lunes, 17 de noviembre de 2008

Día de la Soberanía Nacional

UN TRIUNFO MUSICAL
FRENTE A LOS RUIDOS
DE LA ENTREGA



Ante la inminencia de otro 20 de Noviembre, les presentamos una vieja canción, que hace mucho tiempo que no se difunde en ningún lado. No se trata de la tan conocida "A la vuelta de Obligado” de Brascó, interpretada magistralmente por Don Alberto Merlo. Esta canción, original de Pedro Castro Hardoy —cuya voz se escucha en el recitado previo—, es interpretada por Los Chilicotes, y pertenece a la “Cantata a Don Juan Manuel de Rosas”, obra de aproximadamente 90 minutos de duración.

La canción se llama “Batalla de Obligado”. Que la disfruten.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Lecturas dominicales


LOS BUENOS
Y LOS MALOS


COEXISTENCIA DEL TRIGO Y LA CIZAÑA

¿En qué consiste la hermosura de la casa de Dios y el lugar del tabernáculo de su gloria, sino en aquel templo del que dice el Apóstol: El templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros (I Corintios, 3, 17).

Así como en los edificios hechos por mano de hombres, cuando se levantan con elegancia y magnificencia, se deleita en ellos nuestra vista, así cuando estas piedras vivas de los corazones, de los fieles son ensambladas por el vínculo de la caridad, la casa de Dios y el tabernáculo de su gloria resplandecen de belleza. Aprended, pues, lo que debéis amar, para que podáis amarlo. Porque, indudablemente, el que ama la belleza de la casa de Dios, ama a su Iglesia, no levantada con paredes y techos, ni espléndida por los mármoles y los artesanados, sino por los fieles santos, que aman a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con todo su entendimiento, y al prójimo como a sí mismos.


Pero dentro de esta congregación cristiana, en cuanto a la participación y comunión de los sacramentos…, existen también vasos dignos de honor y vasos despreciables, y ante estas dos clases de recipientes, ¿podemos dudar en dónde se encuentra la belleza de la casa de Dios?… Busca los vasos honrosos. Y no me digas: Los he buscado y no los encontré. Ocurrió tal cosa porque tú no te hiciste aquello mismo que buscabas. La semejanza une y las diferencias separan. Si tú eres un vaso lleno de vergüenza, indiscutiblemente la vista de un vaso honroso te resultará insoportable.


DIOS SE VALE DE LOS MALOS
PARA PRUEBA DE LOS BUENOS


¿Vamos a abandonar nuestra casa por la presencia de vasos malos? El Dios de esta gran casa sabe muy bien utilizar tanto los vasos honoríficos como los despreciables. Si los malos saben usar perversamente las cosas buenas, ¿no va a saber Dios usar bien de las malas? ¿De qué bienes usan los malos? De las criaturas de Dios, que son todas buenas…

Y ¿por qué viven estos tales en la casa de Dios? Te responderé: Son vasos despreciables, pero Dios sabe usar de ellos; no se equivoca el que los creó, porque el que pudo crearlos sabe también reducirlos al orden y les ha dado un lugar en su gran casa. Ahora bien, si me preguntas cómo usa Dios de ellos para el bien, te confieso que, como hombre que soy, no puedo explicarte las doctrinas de Dios.

LOS UTILIZA PARA PROBARLOS

¿Qué hacen —me dices— los malos en este mundo? Contéstame primero: ¿Qué hace en el crisol del platero la paja? No creo que esté sin motivo la paja allí, donde se acrisola el oro. Veamos el número de cosas que hay por allí: un horno, la paja, el oro, el fuego y el joyero. El oro, la paja y el fuego están en el horno; el joyero, a su vera. Mira; este mundo es el horno; la paja, los malos; el oro, los buenos; el fuego, la tribulación, y el aurífice, Dios. Atiende y mira: el oro no se purifica si la paja no se quema. Considera lo que se dice del oro en el mismo salmo que comentamos… y oye lo que dice, escucha mi voz, cómo desea ser purgado: Ponme a prueba, ¡Oh Señor!, y examíname, acrisola mis entrañas y mi corazón (Salmo 25, 2). El que debiera temer la prueba, la pide… Y ¿no temes desfallecer en el fuego? No. ¿Por qué? Porque tengo siempre ante mis ojos tus misericordias (ibid., 3). Y por eso digo: Ponme a prueba, ¡oh Señor!

¿POR QUÉ TANTOS MALOS?

La abundancia de malos es buena materia de purificación para los Buenos. Porque, en medio de esa multitud de malos, mezclados con ellos y ocultos viven los buenos, y el Señor conoce a los que son suyos (II Timoteo, 2, 19). En manos de artífice tan grande, una hoja de oro no puede desaparecer en el gran montón de paja. ¡Qué inmensa cantidad de paja! ¡Qué escaso el oro! Mas no temas. Es tan hábil el joyero, que puede purificar, pero no puede perder.

No me vayas a decir: puesto que es necesario que existan los malos para probarnos, bastaría con que hubiese unos pocos, y muchos buenos. Pero ¿no te das cuenta que, si fuesen pocos, no podrían molestar a los que serían muchos? Date cuenta, hombre prudente, que, si los buenos abundasen en gran manera sobre los malos, éstos no se atreverían a perjudicar a los buenos.

Los malos tampoco son tantos como parece. Lo que ocurre es que alborotan más. Cuando el malo maquina tentaciones, tú rezas a Dios. En este lagar que es la iglesia debes comprobar y ver si el que daña en público no es una especie de alpechín, que corre a la vista de todos en este molino de aceite. El alpechín corre en público, el aceite se desliza por canales escondidos en busca de su lugar, y, a pesar de haberse deslizado oculto, sin embargo alcanza grandes alturas. ¡Oh hermanos míos, cuántos y cuántos en medio de esta lucha por la vida, en medio de la maldad de este mundo y en plena abundancia de males, han sabido retirarse y dirigirse a Dios! ¡Se despidieron del mundo, repartieron presto sus bienes entre los pobres, aquellos que poco antes andaban robando los ajenos! En público se ven muchos raptores, invasores y expoliadores. Son el alpechín que corre por la plaza; en cambio, aquellos otros, el uno aquí y el otro allá, que con corazón compungido han reflexionado sobre los avisos de Dios, y se han reído de las vanas esperanzas del siglo y se han confiado a la esperanza celestial, después de cambiar sus amores y costumbres, todos ésos son el aceite de la santidad, que se guarda en el molino; el vaso construido para honor de la gran casa, el oro en el fuego y el grano en el horno. Esta es la belleza de la casa de Dios.


LAS EXCUSAS DEL INFIEL

Los malos cristianos hacen muchas obras malas. Y las personas que están fuera (de la Iglesia) y no quieren convertirse al cristianismo, encuentran en aquéllos muchas excusas. Al que le aconseja rendirse a la fe, suele responder: ¿Quieres que yo sea como ése o aquél? Y nombra a uno o a otro. En ciertas ocasiones es verdad lo que dice. Pero, cuando no puede encontrar a un individuo a quien señalar, tampoco le cuesta mucho trabajo lanzar una calumnia. Y como él calumnia con tanta seguridad, consigue que el oyente comience a sospechar. Y tú al oír a alguien decir tales cosas, como quizá has conocido en alguna ocasión a hermanos tuyos que son malos, piensas en tu interior: cierto es lo que éste me cuenta: peligros de los falsos hermanos. Pero no desfallezcas. Lo que él busca sélo tú. Sé tú buen cristiano y convencerás al pagano calumniador.

San Agustín

sábado, 15 de noviembre de 2008

Guiones de estilo


¡DESPIERTA,
CENTINELA!

El centinela dormido, bien está que sea castigado con pena de muerte… Centinela, centinela, eres el sentido de las murallas que son como una vaina para el cuerpo frágil del poblado, que le impide derramarse, pues si alguna brecha las abre no queda sangre en el cuerpo…

Pero, ¿qué serían las murallas si no hubiera centinela?

Por eso, el centinela que duerme deja desnudo al poblado. Y por eso se apoderan de él, cuando lo encuentran, para ahogarlo en su propio sueño…

Claudicación de los centinelas, es el bárbaro quien los adormece.

Centinela dormido. Vanguardia de los enemigos. Conquistado por anticipado, pues tu dormir es un negarte a ser ligado permanentemente por la ciudad…

Entonces se me apareció la imagen de la ciudad derrotada por tu simple sueño, pues todo se ata y se desata en ti. Cuán hermosa es tu vigilia, oído y mirada de la ciudad. Y de tan noble comprensión dominando con tu simple amor la inteligencia de los lógicos, que no comprenden la ciudad, sino que la dividen.

Pero tú, centinela, cuando velas estás en relación con la ciudad librada a las estrellas. No esta casa, ni esta obra, ni ese hospital ni ese palacio. Sino la Ciudad… esa mezcla de fervor y de sueños, ese fuego bajo la ceniza de la vía láctea.

Centinela, cuando velas, la ciudad reposa sobre ti y sobre la ciudad reposa el Imperio…

He aquí que tú duermes. Centinela dormido. Centinela muerto. Y yo te miro con espanto pues en ti duerme y muere el Imperio. Lo veo enfermo a través de ti porque es un mal signo que me delega centinelas para dormir. Por cierto, me digo, el verdugo cumplirá su misión y ahogará a ese en su propio sueño.

Pero en mi piedad se alzaba un litigio nuevo e inesperado. Pues sólo los imperios fuertes siegan las cabezas de los centinelas dormidos, pero estos imperios que ofrecen centinelas para dormir, no tienen ya derecho a segar nada. Porque importa comprendes bien el rigor. No es cortando las cabezas de los centinelas dormidos como despiertan los imperios; es cuando los imperios se han despertado que se cortan las cabezas de los centinelas dormidos. Otra vez confundes aquí el efecto con la causa. Y viendo que los imperios fuertes cortan las cabezas, tú quieres crear tu fuerza cortándolas, y no eres más que un bufón sanguinario.

Funda el amor y fundarás la vigilancia de los centinelas, y la condenación de los que duermen, pues en este caso son aquellos los mismos que han tronchado el Imperio.

Pero yo te deseo fiel a ti mismo, despierto, sabiendo que llegarás a ser.

Antoine de Saint-Exupéry

viernes, 14 de noviembre de 2008

Culturales


FALSIFICANDO
A ORESTES DI LULLO


Entre los pocos intelectuales que puede exhibir Santiago del Estero se destaca la figura de Orestes Di Lullo; a quien Marcelo Sánchez Sorondo llamó con justicia, “el Lugones santiagueño”.

Orestes Di Lullo formaba parte de una asociación cultural denominada “La Brasa”, fundada en el año 1925 por Bernardo Canal Feijóo, a la cual se le integraron pensadores de diferentes orientaciones ideológicas.

El objetivo de aquel nucleamiento fue reflexionar sobre los problemas de la provincia, la región y el país, frente al modelo oligárquico liberal.

Durante mucho tiempo estos hombres estuvieron olvidados; sin embargo ultimamente, desde ciertos ámbitos oficiales, surgió la idea de rescatar los aportes que estos pensadores hicieron a la cultura en Santiago del Estero. En ese marco, durante los días 4, 5 y 6 del mes de septiembre pasado, se realizaron unas jornadas sobre el pensamiento de Orestes Di Lullo.


En dicha oportunidad, quienes se abocaron a estudiar al prolífico autor tuvieron que enfrentarse con un problema. Resulta que Di Lullo perteneció claramente a aquella corriente política que se conoce como “el nacionalismo católico”; circunstancia que obviamente vino a colocar en una incomoda situación a sus pretensos reivindicadores, identificados en general con el pensamiento progresista.


La solución que encontraron fue la más fácil: recurrir al expediente típico de escamotear parte de las ideas del autor y hacer una interpretación “políticamente correcta” del resto.

Así fue que el Di Lullo, nacionalista convencido, católico fervoroso, hispanista declarado, revisionista histórico y defensor del corporativismo; se convirtió por obra y desgracia de estos malabaristas en una especie de demócrata cristiano, progresista y cuasi indigenista.

De esta innoble tarea falsificadora se ocuparon principalmente los filósofos putativos Gaspar Risco Fernández y Alejando Auat. Tan solo se sustrajo de ese afán el historiador Luis Alén Lascano y algún otro panelista que se ocupó de aspectos puntuales de la vasta obra de Di Lullo.

En general, la estrategia consistió en reconocer lo que sostenía el autor para inmediatamente hacer aclaraciones contradictorias salidas del caletre de los comentaristas. De manera tal que no habló el autor, sino los falsificadores. Así —por ejemplo— se dijo que era hispanista pero que no dejó de lado lo étnico; como si Di Lullo pensara que cultura es cualquier cosa y no la labor de la inteligencia llevando una cosa a su perfección según su naturaleza.


Se puso de manifiesto su defensa de la postura católica frente a los partidarios de la educación laica, pero se pretendió que el relato que hizo de leyendas y mitos del monte santiagueño fuera una especie de aval al paganismo. Se reconoció que supo exaltar al caudillo Felipe Ibarra, pero se aclaró que no fue porque adhiriera al revisionismo, sino porque Ibarra amó a su tierra, como si ése no fuera el motivo de los revisionistas para reivindicarlo. Etc, etc.


De todo esto, lo más grave fue la permanente deformación del concepto de identidad que manejó el autor.


Di Lullo, al igual que otros nacionalistas de aquellos años, se abocó con ahínco a develar nuestra identidad nacional; para ello hizo lo lógico, se enfocó en nuestro nacimiento como Nación —pues para saber lo que algo es hay que ir a su origen— de modo entonces que penetró en el plexo axiológico de nuestra cultura fundacional para encontrar los caracteres fundamentales de nuestro Ser nacional.


El método que utilizó fue novedoso y, por ende, fue uno de los pioneros en utilizarlo (el otro fue Carrizo); consistió en interrogar a los paisanos del campo santiagueño acerca de las coplas que conocían de sus mayores. De aquellas canciones se desprendía toda una cosmovisión reveladora de nuestra identidad hispanocatólica. Hoy esto se llama estudios etnográficos y trabajos de campo; Di Lullo lo llamaba simplemente “visitas”.


Además, Di Lullo no sólo registró los vestigios de nuestra cultura fundaciona: a la par, comprobó también la acción negativa de la modernidad materialista y utilitaria, es decir, la devastación que ella significaba para nuestra economía y nuestro estilo de vida. Ante estos males propuso el rescate del proyecto de cristiandad hispánica como un pivote a partir del cual construir un proyecto de nación.


En definitiva, toda la obra de nuestro autor puede ser resumida en un afán de autoconocimiento y de autoafirmación del Ser, con el objeto de encontrar respuestas sobre el camino a seguir en plena fidelidad con ese Ser. No fue más que una aplicación del viejo principio que aconseja conocer quienes somos, de donde venimos, para saber adónde debemos ir.

Ahora bien: toda esta reflexión filosófica la hizo obviamente desde la filosofía del Ser; es decir, concibiendo a la identidad como algo fijo, algo que permanece a pesar de los cambios y que nos hace ser una cosa y no otra. Sin embargo, sus comentaristas se empeñaron especialmente en deformar esta visión diciendo que la identidad no es una esencia inmutable, que es algo que fluye, que se construye, que conlleva la conflictividad, la diversidad, etc. Es decir, dieron vuelta el pensamiento del autor.

Con ese criterio la obra de Di Lullo y en general todo intento de reafirmación de nuestra identidad no tiene sentido. ¿Para qué indagar sobre algo que cambia? ¿Para qué tratar de conocer nuestro Ser, si se postula su traición y se reivindican culturas alejadas del orden natural?


Lejos de todo relativismo cultural, y mal que le pese al progresismo, Orestes Di Lullo reivindicó nuestra identidad hispanocatólica y postuló ese legado como un mandato de fidelidad a lo heredado, a los fines de recuperar el honor y la gloria perdida.


Edgardo A. Moreno

miércoles, 12 de noviembre de 2008

In memoriam


1863 - 12 de Noviembre - 2008

ANIVERSARIO
DEL MARTIRIO

DEL CHACHO PEÑALOZA

El martirio lo sorprendió sereno, su pelo rubio encanecido, y los ojos azules presintiendo otro Azul.

Lo mató el liberalismo, que desde antes y entonces alza su mano homicida contra el cuerpo doliente de la Argentina.

Sobre la Plaza de Olta, su sangre se hizo una con la tierra y siguió galopando por los valles, ahora ya sin lebreles seguidores, libre, hacia lo Alto.

Nadie cree en La Rioja que haya muerto, y son muchos los que aguardan impacientes el ronco imperativo de su voz. Porque en el acero de su tacuara se leía esta sentencia: “Quien a mi dueño ofendiere, de mí espere venganza”.

Tal vez vuelva otra vez, a clamar por la Patria Restaurada.

General Ángel Vicente Peñaloza:

¡Presente!

martes, 11 de noviembre de 2008

Santo Patrono


SAN MARTÍN DE TOURS,
OBISPO Y CONFESOR

San Martín, hijo de un oficial pagano en Panonia, se deslumbró en Pavía con los esplendores del culto cristiano. Catecúmeno a los diez años, siguió no obstante la voluntad de su padre y de su príncipe, y sirvió en el ejército romano. Un día, durante un rudo invierno, dio una parte de su manto a un pobre, y Nuestro Señor se le apareció la noche siguiente vestido con ella. Martín recibió entonces el bautismo, fue incluido entre los acólitos por San Hilario de Poitiers, fundó Ligugé, primer monasterio de las Galias, obró numerosos milagros y llegó a ser obispo de Tours a pesar de sus lágrimas. Fue entonces cuando fundó el monasterio de Marmoutier con 80 religiosos. Por todas partes prodigó su caridad, su abnegación, sus oraciones y su enseñanza, y murió lleno de días y de méritos hacia el año 400.

Es uno de los Santos Patronos de Buenos Aires.

San Martín de Tours, ruega por nosotros... que falta nos hace.

lunes, 10 de noviembre de 2008

La Catedral Profanada


ANTE UNA NUEVA Y
GRAVE PROFANACIÓN DE
LA CATEDRAL METROPOLITANA


El próximo martes 11 de noviembre —si la ira justiciera de Dios no dispone lo contrario— la Catedral Metropolitana de Buenos Aires sufrirá un nuevo y gravísimo agravio.

No se trata en la ocasión del regular desfile sacrílego que frente a ella, y con la anuencia explícita del Gobierno, realizan en tropel los sodomitas y sus aliados de depravada especie. Tampoco de la invasión de las Madres, cuya sola presencia es una deposición irreverente y procaz. Ni del arribo oficial de la masonería, ultrajando el espacio sacro so pretexto de un indebido homenaje al Gral. José de San Martín.

No; en la Festividad del Patrono de la Ciudad, la Arquidiócesis de Buenos Aires mediante su Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso, por un lado; y la tenebrosa B’Nai B’rith por otro, co-celebrarán una “liturgia de conmemoración” en el “70 aniversario de la Noche de los Cristales Rotos”. Tamaño oficio religioso —según lo anuncia la invitación oficial que tenemos a la vista— suma, además, los auspicios y las adhesiones de cinco instituciones judaicas, unidas todas con la jerarquía católica nativa para “honrar y recordar” a las víctimas de “los nazis” que “en la noche del 9 de noviembre de 1938, profanaron y destruyeron más de 1000 sinagogas, mataron a decenas, encarcelaron a 30.000 judíos en campos de concentración [saqueando] negocios y empresas”.

El hecho, por donde se lo mire, constituye una mentira infame y una abominación que clama al cielo.

Mentira es que se acuse, sin más, a los nazis, de los luctuosos y reprobables hechos conocidos como la Kristallnacht o Noche del Cristal, repitiendo por enésima vez la versión canonizada por la propaganda sionista y las usinas aliadas, ya varias y científicas veces rebatida en trabajos como los de Ingrid Weckert (“Flash Point, Crystalnight 1938. Instigators, victims and beneficiaries”).

Mentira es que se oculte el asesinato, a manos del judío Herzel Grynscpan, del diplomático alemán Ernst von Rath, cuya alevosía —sumada a otras acciones judaicas de similar tono— motivó la reacción violenta contra los israelitas aquella noche trágica y condenable. Mentira es que se calle la evidente responsabilidad —tanto en el crimen de otro funcionario alemán, W.Gustloff, como en el aprovechamiento político de los desmanes— de la siniestra Ligue Internationale Contre l’Antisémitisme (LICA), sobre cuyo mentor Jabotinsky podrían escribirse páginas de negras acusaciones.

Mentira es que se silencien las fundadas sospechas de la provocación intencional de este pogrom por la mencionada LICA, eligiéndose cuidadosamente para su estallido la noche del 9 de noviembre, fecha emblemática en la historia del Partido Nacionalsocialista. Mentira es que se escamoteen arteramente los repudios públicos y privados,enérgicos todos, de los principales dirigentes nacionalsocialistas a aquella jornada de desmanes y tropelías, que incluyen declaraciones de Goebbels, Himmler, Hess y Friedrich de Schaumburg; así como órdenes expresas de reponer el orden y de castigar a los culpables, a cargo del mismo Hitler, de Viktor Lútze, jefe de las S.A, y del precitado Goebbels, en su famoso discurso de la madrugada del 10 de noviembre. Mentira es que se omita el Protocolo del 16 de diciembre de 1938, firmado por el Ministro del Interior de Hitler, Dr. Whilhelm Frick, repudiando tajantemente el criminal atropello, no sin analizar seriamente sus reales motivaciones.

Mentira es que se hable de “1000 sinagogas destruidas”, cuando no llegaron a 180, a manos de una chusma incalificable, y de “30.000 judíos encarcelados en campos de concentración”, cuando 20.000 fueron los detenidos para su propia protección, y liberados pocos días después de aquella demencia nocturna, según consta en el Informe de R. Heydrich del 11 de noviembre de 1938, aceptado en el "juicio" de Nuremberg. Mentira canallesca al fin, la que se asienta en el volante oficial de invitación a los festejos, y según la cual “el mundo se mantuvo en silencio”. En el mundo entero no se habló de otra cosa que de la supuesta barbarie germana, consiguiéndose ipso facto ventajosos acuerdos de emigración para los judíos alemanes hacia Palestina, lo que se consumó ese mismo año 1938, con un número aproximado de 117.000 hebreos. Los tres objetivos sionistas se habían cumplido con creces: la difamación sin retorno del régimen nacionalsocialista, el principio del movimiento internacional que llevaría a la caída del Tercer Reich, y el abandono de su supuesta tierra natal, Alemania, de los israelitas allí radicados, trazándose cuidadosamante el plan de ocupar Palestina. ¿A quién benefició aquella noche de sangre y fuego? ¿Quiénes la armaron realmente, si los más destacados jerarcas del Nacionalsocialismo se quejaron amargamente de la misma y ordenaron su inmediato cese?

Somos católicos, y se nos crea o no, lo mismo da, nuestras espadas no se cruzan por defender una ideología sobre la cual han recaído oportunas y sucesivas reprobaciones pontificias. Pero por modestos y mellados que puedan estar nuestros aceros, saldrán siempre en defensa de la verdad histórica, de los vencidos de 1945, a quienes ningún alegato en su defensa se les permite. Y saldrán siempre en repudio y en ataque de la criminalidad judaica, por cuyas víctimas, que suman millones —sí, decenas de millones— no hay un solo obispo guapo que quiera rezar un sencillo responso.

Mentiras múltiples, por un lado, decíamos. Pero abominación que clama la cielo, por otra. Y esto es lo más desconsolador, porque peor que la falsificación del pasado es la falsificación de la Fe. Lo primero es oficialismo historiográfico y puede tener el remedio del buen revisionismo. Lo segundo es la entronización del Anticristo y sólo hallará el remedio definitivo con la Parusía.

En efecto; nada les importa a los obispos que las entidades judaicas con las que se unirán en esta parodia litúrgica, tengan un amplio y ruinoso historial de militancia anticatólica. Nada les importa que la B’nai Brith sea sinónimo documentado de malicia masónica, mafia mundial, ideologismo revolucionario y plutocratismo expoliador y artero. Nada les importa si una de esas instituciones, el Seminario Rabínico Latinoamericano, amén de su frondoso prontuario sionista y marxista, ostente con insolencia el nombre público de Marshall Meyer, conocido y castigado otrora por su flagrante inmoralidad. Nada les importa a estos pastores devenidos en lobos, que todas y cada una de estas entidades, hoy llamadas a una concelebración farisea y endemoniada, hayan sido y sean la prueba palpable del odio a Cristo, a su Santísima Madre y a la Argentina Católica.

No; lo único que les importa es consolidar la herejía judeo-cristiana, convertirse en sus acólitos y adalides, y exhibirse impúdicamente ante la sociedad, no como maestros de la Verdad, crucificados por ella, sino como garantes del pensamiento único, tramado en las logias y en las sinagogas. Bergoglio el primero, y tras él sus muchos heresiarcas —más o menos activos o pasivos, acoquinados o movedizos— no quieren ser piedra de escándalo ni signo de contradicción, ni sal de la tierra y luz del mundo. Quieren ser funcionarios potables a la corriente, empleados dóciles de la Revolución Mundial Anticristiana.

Dolorosamente hemos de acotar —como hijos sufrientes y perplejos de la Santa Madre Iglesia— que en tal materia, el mal ejemplo llega de la misma Roma, desde donde parten y se extienden las más innecesarias majaderías y adulaciones a los deicidas. Empezando por la más grave de todas, cual es precisamente la de exculparlos del crimen del deicidio, renunciando a su conversión.

Nuestro respeto es sincero y creciente por los tantos Natanaeles, en cuyos corazones no hay dolo, según lo enseñara el Señor. Nuestra veneración es mayúscula hacia aquellos que, como los gloriosos hermanos Lémann, Sor Teresa Benedicta de la Cruz, el inmenso Eugenio Zolli, o nuestro cercano Jacobo Fijman abandonaron las tinieblas para arrodillarse contritos —victoriosos en su metanoia— ante la majestad de Cristo Rey.

Pero nuestra guerra teológica sigue siendo sin cuartel y declarada contra este sincretismo indigno, ilegítimo y herético, cuyos fautores eclesiásticos —ya hueros de todo temor de Dios y de toda genuina fe neotestamentaria— no trepidan en ofrecerles a los enemigos de la Cruz el templo mayor de la Patria. Hospitalarios con los perversos para celebrar la mentira, quede marcado para ellos el estigma irrefragable de quienes traicionan el Altar del Dios Vivo y Verdadero.

Con palabras eternas del Evangelio les llegue, a los intrusos del martes 11 de noviembre y a quienes les abren las puertas, la admonición jamás periclitada: “¡Matásteis al Autor de la Vida, crucificásteis al Señor de la Gloria!”.

Con palabras veraces seguiremos repitiendo lo que todos cobardemente callan: el único holocausto de la historia, lo tuvo a los judíos por víctimarios y a Nuestro Señor Jesucristo por víctima inmolada.

Con palabras del martirologio seguiremos proclamando:

Cristo Vence,

Cristo Reina,

Cristo Impera.

¡Viva Cristo Rey!

Antonio Caponnetto

Se agradece difundir

domingo, 9 de noviembre de 2008

Poesía que promete


HIMNO PARA LA
DEDICACIÓN DE
UNA IGLESIA


Jerusalén, ciudad del cielo santo
Feliz visión de paz, que construida
Con piedras vivas subes a los astros,
Y que estás defendida, como Esposa,
Por millones de angélicos soldados.

Esposa del destino más excelso
Dotada de la gloria de tu Padre
Y de la gracia de tu Esposo eterno:
Hermosa Reina unida al Rey divino,
Fulgurante ciudad del firmamento.

Las puertas de tus muros preciosísimos
Están abiertas siempre para todos
Los que son hasta ellas conducidos
Por la virtud de haber sobrellevado
Padecimientos por amor de Cristo.

Tu impresionante mole que reluce
Se compone de piedras trabajadas
Por el martillo y el cincel salubres:
Piedras que unidas unas a las otras
En un solo edificio al cielo suben.

Honrado sea el Padre sempiterno
Así como su Hijo Jesucristo
Y como el sacrosanto Paracleto:
A los tres potestad, honor y gloria
Ahora y por los tiempos de los tiempos.

Francisco Luis Bernárdez

sábado, 8 de noviembre de 2008

Citas citables


LA ANARQUÍA
DE LOS PARTIDOS


Si la ley Sáenz Peña erige a los partidos en los instrumentos únicos del gobierno representativo, ello es mediante la ficción del sufragio universal, capaz de satisfacer las exigencias de los teóricos de la democracia, pero cuya virtud real consiste en entregar el poder de la Nación a una minoría de políticos de oficio, electoralmente organizados.

Esta es la realidad, de la que no podemos prescindir, y ella nos plantea hoy un problema vital para la República. Los partidos de la Ley Sáenz Peña ya no se rigen a sí mismos.

Anarquizados por la lucha interna de sus caudillos, han perdido la unidad de dirección y el poder de autonomía. Ni son dueños de su voluntad, ni representan sus dirigentes la opinión de sus afiliados, a cuyas espaldas actúan según el azar de las circunstancias de cada uno. Aceptan irresponsablemente cambios de planes y de conducta, y hasta candidaturas de origen desconocido. Los aliados de ayer, en un frente de acción común, rompen de pronto sus pactos por causas que se mantienen ocultas; adversarios violentos de la víspera, que no han resuelto sus disidencias ni buscan resolverlas en un acuerdo claro, aparecen, sin embargo, misteriosamente convocados, en una misma organización electoral.

Nadie atina e explicar las razones secretas de estas coincidencias ni de aquellas rupturas, porque seguramente no tienen explicación satisfactoria. Si, pues, los partidos, por imperio de la ley, son los instrumentos del gobierno representativo, hemos llegado, con su destrucción anárquica, a la más cruda expresión del desgobierno.

Roberto de Laferrerre

viernes, 7 de noviembre de 2008

Guiones de estilo


LA SOTANA,
UN TESTIMONIO


Para el clérigo y el religioso, la sotana o el hábito son unos trajes que suscitan el respeto y les recuerdan el desapego de las vanidades de este mundo. El sacerdote es un hombre elegido y distinguido de los demás. El testimonio es una noción que aparece a menudo en boca de Nuestro Señor, y que el sacerdote debe darle al mundo: “Serán entonces mis testigos”.

Es traje laico quita toda distinción, suprime el testimonio, y preserva de manera mucho menos eficaz del mal. Esta desaparición de todo testimonio por el traje aparece como una falta de fe en el sacerdocio y una cobardía, una falta de valentía en las convicciones, así como un desprecio por el sentido religioso del prójimo.

Varios Papas no dejaron de lamentar la laicización progresiva de las sociedades. La separación de la Iglesia y del Estado hizo penetrar poco a poco el ateísmo en todos los campos de la actividad del Estado, y en particular en las escuelas.

El sacerdote que vive en una sociedad donde todo se laiciza tiene la impresión creciente de ser ajeno a dicha sociedad; luego, de ser molesto. Su presencia en el mundo tiene la impresión de ser sólo tolerada. De ahí viene el deseo de los sacerdotes de hoy de alinearse en un mundo laicizado, lo cual se traduce por el abandono de la sotana. Estos sacerdotes no tienen más la noción exacta del lugar del sacerdote en el mundo.

La laicización suprimió así, en muchas relaciones sociales, los temas de conversación sobre a la religión. La sotana les recuerda, aún a los ateos, desprovistos de religión, la presencia de Nuestro Señor y de la Iglesia. Esto los incumbe, quizás los haga reflexionar.

El sacerdote es una predicación viva por su sotana, por su fe. Es la sal de la tierra. Los sacerdotes de hoy, sacándose la sotana, se han vuelto insulsos.

La sotana es una garantía de autenticidad para el sacerdote católico.