viernes, 6 de mayo de 2016

Como se pide

EL VIAJE DE FRANCISCO
A LESBOS

Una vez más el señor Alejandro Sosa Laprida nos hace llegar sus trabajos con pedido de publicación. Una vez más nos vemos obligados a aclarar que su posición no es la misma que la nuestra. ¿Entonces? Entonces dos cosas:
a) los lectores de este blog tienen capacidad crítica como para discernir por sí mismos, y llegado el caso disentir sin ofensas;
b) nobleza obliga: a pesar de nuestras discrepancias juzgamos valiosa la constante y actualizada y dolorosa información que el sr. Alejandro Sosa Laprida aporta sobre la docencia de Francisco.
Hechas estas dos importantes salvedades, aquí va la nota.



Francisco en Lesbos:

La inmigración musulmana es un don para Europa

Alejandro Sosa Laprida - 01/05/2016


Introducción: Tenía pensado escribir algo acerca de Amoris laetitia, la nueva Exhortación apostólica de Francisco, pero dado que mucho y bueno se ha publicado ya al respecto, y que a decir verdad no sabría yo qué agregar a lo dicho, se me ocurrió que echar un vistazo a su reciente viaje a Lesbos no estaría de más. Auténtico Lepanto invertido, con un «Soberano Pontífice» por cierto muy diferente de San Pío V como protagonista, ya que en vez de repeler al invasor musulmán le abre las puertas de par en par de una Europa moribunda y resueltamente decidida a «eutanasiarse» con toda dignidad...

Cabe destacar de este viaje dos gestos de hondo calado simbólico: 1. Francisco se trajo en su avión a doce mahometanos consigo a Roma. 2. Lanzó su llamado a la invasión islámica nada menos que desde la mítica isla de Lesbos, a modo de manifiesto ideológico subliminal que lleva la inequívoca rúbrica del Averno, dado que no es ningún secreto que la tierra de Safo representa de manera emblemática la ideología mortífera que promueven desembozadamente la Unión Europea y  subrepticiamente Francisco, quien se interroga ante los medios del sistema espetando hipócritamente: «¿Quién soy yo para juzgar?»

Desarrollo: «En una decisión que sorprendió al mundo y una movida política audaz, Francisco se llevó de regreso a Roma, en el vuelo papal, a tres familias sirias. Doce refugiados en total [todos musulmanes], seis adultos y seis menores, a quienes el Vaticano ayudará a rearmar sus vidas lejos de las bombas que destruyeron sus casas. La acción del Papa significó un llamado de atención a la dirigencia política europea, incapaz de enfrentar la peor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.»

Europa se halla sumergida por la inmigración de masa musulmana. La situación es tan explosiva que no se ve cómo podría evitarse que tarde o temprano se produjera una guerra civil. Pero Francisco hace la apología del inmigracionismo. Y tan descaradamente que no vacila en culpabilizar a los europeos y en pedir perdón a los inmigrantes por la «mala acogida» que se les reserva en Europa, lo cual, además de ser totalmente falso, contribuye a reforzar la hostilidad y el desprecio de los inmigrantes musulmanes hacia esa horrible sociedad «racista», blanca y cristiana, que tan mal los recibe:

«¡Demasiadas veces no los hemos acogido! Perdonen la cerrazón y la indiferencia de nuestras sociedades que temen el cambio de vida que su presencia requiere. Tratados como un peso, un problema, un costo, sin embargo, ustedes son un don

Sin embargo nadie ignora que los refugiados son alojados, alimentados, vestidos y curados gratuitamente en toda Europa y que no sufren ningún tipo de maltrato. Desgraciadamente, no puede decirse que exista reciprocidad en el respeto de parte de las hordas musulmanas hacia los nativos del viejo mundo:

«Alemania vive con estupor e indignación el goteo de denuncias, hasta noventa ya, presentadas por mujeres víctimas de agresiones sexuales y robos durante la Nochevieja en las proximidades de la estación central de trenes de Colonia, donde se encontraban reunidos alrededor de un millar de inmigrantes, que se coordinaron para llevar a cabo estos delitos, además de al menos un violación y un número importante de robos.»

El flujo masivo incesante de migrantes mahometanos es celebrado por Francisco, quien para designar a Dios utiliza maliciosamente una expresión típicamente islámica, la «basmala», y afirma imperturbable que la inmigración es fuente de «encuentro entre culturas y religiones diversas»…

«Son el testimonio de cómo nuestro Dios [!!!] clemente y misericordioso sabe transformar el mal y la injusticia que sufren en un bien para todos. Porque cada uno de ustedes puede ser un puente que une a pueblos lejanos, que hace posible el encuentro entre culturas y religiones diversas, un camino para redescubrir nuestra humanidad común.»

Los cristianos son degollados, crucificados y masacrados en muchos países islámicos. Sin embargo, Francisco no dice nada al respecto, no mueve un dedo para impedir el genocidio, cuando su inmensa influencia internacional podría ser decisiva para obtener la protección de las minorías cristianas. Y además se trajo de Lesbos a Roma doce inmigrantes musulmanes en su vuelo papal. Ningún cristiano. Un dato geográfico revelador de la descarada manipulación inmigracionista: Lesbos queda a solamente 10 km. de Turquía y a 1200 km. del Vaticano…

Añade Francisco que Europa, continente que según las previsiones demográficas será mayoritariamente musulmán dentro de veinte o treinta años, debe abolir las fronteras y aceptar de buen grado la invasión de los mahometanos:

«Vosotros, habitantes de Lesbos, demostráis que en estas tierras, cuna de la civilización, sigue latiendo el corazón de una humanidad que sabe reconocer por encima de todo al hermano y a la hermana, una humanidad que quiere construir puentes y rechaza la ilusión de levantar muros con el fin de sentirse más seguros. En efecto, las barreras crean división, en lugar de ayudar al verdadero progreso de los pueblos, y las divisiones, antes o después, provocan enfrentamientos.»

Para Francisco Europa no se define por ser la cuna de la civilización cristiana, sino la patria de los «derechos humanos» laicos y masónicos:

«Europa es la patria de los derechos humanos, y cualquiera que ponga pie en suelo europeo debería poder experimentarlo.»

La Europa revolucionaria de los «Derechos Humanos» anticristianos rechazó a Cristo y persiguió a la Iglesia. Pues bien, tiene ahora en el islam su merecido castigo. No quiso cristianizar a Africa durante la era colonial en nombre del principio masónico de la «laicidad» del Estado: pues ahora los africanos y los árabes se encargarán de islamizarla. Actualmente, la Unión Europea  combate encarnizadamente el matrimonio natural y las familias numerosas en nombre del feminismo, del homosexualismo y de la gender theory: los musulmanes se ocuparán de rellenar el gigantesco bache demográfico de este continente otrora cristiano el cual, víctima de una ideología mortífera y de un enceguecimiento culpable, cava alegremente su propia tumba…

Y para ello cuenta con la inestimable cooperación de «Papa Francisco», principal agente revolucionario del planeta y promotor acérrimo del mundialismo laico, multiculturalista e inmigracionista…

Recordemos también que para Francisco los musulmanes son «hijos de Dios»:

«No hice ninguna selección entre cristianos y musulmanes. Estas tres familias tenían los papeles en regla, los documentos en regla, y era factible. En la primera lista, por ejemplo, había dos familias cristianas, pero no tenían los documentos en regla. No se trata, pues, de un privilegio; estas doce personas son también hijos de Dios. El “privilegio” es ser hijos de Dios, esto es verdad.»

Pero cualquier cristiano medianamente instruído sabe perfectamente que eso es una mentira colosal: sólo los bautizados son hijos de Dios, elevados a la vida sobrenatural por la gracia divina. Los demás hombres son solamente creaturas de Dios, llamadas a volverse hijos de Dios por la fe en Jesucristo. Si todos fueramos «hijos de Dios», ¿qué sentido tendría el anuncio del Evangelio? ¿qué sentido tendría el bautismo? Podrían citarse infinitos pasajes de la Sagrada Escritura o del Magisterio de la Iglesia para demostrar el carácter falaz de los dichos bergoglianos. En aras de la brevedad, veamos lo que al respecto nos ha dado a conocer el Espíritu Santo a través del discípulo amado del Señor en el prólogo de su Evangelio:

«A los suyos vino, y los suyos no lo recibieron. Mas a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.» (Jn. 1, 11-13)

No es la primera vez que Francisco sostiene esta patraña públicamente. A modo de ejemplo, recordemos sus palabras en el Vídeo del Papa del mes de enero de este año, en el cual presentaba simultáneamente símbolos católicos, judíos, musulmanes y budistas a la vez que afirmaba desvergonzadamente:

«Muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones hay una sola certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios

La filiación divina es un don sobrenatural que el hombre recibe por la fe en Jesucristo. Si todos los hombres fuesen hijos de Dios, quedaría abolida la distinción entre el orden de la naturaleza y el orden de la gracia, entre el Creador y la creatura, y estaríamos en pleno panteísmo. Ahora bien, hay innumerables textos de Francisco que demuestran su adhesión al inmanentismo evolucionista gnóstico, en la línea del jesuita apóstata Pierre Teilhard de Chardin:

«Dios es luz que ilumina las tinieblas y que aunque no las disuelva hay una chispa de esa luz divina dentro de nosotros. En la carta que le escribí recuerdo haberle dicho que aunque nuestra especie termine [!!!] no terminará la luz de Dios que en ese punto invadirá todas las almas y será todo en todos.»

«Yo creo en Dios, no en un Dios católico; no existe un Dios católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su Encarnación. Jesús es mi maestro, mi pastor, pero Dios [Negación implícita de la divinidad de Nuestro Señor], el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Éste es mi Ser [El cual es, por consiguiente, divino].»

La herejía sostenida públicamente por Francisco es patente, pero resulta que nadie se inmuta. Lo cual es por cierto consternante, pero fácilmente explicable. Esta situación absurda se debe a que todo el mundo está completamente idiotizado por más de medio siglo de «ecumenismo» y de «interreligiosidad» conciliares. Sin embargo, quien adhiriese a las palabras de Francisco, habría dejado ipso facto de profesar la fe católica. Objetivamente, esto es incuestionable. Pero sucede que el grado de incultura religiosa es tal que nadie se percata de ello y que la inmensa mayoría de los neo-católicos conciliares no percibe la incompatibilidad radical que existe entre el catolicismo y la «religión ecuménica conciliar», la cual se evidencia en Francisco con claridad meridiana…

Francisco es un agente activo del mundialismo religioso y político al servicio del proyecto iluminista de las Naciones Unidas. Las fronteras deben desaparecer, las naciones deben abdicar de su soberanía en provecho del mundialismo ecológico, tanto los pueblos como los individuos deben perder su identidad y su memoria, sometiéndose al «multiculturalismo» y al «inmigracionismo.»

Con el episodio de Lesbos hemos asistido a un capítulo más de la maléfica obra de devastación espiritual, cultural y social ejecutada por el falso profeta argentino quien, en una suerte de espeluznante Lepanto invertido, abrió las puertas de Europa al islam conquistador, con el añadido altamente simbólico de haber perpetrado su fechoría nada menos que en la isla de Lesbos, la cual representa universalmente el homosexualismo, cuya dictadura ideológica hace estragos en el mundo cristiano ante el silencio cómplice de Francisco…

Porque es bien sabido que el pecado, la ofensa a Dios y la condenación eterna carecen completamente de sentido para la fe gnóstica y naturalista de este ídolo de las masas descristianizadas. Lo único que cuenta para este ser insensato es resolver la «cuestión social» y proteger nuestra «casa común». A este respecto, vale la pena citar tres declaraciones efectuadas hace pocos días en las que Francisco abogó una vez más por la implementación global del  mundialismo socialista y ecologista:

«Un verdadero planteamiento ecológico debe integrar medio ambiente y justicia, escuchando el clamor de la tierra y el grito de los pobres

«El cambio climático supone uno de los principales desafíos actuales para la humanidad; para afrontarlo se requiere la solidaridad de todos.»

«Esto es lo que me ha venido en mente -concluyó- Y ¿cómo se puede lograr? Simplemente siendo conscientes de que todos tenemos algo en común, de que todos somos humanos. Y en esta humanidad nos acercamos para trabajar juntos. ‘‘Pero yo soy de esta religión, yo soy de esta otra...’’ ¡No importa! Todos adelante para trabajar juntos. ¡Respetar a los demás! Y así veremos el milagro de un desierto que se convierte en bosque.»

Conclusión: Lo único que importa, para este hombre cuya impiedad supera todo lo imaginable, es erradicar la pobreza, instaurar la «justicia social» y combatir el «cambio climático». La pérdida de la fe, el laicismo, la pornografía, la contracepción, el aborto, la eutanasia, el «matrimonio» homosexual, la «teoría de género» y demás abominaciones de nuestras sociedades occidentales «pluralistas» y «democráticas» no parecen inquietar demasiado al farsante argentino.

Salvar el planeta del «cambio climático» y construir la sociedad multicultural y sincretista del Nuevo Orden Mundial luciferino, edificado sobre las ruinas humeantes de la civilización cristiana apóstata, tal parece ser el principal objetivo perseguido por este siniestro gurú mundialista, el cual se presenta falazmente ante el mundo como si fuera el Vicario de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra, cuando en realidad no es más que un vil impostor, un miserable usurpador de la sede petrina, un esmerado y diligente precursor del Anticristo…


Para mayor información acerca de Francisco:


jueves, 28 de abril de 2016

In memoriam

ALEJANDRO ALTAMIRANO

Ha muerto Alejandro Altamirano lejos de todos los que lo amábamos. La enfermedad lo fue carcomiendo y alterando su conducta día a día. A veces, después de un tratamiento, regresaba a los tiempos de luz. Talentoso para la filosofía y la música. Componía y escribía -excelente poeta- sobre los héroes de la patria amada. Con estupenda ironía deshilachaba a los negros personajes de nuestra fauna política. O nos hacía reír a carcajadas con canciones pícaras, traviesas sobre algún personaje allende el océano: Alessandra Mussolini, por ejemplo. Humor inteligente, si los hubo.

Muchos trataron de ayudarlo. Pero no hubo medicina ni amistad que pudieran con la enfermedad, verdadero cáncer de la carne y de la psiquis. Ayer hicimos rezar misas por él en distintos lugares. Como ahora vivimos en Mar del Plata se nos ocurrió ponerlo en las intenciones de la misa del Convento Dominicano de San Martín de Porres: así evocábamos el mejor tiempo de Alejandro, los años de la UNSTA.
 

Nos conmovió mucho la invitación de Antonio a la misa en San Lorenzo acompañada del video de nuestro hijo Hernán cantando, acompañado por la guitarra de Alejandro, al “Perro” Cisnero, zamba compuesta por Alejandro.

Noches de guitarra y vino en los más distintos lugares, pero también páginas estupendas leídas en la Semana Tomista. Talento excepcional, familia, todo fue destruido por la enfermedad.


No quiero dar una versión edulcorada del personaje, pero sí recordar y guardar las horas bellas que nos regaló. Sólo a Dios le corresponde juzgar.


Cuando Gabriela nos llamó para avisarnos la notamos muy impresionada y nos decía: “estuvo en toda mi juventud”… y es cierto. Alejandro compartió la juventud de nuestros hijos y con nosotros, en la vieja casa (¿histórica?) de Céspedes, desde el Pesebre viviente a las amanecidas guitarreadas que nos recordaban las que se hacían, en esa misma casa, en nuestra juventud.


Pocas muertes nos han impactado tanto como la de Alejandro. ¿El mendigo ingrato? ¿Habremos hecho todo lo posible por él? Me consta que muchos hicieron mucho pero a todos nos quedará la duda de si hicimos lo suficiente.

Lis y Mario Caponnetto


jueves, 21 de abril de 2016

miércoles, 20 de abril de 2016

Cantando he de llegar al pie del Eterno Padre

AY, PATRIA MÍA

         
Dedicado a los defensores
del malminorismo.
        

lunes, 18 de abril de 2016

Mirando pasar los hechos



COSTA SALGUERO:
CROMAGNON EN CONTINUADO

La corrupción cultural sigue intacta. El mismo espíritu deletéreo de todo orden moral, de toda estética sigue a la orden del día. En lo sustancial, en lo importante que afecta el rumbo de la vida social en la Argentina, no hay cambio ninguno para bien sino perfecta continuidad en la decadencia a pesar de los cambios de gobierno. Es decir, sigue activa la promoción del libertinaje y de la corrupción sistemática de la moral, de las buenas costumbres y del buen gusto, como se acostumbraba decir antes.
Algunos periodistas y algunos políticos dicen que la corrupción mata. Piensan acotadamente, conforme al libreto liberal/socialdemócrata, en la corrupción que comporta una defraudación al erario público por parte de los políticos y de los funcionarios que los sirven en coyunda con el poder económico-financiero (aunque para ser francos, del poder financiero, es decir, de los bancos y de la usura legitimada que les es aneja poco o nada se dice). En una palabra, se practica un astuto e interesado reduccionismo del hecho de la corrupción, porque de la corrupción cultural que sirve de base a toda corrupción nada se dice —no es politicamente correcto. Por ejemplo, los politicos se rasgan las vestiduras hablando de la droga y del narcotráfico pero nada dicen del ambiente que la propicia y la facilita desde la industria cultural a fin de crearle un mercado: sea promoviendo desde el hedonismo a la lujuria, desde el desenfreno a la pornografía enlatada; desde el vacío espiritual a las falsas metas; desde la anulación del pensamiento crítico de la programación mediática a la cruda marginalidad de un futuro yermo de toda perspectiva de empleo y vocación.
Salvando la diferencia de magnitud respecto de la tragedia de Cromagnon, en la tragedia de Costa Salguero (la muerte de cinco jóvenes y otros tantos en estado grave) a consecuencia del consumo de drogas sintéticas en la seudo fiesta electrónica Time Warp ocurrida este fin de semana, se repite el patrón responsabilidad política de aquella.
Ayer los responsables fueron Ibarra/Kirchner, sus funcionarios, el degenerado Chabán y Callejeros. Hoy Rodríguez Larreta/Macri, sus funcionarios y la mega empresa criminal de los organizadores cuyos rostros no se conocen, incluidos los disc-jockeys que oficiaron de patéticos sacerdotes/brujos de esa misa negra satánica que mal llamaron fiesta.
Todos con análoga responsabilidad, desprecio a la vida, e indudable codicia y complicidad tras el dinero fácil. Preguntamos : ¿Acaso no sabían perfectamente de qué se tratan estos ominosos encierros de alienación y manipulación colectiva planificada, en esos inmensos salones a oscuras, atravesados de rayos laser y pantallas alucinógenas al ritmos de sonidos convulsos que mueven a la disolución de la propia identidad en el magna de una multitud desenfrenada por el frenesí enajenante del mantra electrónico, la agitación jadeante de saltos y meneos orgásmicos, potenciados por la oferta abundante de la droga- éxtasis, superman o como se la llame?
Si ellos, los políticos y sus funcionarios ocupan el primer anillo de la responsabilidad en la tragedia. Le siguen los gerentes y operadores de la industria cultural revolucionaria que con la promesa de una falsa liberación de todo orden apuntala el control y la manipulación de los primeros. Juntos, democráticamente, van corrompiendo a la juventud y destruyendo la Patria. ¿Se atreveràn los fiscales y jueces a cumplir con su misión? ¿Y las instituciones representativas de la sociedad, empezando por la Iglesia, a reclamar justicia?
Otro sí digo, el 31 de diciembre de 2015 el hijo de un matrimonio norteamericano que pasaba unos días de vacaciones en Mar del Plata después de salir de un boliche, regresó a su casa a la 3 de la mañana con ganas de volar. Se paró en la baranda del balcón de su departamento en un quinto piso y se estrelló sobre la vereda. La noticia no apareció en los diarios. Nadie habló. Nadie investigó nada. Sólo, si acaso, se ve la punta del iceberg.
L.A.P.

viernes, 15 de abril de 2016

Análisis



DE BERGOGLIO

El calambur
Aparecida la Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, no pocos católicos formados en la Verdad de la Iglesia dieron la voz de alarma, con legítimas razones y fundadas prevenciones. Es que ocurre que el texto, por donde se lo lea, conduce inevitablemente hacia el puerto al que no debería llevar nunca la docencia petrina, en cualquiera de sus posibilidades expresivas. Conduce al error, a la ambigüedad, a la duda; a la confusión y al doble sentido. Y hasta para llegar al fruto bueno –que lo tiene, digámoslo sin retaceos hay que sortear un tronco empecinado de argucias e imprecisiones, cuando no de dolorosas concesiones al siglo.
El diccionario de nuestra lengua llama calambur a aquella construcción idiomática o figura retórica que altera los significados mediante juegos silábicos; y pone entre otrosun ejemplo que pinta perfectamente para la ocasión: “este es conde y disimula”. He aquí, en principio, y con el ejemplo de marras, el espíritu de la Amoris Laetitia: un tragicómico calambur de Francisco.
Acaso un punto particular probará lo que decimos.

La sociedad abierta y sus enemigos
Al llegar al capítulo V, Amor que se vuelve fecundo, la exhortación discurre con delicadeza sobre el concepto de “fecundidad ampliada”, que se da principalmente en aquellas críticas ocasiones en las cuales el matrimonio no puede engendrar hijos. Entonces, la fecundidad se amplía con el ejercicio de la maternidad y de la paternidad espiritual, con la adopción generosa o con la práctica de variadas formas de servicio al prójimo. Porque “la familia no debe pensar (sic) a sí misma como un recinto llamado a protegerse de la sociedad. No se queda a la espera, sino que sale de sí en la búsqueda solidaria” (181).
Por cierto que en situaciones ideales la sociedad no debería ser una amenaza para los hogares, ni una asechanza ante la cual protegerse. Pero mucho han insistido los pontífices –sin necesidad de remontarse a San Lino ni a Gregorio VII en la prudencia que deben tener hoy las familias, inmersas como están en una cultura hostil al cristianismo, por decir lo menos. Prudencia vigilante, que si bien no ha de propiciar el aislacionismo social, tampoco puede estimular el desguarnecimiento frente a la sociedad presente, en gravísimo estado de corrupción integral.
Es evangélica la plástica imagen de la casa edificada sobre roca (Mt. 7, 25); y son de Nuestro Señor las prevenciones sobre los ríos desbordados, las lluvias desmadradas, los vientos destructivos. Clara señal para todos los tiempos; y tanto más en éstos, de que existen motivos para abroquelarse y defenderse de la sociedad. Hay una lejana e implícita matriz popperiana tras el planteo bergogliano de la relación familia-sociedad. Parecería que los enemigos de la primera ya no se encontrarían en los meandros de la segunda, si la segunda es –como está a la vistauna inmensa democracia liberal con la que se puede interactuar sin riesgos.
Más bien los nuevos riesgos para un católico, a juzgar por el despliegue total de la Amoris Laetitia, consistirían en no ser lo suficientemente acogedores con los frutos descarriados y anómalos de esta comunidad moderna. Los enemigos de la sociedad serían ahora los católicos negados a la apertura; aquellos que “prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna” (308). Una pastoral no divorciada del dogma sempiterno, hablemos claro. Pero en este neo-magisterio dialéctico y pleno de  heterodoxas disyuntivas, la confusión es preferible a la rigidez, que en otros tiempos se llamó sencillamente ortodoxia.
La mimetización familia cristiana-sociedad presente se propone casi como un axioma vinculado a la historia sagrada. “Ninguna familia puede ser fecunda si se concibe como demasiado diferente o «separada». Para evitar este riesgo, recordemos que la familia de Jesús […] no era vista como una familia «rara», como un hogar extraño y alejado del pueblo […]; era una familia sencilla, cercana a todos, integrada con normalidad en el pueblo. Jesús tampoco creció en una relación cerrada y absorbente con María y con José […]. Eso explica que, cuando volvían de Jerusalén, sus padres aceptaban que el niño de doce años se perdiera en la caravana un día entero, escuchando las narraciones y compartiendo las preocupaciones de todos: «Creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día» (Lc 2, 44). Sin embargo a veces sucede que algunas familias cristianas, por el lenguaje que usan, por el modo de decir las cosas, por el estilo de su trato, por la repetición constante de dos o tres temas, son vistas como lejanas, como separadas de la sociedad” (182).
El populismo político en el que ha abrevado Francisco le juega una mala pasada. Va de suyo que los hogares católicos no tienen que ser raros; ni mucho menos ajenos ni lejanos a las peripecias del suelo natal en el que han sido plantados por Dios. Son –y así deberían considerarlos todosparadigmas de comportamiento doméstico; modelos de normalidad; esto es de norma y de canon. Pero los cristianos, tanto como sujetos individuales como agrupados en familias, están llamados a ser “piedra de escándalo” (Is. 8, 14) y “signo de contradicción” (Lc. 2, 34). Mala señal en consecuencia si no se comportan “demasiado diferente” respecto de los aborrecibles anti-modelos familiares que predominan hoy en el deificado pueblo.
Desde el momento en que un nuevo hogar católico se constituye a conciencia y libremente, su diferenciación y antagonismo con el resto de los hogares es inevitable y hasta obligatorio. Diferenciación y antagonismo que ha de presentarse en los hechos, no como un desprecio al resto de los mortales, pero sí como el mejor servicio apostólico y misionero que se le puede prestar al cuerpo social, y aún como el ejemplo más edificante y regenerador. Para que los paganos puedan volver a exclamar con admiración y deseo emulativo el proverbial “¡Mirad cómo se aman!”, que registran los Hechos de los Apóstoles.
En las cartas paulinas, San Pablo refiere varias veces el ejemplo de la casa de Priscila y Áquila, modelos de esposos que “expusieron su cabeza para salvarme” (Rm. 16, 3-5); y que no trepidaron en ser diferentes y en tenerse por segregados del resto del pueblo, precisamente por causa de su fidelidad a Cristo. De estos esposos ha hecho el bellísimo elogio Benedicto XVI, en su catequesis del 7 de febrero de 2007, instando a espejarse en ellos, porque prueban que, para los bautizados leales, “toda casa puede transformarse en una pequeña iglesia […], toda la vida familiar, en virtud de la fe, está llamada a girar en torno al único señorío de Jesucristo”.
Pero además, o por lo mismo, si una familia católica reconoce en la casa de Nazaret su paradigma y su norte, ya no puede conformarse con ver en la misma esa especie de carpintería de barrio, como la pinta Bergoglio, “integrada con normalidad en el pueblo”. Aquello –ha dicho Guardini en el capítulo tercero de La Madre del Señor “no era precisamente una familia, sino algo divinamente irrepetible, que no tiene nombre. Una fecundidad que redime al mundo, inmediatamente a partir de Dios. Un amor que era mayor, por ser diferente, que todo lo que ha unido jamás a las personas. Puede ser entonces que se use el nombre de ‘familia’ para indicar ese carácter de velamiento de lo propio y peculiar, tal como es característico de María”.

Curiosa exégesis psicopedagógica
Así como no se quieren ya familias diferentes, que contrasten con el resto por ser católicas, y hasta puedan ser perseguidas a causa de ello; ni se quiere tampoco que los católicos consideren demasiado raras otras uniones alternativas, los nuevos padres que necesitamos no han de estar preocupados por saber dónde están sus hijos. A semejanza de María y José ¡progenitores modernos, vaya!que perdieron a su hijo casi adolescente en el camino de regreso de Jerusalén, pero no se inmutaron demasiado, pues no tenían con él “una relación cerrada y absorbente”. El muchacho podía hacer lío a discreción, sin tanto control represivo de la figura paterna ni coacciones emocionales de parte de la madre.
Es un problema que el Evangelio de San Lucas diga algo distinto. Santo Tomás nos lo explica así en su Catena Aurea: que Jesús se quedó en Jerusalén “sin que nadie lo notara”, “sin que sus padres lo advirtiesen”; que se queda de este modo “para no ser desobediente”. Que sus padres lo buscaron con preocupación primero y sobresalto después, cuando se dieron cuenta de que no estaba “en la caravana, entre los parientes y conocidos” (Lc. 2, 43); que regresaron sobre sus propios pasos para localizarlo de una buena vez; y que al verlo al fin, sano y salvo en el templo, su madre, exclamó: “tu padre y yo te estábamos buscando con angustia” (Lc. 2, 48). “La madre –acota Orígenes afectada en sus maternales entrañas, manifiesta con lamentos sus dolorosas pesquisas, y expresa lo que siente con la confianza, la humildad y la ternura de una madre: «hijo, por qué te has portado así con nosotros» (Lc. 2, 48). Tras el significativo episodio, el mismo texto evangélico recuerda que Jesús “enseguida se fue con sus padres, y vino a Nazaret y les estaba sujeto” (Lc. 2, 51-52). Es decir, volvió a ser “absorbido” por la autoridad de sus padres terrenos.
No está mal que Francisco quiera inculcar el principio de una libertad gradual y responsable ofrecida paternalmente a la prole a medida que crece. No está mal asimismo que quiera evitar los estragos de familias monopolizadoras o enfermizamente endógenas. Pero para ello no es necesario tergiversar los Santos Evangelios, ni incurrir tampoco en el gravísimo error del historicismo o del evolucionismo dogmático. Dice, en efecto, la Amoris Laetitia, “Aquí vale el principio de que «el tiempo es superior al espacio».Es decir, se trata de generar procesos más que de dominar espacios. Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, sólo buscará dominar su espacio […]. Entonces la gran cuestión no es dónde está el hijo físicamente, con quién está en este momento, sino dónde está en un sentido existencial, dónde está posicionado desde el punto de vista de sus convicciones, de sus objetivos, de sus deseos, de su proyecto de vida” (261).
Una vez más las disyuntivas dialécticas –que son otros tantos guiños al mundo moderno y a su psicologismo aterrador no permiten inteligir la plenitud de la verdad. Si un padre está “obsesionado” por saber dónde está espacialmente su hijo, lo irrecomendable a lo sumo será la obsesión, pero no el ordenado requerimiento. Porque los espacios no son inocuos o neutros, ni somos sólo espíritus que habitamos espacios existenciales; y porque aún suponiendo que cada padre llevara consigo a un metafísico, antes inquieto por el ambiente del alma que por el paisaje físico –aún un sábado a las cuatro de la mañana, con el hijo púber ausente del hogar tras angustiantes horas de incierta espera ese saber dónde está el alma no puede jamás desvincularse de dónde está el cuerpo.A no ser que neguemos el más elemental realismo antropológico.
Admitimos que “la gran cuestión” pueda consistir en saber “dónde está posicionado [el hijo] desde el punto de vista de sus convicciones, de sus objetivos, de sus deseos, de su proyecto de vida”. Pero esto, no sólo no es independiente de saber “con quién está en este momento”, sino que guarda estrecha dependencia. Porque las compañías elegidas, tanto como los ámbitos espaciales predilectos, marcan y en ocasiones condicionan o determinan las ubicaciones espirituales y los posicionamientos existenciales. Es falaz la polarización bergogliana de la preeminencia del tiempo sobre el espacio. Extravío fatal de raigambre semítica, cuando el judío temporaliza las promesas divinas, se afianza a sí mismo como siglo presente, sin ver el siglo venidero ni escudriñar las profecías (Jn. 5, 39), y acaba matando al Justo, Señor del Tiempo y del Espacio.

La poesía que destruye
Pero volvamos al concepto de “fecundidad ampliada”, analizado en Amoris Laetitia. Tras referirse, como vimos, a algunos de esos modos a los que siempre aludió la Iglesia, verbigracia la adopción, la Exhortación señala otro modo, al que considera no menos significativo, y es el de la dedicación de los esposos al cumplimiento de sus “deberes sociales”. “Los matrimonios necesitan adquirir una clara y convencida conciencia sobre sus deberes sociales. Cuando esto sucede, el afecto que los une no disminuye, sino que se llena de nueva luz, como lo expresan los siguientes versos:
«Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos» (181).
Es posible que el lector europeo –y aún el simple feligrés de a pie de estos pagosignore en profundidad quién es Mario Benedetti, autor de esta estrofa, como con toda inverecundia lo aclara la misma Exhortación, especificando en su nota a pie de página 204 la correspondiente referencia bibliográfica: “Mario Benedetti, «Te quiero», en Poemas de otros, Buenos Aires 1993, 316”.
Pues lo diremos en dos trazos; primero por respeto al sentido de lo obvio de los lectores informados, a quienes abundar en detalles sería cómo explicarles quién es el Che Guevara. Y segundo, porque lejos de nuestro ánimo cambiar el tema central de estos comentarios, que no es ciertamente el retrato de un vulgar escritor marxista, sino el dolor de saber que Francisco ha optado por la poesía que destruye, según la nunca olvidada distinción de José Antonio Primo de Rivera. Opción que de ningún modo se reduce a una cuestión estética, ni es esa su gravedad mayor, sino a una inequívoca predilección por un mensaje tan alejado del pulchrum como de los restantes trascendentales del ser.
Bergoglio prueba una vez más con esta intromisión escandalosa de un artista degenerado en un texto teóricamente dirigido a celebrar la alegría del amor, que el timor Domini no es precisamente su rasgo más distintivo. Tampoco un don más modesto aunque valioso, como el cultivo del gusto por la Belleza y el consiguiente desdén por las cursilerías. Nada lo detiene ni lo turba en su vocación de maridaje con la contracultura y aún con la contra iglesia. Nada se le presenta como dique a su moral de situación, a su misericordia despreocupada de la justicia, a su praxeología inclusiva, ausente de criterios rectos que separan la cizaña del trigo. Las cosas digámosla como son. Porque ya todo está a la vista, excepto para los ciegos que guían a otros ciegos (Mt. 15, 14).
Mario Benedetti, en efecto, fue un hombre de letras de nacionalidad uruguaya (1920-2009), dedicado en forma activa y perseverante a la militancia comunista, a la propaganda revolucionaria sistemática y, lo que es más grave, a participar de las acciones de la agrupación terrorista Tupamaros, cuyos guerrilleros, principalmente en la larga década de 1970, cometieron un sinfín de asesinatos a mansalva. Todo; absolutamente todo en el perfil ideológico de Benedetti, delata al enemigo declarado de la civilización cristiana. Y todo en su perfil humano y creativo hace patente a un alma visceralmente odiadora de la Iglesia y de su Magisterio Tradicional. Su poema “Si Dios fuera una mujer” constata incluso, que los terrenos de la blasfemia y del sacrilegio tampoco le estuvieron vedados. Es más; él mismo llamó a tamaña toma de posición una “venturosa, espléndida, imposible, prodigiosa blasfemia”.
El poema elegido por Francisco para ilustrar la fecundidad ampliada a la que puede y debe llegar un matrimonio cristiano para llenarse de una nueva luz es, redondamente, un himno marxista, musicalizado y cantado por todas las voces de las izquierdas americanas y españolas. Un himno emblemático, repetido por todos los multimedios, machacado, reiterado, difundido hasta el hartazgo y la náusea; sin que faltaran incluso las apropiaciones lésbicas de la letra y del contenido; ya que,completo, el engendro sostiene: “y porque amor no es aureola/ ni cándida moraleja/ y porque somos pareja/ que sabe que no está sola”. ¿Ésta es la nueva luz de la fecundidad ampliada propuesta como programa e ideario para los matrimonios católicos? ¿Esta es la nueva luz que encenderán y portarán como antorcha cuando se aboquen al cumplimiento de sus deberes sociales? ¿Esta es la nueva luz que surgirá entre ellos y de ellos, cuando vuelquen su potencial germinativo y fundante en los quehaceres cívicos de la patria y del orbe?
Los matrimonios católicos –y sobre todo aquellos que no hemos permanecido indiferentes a los compromisos con las legítimas y justicieras luchas patrióticasnos sentimos ofendidos con esta ruin poesía que destruye, vulgar panfleto libertario y socialista, que solicita una justicia, una rebelión y un pueblo absolutamente identificados con el programa del enemigo. Nos sentimos ofendidos, y el vejamen duele hondo, sabiendo que quien debería darnos “la leche pura de la palabra espiritual”, nos entrega la “leche adulterada” (I Ped. 2, 2).
Francisco no puede ignorar el modelo de fecundidad ampliada que les está propiciando a los cristianos con estas rimas insidiosas. Tampoco puede ignorar, pero lo hace, que el catolicismo es pródigo en cánticos de amor conyugal, dadivoso y fértil en altos romanceros y cancioneros de hombres y de mujeres entrelazados nupcialmente en el campo del honor, espléndido en poemarios que exaltan la unión de los esposos que marchan juntos al combate, radiante e inmenso en su antología de versos que laudan la verdadera luz de Cristo, por la que caballeros y damas asaltaron murallas en defensa de la Cruz. No puede ignorar incluso que aquí, en el Río de la Plata, familias enteras fueron diezmadas por el odio castrista de los seguidores de Benedetti; y que en muchos de esos casos, las esposas de nuestros soldados se hicieron acreedoras del encomio quevediano:
“Hilaba la mujer para su esposo
la mortaja primero que el vestido;
menos le vio galán que peligroso.
Acompañaba el lado del marido
más veces en la hueste que en la cama;
sano le aventuró, vengóle herido”.
No; la nueva luz de la fecundidad ampliada, para quienes se aman sacramentalmente y se abocan al compromiso social y político, no se enciende en la hoguera roja de la rebelión marxista, sino en el cirio vivo del Madero Reverberante y Transfigurador. Entonces el esposo no le dice a la amada que es su cómplice, sino “hueso de mis huesos” (Gén. 2, 23). No elogia sus manos porque trabajan por una justicia homicida y rencorosa, sino porque corren por ellas “las gotas de mirra”, vestigios del Amado (Cant. 5, 5). Ni cree que juntos sean mucho más que dos, sino “una sola carne” (Gén. 2,24).

Envío
La ausencia de memoria histórica –dice la Amoris Laetitia es un serio defecto de nuestra sociedad. Es la mentalidad inmadura del «ya fue». Conocer y poder tomar posición frente a los acontecimientos pasados es la única posibilidad de construir un futuro con sentido. No se puede educar sin memoria” (193).
Pues bien; no era ni es la poesía que destruye la que nos habilita o alecciona a poner en práctica esta fecundidad ampliada, tan necesaria y tan legítima para los matrimonios católicos, hayan podido o no traer hijos al mundo. Es la memoria veraz y fiel de los hechos y de los personajes paradigmáticos. Es el recuerdo vivo, real y vigente de esas casas fundadas sobre piedra, con el padre por cabeza, la madre por sostén y los hijos como linaje. A ellos el homenaje austero de estas líneas finales.
A las familias vandeanas, perseguidas como bandidos y sostenidas sólo por el amor irrefragable al Corazón de Jesús. A las familias cristeras, derramando su sangre por los altos de Jalisco, con el Viva Cristo Rey en cada labio. A las familias hispánicas, alistadas en la reconquista, contra moros, judíos y rojos, según pasaron los siglos. A las familias argentinas, a las que les tocó prolongar en suelo americano la resistencia y la cruzada contra los enemigos de Dios. A las familias de todos los tiempos y de todos los espacios –benditas coordenadas en el plan del Creadorsin olvidarnos del más remoto de los años ni del más pequeño de los paisajes terrenos. Cuándo hayan sido y dónde hayan sido sus testimonios, no los olvidemos y les demos gracia, con el brazo alzado y la mirada limpia.
A ninguno de estos personajes ejemplares, de carne y hueso,que recorren la historia toda de la Cristiandad, se les cruzó por la cabeza lo que sostiene esta desdichada Exhortación, según la cual, “hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales”(36). Precisamente amaban al sacramento del matrimonio por lo que tenía de ideal teológico; y precisamente pudieron sus integrantes ser fecundos, en hijos y en servicios, en descendencia y en obligaciones sociales y políticas, porque encarnaron ese ideal teológico y le fueron fieles.
Coplas existen, y no son de poetastros menores, en las que se narran aquellos heráldicos casos de esposos dados por muertos en las lides medievales, y que vuelven un día, inesperada y milagrosamente, después de añares infinitos, para encontrarse con la fidelidad intacta de la esposa; tan intacta como su esperanza y su presentimiento del regreso, razones por las cuales no había vuelto ella a casarse, ni él a conocer tálamo alguno.
En la iglesia franciscana de Nancy, una lámina mortuoria ha inmortalizado este gesto de recíproca observancia marital. Es la que recuerda a Hugo I de Vaudemont y a su esposa Ana, íntimamente abrazados, después de diecisiete años sin verse. Él retorna de las Cruzadas. Ella lo aguardaba firme y devota como si hubiera partido anoche. Él y ella son dos creaturas católicas, con un ideal teológico, que no les pareció en absoluto demasiado abstracto. Por el contrario; llevaba la gravitación de la carne, el impulso de la materia consagrada, el dinamismo y la fuerza, el arrebato y el entusiasmo de todas las fibras crispadas que laten al unísono entre dos bautizados que se aman. Fueron concavidades y convexidades que se necesitaban la una a la otra, hasta que la muerte los separe. Que lo diga mejor Gerardo Diego:
Quisiera ser convexo
para tu mano cóncava.
Y como un tronco hueco
para acogerte en mi regazo
y darte sombra y sueño.
Suave y horizontal e interminable
para la huella alterna y presurosa
de tu pie izquierdo
y de tu pie derecho.
Ser de todas las formas
como agua siempre a gusto en cualquier vaso
siempre abrazándote por dentro.
Y también como vaso
para abrazar por fuera al mismo tiempo.
Como el agua hecha vaso
tu confín dentro y fuerasiempre exacto”.

Antonio Caponnetto