miércoles, 16 de marzo de 2011

Actuales herejías

EN TIEMPO DE CUARESMA:
ALGUNAS HEREJÍAS VIGENTES
       
       
En este tiempo de Cuaresma conviene, ciertamente, investigar si algunas herejías, combatidas tan exitosamente por San Agustín, no viven y actúan aún.
       
Pongamos un ejemplo: el pelagianismo. Sabemos que tal heresiarca —Pelagio— inició  dentro del Cristianismo un proceso de secularización de la cultura. Pero hete aquí que ese proceso de “secularización de la cultura” tiene adeptos en el mundo actual y estos le han puesto manos a obra. Basta asomarse al mundo, en Europa, o en ambas márgenes del Plata, a su prensa radial o televisiva, o a los grandes medios de comunicación de masas en general, para comprobarlo. Vemos en todos estos medios una constante, que en “Contra Julianum opus imperfectum”, el de Hipona señaló así : “la libertad consiste en una emancipación del hombre respecto  a Dios”.
       
Por doquier vemos tremolar las ominosas banderas del humanismo laico de nuestro tiempo: a) emancipémonos de Dios, b) emancipémonos del dogma, c) de la moral católica, y sustituyámosla por una lavada “educación en valores” que nadie sabe qué son, dicho sea entre paréntesis, y finalmente, emancipémonos de toda jerarquía o autoridad.
       
Un pensador insigne,que con su pensamiento se adelantó y fue profeta, por decirlo así, de muchos males que hoy presenciamos: nos referimos a Don Juan Donoso Cortés, escribía en cierta oportunidad al Cardenal Fornari, por supuesto, en el siglo XIX: 
“Los errores contemporáneos son infinitos; pero todos ellos, si bien se mira, tienen su origen y van a morir en dos negaciones supremas; una relativa a Dios, y la otra, relativa al hombre. La sociedad niega de Dios que tenga cuidado de sus criaturas, y del hombre, que sea concebido en pecado. Su orgullo ha dicho al hombre de estos tiempos dos cosas y ambas se las ha creído:que no tiene lunar y que no necesita de Dios; que es fuerte y que es hermoso; por eso lo vemos engreído en su poder y enamorado de su hermosura”. Nos preguntamos: ¿No es el secreto envenenamiento del antiguo pelagianismo el que campea por sus fueros en el pensamiento de hoy?
       
Creemos que sí, pues lo vemos en las prédicas de los hombres públicos en ambas márgenes del Plata y, todavía más grave, en algún Pastor encargado de la grey católica, que a veces son los primeros, por desgracia, en levantar tales estandartes del error. El que que arrastra a muchos sedicentes católicos, algunos en cargos de responsabilidad política y los lleva a apoyar y aun a votar leyes inicuas. Desde los escaños parlamentarios, leyes que contrarían el orden natural, guiados por esa supuesta “emancipación del hombre respecto a Dios”.
       
Se nos ha hecho creer que  las fuerzas creadoras del hombre, cuya “libertad” es de una esencia pura, no deben ser estorbadas por la soberanía de Dios. No tiene entonces sentido la acción del Espíritu Santo ni la gracia ni los sacramentos. Todo esto también es pelagianismo. En “La nausée”, la obra cumbre de Sartre, el hombre pelagiano henchido de vana ciencia, comienza con la euforia pero comprobando su vacío interior, termina con asco de sí mismo. No obstante, se persevera en el error, y se lo difunde por doquier.
       
Con el pelagianismo,el mundo que nos toca vivir asiste también a otra herejía: tan vieja como aquélla: el marxismo, nueva versión del maniqueismo,en el que la materia eterna está sometida a un proceso interior de lucha en que las tesis y las antítesis tenderán a resolverse en una síntesis. El hombre, enrolado en la contienda de los contrarios, burguesía y proletariado, pierde su dignidad y queda incorporado al todo,engranaje anónimo de toda aquella dialéctica.
       
El autor que ya citamos, Donoso Cortés, se refiere al maniqueísmo de Proudhon, pues según este último “el poder divino y humano son dos poderes rivales y el único deber del hombre es vencer a Dios, enemigo del hombre”.
       
Tenemos entonces que tener presente que el marxismo, nuevo maniqueísmo, coincide con este último en tres cosas fundamentales: el materialismo, el fatalismo y la lucha o dialéctica de los contrarios, la materia eterna que experimenta un proceso de lucha interior. De manera entonces que tenemos allí una herejía subsistente a través de los siglos.
       
Con razón se ha señalado que detrás de todo antagonismo político subyace una enemistad teológica. En el caso,herejías combatidas por aquel Obispo de Hipona subsisten, bajo otras formas, en nuestros días,p ero con la misma virulencia.
       
De manera entonces, en una como en otra herejía, tanto el bien como el mal carecen de sentido. El bien absoluto de ese hombre que se ha “emancipado” de Dios, será la prosperidad y la libertad económica propia del liberalismo: el mal absoluto,la carencia de bienes materiales, por la que se preocupan tanto aquel como el marxismo,pues son vertientes de una misma negación de lo divino. El “non serviam” del Ángel Rebelde.
       
Fray Victorino Capánaga,en su obra “San Agustín” (Ed. Studium, Madrid-Buenos Aires, 1954) nos dice que con la situación señalada, la vigencia de ambas herejías “…toda la economía del Cristianismo se tambalea. Porque si el hombre no es un ser caído,tampoco ha sido levantado o reparado. No tiene sentido la Encarnación ni el misterio de la Cruz ni la acción santificadora del Espíritu Santo,y sobran la gracia y los sacramentos,la Iglesia y la mediación de María y la Comunión de los Santos. Con estas negaciones se han formado las bases de la soberanía del hombre libre, que era el ideal de Juliano, mermando la soberanía divina y repudiándola como insostenible…”
       
He aquí entonces el resultado de nuestra reflexión:los mismos errores y perversiones bajo distinto nombre, pero igualmente dañinos para el árbol de la Cristiandad, y tal parece que, con estas “emancipaciones”, que lucen en los estandartes señalados, el Enemigo está dispuesto a colocar el golpe de la segur, no ya a las ramas,sino a la propia raíz. Hora entonces de prepararse para entablar el “buen combate”.
       

Jorge P. Andregnette Capurro
       

lunes, 14 de marzo de 2011

Mirando pasar los hechos

POR EL HONOR DE LA SANGRE
        
        
Sangre de Cristo, embriágame
                 
 
Mientras el mundo gemía el drama de Japón, sucedido en el inicio de la Cuaresma; mientras el luto desplegaba su ropaje austero sobre el corazón de los hombres decentes, nos llegó la noticia, según la cual, un grupúsculo burdelesco de funcionarios oficialistas, encabezados por el actual ministro de Economía, se daba cita en el bar “Perón Perón”, ubicado en lo que llaman ahora Palermo Hollywood, y que otrora supo ser, decentemente, “un cielo de relinchos y de crines”, al decir de Jorge Luis Borges.
          
La banda orgiástica del kirchnerismo tenía su propósito expreso en aquella jornada luctuosa de marzo: presentar un nuevo vino, llamado “El Justicialista”, que según sus promotores, sumaría aún más alegría a la que ya tiene el pueblo como consecuencia de las bondades múltiples que prodiga este Gobierno. Henchidos de ínfulas electoraleras —que es estar rebosante de chapuzas— los hijos de Cristina libaron y brindaron por lo que juzgan su inmodificable y seguro triunfo político.
         
Personajes de talante prostibulario se aglutinaron alrededor del neobrebaje, convencidos todos de que se puede imponer la alegría popular por decreto de necesidad y urgencia. Y cada uno de ellos, a su turno y copa en garfio, sintióse autorizado a expresar alguna sonora porquería.
         
Llegado el momento del palurdo que funge de Secretario de Cultura —y que para abreviar llamaremos Jorge Coscia— dijo, según registro de las crónicas: “El vino es bíblico. El famoso pedo que se agarró Noé aparece en la Biblia, el primer libro” (cfr. “La Nación”, 12 de marzo de 2011, pág. 18).
        
“Todos se rieron con ganas”, según apunta a renglón seguido el mismo informante. Es lógico que así fuera. Existe un patólogico reír —propio de los idiotas o de los degenerados— el perfidum ridens, que expresa el gozo que les causa ver la humillación de los demás. En este caso el humillado era nada menos que el Patriarca Noé, cuya embriaguez (Génesis, 9,18-29) es figura de esa copa densa de los pecados del mundo, que el mismo Cristo pidió auxilio al Padre para poder beber (San Mateo, 26, 42). Así lo vieron exégetas de nota, y el mismo Buonarotti lo plasmó en uno de sus frescos, el último de la serie del Génesis que está en la bóveda de la Sixtina.
        
Pero para el Secretario de Cultura —paradigma del intelectual K— Noé es apenas un borracho, y el sacrilegio un divertimento de taberna peronista. Es que Coscia, como sus pares de Carta Abierta, merecen ser discípulos de aquella extraña Escuela de Slovenrie, para quienes orinar, peer y vomitar era el modo connatural de expresarse.
        
Faltaba lo peor, y al final llegó en aquella tenida patibularia. El Ministro de Agricultura, que responde al nombre de Julián Domínguez, alzó una de las botellas de “El Justicialista”, y “se animó, incluso, a comparar el vino con la sangre de Cristo, que «dio la vida por la humanidad», con la sangre de Kirchner, que «dio la vida por la política»” (cfr. “La Nación”, ibidem).
         
Hay una sola manera argentina de castigar esta blasfemia, y es horadando la lengua del impío, como enseñaba el Gral. José de San Martín. ¿Quién se atreverá a hacerlo, mientras le explica al reo que el señor Kirchner no derramó ninguna sangre por nada ni nadie, sino que reventó una noche bajo el destino maldito del insensato, al que el Supremo Juez le pregunta: “¿para quién será lo que has amontonado”? (San Mateo, 12, 16-20). ¿Quién se atreverá al justiciero hierro candente, para que el fuego lave, junto con la injuria, la mitología grotesca que ha transformado en héroe y en santo al más vulgar de los canallas y al más ladrón de los rencorosos?
         
Y hay una sola manera católica de castigar esta horrible imprecación. La explica San Alfonso María de Ligorio en su Sermón IX —para el domingo XXIVº después de Pentecostés— citando a San Juan Crisóstomo: “cuando oigas blasfemar a un hijo vuestro, rómpele la boca, santificando así vuestras manos” (cfr. “Obras Ascéticas”, Madrid, BAC, 1954, vol. II, pág. 523). ¿Quién osará aplicarle la merecida pena? ¿Acaso alguno de estos obispos felones que cuando sale algún curazo agalludo a contener a los viles, acaba pidiéndoles perdón y acallando al valiente?
          
No; nadie excepto el Dios de los Ejércitos castigará a estos repugnantes blasfemos. Que no se llaman sólo Boudou, Coscia o Domínguez, porque tienen los mil nombres de los obsecuentes que rodean el trono de la jaca.
          
Por eso, desoiré en la ocasión a las voces amigas que me piden no trasgredir los límites de la mesura. Pero ¿si no estoy dispuesto a este minímisimo gesto de santa indignación por el honor de la preciosa Sangre de Cristo, por quién lo haré?
         
Escuchen pues, esbirros y esbirras kirchenristas que han sido o serán capaces de tamaña perfidia; escuchen lo único que merecen escuchar con voz tronitonante: son todos ustedes una manga de hijos de puta.
           
Sanguis Christi, inebria me.

         
Antonio Caponnetto
    
Se agradece difundir
    

domingo, 13 de marzo de 2011

Espiritualidad

DIOS Y LA LIBERTAD RELIGIOSA
   
   
Corren ríos de tinta describiendo la angustia del hombre moderno, y la crisis de valores del planeta.
   
Como el alejamiento absoluto de Dios es el infierno, no debe sorprendernos el encontrar los rasgos infernales anticipados en un alejamiento relativo. Desconocemos los derechos de Dios sobre el mundo; desconocemos nuestra condición creatural; negamos a Dios su condición de Padre y Señor.
   
El Protestantismo negó a Dios el derecho a hablar, y sólo le autorizó a balbucear palabras ininteligibles; no otra cosa es el libre examen. El catolicismo liberal no niega a Dios el derecho a hablar, pero sí le niega el de mandar en su mundo.
   
Dentro del catolicismo liberal el Humanismo Integral erige el derecho de la persona humana a forjar su mundo propio, enteramente profano, sin referencia a lo sacral, concediendo a Dios apenas cierta audiencia en el fuero interno de la conciencia. La Iglesia, dice, no tiene ninguna jurisdicción externa y visible en la realidad social pues su principio normativo es la libertad de la persona humana.
   
La dialéctica de la libertad absoluta con la negación implícita de nuestra condición de creaturas y negación de los derechos de Dios sobre el mundo reapareció muchas veces. En forma más larvada pero no menos real es el tema del Humanismo Integral que llenó las páginas de nuestra literatura católica actual, y de vanos escrúpulos las cabezas de los católicos, paralizando su acción en el campo social.
   
Estos católicos quieren la separación de la Iglesia y el Estado, el laicismo educativo, la paridad de los cultos ante la ley, la tolerancia religiosa como el derecho del individuo a practicar cualquier culto; la libertad del acto de fe requiere que el Estado no se pronuncie en materia de religión. Nos abstenemos de mencionar a nadie y citar textos. Se desconocen así los derechos de Dios al culto verdadero fundado en la integridad de la fe y realizado por los organismos que Él creó y el derecho que Dios posee a la obediencia de su creatura racional, como ser individual y ser social. Esto importa poner de relieve.
   
El dominio de las relaciones del hombre con Dios es materia de la Justicia. La materia de Justicia es una deuda; la relación de deudor a acreedor según estricta obligación.
   
En las relaciones del hombre con Dios tenemos por consiguiente un plano de estrictas obligaciones morales, de justicia, y no algo meramente facultativo.
   
Si la libertad de cultos fuera justa, la elección del culto sería algo facultativo. Por el contrario, es materia de la justicia, quiere decir que entraña con respecto a Dios una serie de deberes y obligaciones de las cuales el hombre no puede prescindir.
   
La opción religiosa, presupuesta en la llamada libertad de cultos, olvida la esencia del acto religioso y lo reduce a la piedad o a la observancia.
   
Probamos esto por la estructura del débito religioso. El hombre debe todo a Dios, y Dios no debe nada al hombre. Esta verdad tan simple ocupa un lugar excepcional en nuestro asunto; debemos traerla de nuevo, precavernos de dejar un vacío que poblarían los fantasmas del sueño de la razón.
   
Si Dios no le debe nada digámoslo enseguida, no tiene ningún derecho ante Dios; si debe todo a Dios, Dios puede exigir todo de él. Si debe todo a Dios, la dependencia es total; esa dependencia total es lo que se expresa en la virtud de religión.
   
La religión pertenece a la Justicia; quiere decir que la forma justa como el hombre puede dirigirse a Dios es el culto, la reverencia, la obediencia, el acatamiento a su voluntad, que es la devotio. Esta obediencia y acatamiento se extiende también a la revelación, a la obra de Dios en la historia humana.
   
Con respecto a Dios, el hombre como creatura es sujeto de obligaciones, de deberes; no tiene derechos. Esto distingue el débito religioso, del propio de la piedad o el de la observancia. En estos últimos el hombre conserva sus derechos personales.
   
La estructura del débito religioso que liga al hombre con Dios, es diferente del débito social según que liga los hombres entre sí o con el Estado. El débito religioso es debitum servitutis, de servicio, el débito social es un debitum inter pares, entre iguales. El primero se funda en la distinción de naturaleza, y en la dependencia total de la naturaleza humana con respecto a Dios. El segundo supone la igualdad de naturaleza, y un sistema de jerarquías dentro de la misma naturaleza. Pero, la distancia entre Dios y el hombre es infinitamente mayor que la distancia entre el príncipe y el súbdito; igualmente en cuanto a la dependencia. Por eso el débito religioso es más estricto que el de la observancia.
   
Santo Tomás habló de esta dependencia absoluta del ser creado, al tratar de la creación, de la providencia del gobierno de Dios. Para entender bien las verdades de orden práctico, nada mejor que dar audiencia a los grandes dogmas que proyectan su luz sobre aquéllas. Las doctrinas sociales y políticas deben iluminarse con aquéllos para contemplar las exigencias del estado creatural del hombre.
   
Sería superfluo mencionar los textos que nos hablan de la creación ex nihilo, nulla presuposita materia, la creación saliendo toda de la potencialidad creadora del Ser. Dependiendo de su Causa en el ser y en su persistir, la creatura vive en estado obediencial con respecto a Dios, como algo primario y extensivo a todas las modalidades de ser.
                 

En otros lugares bien conocidos tenemos que el hombre no es dueño de las cosas en cuanto a su naturaleza: “Non subjacet humana potestati sed divinæ, cui omnia ad nutum obediunt” (IIa. IIæ., c. 66, a. 1).
   
No es dueño tampoco de su vida: “vita est quoddam donum divinitus homini attributum” (IIa. IIæ., c. 64, a. 5).  La razón estriba en que el hombre “non est institutor naturæ” (Ia., c. 22, a. 2 ad 3). No es el creador de la naturaleza; puede solamente usar de ella para su utilidad. Hemos perdido respeto por la naturaleza; no vemos en ella la creación. La obra de Dios desaparece a nuestros ojos tan soberbios como cargados de idiotez; no vemos más que una mole con la cual tropiezan nuestros sentidos.
   
Sin embargo contemplada la obra de Dios, aparece claramente la dependencia total que funda el débito religioso como servicio reverencial. “Manifestum est autem quod dominium convenit Deo secundum propriam et singularem quandam rationem; quia scilicet ipse omnia fecit, et quia summum in omnibus rebus obtinet principatum; et ideo specialis ratio servitutis ei debetur” (Ia. IIæ., c. 81, a. 1, ad 3).
   
Cuando el personalismo cree en un derecho de la persona a la opción religiosa, desvirtúa el débito religioso bajándole al nivel de la virtud que regula el homenaje a las personas constituidas en dignidad, o sea la observancia. Dios es identificado con un jefe de Estado o como una persona dotada de cierta dignidad. En el honor debido al príncipe, la personalidad mantiene los derechos propios de su perfección humana: el súbdito tiene derecho a la vida, a la buena fama, etc. Santo Tomás pone una escala de virtudes según la excelencia de las personas a las cuales debemos el “bonum” del homenaje. Primero la Religión; la deuda para con Dios es absoluta, como hemos dicho. Después con los padres: piedad; el padre participa de la razón de principio. Por último, la observancia, para las personas constituidas en dignidad (IIa. IIæ., c. 102, a 1).
   
En esta última esfera el débito moral es más lábil; en cambio, es más fuerte en religión. Eso explica que las relaciones entre príncipe y súbdito están llamadas a tolerar mucho más una adaptación a los usos y formas históricas concretas que las relaciones religiosas o cultos.

                   
Comparando la observancia con la piedad, Santo Tomás explica cómo el vínculo en ésta es más exigente que en aquella. En virtud de ello las obligaciones del hijo para con el padre son más graves que las del ciudadano frente al Estado. El hijo tiene menos “libertades”, menos derechos subjetivos frente al padre, que el súbdito frente al Estado, o que el obrero frente al patrón.
   
Por eso siempre se ha planteado la cuestión en qué medida puede el Estado intervenir en la vida religiosa de los ciudadanos. Casi siempre la intervención del Estado fue funesta: las sectas protestantes se mantienen en algunos países, porque son religiones de Estado. Respetando la libertad individual debe la comunidad promover la fe católica, respetar el débito religioso que tiene para con Dios.
   
Lo que a nosotros nos interesa por el momento es destacar el dominio absoluto de Dios con respecto al hombre, y como la religión es un derecho, Dios tiene derecho al culto verdadero y a prescribir las condiciones y modalidades de ese culto. Habiendo Dios ejercido ese derecho, habiendo instituido sus elementos fundamentales, el hombre no tiene un derecho a modificar o cambiar. El hombre, no puede optar por otra cosa, porque carece de valor.
   
La vida religiosa del hombre no puede tener su epicentro en la libertad personal, aunque esto pudiera adular nuestra vanidad. Tenemos derecho a buscar la verdad; derecho a practicar un culto erróneo si estamos de buena fe en el error. Pero no porque el culto sea algo optativo, sino porque la conciencia, incluso errónea, me exige el cumplimiento de un deber.
    

Alberto García Vieyra, O. P.
(Tomado de “Estudios teológicos y filosóficos”, año 1959, págs. 87 a 89)
   

miércoles, 9 de marzo de 2011

martes, 8 de marzo de 2011

De pluma ajena

DENTRO DE TODO,
DOS BUENAS MEDIDAS
        
        
La expulsión del “Padre” Alessio, y la desautorización del Segundo Encuentro Interreligioso.
Para los detalles de la primera noticia remitimos al link de abajo de estas líneas. Para los detalles de la segunda noticia transcribimos un comunicado de “Noticias Globales”. Recemos más. Empieza la Cuaresma.
         
http://pagina-catolica.blogspot.com/2011/03/excelente-patada-en-un-presbiterial.html     
        
NOTICIAS GLOBALES, Año XIV. Número 970, 10/11. Gacetilla n° 1093. Buenos Aires, 07 marzo 2011
     
1093) ARGENTINA: ADVERTENCIA SOBRE EL II ENCUENTRO INTERRELIGIOSO. Fuentes: Propias, Arzobispado de Rosario; AICA.
      
Comunicado del Arzobispado de Rosario sobre el Encuentro interreligioso nacional argentino
        
En los días 7 y 8 de marzo, se está realizando en Rosario el II Encuentro Interreligioso Nacional Argentino, organizado por Religiones para la Paz (Religions for Peace), organización que dio origen a la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz (siglas en inglés, WCRP).
        
Religiones para la Paz apoyó en la ONU la creación de la nueva religión universal para “una nueva era, era dorada de armonía y prosperidad, de paz y justicia”, (cfr. UN, The Millennium NGO’s Forum Declaration, New York, 18-05-00; Terra Viva, Special Edition, 26-05-00).
        
Entre las iniciativas de Religiones para la Paz figura el Faith-Based Organization Forum (Global Faith Forum), que ha hecho suyos los objetivos de reingeniería social anticristiana de la ONU, dando un aval supuestamente religioso a las políticas de imposición de los llamados “derechos sexuales y reproductivos”. (Para más datos vid. Sanahuja, Juan C., El Desarrollo Sustentable. La Nueva Ética Internacional, Ed. Vórtice, Buenos Aires 2003; Poder Global y religión universal, Ed. Vórtice, Buenos Aires 2010)
        
Ante este panorama, el arzobispo de Rosario, Mons. José Luis Mollaghan, dio el siguiente comunicado:
        
Comunicado del Arzobispado de Rosario sobre el Encuentro interreligioso nacional argentino a realizarse en Rosario, (Arzobispado de Rosario, 152/11).
        
Ante la realización del "IIº Encuentro interreligioso Nacional Argentino" organizado por la entidad "Religions for peace", a realizarse en Rosario la semana próxima, que incluye entre sus participantes a miembros y autoridades de diferentes confesiones religiosas, entre ellos sacerdotes y laicos católicos procedentes de diversas diócesis, el Arzobispado de Rosario se ve en la obligación de manifestar con preocupación que dicho Encuentro no cuenta con el aval ni con la participación del mismo, ni tampoco que sus organizadores se hayan dirigido a las autoridades del Arzobispado para recabar su parecer o intervención.
        
Asimismo, considerando su organización y extensión, estima que un encuentro interreligioso a nivel nacional, en el que participan además autoridades civiles cualificadas de nivel provincial y nacional, debería contar con el parecer previo y consideración de los organismos eclesiásticos y comisiones competentes de la Iglesia Católica a nivel nacional.
        
El Arzobispado de Rosario ve aún con mayor preocupación que, si bien los temas a abordar son de interés en la sociedad, muchos de los que se incluyen en la Doctrina Social de la Iglesia; sin embargo no puede apoyar que uno de los resultados esperados del Congreso Interreligioso, como dice la “Nota conceptual” del mismo sea “promover en varias provincias y municipalidades del país la promulgación de los reglamentos para la aplicación de la CEDAW y la Convención de Belem do Pará”; cuando al respecto la Iglesia católica expresó, fiel a su posición en defensa de la vida desde el seno materno, su desacuerdo al aprobar el protocolo facultativo CEDAW y se advirtió que no es sólo una posibilidad, sino una comprobación, que el comité internacional de aplicación “ha hecho realidad recomendaciones a favor de la legalización del aborto en varios países y en contra de la objeción de conciencia de los profesionales de la salud” (C.P. Conferencia Episcopal Argentina, 13.XII.2006).
        
Esta preocupación llevó a los Obispos a exponer reiteradamente las razones por las que no era necesario ni conveniente ratificar el mencionado Protocolo. Por ello, la voz de los Obispos y sus aportes, lejos de afectar la legítima promoción de la mujer, en realidad intentan tutelarla y asegurarla.
        
En este sentido se debe considerar que, “el propósito laudable de luchar contra toda discriminación que afecte a la dignidad y derechos de la mujer, no puede servir de cobertura para promover cambios negativos en la cultura de nuestro pueblo, en contra de valores fundamentales que son apreciados por la inmensa mayoría de los argentinos. Nos referimos concretamente a la defensa de la vida humana desde la concepción; a la familia fundada en el matrimonio, entendido como unión estable del varón y la mujer; a la maternidad, que expresa una vocación propia e insustituible de la mujer en la sociedad”.
        
Por ello, la inquietud manifestada “se basa en la autoridad legal que el Protocolo de la CEDAW otorga a un Comité internacional con capacidad de recibir denuncias y hacer recomendaciones a los países signatarios, en orden a que se introduzcan cambios en sus leyes y costumbres. Este peligro, que el Episcopado ya había denunciado en varias ocasiones, no es sólo una posibilidad. Hemos comprobado, en efecto, que se han hecho realidad recomendaciones del Comité a diversos países en favor de la legalización del aborto y en contra de la objeción de conciencia de los profesionales de la salud. Ese organismo también ha considerado la maternidad como un estereotipo cultural y ha llegado incluso a recomendar la supresión del «Día de la Madre» y de aquellas políticas de Estado que protejan el embarazo y la maternidad” (ibidem).
        
Lamentablemente, el Arzobispado de Rosario debe hacer esta clarificación y advertencia en orden a que un Encuentro Interreligioso, realizado de este modo y con estos objetivos no se encuentra en la línea de la defensa de la vida desde el seno materno hasta la muerte natural, como reiteradamente nos señaló el siervo de Dios Juan Pablo II y actualmente el Santo Padre Benedicto XVI.
        
Rosario, 4 de marzo de 2011
        
Nota de Noticias Globales: Conviene recordar que de Religions for Peace depende también la Red Juvenil Interreligiosa Latinoamericana Religiones por la Paz
        

lunes, 7 de marzo de 2011

Mirando pasar los hechos

APOSTILLAS
                
                
Según parece, Héctor Timerman dijo que cuando era director del “pro-Proceso” diario “La Tarde”, no sabía lo que se publicaba porque iba a la facultad justo a la hora en que salía la edición. Está bien, Héctor, te creemos, pero ¿nunca te dieron el número del día anterior? Y algo más: Si no sabía qué publicaba el diario que dirigía ¿qué cuernos era lo que dirigía?
Además de no saber lo que se escribía en “La Tarde”, tampoco sabía que Videla había derrocado a  Isabel. Si no, cómo se explica la foto del 2 de abril de 1976 donde se lo ve en una agradable reunión con el entonces “genocida”.
A los que estén en situación similar —la de dirigir un diario oficialista y tener que ir a la facultad justo a la hora del cierre de cada edición— le recomendamos tomar alguno de los Cursos de Comunicación Social que dicta la Universidad Popular de las Madres. A los menores se les aconseja no ser acompañados por los padres, debido a que circula por la zona Sergio Schoklender.
             
En el Salón de los Pasos Perdidos (pasos, cerebros, vergüenza…) entregaron el premio de la Cámara baja (en todo sentido) a la Mujer Destacada del 2009, premio que recayera en un travesti. ¡Qué fáciles que son las “feministas”, por favor! Con esto dejaron bien en claro que el menos hombre de todos los hombres, es mejor mujer que la mejor de todas las mujeres. Queridas diputadas, por favor basta de caminar y comer chicle… los daños son irreparables.
              
Otra duda: Si lo decide la mayoría hay que aceptarlo, y si no son  mayoría, también porque representan los derechos de las minorías. ¿En qué momento se tienen en cuenta los derechos de la verdad?
            
Los progres decían que Obama sería buen presidente tan solo porque era negro. Lo cual era tan racista como decir lo contrario. Para saber la actual opinión-progre sobre el “Negro  de Washington” (y no es la pomada), se sugiere mirar el programa “6, 7, 8”.  Que se llama así por los días de pago en la Rosada.
              
En la Unión Soviética los que peor la pasaban en los campos de concentración eran los condenados por el famoso artículo 48, es decir los presos políticos, los execrables “enemigos del pueblo”. Los delincuentes comunes, ladrones, asesinos, violadores y otras preciosuras varias, eran tratados de forma muchísimo más benigna ya que eran considerados “socialmente afines” y recuperables, en definitiva,  pobres  víctimas del sistema capitalista. Para denunciar cualquier semejanza diríjase a la Jefatura de Gobierno.
             
Llamado a Concurso “Soy un hijo de p… rogres”. Para poder participar por una encantadora réplica en escala de la torre de vigilancia del siberiano Gulag de Kolima o una “cárcel del pueblo” en miniatura, hay que averiguar  en qué contribuye al materialismo histórico, a la lucha de clases  y a la liberación de los pueblos, la canción del “fobalpatodos” en homenaje a NK.
              

sábado, 5 de marzo de 2011

Editorial del Nº 87

CORRUPTOS Y CORRUPTAS
    
No puede estar lejos el día en que los diccionarios incorporen como primera acepción de la palabra corrupción el neovocablo kirchnerismo, acotándose que el mismo procede del gentilicio de un malhadado crápula que tiranizó a su patria, dejando en herencia una viuda cómplice de cuanta rapacidad y fraude se cometía a diario. La realidad no desmentirá entonces a la semántica. Ni la ideología podrá enmascarar la evidencia. Porque los hechos mandan con el peso caudaloso de sus manifestaciones visibles.
        
Si fastidia el registro puntilloso de los casos de putrefacción —cada día más frecuentes, gravísimos y escandalosos—, enúnciense las principales áreas en las que la hediondez oficial campea a su gusto. El kirchnerismo es la corrupción política, toda vez que se viene haciendo uso del poder para un incremento codicioso del patrimonio personal. Plutócratas y oligarcas de burdísimo porte conforman sus huestes, y cada peso robado que emerge de sus faltriqueras roñosas es una burla trágica a una sociedad desfalcada.
       
Es además, y por lo mismo, la corrupción económica. Patente en lo poco —una ministra que esconde una bolsa de dólares en el baño—, y patente en lo mucho, llámese mafia de los fármacos adulterados, tráfico internacional de drogas, lavado de dinero con sumas siderales o blanqueo de capitales para beneficiar a los magnates de la coima. Usureros y estafadores de abultados prontuarios y toscos ademanes son la plana mayor del kirchnerismo. Sus solas e impunes e insolentes presencias miden la náusea que los informa y en la que cohabitan sin sobresaltos.
        
Pero es, en tercer lugar y principalmente, la más oprobiosa corrupción moral que registre nuestra historia. No se tenga a la afirmación por desmedida sino por sopesada. Búsquese el área que se quiera, y allí donde se encuentre en grado superlativo esa “purulenta secreción de las almas rencorosas”, de la que hablara Ortega y Gasset, se hallará la quintaesencia del kirchnerismo. Sirva de ejemplo, por un lado, la horrenda falsificación del pasado, invirtiendo las categorías de los réprobos y elegidos en la lucha contra el terrorismo marxista, otorgando gloria a los partisanos y cárcel, vejamen y muerte para las Fuerzas Armadas de la Nación. Y sirva de ejemplo, por otra parte, el regusto mórbido cuanto soez por promover la contranatura, a sabiendas de que en tal batalla el ofendido final es el mismo Dios Nuestro Señor. Es aquí donde las aludidas huestes del kirchnerismo se pueblan, ya no sólo de aves de rapiña o de profesionales del esquilmamiento, sino de cuanto vulgar depravado goza convirtiendo en ley los vicios más desmadrados.
          
Tras cada caso concreto y feroz de corrupción está el nombre de ella, y aún muerto el de él, como todavía insisten en llamarse el uno y la otra, corrupto y corrupta, con sobreactuada separación de géneros, según el dictamen de los centros mundiales de la sodomía organizada. Ya otros nombres sin embargo compiten por el monopolio de la bazofia. Ternados están los de un portador de mostacho sobre el labio, coprolalia en las fauces y taradeces ridículas en lo que hace las veces de su testa. A su lado la dama del desarme policíaco, crecida en lípidos y en canalladas múltiples, concordes con su prosapia subversiva. Y de remate un hebreo errante, falsario y patán, experto en mensajerías cibernéticas, que es tener expertez en naderías.
         
¿Ésta es, al fin, la patria socialista que el setentismo alcanzó a construir de la mano de los Kirchner? ¿Estos son los aparecidos con vida por los que bregaban las nigromantes de la Plaza de Mayo? ¿Esta la sangre que jamás sería negociada, según consigna asumida con el fusil artero sobre el hombro? ¿Esta es la mentada militancia montoneril y erpiana tras cuyas huellas dicen seguir los facinerosos de La Cámpora? Y sí; es esto nomás: robo, parodia, muerte, inseguridad, ignorancia, miseria, dependencia y puterío. Lo es para vergüenza y escarnio perpetuo de los propagandistas del modelo. Aquellos que se llaman periodistas y son apenas piratas; o se autoproclaman intelectuales y no pasan de mulas de carga; o se consideran políticos y no desentonarían en la jaula de los mandriles. O se ufanan de llamarse rebeldes, siendo felpudos a sueldo de quienes lo son a su vez  del Poder Mundial.
        
Contra la corrupción no queda sino el antídoto de las virtudes. Las teologales, cardinales, intelectuales y morales. Todas ellas son necesarias en la vida política bien vivida. Cada alma viciosa que recuperamos para la virtud es una baja que sufre el endemoniado gobierno. Enlacemos esas almas, saquémoslas de la podredumbre y llevémoslas hasta el campo siempre fértil de la patria. Así como el Chacho Peñaloza, siendo soldado de Facundo, enlazaba los cañones del enemigo y los arrastraba hacia la propia tropa para que prestaran el mejor servicio.
     
Antonio Caponnetto
             

jueves, 3 de marzo de 2011

Aviso


              
              
DE PIE, CAMARADAS
Y SIEMPRE ADELANTE
             

miércoles, 2 de marzo de 2011

Desde la orilla hermana

OTRO OLVIDO:
UN TRIUNFO DE LAS ARMAS ARGENTINAS Y ORIENTALES
   
   
Entre las celebraciones de los sucesos del año XI, a las que ya hemos calificado como erróneas, por la separación imposible que se pretende hacer de los sucesos del año 1810 en Buenos Aires, ha pasado también en silencio la gesta librada un 20 de febrero de 1827.
   
Nos referimos a la Batalla de Ituzaingó, ejecutada contra el ocupante Imperio del Brasil, y logrado el triunfo patrio en fraternidad de armas argentinas y orientales.
   
Fue allí en ese resonante triunfo sobre fuerzas muy superiores y mejor equipadas, que los soldados criollos —entre cuyos jefes se contaron a Juan Antonio Lavalleja y a Manuel Oribe, bajo el mando supremo de Carlos María de Alvear— que se logró que la Banda Oriental no fuera la “Provincia Cisplatina” del Imperio, como era el sueño imperial secular, considerando el Rio de la Plata como el límite natural de los dominios del Emperador.
   
Pero siempre lamentablemente hay un pero; tal triunfo logrado con el sacrificio de muchas valientes vidas se frustró por los manejos del Ministro de Rivadavia, Manuel García, cediendo ante un enemigo que había sido derrotado ampliamente, mediante manejos, ocultos o no, de “mediadores” extranjeros y creando un estado que se llamó Uruguay, como “algodón entre dos cristales”, como se lo ha llamado por algunos.
   
De tal forma Argentina pierde la Provincia Oriental, la más estratégica, que le daba la navegabilidad de los ríos hacia el corazón del Imperio, y por tanto, constituye, a pesar de la sacrificada victoria por las armas, un triunfo del Imperio Británico por la mediación “amistosa” de Lord Ponsonby, en sus planes de hegemonía.
   
Brasil, al decir de Carlos María Ramírez, realizaba sus sueños al trozar aquel territorio que se alzaría con la Convención de 1828, con la verdadera segregación de la Provincia Oriental. Por su parte, Roberto Ares Pons, en “Uruguay: ¿Provincia o Nación?”, Edic. del Nuevo Mundo, pág. 29, nos expresa: “La traición del patriciado montevideano, la acción de la diplomacia porteña que atrae la invasión portuguesa y logra deshacer el frente de los caudillos victoriosos, sellan la derrota del federalismo rioplatense y posibilitan la desmembración de las Provincias Unidas”. Y agregamos nosotros, la continuación de la destrucción de la magnífica construcción geopolítica que fueron los Reinos de Indias. Y allí podíamos seguir: los grandes y gloriosos derrotados, con quienes la Patria Grande siempre estará en deuda, pues no podrá pagar nunca lo mucho que lucharon y sufrieron por sus ideales: Juan Manuel de Rosas, quien dejará eterna memoria en la Vuelta de Obligado ante la prepotencia extranjera, o José Artigas, también digno representante del federalismo.
   
Se debe llamar la atención que en la gesta de Ituzaingó se consagraron los más puros ideales artiguistas, derrotando al enemigo que siempre había combatido el prócer, el que lamentablemente ya estaba exiliado en Paraguay. Por tanto, aunque no presente el Héroe Oriental que fue  también caudillo argentino, los corceles y sables de las cargas de caballería criolla contaron, a no dudarlo, con su aliento y entusiasmo por liberar estos territorios del pesado yugo luso-brasileño.
   
Una calle importante de nuestra Ciudad Vieja lleva el nombre de tal hecho de armas, y sin embargo ha transcurrido el mes de febrero sin que nadie se haya acordado en este país de tal gesta de importancia trascendental para nuestra verdadera soberanía. Tal hecho, con Rincón, con Sarandí, con la heroica conquista de las Misiones, no pueden pasarse por alto como si no representaran a nadie. Señores: ¿Qué nos está pasando a los orientales? ¿Ningún recuerdo para los hechos importantes de la Patria? ¿Se han marchitado definitivamente los laureles de antiguas glorias? ¿Hay, hoy, en estos momentos, en esta tierra oriental, maestros y profesores que enseñen a sus alumnos el valor de estos hechos y su significación y consecuencias?
   
Es en el fecundo año 1825 que nuestro Brigadier General Juan Antonio Lavalleja proclama en la histórica villa de Soriano un verdadero alegato por la libertad que comienza con estas palabras: “VIVA LA PATRIA - ARGENTINOS ORIENTALES!!! Llegó por fin el momento de redimir nuestra AMADA PATRIA de la ignominiosa esclavitud en que ha gemido por tanto años, y elevarla con nuestro esfuerzo al puesto eminente que le reserva el destino de los pueblos LIBRES del Nuevo Mundo. El grito heroico de LIBERTAD retumba ya por nuestrtos dilatados campos con el estrépito belicoso de la guerra…”
   
Convengamos en algo, ya que hoy se habla tanto de la importancia del saber técnico: también la formación de la personalidad se templa en el conocimiento de los hechos históricos que nos da el conocimiento de dónde venimos y hacia dónde vamos. La persona es una  e indivisible: el conocimiento del pasado, de sus glorias y luchas es tambien parte de la educación integral.
   
Convengamos en esto, o resignémonos a ser, definitivamente, un rebaño dócil que no sabe de donde viene, quién es y hacia dónde se dirige. Triste destino que no supera ni superará ninguna bonanza económica, por alta que sea esta. Recordemos que el escritor inglés George Orwell, el mismo de “1984”, donde señala la “robotización” inhumana del hombre víctima de un estado totalitario bolchevique, finaliza su “Rebelión en la Granja” con estas ominosas y tristes palabras, que pueden ser de aplicación a quienes han perdido su identidad y sólo constituyen un conjunto de seres consumistas, que no conocen quiénes son y de dónde vienen: “Los animales, asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro”. Pensemos y actuemos entonces, en consecuencia.Tal vez aún estamos a tiempo.
   

Jorge P. Andregnette Capurro
   

martes, 1 de marzo de 2011

Cinematográficas

EL RITO: EL TRIUNFO DE LA FE

Director: Mikael Hafstrom. Guión: Michael Petroni, a partir del libro de Matt Baglio. Fotografía: Ben Davis Música. Alex Heffes Intérpretes: Anthony Hopkins, Colin O’Donoghue, Alice Braga, Ciarán Hinds, Toby Jones, Rutger Hauer, Maria Grazia Cucinotta. Duración: 114 minutos. Calificación: Apta para mayores de 13 años.
                                  
                
 ¿Qué es un cobarde? El que rechaza una idea escondiéndose detrás de falsas razones, de pormenores o pretextos con los cuales evita decir con claridad lo que piensa o justificar su rechazo. En definitiva, es el que teme a las definiciones, porque toda definición le sabe a dogmatismo, y el cobarde, hombre mediocre, no acepta compromisos que anublen sus comodidades y lo coloquen en una posición susceptible de resultar “políticamente incorrecta”.
El cobarde no quiere definiciones, sino etiquetas. Tiene slogans en vez de ideas. Su incapacidad de admiración regurgita en una tibia pero despiadada crueldad para con la verdad, porque la verdad está más allá de su propio alcance y no es servil para con su autocomplacencia.
Menospreciar el arte es permitirle mentir, decía Ernest Hello. El cobarde llega aún más allá: no le permite al arte decir la verdad. He allí aquello por lo que se destaca la crítica cinematográfica argentina. Una crítica “urbana, correcta, melosa y mediocre” que “sólo tiene opiniones convenidas, admiraciones prudentes, entusiasmos oficiales” (Hello).
Esta crítica servil de la Prensa liberal y anticatólica ha encontrado motivos para trasbocar su rechazo a la verdad en una película católica llamada “El rito”. Desde luego, sin el vilipendio audaz que podría hacer alarmar a sus lectores, tanto como a las productoras y distribuidoras de films, con las cuales los susodichos críticos no desean indisponerse. A excepción, claro está, del diario anticatólico por excelencia, que debe respetar su perfil extremista dentro de la gran cloaca.
Esta “crítica” comete siempre el mismo pecado, el primero: dejar de criticar. Dejando de ser lo que debe ser, desinteresada de la verdad, no es capaz de discernir, o discriminar (verbo prohibido) la idea o las ideas que el film criticado lleva en sí, idea que es su principio, su alma. Y como se trata de críticos materialistas, es claro, todo aquello que demanda la atención de su espíritu, queda fuera de su órbita de interés. Y entonces, si llega a sospecharse que una película habla desde la fe, no se inquirirá acerca de esa fe y el modo de manifestarla. Simplemente se dirá que el film es intrascendente. Es decir, que la Fe es intrascendente. Esa es la manera en que estos “críticos” creerán sacarse un problema de encima. Pero, como le dice el Padre Lucas al escéptico seminarista del film: “No creer en el Diablo no te protegerá de él”.
“El rito”, como toda película, debe ser juzgada por lo que es, no por lo que no es ni ha querido ser. Una vez que comprendemos lo que es, podemos discutir si pudo haber sido mejor o no. Y he aquí lo que se debe entender: “El rito” no es un film de terror; ni del llamado por los periodistas “sub-género de exorcistas”. No es un film hecho para asustar, sino para “esperanzar”. Su aspecto de “thriller”, sus pequeños golpes de efecto para sobresaltar al espectador, el mismo ritual del exorcismo, son los recursos de los que el director se debe servir para tener interesado y atrapado al espectador de hoy, cada vez más cautivo de lo espectacular y ajeno a todo planteo dramático sin la adrenalina de los efectos especiales.
“El rito” es un drama religioso como lo son –con la distancia que hay entre un genio  y un simple director- “I Confess” o “The wrong man” de Hitchcock, films que sería imposible realizar en nuestros tiempos y a los cuales endilgarían, como a este, que están pagados por el Vaticano y otras “descalificaciones” por el estilo. Con Hitchcock los críticos prefieren ser elusivos respecto de esos films, porque es un clásico y es mejor no llamar la atención. Hoy la agenda requiere que la prensa del Sistema sea intolerante (sí, con su horror a la intolerancia declamada) con todo lo que es católico.
Es el film mismo quien muestra lo que pudo haber sido, y eligió no ser. Es decir, el camino distinto que tomó respecto de los otros destacables films sobre exorcismos. Veamos: 1) El joven protagonista duda de su fe y practica boxeo, como el Padre Karras en “El Exorcista” de William Friedkin. Sin embargo, no irá por ese lado; el mismo Padre Lucas se referirá a esa película indirectamente, para indicarle (al seminarista y al propio espectador) que no espere ver lo que vio en aquella. De hecho, en medio del primer exorcismo, la escena se corta con un gran anticlímax, cuando al Padre Lucas lo llaman por el celular y debe interrumpir el ritual, que es continuado por el seminarista. El director nos está diciendo que la cosa no va por ese lado: no es un film sobre un terrorífico y espectacular exorcismo. 2) Al Padre Lucas le pasa lo que al sacerdote de “El exorcismo de Emily Rose”; la joven poseída a la que exorciza se le muere. Pero en ésta la historia no se termina allí, habrá otro exorcismo, y exitoso. Nuevamente somos avisados de que la película no sigue por ese camino. 3) El diácono Kovak le dice al demonio que posee a Lucas, violentado por éste y atrapado contra la pared, que “cree en él”, del mismo modo que lo hacía George C. Scott al demonio que lo tenía en igual situación en “El Exorcista III” de William Peter Blatty. Pero luego Kovak le dice que cree en Dios y lo acepta y sabemos que lo dice con Fe. Como se ve, “El rito”, en su catolicidad militante, va más allá de las tres antecesoras, válidas en sí mismas. Respecto de “El Exorcista”, la insuperable película de Friedkin, puede decirse que “El rito” es más explícitamente, más claramente católica, mientras que la otra es una mirada exterior, que disimula sus titubeos teológicos con el brío y la maestría directoral de un agnóstico como Friedkin. En relación al film de Blatty, uno de los que más sobresaltos le causan al espectador, “El rito” deja de lado todo posible arsenal de efectos que lo único que harían sería distraer la atención del tema central de la película. Y a diferencia de “Emily Rose”, “El rito” coloca en un lugar más visiblemente central –al punto de parecer una apología- a la figura del sacerdote, un verdadero arquetipo. En definitiva, es un film que, habiéndose alimentado de sus precedentes, y sin el salto de calidad que sólo un creador o un autor (Friedkin y Gibson lo son, el sueco Hafstrom es sólo un buen director) puede dar a sus films, ha conseguido con inteligencia una victoria en un terreno ya trillado y muy resbaladizo, evitando tanto la frivolidad intrascendente como el film de propaganda descuidado y torpe.
Finalmente, cabe decir que otra cuestión que irrita a los amigos del “cine de horror” es que, como dice uno de estos escribas, “el Mal no es la estrella de la película”. Por supuesto, el protagonista de la película es Dios, y el Diablo no es ese ser superpoderoso que hoy han convertido en el gran protagonista, y hasta el superhéroe, de los films yanquis, y que de tanto asustar hace dudar de la existencia del bien. El diácono Kovak no llega a tener fe porque el Diablo lo asuste, como podría parecer, sino porque Dios le da las gracias necesarias y diríase extraordinarias que requiere en esa batalla. La escena cumbre de la película, no es sólo aquella en que vence al demonio, sino también la que la antecede, cuando la divina Providencia pone unas palabras en boca de una mujer que son un santo y seña entre Dios y él. Pero esto, ¿cómo alguien que sólo espera “cabezas retorcidas y sopa de arveja” lo podría ver?  
Una película puede ser importante por su calidad intrínsecamente cinematográfica, al punto de volverse un clásico de referencia ineludible en el arte del cine; puede ser importante por contener una suma de elementos significativos que la convierten en la representación o suma de una determinada visión del mundo, ya sea verdadera o errónea; y puede serlo porque su propuesta es absolutamente contraria al mundo que la recibe, en un contexto que le es desfavorable, cuando ese film es políticamente incorrecto y defiende lo que para el mundo es indefendible.
En el segundo y tercer caso, desde luego, pues en el primero resulta la principal condición, hablamos de films dotados de un nivel mínimo de calidad que los hace transmitir con eficacia o interés, mediante recursos propiamente cinematográficos,  aquello que se han propuesto.
 “El rito” no es importante por lo primero ni por lo segundo, pero sí lo es por lo tercero. En un mundo donde prácticamente los medios de comunicación y entretenimiento están en manos de los enemigos de Cristo, esta película viene a defender, con valentía y probidad, la Fe, la Iglesia Católica y el Sacerdocio, en una pelea contra el Príncipe de este mundo, que aunque quiera hacer que lo tomen en broma para infestar mejor el mundo a través de innumerables films, no puede evitar que se lo señale, se lo desenmascare y, por lo tanto, que se lo venza. De la única forma posible: con el Nombre de Jesucristo, ante el cual toda rodilla se dobla, aun las de los periodistas que no se han enterado de esa noticia del diario de mañana.
       
Flavio Mateos