MARCELO SÁNCHEZ SORONDO ENCONTRÓ UNA CHINA
De
acuerdo a la información Sanchez Sorondo, filósofo poscristiano, mandadero
todoterreno, lo que Fidel llamaría un completo lamebotas, el mismo que preside
la Academia de Ciencia del Vaticano, es quien estaría entusiasmado –y el dato
no es menor‒ el hombre encontró una China.
Pero hay
algo más, de sus declaraciones surgiría que no solo encontró una China, sino
que impresionado por la belleza del descubrimiento no dudó en calificarlo como extraordinario.
Es decir
que el tipo encontró una china extraordinaria y, claro, está contento…
Y
nosotros deberíamos creerle, porque el que habla es un dignísmo filósofo: “Se
trata del lugar en el mundo donde más acabadamente se materializa la Doctrina
social de la Iglesia”.
Bien
hecho, bien pensado y bien dicho, Sorondo. Mire, para mí que el jefe lo
asciende. Misión cumplida.
Claro que
de lo que está hablando, es de algo que no tiene absolutamente nada que ver con
lo magistralmente expuesto por León XIII y tantos otros Papas, es decir con las
mejores enseñanzas y la más alta tradición que en doctrina social tiene la
Iglesia.
No. Para
nada, el tipo está hablando de una nueva doctrina social la denominada Doctrina
Bergoglio-Grabois, también conocida como la doctrina del comunismo cristiano.
Es sabido
que estos dos estudiosos del marxismo, elaboraron en colaboración con un
selecto grupo de católicos y hombres de probada buena voluntad digamos: Fidel y
Raúl Castro, Zaffaroni, Esteche, Tucho Fernández, Slokar, el caballo Suárez,
Boff, Carlotto, D´Elia, Maduro, Evo, “los troscos de Dios”. y la participación
especial de Cris, una Suma de marxipopulismo para católicos.
Este
corpus de doctrina fue rápidamente tomado y puesto en práctica por los chinos
con resultados que ‒según Sorondo‒ no podrían ser ni mejores, ni más
alentadores, ni más acabadamente cristianos.
Algunos
mal intencionados dirán que, en esa idílica China campea un ateísmo más bien
bravío, pero la realidad es otra, según explica con lucidez Sorondo, eso
estaría exagerado por la prensa y los medios yanquis y por grupos retrógrados
de la Iglesia, y que –y aquí viene lo interesante‒ los chinos se mostraron
dispuestos a negociar, co mo un gesto de amplitud intelectual, mano a mano el
tema de Dios, a cambio de destrabar el comercio.
Se ve que
monseñor ha sobrepasado ya la pendiente de la más ciega decadencia no solo
moral sino intelectual.
Sabemos
que el pobre hombre venía en una cuesta abajo que metía miedo. Fueron
demasiadas horas dedicadas a reuniones con Rocio y Maradona, con masones, con
abortistas y ateos y marxistas de todo calibre, en aras de la nada, como para
salir ileso.
No es
difícil sospechar que ésta, su sobreactuación del servilismo, haya hecho
palidecer la estrella de lacayo insigne que lucía Cámpora y que, hasta la
llegada de Sorondo parecía imbatible.
Que haya
cristianos en la china comunista y rabiosamente atea –esa que admira Sorondo‒
que deban pasar temporadas en campos de reeducación afin de “olvidar a Dios” en
realidad no deja de ser un detalle, si se quiere pintoresco, pero como bien
dice el tipo: “todos trabajan, trabajan, trabajan, sin villas” una apreciación
que ni Stalin hubiese formulado mejor.
La otra
posibilidad sería que el tipo ahora fuese un marxista convencido y no por
encargo o mandato. Y que sus muchos años de Santo Tomás y Fabro y vaya uno a
saber quiénes más, lo hayan iluminado y y le hayan permitido darse cuenta que,
finalmente Foucault, Vattimo y Marcuse, tenían razón y que aquello del Aquinate
no pasaba de un cuento chino, ‒perdón‒ de un cuento imperialista.
Como a
propósito resuena la voz del jefe: “no hay que tenerle miedo al marxismo” que,
todos lo sabemos, tantos y tan maravillosos resultados de progreso, bienestar y
libertad, trajo para mas de cien millones de muertos, es decir para la
humanidad.
Sorondo,
como nos da algo de lástima y un poco más de asco, rezaremos por usted, o mejor
no, porque desde hace unos días, cuenta con la fervorosa plegaria de Xi
Jinping, Zanini, Conti y Bonafini y qué mejores intermediarios para un monseñor
pro chino.
Miguel De Lorenzo
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