Dalma Maradona, Beatriz Sarlo, y Malena Galmarini. También estuvieron representantes de la Fundación Huésped y del Colectivo de Mujeres.
En fin, altas exponentes del saber abortar, orgullosas, de haber aniquilado –cualquiera que haya visto un aborto sabe de qué hablamos‒ a sus pequeños hijos dentro de su propio cuerpo. Y que deslumbradas con la experiencia, piden, exigen, que todas las mujeres puedan abortar, segura y libremente y lo que parece entusiasmarlas más aún, es lo de gratuito.
Sarlo alguna vez dijo que lo peor del aborto es la sucia clandestinidad, y tiene razón, basta de ocultarse, hagámoslo a la luz del día y aún podría –y debería‒ ser televisado.
Es claro que a una intelectual como ella, matar, lo que se dice matar, le parezca secundario y no sucio ni estremecedor, pensarán de ese modo, aquellos continuadores de la tesis de Vattimo: el hombre es solo una cosa, entre otras cosas.
El histórico suceso fue a puertas cerradas y sin periodistas. Lástima.
Lamentablemente no fueron develadas las opiniones de Dalma Maradona, escucharlas hubiese sido un regocijo intelectual.
Respecto a algo llamado Colectivo de Mujeres, vaya uno a saber de qué se trata, lo que parece seguro es que también son interruptoras, es decir aborteras, es decir mujeres dispuestas a matar a sus hijos.
De eso se trata.
Miguel De Lorenzo
Buenos Aires, 21 de junio de 2018

viernes, 22 de junio de 2018

Carta abierta


CARTA A UN SENADOR

Mucha gente buena ‒tal vez la mejor que habite hoy en esta sociedad‒ inunda las redes sociales pidiéndonos que le escribamos alguna epístola a los senadores para convencerlos de que voten en contra del aborto. Otros más, incluso, nos encomiendan rezar por uno o varios de esos senadores. Nos apena desde el fondo del alma esta noble y confiada aunque recurrente confusión en la que están inmersos. La democracia no es la solución; es el problema. La lucha no es para revertir medias sanciones o cuatro votos robados. Es contra los demonios desatados y sueltos. La historia y la teología nos enseñan que en esa batalla sólo son efectivas dos armas: la Cruz y la Espada. Entonces, he aquí lo que diría nuestra carta, si creyéramos en la conveniencia de remitirla:


Senador:

No sé si usted sabe que su autoridad es nula e ilegítima, como lo es la de todos sus pares y superiores, encaramados donde están mediante la tómbola nefanda de la democracia. El poder del que medra, por suculentos beneficios que le acarree, es nulo y completamente írrito, pues se sostiene en la mentira malévola del sufragio universal.

No sé si usted sabe que existe un Quinto Mandamiento, inabolible y perenne como los restantes, cuyo enunciado dice así: “No matarás al inocente” (Éxodo, 23, 7). Violarlo a sabiendas y sin experimentar culpa o arrepentimiento alguno, lo convierte en un pecador contumaz, cuyo destino último es el infierno. ¿Se ríe, senador? ¿Qué infantilismo el mío, verdad? Me tiene sin cuidado la orgía de su boca. Carcajadas como las suyas pueblan de gritos horrísonos los círculos del averno.

No sé si usted sabe que hay una clase de pecados que no se perdonan. Son aquellos que hacen injuria al Espíritu Santo, cerrando la mente y el corazón a su influjo (San Lucas, 12, 10). Los aborteros de toda laya –promotores, ejecutores, promulgadores‒ pueden ser tales precisamente porque ultrajan al Paráclito. ¿Le hace gracia, verdad, senador? “¡Estos anacrónicos medievalistas!”. Cante nomás victoria. “De Dios nadie se burla” (Gálatas, 6, 7). Ya no el abismo en el que no cree sino esta tierra que pisa, está repleta de infelices de su laya. Ya no los aquerónticos espacios ante los cuales se encoge de hombros con cinismo, le aguardan tras su muerte; sino esta misma atmósfera de filicidio horrendo en la que tendrá que respirar cada día, hasta que el hoyo se lo trague.

No sé si usted sabe que vote lo que votare, la ley positiva injusta clama al cielo, y se hace añicos frente al poder irrefragable de la Ley Divina. ¡Sí, parásito enlodado del régimen, boñiga democrática, deyección de la mitad más uno! ¡Sí, macrista, peronista, radical o cómo se llame su tribu de hampones! La Revolución no prevalecerá sobre la Revelación, y el plebiscito de los mártires no se registra en el tablero trucado del Congreso sino en los campos victoriosos de la Vida Eterna. En esos campos no llegan las intrigas rentadas, ni los zorongos verdes, ni las maquinaciones torvas a cambio de una treintena de monedas.

No sé si usted sabe que a pesar del nefastísimo Bergoglio y del haz de capados que aquí le sirven de Conferencia Episcopal, todavía quedamos católicos que sabemos y constatamos sobradamente cómo la Masonería y el Judaísmo están de modo activo detrás del crimen del aborto. No, senador; esta vez no podrán usar el sofisma de la reductio ad Hitlerum, ni llamarnos conspirativistas. A la vista están los muchos Daniel Lipovetsky o Carlos Roma, para probar hasta la náusea lo que se mueren de miedo de decir Francisco y sus obispos: masones y judíos, por odio a Cristo, están detrás y por delante de esta campaña genocida. Conspiran, complotan, traman secretas conjuras que al final salen patéticamente a la luz. Fechoría tan turbia, eso sí, no sería posible sin la anuencia de los supuestos miembros de la Iglesia, políticamente correctísimos, que pueblan el parlamento y conviven en manso maridaje con los Herodes, Caifás y Pilatos. Para ellos nuestro repudio es aún mayor. Mayor será asimismo para ellos la postrimera arcada divina que el Señor tiene reservada a los tibios (Apocalipsis, 3, 16).

Vote lo que se le antoje, criminal de paz. Aunque “todos sí (al homicidio de niños por nacer) yo y los míos no” (I Macabeos, 2, 19-22). Yo y los míos no le concedemos licitud alguna a la democracia, no la refrendamos ni convalidamos ni avalamos. La señalamos con el dedo acusador con que se señala a los degenerados para alertar a los honestos. Nos importa tres belines su perorata en los escaños legislativos. No nos representa ni nos interpreta ni nos expresa.

No sé si usted sabe, senador, que existió un guerrero indoblegable en la romanitas clásica, llamado Coriolano. Beethoven le dedicó una Obertura (Op. 62), y Shakespeare, en su obra homónima, recogió sus filosas y veraces palabras que hago propias, pues iban dirigidas, precisamente, hacia los corruptos miembros del Senado de su época: “¡Oh Dios! Vosotros, insensatos e imprudentes senadores, habéis concedido vuestros votos a la Hidra, el pueblo, el monstruo de mil cabezas; sin ser vosotros más que el cuerno y el ruido del monstruo […]. En cuanto a la muchedumbre veleidosa y hedionda, yo no adulo […]. A mí dadme la guerra; es mejor que esta paz, que es una verdadera apoplejía, una letargia; insípida, sorda, soñolienta, insensible; engendradora de hijos bastardos”. De modo que no le escribo para suplicarle que cambie su voto, o que lo mezcle en la quiniela electoral modificándole alguna jota. Le escribo para advertirle que está en guerra con el Orden Sobrenatural; y que esa batalla ya tiene un Vencedor. El mismo que ustedes han desterrado de la política y de sus miserables vidas.

Por último, no sé si usted sabe, senador, que a los católicos se nos enseña que la oración debe ser segura, recta, ordenada, devota y humilde. Porque según predica San Juan Damasceno, la plegaria es “la petición a Dios de las cosas que nos convienen y son decorosas” (Expositio fidei, 68). He aquí entonces que elevo en la ocasión este rezo, que contiene el Salterio: “¿De veras, jueces, administráis justicia, juzgáis según derecho a los hombres? ¡No! Conscientemente cometéis injusticias, abrís camino a la violencia en el país. Los criminales […], los embaucadores […] están envenenados con veneno de víbora, sordos como el áspid que se tapa el oído para no oír la voz de los encantadores, del mago experto en el encanto. Oh Dios, rompe los dientes de su boca, a estos leones, rómpeles las muelas; que se disuelvan como agua derramada, que se sequen como hierba que se pisa; pasen como la babosa que se deshace en baba, como el abortado que nunca vio la luz. Antes que vuestras ollas sientan la llama de la zarza, sea verde o quemada, las barra el huracán. El justo se alegrará […]. La gente dirá: «Sí, hay premio para el justo. Sí, hay un Dios que hace justicia en la tierra»” (Salmo 58, 2-12).

Si nada de esto sabía, Senador, ahora ya lo sabe. Vivan ustedes en Cartago, en Moloch y en Sodoma. Nosotros nacimos y queremos vivir y morir en La Argentina.

No lo saludo atentamente, ni espero que se encuentre usted bien al recibir la presente.

Ciudad de la Santísima Trinidad, junio 21, 2018.

Antonio Caponnetto

lunes, 18 de junio de 2018

Desmitificaciones


EL PENSAMIENTO RELIGIOSO DE “CLARÍN”
Y LA MUERTE DE MONSEÑOR ANGELELLI

Las siguientes reflexiones tienen como único y exclusivo destinatario al periodista Sergio Rubín, especialista en temas religiosos del matutino Clarín, quien el pasado sábado 9 de junio firmó una columna titulada Beatifican al obispo Angelelli y a otros tres religiosos asesinados por la dictadura (p. 64, sección Sociedad).
Señor Rubín, el “obispo Angelelli y los otros tres religiosos asesinados por la dictadura” que Usted avanza como un hecho probado en el titular, es en realidad una versión; es la versión impuesta por el fraile Antonio Puigjané, guerrillero atacante del cuartel militar de La Tablada (enero, 1989), que activó la re-apertura de la causa en el 2010. En buen romance, la del asesinato es una versión amañada que marginó definitivamente el hecho del accidente de Monseñor Angelelli.  
Señor Rubín, juzgar que la muerte de Monseñor Angelelli fue un homicidio “y condenar al ex general Luciano Benjamín Menéndez y al ex comodoro Luis Fernando Estrella, por considerarlos autores mediatos” del asesinato no es sino una curiosísima rareza jurídica que deja impunes a los autores inmediatos. ¿No será que dicha impunidad radica, sencillamente, en el hecho de que jamás existieron dichos autores?
Señor Rubín, describiendo la muerte de Angelelli de acuerdo con el discurso del homicidio abunda en detalles que estarán en la causa, aunque no consta que Usted haya tenido acceso directo a las fojas judiciales. Con todo, hábil escribiente como es, detalla que “un auto lo cerró, el coche volcó, el prelado quedó inconsciente y recibió un mazazo en la cabeza”. El único testigo presencial del hecho en 1976 declaró que ningún auto merodeaba la zona y que nadie se acercó al lugar donde el automóvil y el cuerpo de Angelelli quedaron varados.
Señor Rubín, el “terrorismo de Estado” y la “cruel represión de la última dictadura” son expresiones blindadas que provienen del "vocabulario hegemónico" impuesto por la izquierda gananciosa de la guerra lingüística y cultural desde diciembre de 1983 hasta hoy. Por mi parte, y apoyado en abundante documentación aportada por militantes de la izquierda revolucionaria de los 70, declaro que terrorismo de Estado es el que practicó Cuba, entrenando en sus campos a innumerables guerrilleros sudamericanos, y también el que promovió la Unión Soviética proveyendo armas para la revolución socialista.
Señor Rubín, cita Usted al “entonces presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Jorge Bergoglio” quien “en la homilía al cumplirse los 30 años de la muerte señaló que Angelelli recibía pedradas por predicar el Evangelio y derramó su sangre por ello”, citando la conocida sentencia de Tertuliano de que ´la sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia´. Quisiera recordarle que Monseñor Angelelli y muchos sacerdotes, religiosos y religiosas de aquellos años finales de los 60 pertenecieron o adhirieron al Tercermundismo (Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo), fundado en Córdoba (según Ceferino Reato).
Señor Rubín, el Tercermundismo eclesial de los 70 secundaba la lucha  armada, en especial de Montoneros, contra la "violencia de arriba", indicando con tal expresión la violencia institucional de la oligarquía, el imperialismo, etc. Justifican los tercermundistas la "violencia de abajo" con la pretendida confluencia entre Cristianismo y Revolución, una suerte de mesianismo liberador de las masas oprimidas, alimento poderoso con el cual muchos curas y religiosos mandaron a la muerte a innumerables jóvenes; e igualmente murieron muchos de esos curas y religiosos. Ni por asomo se advierte  en su nota una referencia, aunque sea lejana, a tal contexto histórico ampliamente documentado sobre todo por la historiografía de izquierda.
Señor Rubín, no puede hablar Usted de “los primeros cuatro mártires (…) de la Iglesia católica” porque no sabe lo que es el martirio aunque sea el "especialista en temas religiosos de Clarín". Monseñor Angelelli no derramó ninguna sangre martirial por "odio a la Fe Católica", que es la condición esencial del martirio católico. Nadie lo asesinó a Angelelli; pero si, por caso, hubiese sido un homicidio, se trató de una "muerte política" y de la peor; esto es, lo habrán asesinado por ser aliado y “capellán” de Montoneros. No digo que sea legítimo matar a un Obispo, entiéndame. Por lo demás no es difícil, señor Rubín, googlear la famosa y largamente reproducida foto en la que se ve a Monseñor Angelelli celebrando una Misa con la bandera de Montoneros detrás.
Señor Rubín, documéntese mejor, es la primera sugerencia que le propongo; la segunda es más laboriosa y sería que fuese capaz de abrirse a la verdad; la tercera es imperiosa y le ruego que cese de mentir; no me ponga en la penosísima y deshonrosa situación de tener que estar de acuerdo con Guillermo Moreno y CFK, cuando decían “Clarín miente”. ¿Lo recuerda, no?
Ernesto Alonso